En la Argentina hay una sola clase: la clase política.
Bueno, no.
martes, julio 30, 2013
sábado, julio 27, 2013
jueves, julio 18, 2013
Animales sueltos
La disputa política del momento encontró su narrador: Alejandro Fantino. Sus entrevistas en el programa “Animales sueltos” en el canal América describen por su irrupción en los medios lo que podría ser (aunque no es) un nuevo estilo de comunicación. Un paradigma liviano. Alguien que pregunta, repregunta, habla de inflación e inseguridad, conoce el idioma kirchnerista, dice “corpo” y "conflicto", pero subrayando un extrañamiento y poniéndolo en representación de millones. ¿Qué es esto? Bien mirado Fantino hace un puente entre minoría intensa y mayorías. Complementa la época. Ayuda a todos. Su fenómeno recibe atenciones de varios analistas. Pero una en estos días, más periférica y brillante, en el blog “Deshonestidad intelectual” de Manuel Barge.
Fantino crece como entrevistador político en espejo con el despliegue de la generación intermedia, esa a la que pertenecen Massa, Scioli, Insaurralde, Macri, De Narváez, Boudou, etc. Es una generación con pasado liberal y presente peronista. Un peronismo natural: la identidad del poder. Fantino encaja perfecto con ese ascenso y resulta por ahora el modo de la comunicación política de esa generación. Veamos el modo en que Fantino los describe cuando le habla a Insaurralde y lo une a Massa: “ustedes no se parecen a políticos, son sapos de otro pozo, se empilchan de otro modo, no te tiran ideología sobre la mesa”. Insaurralde dice que sí con la mente, que no con la cara. No puede. Pero están en espejo. Se miran, las respuestas o preguntas de uno podrían confundirse. Como en el momento en el que Massa razona contra una re-reelección. ¿Qué parece decir Massa? Simple, un “me aburro”. Massa le pregunta a Fantino: “¿Ale, vos te imaginás haciendo el mismo programa dentro de diez años?”. “Ni en pedo”, responde. Y en eso tenemos que creer: los intermedios se van porque en un momento se embolan. La ideología construye -según esa versión- los mesianismos. Como dicen que dijo Macri: si no te aburre una sesión del Congreso sos un anormal.
El estilo Fantino se resume en dos tips que enumeró Manolo:
- Mientras Lanata dice con la mirada (“me la vas a venir a contar a mí”), Fantino dice: “boludo no sé nada de política, explicame”.
- Fantino se muestra peor que el político: más taimado, más ignorante, más gatero o más ingenuo.
Si la generación intermedia son los hijos deportistas de la generación Cafiero (hijos fogueados en el tercer tiempo o en un vip de Puerto Madero o Pinar de Rocha), Fantino es el hijo deportista del viejo periodismo político. Sencillo: es el hijo de Doña Rosa, aquella señora que inventó Bernardo Neustadt para construir el liberalismo popular, el punto medio en el que las clases razonan y pactan en torno a lo real. Al pan pan. Pero Fantino representa a su hijo atorrante, inocente y putañero, mientras que los Massa o Insaurralde podrían ser los hijos exitosos de Doña Rosa. Y eso le da al diálogo televisado ese aire conmovedor, de charla de hermanos en el cuarto o de sobremesa en la que se cuenta la historia del abuelo pobre, la enfermedad superada o las aventuras sexuales. El sismógrafo del INADI explota en “Animales sueltos”. Explota y nos hace más libres frente a ese espejo fugaz donde vemos la humanidad desnuda de la política. Porque, ¿qué vemos de Sergio o Martín en “Animales sueltos”? El hambre de triunfo, el brillo de un killer electoral en sus ojos, las ganas de ganar… Winners sin culpa. Fantino descubre cada día la política como “carrera”, un itinerario individual desde abajo en busca del éxito, como le dice a Martín Insaurralde: “¡vos arrancaste de concejal suplente de Lomas de Zamora!”. Es una política deportiva, grasa, vestida en esa gloria textil llamada Siamo fuori. Los códigos de sus entrevistas se privan del morbo moral: no quiere conocer la miga del poder, el descenso al “nido de víboras”, sino las instancias del ego, su intimidad humana. Insaurralde estaba solo en su casa. Era el sábado de cierre de listas. Sonó el teléfono. Le pasaron con la presidenta. La atiende. Esa vez no la tutea. Me imagino por qué me llama, señora presidenta. ¿Es verdad? Es nuestra versión de la versión norteamericana del éxito: ¡el triunfo de los comunes! Si la presidencia inicial de Kirchner apelaba a la idea de un país en serio, y eso quería decir apelar a una normalidad de justicia y equilibrios sociales; diez años después asoma una generación de políticos serios y normales, con equilibrios psíquicos.
Fantino cada tanto muestra su procedencia familiar y cultural de municipio de pueblo chico. Desde esa mira, lejana y sojera, observa a estos intendentes de partidos grandes con el asombro de “equipo chico” frente a un grande del fútbol. Describe la convivencia diaria con el intendente en pueblitos de pocos miles de habitantes y le dice a Insaurralde: “¿pasa lo mismo en el conurbano?”.
Queda picando y el lomense remata con el mejor título posible: “un intendente es el primer mostrador del Estado”.
Fantino crece como entrevistador político en espejo con el despliegue de la generación intermedia, esa a la que pertenecen Massa, Scioli, Insaurralde, Macri, De Narváez, Boudou, etc. Es una generación con pasado liberal y presente peronista. Un peronismo natural: la identidad del poder. Fantino encaja perfecto con ese ascenso y resulta por ahora el modo de la comunicación política de esa generación. Veamos el modo en que Fantino los describe cuando le habla a Insaurralde y lo une a Massa: “ustedes no se parecen a políticos, son sapos de otro pozo, se empilchan de otro modo, no te tiran ideología sobre la mesa”. Insaurralde dice que sí con la mente, que no con la cara. No puede. Pero están en espejo. Se miran, las respuestas o preguntas de uno podrían confundirse. Como en el momento en el que Massa razona contra una re-reelección. ¿Qué parece decir Massa? Simple, un “me aburro”. Massa le pregunta a Fantino: “¿Ale, vos te imaginás haciendo el mismo programa dentro de diez años?”. “Ni en pedo”, responde. Y en eso tenemos que creer: los intermedios se van porque en un momento se embolan. La ideología construye -según esa versión- los mesianismos. Como dicen que dijo Macri: si no te aburre una sesión del Congreso sos un anormal.
El estilo Fantino se resume en dos tips que enumeró Manolo:
- Mientras Lanata dice con la mirada (“me la vas a venir a contar a mí”), Fantino dice: “boludo no sé nada de política, explicame”.
- Fantino se muestra peor que el político: más taimado, más ignorante, más gatero o más ingenuo.
Si la generación intermedia son los hijos deportistas de la generación Cafiero (hijos fogueados en el tercer tiempo o en un vip de Puerto Madero o Pinar de Rocha), Fantino es el hijo deportista del viejo periodismo político. Sencillo: es el hijo de Doña Rosa, aquella señora que inventó Bernardo Neustadt para construir el liberalismo popular, el punto medio en el que las clases razonan y pactan en torno a lo real. Al pan pan. Pero Fantino representa a su hijo atorrante, inocente y putañero, mientras que los Massa o Insaurralde podrían ser los hijos exitosos de Doña Rosa. Y eso le da al diálogo televisado ese aire conmovedor, de charla de hermanos en el cuarto o de sobremesa en la que se cuenta la historia del abuelo pobre, la enfermedad superada o las aventuras sexuales. El sismógrafo del INADI explota en “Animales sueltos”. Explota y nos hace más libres frente a ese espejo fugaz donde vemos la humanidad desnuda de la política. Porque, ¿qué vemos de Sergio o Martín en “Animales sueltos”? El hambre de triunfo, el brillo de un killer electoral en sus ojos, las ganas de ganar… Winners sin culpa. Fantino descubre cada día la política como “carrera”, un itinerario individual desde abajo en busca del éxito, como le dice a Martín Insaurralde: “¡vos arrancaste de concejal suplente de Lomas de Zamora!”. Es una política deportiva, grasa, vestida en esa gloria textil llamada Siamo fuori. Los códigos de sus entrevistas se privan del morbo moral: no quiere conocer la miga del poder, el descenso al “nido de víboras”, sino las instancias del ego, su intimidad humana. Insaurralde estaba solo en su casa. Era el sábado de cierre de listas. Sonó el teléfono. Le pasaron con la presidenta. La atiende. Esa vez no la tutea. Me imagino por qué me llama, señora presidenta. ¿Es verdad? Es nuestra versión de la versión norteamericana del éxito: ¡el triunfo de los comunes! Si la presidencia inicial de Kirchner apelaba a la idea de un país en serio, y eso quería decir apelar a una normalidad de justicia y equilibrios sociales; diez años después asoma una generación de políticos serios y normales, con equilibrios psíquicos.
Fantino cada tanto muestra su procedencia familiar y cultural de municipio de pueblo chico. Desde esa mira, lejana y sojera, observa a estos intendentes de partidos grandes con el asombro de “equipo chico” frente a un grande del fútbol. Describe la convivencia diaria con el intendente en pueblitos de pocos miles de habitantes y le dice a Insaurralde: “¿pasa lo mismo en el conurbano?”.
Queda picando y el lomense remata con el mejor título posible: “un intendente es el primer mostrador del Estado”.
jueves, julio 11, 2013
lunes, julio 08, 2013
sábado, julio 06, 2013
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