martes, agosto 31, 2010

El cielo argentino

El libro, el último gran libro sobre la dictadura, es una fábula. O no tanto. Se llama “Guerra sucia, secretos sucios”, y lo escribió David Cox, el hijo del héroe del Herald, Robert J. Cox, con todo el amor y el idealismo con que un hijo puede mirar a un padre. Al lado de cualquier libro de Tata Yofre es una versión de “Caperucita roja”, sin embargo, más que sobre el tema de moda (la complicidad empresaria con la dictadura) el libro echa luz sobre las internas del proceso, esa vieja saga de halcones y palomas contada en la historia de un hombre enorme como Cox, quien salvó su vida por su vínculo con el sector blando o democrático, como decía el Partido Comunista, al que creía que se le podían arrancar garantías y derechos perdidos. ¿Cuáles eran las internas del Proceso, cuáles eran las alternativas y los “debates” del Proceso? Hay una segunda fila de nombres de desaparecidos o caídos que incluye a los Graiver pero que se extiende a Elena Holmberg, Hidalgo Solá, Edgardo Sajón, etc., que parecen fichas caídas de un tablero más delicado y disimulado tras el manto de neblina de la represión feroz.

En la historia de David Cox su familia era una hectárea de bella campiña inglesa rodeada de un bosque tenebroso de fieras sueltas que ni siquiera dejaban en paz a los tecnócratas como Walter Klein, quienes pretendían introducir reformas que las bestias no les dejaban introducir. Recuerda David: Festejamos Navidad por última vez en Highland Park con nuestro abuelo Papito. Nos reunimos alrededor del piano y cantamos como de costumbre, cada uno tocando las maracas, los triángulos, las campanillas, las castañuelas y la pandereta como acompañamiento. La cena consistió en el trozado de un gran pavo adquirido por mi abuelo en la exquisita confitería Las Violetas. Después vimos películas navideñas en el jardín del club, bajo el cielo estrellado. Es un libro sin ningún rastro del vínculo entre represión y proyecto económico porque es el libro de la leyenda valiente de un liberal auténtico que se sentía identificado con el proyecto económico y que despreciaba la metodología represiva. ¿Qué une una cosa con otra, qué separa una cosa de otra? El libro narra un momento histórico desde el gris y para el gris. Por fin una historia que no es de buenos y malos en el sentido que nos tiene acostumbrados la narrativa nuestra del Frente Patriótico Rodolfo Walsh, sino una perspectiva de perplejidad desde la conciencia de quienes sí avalaron el golpe. Ese es el aspecto silenciado, desde los años 80: el escándalo moral de quienes creyeron en esa dictadura y fueron estafados en su “buena fe”. Un relato desde un activo que vio las cosas un poco de afuera.

Por otro lado, la discusión de Papel Prensa está atrapada por la sensación de que la frazada de los delitos de lesa humanidad se estira demasiado: y de que se quiere forzar todo lo que se pueda hasta anudarla con Clarín. Podríamos decir: el inicio de la democracia es un armisticio, donde todos los que entraron a ella, dejaron las armas afuera. Todos tiraron los fierros al centro de una gran hoguera nacional. Rafael Bielsa o Taiana no fueron cancilleres montoneros, fueron hombres que representaron al Estado argentino, por ejemplo, y el 80% de la clase política podría admitir una experiencia juvenil no adscripta a los valores de la democracia liberal. Es zonzo decirlo, pero en todos, en personas y en organizaciones, hay un pasaje hecho. Cada institución tiene su ciclo biológico. En la historia de Papel Prensa el detalle excluyente no es meramente “aquello que prueba que alguien estuvo en la escena de un crimen de lesa humanidad”, sino la historia de una operación que fue la punta de lanza de ilícitos e irregularidades que se perpetuaron, más allá de las prescripciones a escala de muchos de sus delitos. No se revuelven pequeñas miserias del pasado sino la acumulación originaria y toda una práctica que asfixió las competencias del mercado. Julio Ramos hasta tenía hecho un juicio por competencia desleal contra Clarín que puntualmente perdió.

Otro aspecto de estos días pasa por lo que Juan Pablo Varsky llamó microclima, en el que se envuelven temas como Papel Prensa. No hay modo de que una política pública sea permanentemente de efecto universalista o que despierte el interés general: ¿cuál es la agenda de una política así? La política tiende naturalmente, se diría que es parte de su éxito, a la coagulación, a las corporaciones, a lo específico. Quizás la desproporción de la cadena de la semana pasada acentuó el contraste entre el tema y la indiferencia e ignorancia masivas sobre él.

Por otro lado, ¿cómo es que algo políticamente se “usa”? Ese es un tema sobre el que hay que pensar. ¿Por qué el estigma de los Kirchner es que las cosas de agenda pública se usan? El “uso” siempre es la mano visible de la política. Desde el 2003 se habla de la “utilización de los Derechos Humanos” esgrimiendo una lógica que se puede reproducir en cualquier tema, como el aumento de las jubilaciones: “el gobierno usa los aumentos a los jubilados”. Más o menos como si sólo se tuviera centro en las intenciones políticas de quienes gobiernan el Estado, y ninguna atención sobre los efectos sociales de esas “utilizaciones”. Como si una cosa se separara definitivamente de la otra. De algún modo eso también es un exceso de “relato”. Y es una idea antipolítica, porque el ideal no utilitarista de lo que el Estado gestiona está en el centro de la herencia del ciclo neoliberal. La separación entre política y Estado, bajo el sello que la vieja radio 10 convirtió en hit en lo peor de la crisis: el “gasto político”. En fin, es un lugar común apuntar a esa cultura heredada (que sobrevive con más vigor que el que se cree).

El otro día Carrió dijo una cosa que es también parte del debate. Al menos es algo que está en alguna de las ondas del debate: ¿qué es un diario? Y Carrió dijo algo que me gustó, dijo que La Nación o Clarín son “encarnaciones”, interpreto que dijo que son diarios con historias, con arrastre, con tradiciones, que constelan intereses propios y ajenos. Y eso es así. Clarín y La Nación con todas las hijaputeces que se conocen o se imaginan son pedazos de la cultura nacional (y cuando se mira de cerca la producción Spolsky hasta dan ganas de defenderlos). Diría más: Página 12 también es un diario que “encarna”. Y habría que listar cuáles más son eso. Página es el gran diario de los años 90. Es el diario que leían todos los funcionarios menemistas, frepasistas, radicales, los intelectuales y los arrrrtistas. Es el diario de los Derechos Humanos. No hablo sólo de las ventas, que pueden ser oscilantes. Un diario es una idea, decía Julio Ramos. Esa perspectiva conservadora, liberal, democrática, uno puede imaginar que tiene sus mitos.

Yo elijo una imagen muy precisa: la de Arturo Illia presidente saliendo de la casa de gobierno para leer el diario sentado en un banco de la plaza. ¿Era verdad eso? No importa. Pero el tipo, en el hilo de esa imagen, no tenía un informe de prensa, ni lo leía en el despacho marcando con lápiz y puteando a viva voz, “mirá lo que escribieron estos hijos de puta”, simplemente supongamos que a media mañana salía con el diario para leerlo en la plaza pública. Es una imagen muy escolar en la que frente a la casa de gobierno y frente al sillón presidencial aparece el sillón del ciudadano donde sentarse a leer. Ese cruce de calle, ida y vuelta, es el gesto de un poder provisorio y débil, en un contexto que auguraba desolación para quien quería instruir cívicamente: un presidente, un hombre común, que lee la prensa independiente con la ceja levantada y saluda a las amas de casa y a las mucamas y a los jubilados y a los que venden garrapiñadas. Cuando uno lee hoy los editoriales de los diarios damnificados hay una especie de defensa por el sostenimiento de esa distancia, de esa amabilidad ciudadana que lee frente a la casa del poder. Esa cuadrícula está rota, nació rota, quizás nunca existió. Por eso, en el fondo, hay una melancolía por un tiempo que la historia desmiente en quienes utilizan figuras republicanas de la política como si no hubieran caído bajo las mismas balas simbólicas, como si no se les hubiesen arrancado cosas hasta último momento. Illia leía el diario, se llenaba de polvo de ladrillo el pantalón, picoteaban algunas palomas a su lado, vestido de hombre civil, uniforme de ciudadano presidente mientras alrededor empezaba todo el mundo a calentar los motores de la guerra social. Es una imagen sin tiempo. Sin historia. Es una imagen que después los mismos diarios envasan en fascículos de historia, destacando la honradez y la modestia de los débiles, una fuerza moral que siempre pertenecerá al pasado. Frondizi pasteurizado, Illia pasteurizado, Alfonsín pasteurizado, todas figuras arrasadas por quienes ahora reclaman de ellas. Cuerpos embellecidos por sus propios ejecutores. Clarín, La Nación, todos esos diarios y medios, ayer decía eso Carrió: “cuando esto pase” deberían “corregir errores”. Magnetto, "un contrapeso necesario", debería corregir errores... Ahí estaba Lilita perdiéndose en el bosque del que saldrá con las patitas para adelante.

Lo que vuelve bajo la forma “monstruosa” de Moreno o Kirchner es el retorno de lo reprimido, lo que se levanta del banco de plaza donde durmieron al viejito presidente, tapado con diarios, desde el geriátrico de los perdedores. Hay algo de esa fuerza en todo esto. Pasemos a otro tema.

lunes, agosto 30, 2010

Sincretismos

Vía los compañeros del Sur llego a este tremendo discurso de Rafael Correa. Conocí de refilón la realidad ecuatoriana previa a Correa y entre eso y alguna cosa leída se me hizo la idea de un país con fuertes dificultades para hallar un orden más o menos estable, y que eso se debía también -en parte- a la existencia condicionante de los grupos indígenas en un país mestizo, quienes son capaces (como lo es en la Argentina la Confederación General del Trabajo) de acordar gobernabilidad y estabilidad pero no de poner un presidente propio, o de ser hegemónicos. Este discurso descarnado pone en evidencia las contradicciones de gobiernos populares. Sólo el discurso indigenista "condimenta" y "legitima" (como su apelación en el debate de la ley de medios) en una realidad como la nuestra: donde se trata de testimonios marginales por los que tampoco se hizo ni se hace mucho. Acá, en Ecuador, el tema "indígena" es un punto ciego para un gobierno popular.

“El secuestro, la tortura son malos, pero si se lo hace en nombre de la justicia indígena, mágicamente se transforman en legítimos, y todo en medio de un sincretismo que llena de tristeza, donde acogen como ancestral las mismas prácticas que utilizaron los patrones para torturarlos. Negociar con las transnacionales, es malo, pero aceptar dinero y consignas de ONG’s financiadas probablemente por esas mismas transnacionales, fundaciones que muchas veces buscan imponernos cosas que nunca lograron en sus propios países mientras intentan evitar que utilicemos nuestros recursos para salir de la pobreza, eso sí es legítimo.”

“El separatismo, disfrazado de ilegítimas e ilegales autonomías, antes era patrimonio de la derecha más recalcitrante de la provincia del Guayas. Hoy, son grupos supuestamente de izquierda, y muchas veces autodenominados ecologistas e indigenistas, que quieren prácticamente independizar a la región amazónica del resto del país, y apropiarse de los recursos naturales que en ella existen, exacerbando los regionalismos y localismos. ¿Habrán entendido que posturas muy similares constituyen la principal oposición y peligro para el gobierno de Evo Morales, verdaderamente izquierdista, ecologista e indigenista?”
Hoy a las 21 horas en canal 7 la historia de Papel Prensa.

miércoles, agosto 25, 2010

La "total libertad" de la que gozaba el Grupo Graiver no se explica (y si es que el contexto político y social dota de algún tipo de nivel a esa libertad "total") si cualquiera mira lo que informaba, por ejemplo, el mismo Clarín en septiembre de 1976, varios días antes de que se concretara la venta de las acciones (los primeros días de noviembre). Y hay muchísimos ejemplos anteriores y posteriores a la fecha de la operación que permiten comprender "el clima de negocios". Está la tapa de la revista Somos. Se trataba de una campaña pública. Y eso no puede separarse. Se puede discutir la interpretación de los hechos, se pueden exigir más pruebas en las acusaciones más sensibles, se puede discutir el orden de las intenciones políticas actuales, etc., lo que no se puede es separar a Clarín de las maniobras que lo incluyen junto a un Estado en un contexto muy específico, y con una conducción tan autoritaria de lo público como la Argentina de 1976 y 1977. La investigación de Papel Prensa incluye documentos de época que pertenecen al Estado, y no simplemente una colección de tapas y editoriales de diarios leídos con la suspicacia de Orlando Barone. Dentro de ese laberinto hay un antecedente: la investigación que ordenó hacer Massera, y en la que ya aparece el registro de muchas irregularidades actualmente también denunciadas. Massera se sentía afuera del negocio, pero actuó como Estado. O sea, el Proceso mismo, el que dio a luz este proyecto, ya tenía hecho un saldo al respecto que se diluyó en sus disputas, o en el que -directamente- Massera perdió. Pero perdió en la misma lógica en que los otros ganaron. Y hay una excepción en la época: el tipo de política económica proteccionista que permitió el surgimiento de la empresa es contradictoria con el perfil dominante de Martínez de Hoz. Cuando se intentan articular los delitos de lesa humanidad en los ilícitos investigados de la operación, ese debate (que está escrito en un fallo judicial desde hace meses del juez Rafecas) no puede tampoco tapar todo el bosque de irregularidades comerciales, legales, estatutarias, de beneficios y privilegios, y, además, no se puede negar el resultado más evidente que llega hasta estos días: el modo por el que los diarios se autovendieron baratísimo el papel y perjudicaron a todos los diarios del país. Como denunció Crónica en 1986 en su tapa: que el diario se vendía con el papel más caro del mundo. Porque tenían que importarlo.

martes, agosto 24, 2010

1
En estos días, quizás hoy, ocurrirá algo así como levantar un telón, algo que debía ser lo suficientemente conmovedor como para dar vuelta una página. Pero no fue construido así. Tendría que haber habido una suerte de suspenso como se construyen los suspensos: dejando caer pistas que conducen a la escena del crimen. Y un crimen que empieza con una pregunta: ¿Papel Prensa se obtuvo con el aparato de represión ilegal del Estado? La Presidencia de la Nación ordenó la construcción de una verdad, y la orden cayó sobre la Secretaria de Comercio, más específicamente, sobre la figura del energúmeno Moreno. El juego de las diferencias con la histórica Conadep es inevitable: acá se parte de que la verdad la construye el Estado. No es una junta de notables que hacen la autopsia sobre el cuerpo tibio del Estado sino el Estado mismo quien investiga la telaraña de la operación por la que tres diarios se hicieron dueños de una empresa de origen estatal.

2
Se va a dar a conocer una verdad sobre ese hecho maldito de la democracia llamado Papel Prensa. La primera capa que se va a romper es la de la ignorancia y la indiferencia social que lo envuelve, si es que eso es posible en el medio del mejor aliado para que permanezca borrosa esta historia: la catarata de versiones, declaraciones y mentiras que se reproducen a diario. Todo parece forzado por dos versiones constantes: la que dice que el Estado "intervendrá" Papel Prensa para controlar a la prensa (como si el Estado no estuviera ahí desde el principio) y la que dice (desde este lado) que Papel Prensa es una historia que une delitos comerciales con delitos de lesa humanidad.

3
La exposición pública de esta historia nace para que, definitivamente, se vean todos los gusanos que componen (desde el primer plano con que el gobierno sueña que la ciudadanía mire) a todo eso que es Clarín. ¿Será así? ¿El Informe de “Papel Prensa – La Verdad” servirá para decir algo definitivo sobre Clarín más allá de lo jurídico, algo que deje con la boca abierta a todos y que obligue a posicionarse de manera contundente a todo el mundo periodístico, incluidos los mismos periodistas del multimedios? ¿Algo que termine de quebrar lo que se supone que es un dique de la opinión pública? Seamos modestos. Pero quien quiera saber sabrá algo que tiene detalles, matices, precisiones, conjeturas, testimonios, hipótesis. Pero sobre todo… algo que tiene pruebas. Algo que es verificable. Donde cada palabra tiene su documento de prueba.

4
Papel Prensa es un caso testigo de algo que también fue la dictadura: una guerra de grupos económicos, cuyo final monstruoso aseguró en muchísimos órdenes una asimetría permanente de la fuerza del Estado frente al resto de los poderes. Casi como si la dictadura hubiese sido la última imagen de fortaleza del Estado: y en esa fuerza su rendición incondicional. Papel Prensa como un teatro que representa la derrota permanente tras un acuerdo de sindicación que dejó a uno de los socios minoritarios (el Estado Argentino) en una desventaja sobre la que no se iba a reponer jamás. Fue un lugar concreto donde se hizo perpetuar la correlación de fuerzas que quedó como saldo desde el inicio de la democracia. Eso hizo que el “problema de Papel Prensa” fuera un problema de la democracia porque fue un problema concreto para cada uno de los gobiernos democráticos argentinos, sujetos a la amenaza simple del poder de fuego simbólico de un diario que no paró de crecer y ganar en el mercado de medios. Clarín era “un diario más” antes de Papel Prensa. Pero Clarín, el grupo que conocemos hoy, fundó sus pactos originarios cuando este país era un “laboratorio” de y para la modernidad que venía, y todas sus evoluciones tecnológicas y comerciales alcanzan para tener una teoría casi perfecta de la continuidad de estos últimos 34 años de historia argentina. El Proceso sale con más Proceso, había dicho Videla… ¿y eso qué quería decir? Más Proceso no era Benjamín Menéndez enojado por la tibieza de Viola. Más proceso era una democracia sobre la base de un condicionamiento estructural que actuara bajo la forma de la libertad (?). Clarín es una idea de continuidad proceso – democracia. Incluso, en “el fin del desarrollismo en Clarín”, hay un exorcismo capitalista.

5
Pero para componer toda esta escena de Verdad que nace en el impulso de la ley de medios, se echó mano a un criterio único, a un criterio que es puramente kirchnerista, a falta de otra palabra, que es el criterio de crear vacíos o situaciones en que no queda visible lo que va a ocupar el cráter de lo que se pretende desalojar. El estilo de la televisión kirchnerista es el desgaste que no alumbra jamás qué es lo que será el reemplazo (por la afirmativa) de eso sobre lo que se ensaña. Incluso sus solemnidades, como el cancionero ochentoso de 678, ese sonido de nueva trova rosarina, es un momento de alegría que tampoco puede durar demasiado, es un momento de afirmación muy débil que remite automáticamente a ese viejo escenario inaugural de la democracia, de cuando todo era posible, y que siempre anuncia finalmente el derrumbe de todo. Y ese es el tiempo del kirchnerismo, una especie de “¿y esto cuánto puede durar?”, que no crea baluartes de cultura nacional, sino la solidez vaporosa de un instante de verdad extrema, de irrealidad. Todo el tiempo el kirchnerismo es un gobierno provisorio, es un gobierno al que le cuesta instituir, es un gobierno que enfrenta saltos cada vez más audaces para no frenar nunca el tiempo de transición. A la vez, mientras el gobierno aparece siempre como una improvisación (y conste que esto pasa por alto la real conjura de negocios que explica muchísimo la dinámica oficial) muchos empiezan a mirar con preocupación que se disuelve la fe ciega en la resistencia de Clarín (“esto también pasará”), la idea de que Clarín con fortaleza católica sobrevive a todo gobierno, y esa fe se torna una pesadilla, como el brote que llegó para quedarse, porque ahora todos –aún los que dicen apoyar- ayudan a desvestir a la bestia. ¿Y qué es la bestia? ¿Es para tanto la bestia? ¿Cuántas bestias nuevas crecen en nombre de destruir la bestia? Claro que ninguna bestia nueva (que las hay) nacerá al calor de un escenario originario tan simbólico como el de la dictadura. Todos siempre serán un poco menos bestias al lado de un negocio que nació a tan pocos metros de Ramón Camps. Más allá, incluso, de las precisiones y las aclaraciones con que se pueda forzar la frazada que hace nudo entre las irregularidades gravísimas de Papel Prensa y los delitos de lesa humanidad.

6
Clarín salió corriendo de la escena del crimen, se lavó las manos dedicándose a la tarea meticulosa y neurótica de crear lectores, masas de lectores, ejércitos de millones de lectores y consumidores, y en la carrera de esa deglución fue capaz de volver sobre sus pasos discursivos, amortiguar y razonar con la democracia, blanquearse, testimoniar en sus páginas y programas los Derechos Humanos. Clarín se hizo una enorme avenida de doble circulación, un gigante de la representación, un diario para los que piden mano duro y un diario para los que piden garantías. Hay quienes auguran que una vez que ese “muro de contención del sentido común” se destruya, el derrame inevitable se secará. E imaginan una sociedad peor después de Clarín. Después de la secularización, de la muerte de esa diosa laica. El gobierno logró construir un mito como si hubiéramos vivido años y años sin conocer la dialéctica oculta de la democracia. O como mierda se quiera pensar eso que ahora parece dotado –históricamente- de un poder de fuego simbólico desproporcionado. ¿Será así? ¿Fue así? ¿Habrá una especie de recesión de la lectura? ¿Una crisis terminal de ese promedio democrático, de ese corazón duro de la clase media argentina? Clarín hizo metástasis. Está en los astros, en la frase del día, bajo el brazo del desocupado, en el deseo del putañero, en el Olé, en los premios y castigos de sus semáforos, en las páginas y páginas de ofertas de Frávega… Un miedo posible es que no se termine de comprender que la eficacia del cambio cultural que se propone, entre otras cosas, la nueva ley y la nueva verdad, tiene algo de gatopardismo. Aún siendo lo más optimista posible, no es el cooperativismo sino un magma de representaciones las que podrían sustituir a Clarín. ¿Es posible una operación a la medida de un cálculo así? ¿Una operación capaz de, “el día después”, restablecer valores propios de la misma lógica (periodística o comercial) de Clarín y que todos estos años de “relato” y de cambio de paradigma se resuman en una escena de policial negro? ¿Clarín, finalmente, será acusado de un crimen como un padre bueno al que se le descubren algunos muertos en el placard?

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Toda la historia de Papel Prensa hace zoom sobre la figura de una mujer, “la viuda del banquero montonero”, que fue secuestrada después de firmar la venta de las acciones, y deja abiertos algunos interrogantes concretos que apuntan al corazón de una filosofía liberal: ¿era libre para decidir Lidia Papaleo ya antes de ser secuestrada? ¿Existían las condiciones de libertad para que concretara tamaña decisión comercial que hasta pasaba por alto los derechos de herencia de su propia hija? ¿Bajo qué circunstancias alguien estaba tan dispuesto a perder casi todo? ¿Una negociación no es el triunfo de las partes? Lo que esto demuestra es que Clarín también es hijo de la ruptura de todas las reglas de juego que implicó la dictadura, un agujero negro de garantías. Clarín es una criatura nacida de ese vacío de legalidad. Del instante histórico donde el gobierno del más fuerte hizo definitivo al liberalismo argentino.

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Mientras tanto, el gobierno comprueba que hizo volar por el aire las cuatro o cinco tapas de Clarín que, previamente, ningún gobierno soportaba en su contra; y en su misma carrera, Clarín comprueba una fuerza más amarga: que en igual proporción soporta las ciento treinta tapas de Miradas al Sur en su contra. El único cálculo de la política oficial gira alrededor de ganar o perder, no hay "batalla cultural" ya en esto. Y eso explica la presencia de Moreno. En el medio de esta realidad, por detrás, aparece otro síntoma de debilidad del mito del diario (su capacidad de representación) que se refleja en el afán de políticos excitados por convertirse en aliados incondicionales y capaces de demostrar en eso que son políticos de oído absoluto, hombres y mujeres que perciben hasta la última olita del gran mar argentino, virtud que siempre se adhirió a la capacidad política de Clarín, y que imaginan que es una virtud transferible.

viernes, agosto 20, 2010

Ni a Palos de lujo

Este domingo en Ni a Palos Gonzo escribe una crónica del Cordobazo reflexivo de la militancia entre las sierras. Textazo de un kirchnerista del '99. Y también retorna Conu, una vez más. ¡Revista Genios!

(Ah, qué llamado lameculos que me hicieron los de Fibertel, larguísima charla donde me preguntaron hasta si somos de ir al cine con mi mujer para ver si estaba enterado de los descuentos, y cuando le dije: lo que pasa es que estamos xxx, me dice: ahh, bueeeno, entonces te mando por mail la promoción de descuentos en ropa de bebé... Amo el capitalismo con dedo en el orto.)

jueves, agosto 19, 2010

Uh, ¡qué feo es votar contra tu voluntad o contra tus convicciones! Qué feo. Me imagino diputados maravillosos sin poder conciliar el sueño, que despertaron empapados, ¿no éramos nosotros los buenos… y para siempre? Y sí, la conciencia estatal es una conciencia de mierda: es una conciencia fiscalista que debe cuidar que este quilombo sobreviva, que el monstruo siga en la laguna, que haya agua. Y como la racionalidad kirchnerista es tan irracional, los otros hicieron cuentas e hicieron su mejor negocio: agrandar el quilombo por el único lugar que duele… el social. ¿A quién no le gustaría votar una cosa así? Qué fea la camiseta empapada del pobre diputado que no nació para votar contra un aumento y despertó como si hubiera dormido bajo un techo de chapa un día de 45 grados después de la peor sesión. Y bueno, esta es una victoria kirchnerista de la oposición. O sea, es una victoria dando un salto hacia adelante. Una cosa de la que paga precio el gobierno: de la construcción política por sorpresa, por golpe de efecto, estilo 2003, celoso de la discreción de todos sus pasos. ¿Qué significó eso? Que incluso la política distributiva, salvo paritarias, también formó parte de lo que irrumpía de la noche a la mañana, como si no hubiera ninguna forma visible de acumulación, como si todos, hasta los referentes de las organizaciones sociales, fueran siempre un poco convidados de piedra de un anuncio sorpresa que les va a sacar sonrisas y lágrimas de emoción. Casi un estilo televisivo. El anuncio de la AUH fue una sorpresa para medio mundo (aunque también estaba la cara de ojete de una ministra que sabía a qué iba). La oposición hace lo contrario en algún sentido. Más o menos tiene escrita la hoja de ruta, la dice en todos los medios, bajo el mantra de que todo será negociado y dialogado, para que todo el mundo se quede tranquilo, y como si la gente confiara en la buena fe de las partes de esas grandes negociaciones. Y esas dos formas predilectas: la política del golpe de efecto y la política de Moncloa (la de los 4 o 5 temas) quizás tienen un punto en común, es decir, quizás hicieron perder de vista –por acción u omisión- esa versión participativa, asamblearia, abierta, ese fondo de caos originario que dejó la crisis, la sensación de que los políticos son actores de cuarta, ideales para escrachar y sacarse la bronca, que les toca hacer un triste papel de representaciones. Eso, no se sabe cuándo, en qué punto exacto, se superó. Estas visiones son visiones que golpean también el ánimo ochentoso de la vuelta de los partidos (¿alguien imagina a un político de primera adentro de un partido?), tanto como al ánimo decembrista y movimientista del que la política (clásica y del orden) a lo sumo sería un reflejo. Gobierno y oposición, así, parece que se hacen cargo del mandato final de la crisis: de cuán lejos quería que quede la política de la gente, de una distancia que es –por más destrucción institucional que se denuncie- la garantía de una República. Visiones de la representación. Y sin embargo el kirchnerismo siempre parece al borde de sí mismo, siempre parece odiar la escena adonde mandó las cosas. Esa especie de punto donde al mismo kirchnerismo “no le cierra tanto la cosa”, es el lugar por donde respira. Es el lugar que ya había predicho el límite, por ejemplo, de la política parlamentaria: ¿y si lo hacen ellos? El kirchnerismo siempre quiso ser más que su verdad restauradora. Y es difícil conciliar secreto de Estado y movimiento. Y algún genio pergeñó la operación del 82 móvil y de pronto, un punto ciego se hizo en el sistema político, y eso, aunque sea eso, por un día, corrió a una velocidad un poco más rápida que la previsible verdad de los pobres actores, esa verdad con la que vivimos tranquilos, que cuando vemos a Patricia Bullrich, a Gerardo Morales o a cualquier solitaria vaca con su sello del 13% sabemos que nada llega al río, que serán artífices de una verdad que ellos mismos harán insostenible... y así. Pero un día de descontrol político. Un día donde nadie sabe exactamente dónde está parado no le viene mal a nadie.
Pero, pregunto: no se puede aprovechar la legitimidad política que el grupo A (o R de rejunte) le brinda a este reclamo, para pararse sobre él y rediscutir qué recauda el estado, cómo lo recauda y quiénes lo aportan. No puede ser una gran excusa para rediscutir el sistema impositivo argentino: el iva, el impuesto a la renta, a la propiedad, reestablecer el impuesto a la herencia, etc.

miércoles, agosto 18, 2010

Un poco tarde pero cada vez más se dice que hacer una policía era el camino progresista. Algo que pasó este fin de semana: discutiendo a la Policía (que, aunque nadie lo diga, es de este gobierno).
La presencia de De Narváez acá, disimulada en una lista de nombres “naturales”, no puede pasar desapercibida. Se viene la derecha con derechos humanos. Piñera se tomó unos días para pensar en lo que la Iglesia dice que no pidió: un indulto. Y dijo no. Se viene la derecha con derechos humanos.

lunes, agosto 16, 2010

Periodista: ¿Cuáles fueron sus errores?

Carlos Menem: Sólo uno: haber derogado el artículo 45 de la Ley de Radiodifusión. No medí las consecuencias; lo hice para afianzar la libertad de prensa. Pero esa anulación permitió la existencia de empresas que tienen un canal de televisión, radio, Papel Prensa, un diario y una agencia informativa. Yo no hablo de coartar la libertad de prensa, pero tampoco hay competencia en lo que hace a la información. Se monopolizó la prensa. No esperaba que algunas empresas se convirtieran en propietarias de diarios, canales de televisión, radios y hasta una cuota de Papel Prensa. Es un error que tendremos que subsanar.

(La Nación, 8 de julio de 1992)

martes, agosto 10, 2010

Es tiempo de reproducción. Y de cerrar cosas. Quizás el blog también. Un saco de té transparente aúpa células. Se está llevando todas. Carburo un mensaje para La Lastiri. Algo que sea lo suficientemente violento para que se entienda. Los blogs son como las ciudades de verano en invierno, ¿hay alguien ahí? Se me rompió el contador de lectores y de tráfico. Todas las canciones de Las Pelotas, licuadas, dan una cosa así. Cualquiera de nosotros tenía menos de 20, y estos tipos lideraban algo, eh. Crecer en los 90 te digo qué fue: huir de los 80. Gesell del 94. La ecografía es el planetario. Después es un poco más las entrañas. Carburo un mensaje para La Lastiri. Y para el Movimiento Isabelita. Hay que llevar problemas, muchachos. Después de Clarín: Spolsky, detrás del Pueblo: el Pueblo. Hay que ser maravillosos, como decía Cangallo. Y llevarles los problemas a éstos, que no son Cangallo, pero pegan en el palo. ¡Rompan todo! Llegó el ciclo reproductivo. Aprendimos a sumar y restar y dividir. Ahora estamos multiplicándonos. Las Peló, las Peló, las Peló. Una temporada en el paraíso va a venir muuuuuy bien. Caco y caca.
Soy lector de LA NACION y de Perfil . Hasta ahora, fui opositor al Gobierno y creía que iba a seguir siéndolo.

lunes, agosto 09, 2010

sábado, agosto 07, 2010

Yo no lo voté

por Pablo Chacón

El editor cuenta que el libro más vendido estos días es “El escarmiento. La ofensiva de Perón contra Cámpora y los montoneros, 1973-1974”, de Juan Bautista Yofre; que el segundo es el primer tomo de “Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina”, de José Pablo Feinmann; pero que la diferencia favorece a Yofre 10 a 1. Dice también que los libros que venden tanto salvan el año, y permiten publicar cosas que de otra manera sería imposible. Yofre es un best seller impensado (sus tres libros anteriores también fueron exitosos), y Feinmann, un peronista que desprecia al último Perón, una suerte de disidente de la historia oficial del peronismo que escribe otra historia del movimiento o del partido o del peronismo pero que frente a la prensa no parece disentir excesivamente con la interpretación del Tata. Y ninguno de los dos con la de Bonasso del presidente que no fue. Es cierto, sin embargo, que Bonasso era un actor político central de ese momento: fue jefe de prensa de Cámpora durante la campaña, estaba en el ajo. Yofre, de origen radical, despliega sus contactos diplomáticos y policiales, y saca a la luz legajos fotocopiados quizá durante su paso por la inteligencia de Menem. Feinmann, no. Feinmann aparece con la revista “Unidos”. Feinmann es un filósofo que quiere pensar la condición humana a través del peronismo. Yofre habla de “un Perón inventado”, del “Perón que no nos gusta”, como dice Mario Eduardo Firmenich citado por el Tata. Yofre escribe que el Perón que le interesa es el que dice “dentro de la ley, todo”, traduciendo al Hobbes del “fuera del Estado, ninguna seguridad”. La inseguridad contemporánea entonces resulta el efecto de la imposibilidad de traducir las pulsiones incivilizadas en una vida en común. Se supone que eso es lo que no entendieron las organizaciones armadas. El Perón de Yofre cree que en Ezeiza lo quieren matar, y ordena que si eso sucede, el poder sea delegado en Balbín, nunca en Isabel, contra el deseo de López Rega. Es un Perón de consensos, acuerdos, conciliaciones. Es un Perón que pide “no sacar los pies del plato” y que “el reducido número de psicópatas sea exterminado uno a uno por el bien de la República”. Es el Perón que deja hacer, y lo que deja hacer es la triple A. Eso dice Yofre, eso dicen sus fuentes y sus documentos, con tonito admonitorio. Feinmann imagina que uno de los obstáculos para incluir a la juventud maravillosa es la existencia del ERP, irresponsables de clase media que ignoran a Gelbard, que no renuncian a pensar la estructura y la superestructura en la patria burguesa. Dice Feinmann que el peronismo no lo decepcionó, pero que “el tercer Perón me parece lo peor, que quede claro (…) Creo que Perón, si vino a aplicar el escarmiento vino a suicidarse, porque vino a hacerles el trabajo sucio a los milicos. Si viniste a eso, te hubieras quedado en España. Y después, el trabajo sucio que empezó a hacer, es lamentable. Estoy totalmente en contra porque hizo un trabajo clandestino, fuera de la ley”. Y Yofre lo corrobora, según el cronista de un matutino, “tras la anulación de la Cámara Federal en lo Penal por Cámpora, se creó el Consejo Nacional de Seguridad, que puso a las Fuerzas Armadas al frente de la lucha antisubversiva, un riesgo que Perón conocía pero que decidió asumir tras el asesinato de Rucci, el 23 de septiembre de 1973. Hasta entonces pensó que alcanzaba con la policía”. Antes de morir, el líder, dice el Tata, abandonó a Cámpora en la embajada de México. Y cada uno su ruta. Feinmann asegura que el peronismo no lo decepcionó, que como historia lo sigue fascinando, y que recién ahora “volvemos a tener peronismo (…) hay muchas peleas porque el peronismo vuelve a tocar intereses de clase”. En este mundo feliz, el Tata y el filósofo noctámbulo discuten, pongamos, en el Malba. Acaso así el libro de Cris Morena, en lugar de tercero en el top ten, estaría primero.

viernes, agosto 06, 2010

¿Qué está en juego en la CTA? ¿Consejo del Salario versus Constituyente en San Javier?
Cheeee, decepción. Me escribe P. que el libro de Ramos lo escribió Pagni. ¿Será? Hoy, aunque sea hoy, hay que comprar Tiempo Argento por lo de Lidia Papaleo. Se viene el Informe La Verdad sobre Papel Prensa, 20 lucas de fojas que bien podrían ser un apéndice del Nunca Más que argumenta en los hechos el carácter "cívico militar" del golpe. Papel Prensa son décadas de robo sistemático, algo que arranca y va más allá de la "escena del crimen", el clan Graiver, etc.; esa fue, digamos, la acumulación originaria. (Hagan una prueba, no digo de ir a San Pedro, pero sí de visitar el edificio de Bartolomé Mitre. Ingresen ahí. La sensación de territorio enemigo.) Cuando uno dice "voy a estudiar Papel Prensa" muchos te responden que es un tema complejísimo, y uno se imagina en un laberinto de expedientes adentro de la Comisión Nacional de Valores. No es tan así, no es tan así. Y es atrapante por más que su invocación permanente en diarios oficiales lo haga tan trillado como cuando la oposición habla del Indec. Es un gran capítulo del Orden Democrático.
Tercera regla: “Si hay un pibe que se agarró a piñas con alguien hay que bajarse y aguantar con él. Si es tachero, más todavía, con cualquier cosa, nosotros no preguntamos ni qué pasó, aunque el mensajero tenga la culpa, te bajás de la moto y te peleás.”

martes, agosto 03, 2010

Compañero:

el libro que tenés que leer se llama Los cerrojos a la prensa. Y lo escribió Julio Argentino Ramos.

"Porque viví y hasta me formé en las entrañas del monstruo durante casi ocho años conozco la realidad que aquí se analiza."
con la intención de cortar de cuajo la tranquilidad del barrio de Belgrano y atacar su monótona paz social

más acá, acá y acá

domingo, agosto 01, 2010

Posesos

por Martín Armada

Es 1985 y Buddy, después de descorchar un tinto californiano, mientras mira a su chica rubia, con los ojos puestos sobre un plato del diámetro de un escudo espartano, tira la frase: "Es perfecta, no la comamos. Vamos a mirarla y pensar en ella". Acto seguido uno supone que la comida se enfría mientras Budy y su rubia, a la vista de todos, dan un par de tumbos en la cama.

Ese es el parlamento más ensordecedor en Wall Street (1987) y no el cacareo de Michael Douglas que se desparramaría por el cine norteamericano como el grito ancestral de los actores de medio pelo. Del otro lado de la corriente eterna de celuloide queda, por ejemplo, la pelada de Marlon Brando desglosando los pormenores del horror. Los grandes actores, como los grandes políticos, cuando dicen algo serio jamás levantan la voz.

Pero, como el cine a veces concede reivindicaciones históricas, le tocó a Charly Sheen una de las mejores líneas de Oliver Stone y de las que mejor adelantaron el espíritu de lo que estaba por venir. Porque Stone estaba en el lugar indicado para contar cómo se secaban las branquias de un sueño que iba a transformarse en lava digital para desintegrar naciones.

Las actuaciones son bastante malas, el romance es muy malo, el guión tiene momentos flojísimos, sin embargo Wall Street es una gran película, sobretodo por lo que muestra en estado primitivo: imágenes portátiles, mucha computadora, celulares que funcionan como la red que sostiene los vínculos nuevos y perfecciona la traición. Wall Street vale porque es como si se tratara de un paseo por las últimas horas de Pompeya, una galería de los cuerpos que después se volvieron de piedra en un futuro próximo donde no hubo lugar para demasiado corazón.

Para sumar y por colectora, sin proponérselo, en la película aparece todo el antiliberalismo de Stone en un balance generacional que puede hacerse hasta con los actores, representantes de la decadencia de los clanes Douglas y Sheen. Pareciera que el capitalismo ni siquiera pudiera sostener eso de que los hijos serán mejor que sus padres.

"Vamos a mirarla y pensar en ella", dice Buddy-Charlie. Gekko-Michael lo dice más empastado, "Yo no produzco nada, yo poseo". Lírica versus merca. El capitalismo se había transformado en eso y su versión más depurada estaba por llegar a las naciones que nunca quisimos ser otra cosa que buenos occidentales. Semejante desprecio por la productividad, mucho más después del 2001 universal que resultó ser el 2008, suena a bravata, casi a una tenedor clavado en el hígado del capitalismo en el que, afortunada y objetivamente, nunca fuimos un país posmoderno. Salvo los de siempre (bancos, inmobiliarias y críticos) nadie se animaría hoy a generar abiertamente ganancias a costa de lo que producen otros. Al menos nadie se jactaría de eso.

Wall Street se puede ver por Internet y es, para los que no llegamos a preadolescentes en los 80, el museo de ciencias naturales del fin de la historia.