viernes, julio 31, 2009
jueves, julio 30, 2009
Voy a cortar la hiedra que la envuelve...
miércoles, julio 29, 2009
Informe de inteligencia
Si tuviera que elegir mi “error político” favorito del kirchnerismo, me inclinaría por uno que supongo que quedó en el olvido: el acto del 25 de mayo de 2006. Lo recuerdo porque no sólo estuve en la plaza, sino porque conforma uno de esos álbumes mentales de emoción colectiva, siempre condicionada por el rumiante escepticismo al que me entregué desde pequeño. Toda esa movilización social que incluyó sindicatos, intendencias, movimientos sociales y organismos de Derechos Humanos (que ocuparon el palco, ¿se acuerdan, no? Y hablo de Madres, Abuelas, etc.) concurrió a una plaza en la que la convocatoria se quiso cerrar en un solo grito: “¡Volvimos!”. ¿Quiénes?, había que preguntarse. Y nadie se preguntó. (Recuerdo una síntesis trotskista de aquellos días: “volvieron, nosotros estuvimos siempre...”) El resorte simbólico era la plaza del 25 de mayo de 1973, en donde aquel peronismo unido era un mar de tensiones, con lo cual, ese “volvimos” 06, producía un diálogo sordo entre esa parte de aquella misma plaza que un año después (el 1ero de mayo de 1974) era “echada” de la plaza y la mitad que se quedó “con Perón”. Los que volvían, la generación JP que volvía, lo hacía con todos.
Esta “unidad” 06 estaba atada con los alambres de la reactivación reciente y con los hilos sueltos de una historia del peronismo que ya no explicaba lo que había pasado hace mas de 30 años. Pero acercaba la imagen de una acumulación casi urgente en donde se concentraba la fórmula de la gobernabilidad: Kirchner eligió las “tensiones del crecimiento” como su fórmula orgánica y se decidía a constituir su poder sobre la base de todas las fuerzas sociales movilizadas y productivas. Crecimiento es tensión, fue su lema. Ese día Néstor Kirchner no anunció nada. Y ese fue el error político. Un error que cayó sobre algo de lo que no hemos hablado lo suficiente: la militancia política de estos 6 años. Néstor Kirchner ese día le puso el precio a la movilización: la convocó, la “mostró” –creemos- a los ojos discretos de un enemigo que permanecía invisible, y la guardó. No desenfundó mas que su oratoria visceral y desprolija, incompleta, y se entregó para cerrar el círculo de símbolos de ese día, al abrazo de los organismos sobre un palco al que le caían papelitos. Todo muy ND Ateneo, todo muy campaña norteamericana. Se murmuraron cosas entre dientes alrededor de los posibles anuncios del acto: YPF, por ejemplo. Nada pasó.
La movilización como producción de poder, llamativamente durante el kirchnerismo siempre estuvo del otro lado: del lado de Blumberg y del lado del sector agrario. Blumberg arrancó un manojo de bochornos legales que calmaron su sed con una tracción primeramente monumental, que luego se le fue diluyendo. Y el sector agrario arrancó de cuajo no sólo la 125, sino que le dio vida y sentido a la oposición política. Todo el anti-kirchnerismo nacional es el brazo político de ese desordenado e inorgánico partido agrario.
La idea de saber cuáles son los derechos consagrados tiene un foco preciso, como dice Sol Prieto: revisar qué legislación laboral dejó el kirchnerismo. Y compararla con la de la década del 90. Esa tarea es la que deberían hacer todos aquellos que se preocupan por abrir los ojos y pensar la sociedad y en pos de una de las certezas mas simples: la continuidad procesista de la democracia. Los que quieren saber qué hizo Kirchner con los Derechos Humanos y Sociales deben ir a mirar esa trama legal que, ayer por ejemplo, permitió cerrar el piso salarial en 1500$.
No obstante, el debate sobre la universalización de los planes sociales no sólo es una extorsión de la oposición política (la que carece de programa, y la que se nutre del sindicato sojero) y no sólo es una retórica por momentos imprecisa que apunta a la cultura política del kirchnerismo (a su cultura gremial y territorial), sino que también ofrece una mirada sobre las deudas sociales del kirchnerismo, en torno a medir cuál es el talle de su herencia. La política de pensiones, la brumosa política de viviendas (obnubilada por el efecto De Vido), la reapertura de las negociaciones salariales, el aumento de jubilaciones, etc., ahora son vistos casi como efectos naturales del crecimiento económico, y no logran conformar un sistema cerrado bajo el cual se podría llamar a eso “kirchnerismo”. ¿Qué quedará en pie cuando el kirchnerismo migre sus bártulos a Calafate? En la agenda de Derechos Humanos percibo una de esas acumulaciones sobre las que ya hablamos y debatimos, pero es indudable que la alianza entre los organismos y el gobierno acusará un desgaste sobre los mismos organismos. Un balance a ojo no podría dejar de lado algunas imágenes potentes: los juicios a Bussi, Menéndez, el cura de Camps, Etchekolatz, etc., y la desaparición de Julio López. Los DDHH acá pueden ser vistos no sólo desde el punto de vista del alcance concreto de la justicia, sino de su alcance simbólico: el kirchnerismo fue el Estado de estos seis años, y practicó una política de DDHH. Todo su relato hizo de ellos un centro simbólico. Pero cuando hablamos de su desgaste, no hablamos de “ceder” ante un clima social reactivo, sino de pensar nudos, aspectos que son insoslayables.
Partamos de una idea: la frase “derechos humanos de los delincuentes” nos plantea un problema. Y el problema no es la “verdad” del enunciado, que es insostenible. Sino la deformación social. Un planteo esquemático diría: los DDHH nacen para defender a una sociedad, y se transformaron en la razón por la que mucha gente queda a la intemperie. La intemperie de la delincuencia. Delincuencia a la que la ley “protege”. Esta inversión nada inocente nos plantea otro problema: ¿expresa un confuso saldo? ¿No deja de decir eso que el nacimiento de los DDHH como problema lo es en torno a la violación de esos derechos sobre una “delincuencia”? Cuando nos agarramos a “piñas” lo que queremos decir es que no nos importa discutir con un chico que hace su película, sí que nos importa discutir con el tachero, la maestra, la empleada y el peón de obra que te dicen que en pleno conflicto con el campo “Cristina homenajeaba en Francia a los exiliados”. Esto dijimos en un reciente debate: El tachero o el que sea que dice: “no rompan mas las bolas con los DDHH”, no es que tiene miedo de que algún día se juzguen los grados de “colaboracionismo”, si él se hizo el boludo, no, quizás es un tipo que no termina de atar cabos, que no cree en la nueva “versión oficial”. Ahí hay algo misterioso también, y que tiene que ver con el modo de representación de la memoria: el tipo quizás con Alfonsín aprendió a “respetar” la humanidad, pero ahora cuando la cosa se quiere llevar a una historia de héroes, el tipo, ése tachero, sí se va de frente contra el muro de su experiencia real. La teoría de los dos demonios no nació del imaginario bíblico de Sábato. La teoría de los dos demonios fue un modo de ordenar la dispersión imaginaria con la que se podía construir un consenso que juzgue los crímenes. La teoría de los dos demonios, si estiramos sus argumentos, hasta podría ser anterior a la última dictadura, y parte del soporte del orden que la misma dictadura venía a instalar. Este sentido común “de los organismos” es un resultado histórico. Siempre recuerdo cómo públicamente Taty Almeyda cuenta la forma en que ella recibió el golpe del 76: “al fin se van estos negros de mierda, y va a aparecer mi hijo”. Taty perdió su hijo a mitad del año 1975.
El kirchnerismo en sus seis años de “tensiones” ha parido a una fuerza social inmensa de rechazo, encarnada en representaciones sectoriales y patronales. La disolución de algún corporativismo en las fauces del Estado (ya sean organismos, movimientos sociales, etc.), la consolidación realista con el sindicalismo argentino de un cierto “orden y progreso” en las negociaciones salariales, ha permitido que la oposición real se presente como la organización de un relativo anti-estatalismo cuyas figuras principales, por supuesto, son hombres que vienen del mundo empresario. Y lo privado, como lo “independiente”, sigue siendo en el imaginario una idea anti-estatal. De allí que el tip universalidad pegue tanto. Su poética, casi abstracta, barre con la imagen de “políticas de frontera”: esa infinita trama de intermediaciones que, ahora todos parecen decir, tenía un solo destino: existir. Subsistir.
Lo que quiero decir es que el kirchnerismo sirvió para ordenar en estos seis años los intereses de los sectores dominantes después de despejar mejor el camino tras la crisis de la salida de la convertibilidad. Fue un gran ciclo político que nunca supo qué hacer con las fuerzas sociales y productivas que desataba bajo su sombra, y que desató del otro lado fuerzas que siempre saben qué hacer. Incluso como en estos años: cuando supieron esperar pacientemente.
lunes, julio 27, 2009
sábado, julio 25, 2009
Ya que la palabra es debate...
Leí atentamente toda esta línea argumental, bastante atendible. El problema es si mirás los resultados concretos de las políticas sociales. Hay algo que se capta primero en la lengua ("progrefacilonguismo") y con lo que quisimos pelearnos aquella vez: la idea de que ya hay un método de distribución del ingreso, único, exclusivo. Cuando se dice distribución del ingreso se dice ingreso universal, son equivalencias. Digamos: sólo una política universal asegura la distribución y el "consenso" sobre la distribución, ese es el anverso político de la causa universalista. Quiero decir: el consenso "universalista" enfrenta a una cultura política gremial, territorial. Es una idea santa: el Estado asume todo el sacrificio generoso de los privados.
El clima "universalista" (al que adhiero, igualmente, compañeros) me parece que tiene un enemigo táctico: la focalización; y un objetivo estratégico: mostrar un consenso distributivo que deberá asumir el Estado, y que se contrapone con la única distribución actual, la de las negociaciones salariales.
No sólo el problema es que las políticas sociales focalizadas tienen un desgaste notable por su propia ineficacia, sino que nos encontramos con un problema político: el de que hay un consenso enorme sobre ese "gasto público" universalista, y mi posición es que si el gobierno toma esa agenda, de ese modo, "usando la fuerza del otro", toda negociación tributaria contará con mayor legitimidad. Palabras claves: focalización, universalidad, paritarias, retenciones.
En fin. Lo universal no debería negar lo gremial. Algo así.
viernes, julio 24, 2009
El drama político de la Argentina contemporánea
Los blogs, los debates y los comments quizás confirmen uno de esos lugares comunes: los lazos sociales están rotos.
La incursión ahí fue excepcional, y no habrá retorno, la bloguera tiene territorios, y mi comunidad evidentemente es esta y esta, y lo es no porque sean kirchneristas, lo es porque el piso de discusión permite no tener que aclarar lo que no es necesario aclarar. No es necesario aclarar que se haya sido "colaboracionista", menemista, abyecto, etc. Estamos hablando sobre el clima de fractura social que impone el fin de un ciclo político, y en torno a uno de esos "fuegos sagrados" en los que ese ciclo se abrigó: los Derechos Humanos.
Nicolás Prividera se puso de un lado, yo me puse del otro, ambos tuvimos ayuditas de nuestros amigos, y la cuerda se cortó cuando nos pasamos aclarando "quiénes éramos", que si poetrolls, palermitanos o patotas de Cabandié, o hijos de qué historia. En el medio, se fueron tocando las notas de un debate "insoportable" para algunos. Yo pienso que NP no entendió que la discusión nos trascendía, que él no podía ponerse en el lugar de defensa cerrada de los organismos de DDHH porque no es ese su lugar, porque él no da cuenta de las posiciones políticas concretas de estos organismos (muchos de ellos enfrentados entre sí) y reconciliados alrededor del kirchenrismo, porque no se puede discutir con el soporte biográfico, y porque lo biográfico en él es parte de una decisión artística ya que su filme hizo centro en su historia.
Algo de la condición de "hijos" de lo que sea, forma parte de un núcleo muy cerrado de esas cosas que no elegimos. No elegimos las familias en que nacimos, ni sus clases sociales. ¿Qué hacemos después con ello? (MEC dijo alguna vez: para que haya generación hay que matar al padre.) Pertenezco a una familia que sufrió la dictadura, y ese peso le agregó la violenta familiaridad al debate. Pero sí, mas allá de Q que en vez de moderar un blog le echa leña al fuego, sí, podría pensar que si esto causó dolor, que si el debate lastimó a Prividera (cuando hablé de la sangre azul, de los privilegios, etc.), ahora que la espuma baja, percibo que no era esa una intención personal sobre alguien a quien no conozco (ni conoceré), claro que a él eso le sirve ahora para "ubicarme" en el lugar de un discurso que tiene "violencia": NP no quiso oír nada de lo que se escribió, se negó al debate en nombre de un verdadero debate que no existe, y esperó pacientemente hallar palabras (burócrata, poeta, intelectual orgánico) que le permitieran cerrar el paso, ponerse en el lugar, en el mismo lugar, sobre la misma pequeña cima moral con la que pretende explicar qué tiene que hacer la sociedad con un tiempo que él no vivió, del que es hijo, como muchos de nosotros (y con el que los organismos están haciendo otra cosa que la que él propone).
No existen los ideales: este es el país, este es el Estado, estos son los organismos de Derechos Humanos, esta es la política, esta es la sociedad. Si lo que estaba en discusión, entre muchas puntas, era la relación del Estado y los DDHH, quizás esa discusión era una discusión que puede asumir un protagonista directo. Como Estela de Carloto, cuyo hijo es un fervoroso diputado kirchnerista (si de filiaciones hablamos). Remo Carloto suele decir que lo que a él le da vergüenza es una pintada que le quedó grabada en un paredón de una villa de La Matanza, la pintada dice: "¿Y mis derechos humanos?". Hay puntos ciegos, hay heridas que aún supuran, hay abismos notables, y algo de eso quise decir aquella vez.
"Los pañuelos no se manchan", dijeron por ahí, y sería interesante que respondieran sobre eso Estela de Carloto, Hebe de Bonafini, Horacio Verbitsky o Taty Almeyda, que sí son protagonistas directos de esa lucha y de ese movimiento amplio y complejo. ¿Qué piensan ellos del kirchnerismo, qué interpretan de estos seis años, cómo contabilizan los avances? ¿Qué creen de esa idea de que la "justicia" encubre una suerte de continuidad procesista? ¿Todas esas biografías políticas están reducidas a la dialéctica mediática de la "Kaja"? Yo creo que era previsible que los DDHH y el Estado se intersecten, que eso estaba planteado desde el comienzo del orden democrático, y que en esa intersección que muchos vieron como eclipse y dominación, subsista la forma realista de una lucha de intereses de los organismos, del propio proyecto político que ocupa circunstancialmente al Estado. Los DDHH siempre fueron un campo de lucha política, y caminaron con la democracia que fue, desde 1983, como nunca antes, una máquina de producir pobres. Sobre esa maquinaria es sobre la que debe actuar la política. Y los DDHH contienen las claves históricas de este tiempo. Acá nadie imagina que se deba retroceder y que se inhiba de conquistar mas. Pero los resultados concretos y puntuales, la "estatización" o "burocratización" de esa lucha, el anclaje entre el kirchnerismo y ellos, también habla de algo que se oye en muchas bocas: de un desgaste, de una percepción externa, ajena.
Uso las palabras de Diego S. como cierre de este post, las hago mías:
"Qué lindo sería repetir el rol de exégeta de los comentarios y analizar frase por frase lo que se dijo para recordar que NP ante el primer comentario de Martín se sorprendía que los poetas entiendan menos de política que los cineastas, enarbolara después no sé qué prejuicio de mierda sobre la necesidad de que vuelva a Palermo donde pertenece en tanto poeta y cerrando el debate desde muy temprano suponiendo que una propuesta de “superar los 70″ sólo se puede plantear desde la derecha, desde ese neologismo bobo y gorila del PROnismo, y no desde el progresismo, la izquiera, el dolor, o, más aún, desde una historia filiar compleja que tiene como punto de quiebre los 70 con una violencia que arrasó con el propio jardín familiar. Una boludez. Acá se quería hablar de política no del reino de las susceptibilidades. Nadie tuvo las pelotas para tratar de indagar desde dónde se decía que “cada vez que alguien quiere continuar los 70, pensar “desde ahí”, yo veo el fin de la historia”, desde que dolor se decía. Yo en esa frase veo apertura del debate y una responsabilidad política tremenda: la liviandad con que NP cerró ese debate de entrada, la manera cómo se negó a discutir sus propias convicciones es clausura, es entreguista y es quebrado. “Los 70 a los 70″ parece ser la formula de Prividera: y los 80 es defección y los 90 es traición y el 03 es fracaso y en el medio no hay nada, no hay aciertos, no hay errores, no hay memorias y personas que se vieron tan tranformadas e interpeladas como los mismos traidores o los mismos cobardes. No vinimos a defender a nadie ni a reivindicar a nadie, ni a nosotros mismos ni a los forros de nuestros viejos ni a los pendejos posmocool de Palermo como yo que nunca viví ni vine de ahí pero no importa, no vayamos a romper la estructura ósea de este mercado de miserias rígidas, banales, apolíticas. Me da la impresión que NP puso la discusión muy arriba y cuando le empezaron a cascotear el rancho con interrogantes inéditos, para los que evidentemente no estaba preparado, se replegó en la boludez discursiva. Lo digo con tristeza, con desamparo. Otra vez: pensar “desde ahí” como un fracaso, como una necedad. Como decía ese gran compositor de soundtracks militantes: por favor, perdón y gracias. La discusión es importante. Pero acá, con el piquete de la ética, no parece haber mucho márgen."
miércoles, julio 22, 2009
lunes, julio 20, 2009
Y bueh, volvieron después de tanto silencio. Ayer domingo pensaba en cierta quietud bloguera, condimentada por el anuncio de Perfil: "Lanata escribe sobre la corrupción..." Y ya el cuadro de desolación fue total. Si es la hora de un mea culpa, si es la hora, diría: si hicimos kirchnerismo bobo fue porque creímos que había un kirchnerismo en serio. Al kirchnerismo lo mató el microclima ideológico que supimos conseguir: a cada error... una "confirmación ideológica" del rumbo, cada derrota política... una victoria moral, y así sucesivamente. Pero el desierto es largo: quedan 2 años y medio. Es muuuucho tiempo.
sábado, julio 18, 2009
La indómita luz
jueves, julio 16, 2009
miércoles, julio 15, 2009
Navega Leningrado
martes, julio 14, 2009
Cohesión social
lunes, julio 13, 2009
sábado, julio 11, 2009
Este mundo extrañará por siempre la película que vi una vez.
(Lo que Alejandro quiere decir es que no había mas red para la economía, para una última caída de la economía argentina. Lo que Alejandro quiere decir es que la paternidad no se elige. Lo que Alejandro quiere decir es que la democracia tenía que gobernar la economía y en un contexto global: había que hacer lo que la economía quisiera que se haga. La institucionalidad sólida de esos años permitió que cuando la economía indefectiblemente cayera, hubiera una red ahí, una red social, una malla de instituciones elásticas para amortiguar la desgracia. Alejandro no le pone conciencia al menemismo. Hay que borrar el prólogo minimalista: “A partir del 24 de marzo de 1976…”.)
Clics modernos: García, el infortunado último aliado de Menem, mal que les pese a los psicobolche-ricoteros, fue la conciencia política mas lúcida del rock. En los 70: el deber cívico. En los 80 y los 90: el devenir democrático. La tapa de Clics Modernos permite pensar su lectura de la resistencia rupestre a la dictadura que se iba, y abre el círculo que pretendió cerrar cuando la Alianza: tirar los “muñecos” al mar. La hipotética silueta de un desaparecido con un simpático corazón blanco. Cuánto se puede pensar en lo que la serie de títulos leídos de corrido podía profetizar sobre el devenir del orden que llegaba al canto de que todavía cantamos: Nos siguen pegando abajo, No soy un extraño, Dos Cero Uno (Transas), ¡Nuevos trapos!, Bancate ese defecto, No me dejan salir, Los dinosaurios, Plateado sobre plateado (huellas en el mar) y Ojos de video tape. Si hay que hacer una autopsia sobre la clase media hay que revisar el cancionero, muchachos. Y hablo de uno de los mejores discos del rock y del único tipo que le dio geografía a eso que nació en Plaza Francia y la Cueva: ¡no bombardeen Barrio Norte! Los sentidos que la época dispersaba corrían entre Lennon y Rucci: la izquierda reintroducida al orden democrático bajo pacifismo y Guarisover, y la presencia del sindicalismo peronista con la remera de su propio Lennon. El tipo que esos “pacifistas” mataron, colgaron en su plaza roja. La nostalgia setentista era demolida literalmente, pero había un cuidado (¡poético!) por las “huellas en el mar”: Charly era un hombre también de los Derechos Humanos, del clima Amnesty, el país de un genocidio, ¡Argentina estaba a la altura del mundo! La sociedad con los rockeros y estrellas del mundo venía por ahí. Pero Transas, Transas, Transas… La mejor canción de la historia transpira el sudor sano de una juventud cívica: un campo electrizado separaba las dos eras, y muchos cuerpos también serían protagonistas de la nueva película. La disciplina de la libertad. Charly era rock en colores y una terrible botoneada sobre aquellos tipos que seguían en blanco y negro, y a los que también amamos.
(El Say No More, el García 90 sin canciones, merece otro post.)
viernes, julio 10, 2009
Alta en el cielo
Repasemos el plan: poner los cañones en la gestión. 1) resolver INDEC vía CTA amiga; 2) ingreso universal y basta de versito de "economía social" (con esto se condiciona TODA discusión sobre la "recaudación del Estado"). Dopo: mandar las leyes bravas al Congreso. Síntesis: la transversalidad es un "estado" de la política. La masa de votos sigue siendo alta. Da fuerza para condicionar a quien sea. El problema del discurso es que te "creen". Ayer la tarde fue fatal: todos hablando al "pie de la letra" de las palabras oficiales. Mucha, muuucha esperanza. Gestión es lo que nadie espera.
jueves, julio 09, 2009
miércoles, julio 08, 2009
martes, julio 07, 2009
lunes, julio 06, 2009
Cartas que llegan del pasado. (A propósito del conservadurismo gonzaliano.)
El mundo avanza mucho más rápido que que los que queremos que sea un mundo más justo. Tan rápido que incluso la palabra justicia quizás ya no sirva para indicar el destino deseado. Todavía usamos un mapa viejo y roto para guiarnos por una ciudad nueva. Todavía miramos el futuro con los ojos del pasado, con ojos cansados, con ojos gastados. ¿Y qué diferencia hay entre avanzar más lentamente y estar quietos? Al lado del sendero bucólico que transitamos con paso cansino pero orgulloso está la vía sobre la que pasa el tren del mundo, del país, de los barrios. Un tren que no para, que no para en nuestros pueblos hechos de ideas caducas y valores vencidos. Al frente de batalla llegan cartas del pasado. Cartas ya leídas, cartas ya jugadas. Cartas, precisamente, abiertas. ¿A quién se le ocurrió repartirlas de nuevo? ¿Quién creyó de verdad que esas cartas derrotadas en la noche por los anchos de espadas y de bastos iban a darnos de mañana la victoria aunque fuera con la suma del envido? Hoy el juego es otro. Hoy se juegan otras cosas. Hoy se juega a otras cosas. Asumámoslo, Carta Abierta es a la política lo que la generala es a la play station. Un bello testimonio de modos pasados de estar juntos, de utopías tan puras que hasta admitían o buscaban la revolución. Hace un tiempo se lamentaba, González, de "la cancelación del idioma social de la política que formó generaciones enteras de ciudadanos", de lo terrible que es atravesar "el capítulo final de una forma del habla política argentina". Nos habla del "acto final de la lengua política recibida" y del "avance irresponsable de un conservatismo de sociedad cansada". ¿Quién es aquí el conservador? El "candidato facial" u Horacio, el bibliotecario? Cuando "en una nación fracasa la lengua articulada con la que se fundó la política" hay que cremarla y parir una lengua nueva. De nada sirve alambrar las ruinas y hacerlas un museo. De nada sirve, tampoco, usar las armas enterradas por el tiempo en una batalla para la que son sólo adornos. Quizás González tenga el más conservador de los oficios intelectuales. Más ligado a la administración de las palabras escritas que a la creación de nuevos lenguajes. Las palabras nuevas se ríen de la biblioteca. O no saben que existe. En todo caso no entran en ella. No tienen páginas ni tapa. No tienen autor. Son nacidas de anónimos y colectivos. Los epistolares defienden al gobierno como los granaderos rígidos de Balcarce 50: con los símbolos de un tiempo pasado. No, no. No digo que la explotación y la oligarquía no existan, pero ellas cambian más rápido que nosotros. No hay. No hay una esencia perpetua contra la cual pelear en todo tiempo y lugar. El bien y el mal no son siempre lo mismo con ropajes diferentes. El bien y el mal no están anclados, no tienen fronteras. Cambian. Cambian. Cambian. Y ellos se confunden. Acusan a todos los demás de ser parte de un partido del orden. Ya quisiera yo que tuvieramos un orden, que fuéramos capaces de crear y ordenar las fuerzas nuevas. ¿De dónde sale ese tono de justificación? ¿Por qué tienen compasión por el gobierno? ¿Por qué concentrarse en armar una retaguardia intelectual cuando en el frente las balas perforan el blindaje? ¿En qué atardecer despliega sus alas el Búho colectivo? La restauración conservadora que temen los cartistas ni restaura ni conserva porque salta hacia adelante, hacia nuevos lenguajes que el bibliotecario desprecia por su forma, por su ruptura con la tradición que él custodia con oscuridad y recelo. La realidad hace tiro al blanco con la poética del nostalgismo. Un blanco fácil, que se mueve lento y siempre para el mismo lado. No se puede pelear con sus palabras. Tienen la pólvora mojada, se traban al disparar. Son bombas que no explotan. No quiero. No quiero armarme con esas armas que tienen el filo gastado y el mango roto. Vámonos de acá. Vámonos a hacer blogs y buscar palabras nuevas. Vámonos a los barrios y aprendamos las palabras que todos los días nacen para contar un mundo que cambia. Se viene el invierno, quememos los tesoros para calentarnos un poco. Que alguien desactive las minas que quedaron de otras guerras. Nuestros padres pasean sonámbulos y pisan las espoletas. Hay que hacer política sin padres. Vamos a rendirles todos los honores, vamos a ponerle sus nombres a nuestras calles porque ellos trataron primero. Pero para hacer el camino traigan una topadora. Antes de que sea tarde. Tenemos que hacer nuestro horizonte. El de las postales que mandaste desde Ezeiza, papá, tiene los colores gastados. Mamá, convoca más un pastor evangelista que tus sueños postadolescentes de liberación. Ellos buscaron palabras nuevas y armaron hasta en los pabellones. Los únicos que tenemos el cielo vencido somos nosotros. No se preocupen en quemar las naves, ya no sirven para nada. Ni siquiera para volver. No hay nada que conservar. Hay que soltar las amarras. Ir a otros lugares. Hay que mutar. Somos anfibios que todavía no podemos sobrevivir en una nueva tierra. Tenemos que crear nuestra barbarie, ser más rápidos que ellos. No es juvenilismo, no. No tiene que ver la edad, tiene que ver con hacia donde va la mirada. Si te das vuelta te convertís en una estatua de sal. El mundo está fuera de quicio. Todo se tambalea. Yo no quiero quedarme quieto. No quiero rezarle a los dioses que murieron. No quiero que me aplasten las columnas de templos vacíos.
sábado, julio 04, 2009
viernes, julio 03, 2009
jueves, julio 02, 2009
miércoles, julio 01, 2009
¿Hay relato para el que no usa la palabra "relato"? ¿Hay alguna carta que no sea "abierta"? ¿Se le iba a ganar a Clarín con metaperiodismo? Quedan dos años y medio para, inteligentemente, "seguir haciendo daño".