martes, agosto 27, 2013

Adelanto exclusivo: la genial "crónica papal" de Gonzo

Diego Sánchez ("Gonzo", @diegoese) hizo el circuito papal y lo cuenta este domingo en Ni a Palos. Aquí un adelanto:

"El siguiente destino es la escuela “Cnel. Ing. Pedro Antonio Cerviño”. Allí el pequeño Jorge cursó sus estudios primarios. Javier (el guía) nos lleva cuatro cuadras por la calle Pedernera, y tras pasar la mítica heladería Palmeiras, la Universidad de Flores y esos comercios ignífugos que ayer recargaban cartuchos y hoy hacen trabajos dentales, se detiene. “Los hice parar acá para que vean estas casas, que son lo más parecido a cómo era el barrio en la época en que vivía el Papa”. Conozco esta esquina. Estamos en José Bonifacio y Varela, a 100 metros de donde viví durante más de diez años y donde aún hoy viven mis padres. Javier insiste: “Son las típicas casas chorizo, como las de los cuarenta, antes de que el progreso y la modernidad cambiaran todo”. Me cuesta abstraerme e ingresar en su relato. La Miami woman está fascinada con ese paisaje humilde y jesuita, que a mí me recuerda a la adolescencia en los años noventa. ¿De quién es el pasado? Javier repetirá varias veces eso del “progreso que arrasa todo”, como si en el fondo el tour fuera un paseo por la entropía irreversible de la modernidad, aquello que convirtió al Flores ingenuo que vio nacer a Jorge Mario Bergoglio en este Harlem blanco donde los reventados, los talleres clandestinos, la clase media originaria, los coreanos y judíos, el centro comercial, las villas, y los puteros lúgubres que aún no recibieron la caricia gélida del feminismo audiovisual, dieron forma a la figura sufrida y misericordiosa de este inesperado Papa Francisco."

jueves, agosto 22, 2013

Representación o muerte

por Tomás Borovinsky (@borovinsky)

La representación es una cuestión de vida o muerte. Hay representantes porque hay división social del trabajo y porque no podemos gobernar y debatir todos juntos. Así no se puede: alguien tiene que laburar. La modernidad es contratar a alguien para que te represente y dicte las leyes y gobierne y te negocie el salario. División social del trabajo y confianza son la claves de toda vida social (post)moderna. No todos podemos, ni queremos, gobernar. Civiles somos todos. Nosotros vivimos nuestra vida porque alguien nos cuida y se lleva la basura y hace todo ese trabajo que no sabemos ni queremos hacer.

Es un lugar común pensar que la Argentina es un país de grandes rupturas. Un péndulo. Bien. Ahora pensemos las continuidades: treinta años de democracia, tres familias, dos partidos políticos. Somos Estados Unidos de Amnesia, en Unión y Libertad: entre la continuidad y la memoria derramada vamos construyendo el país que tenemos. El que se puede construir con lo que hay. Desde 1983 siempre ganaron los mejores: Alfonsín a Luder, Menem a Angelóz, Menem al Frepaso, Kirchner a Menem, CFK al panradicalismo + Lavagna, CFK a la dispersión. La política no es a la carta y se elige entre lo que hay. Siempre ganó el mejor quizás con la excepción de la fatídica elección de 1999. La Alianza fue el hecho progresista del país peronista y entramos al siglo XXI con un Y2K político que nos reventó en la cara en ese 2001 en que entró Duhalde por la ventana-parlamentaria. Duhalde vino a restaurar las leyes y el orden y a salvarnos de nosotros mismos. Orden y progreso (social) sin derechos humanos.

No se puede vivir en estado de asamblea permanente porque hay que producir y decidir. Duhalde nos salvó de nosotros mismos y sentó las bases económicas, políticas y emotivas para que llegara Kirchner y reafirmara el lugar de la autoridad y nos re-colocara una vez más en la senda del país normal. Hoy la verdadera batalla cultural radica en definir qué es un país normal. Kirchner en 2003, Menem en 1989, Perón en 1973: un país normal. Lo mismo para el 2013: CFK, Binner, Scioli, Massa, Insaurralde. El país normal es un sueño eterno.

El peronismo es el modo que tienen los argentinos de insertarse en el mundo. Que una parte importante del legado social y liberal argentino sea de origen peronista es menos místico y más concreto: es una cuestión estadística. El peronismo es el que más gobernó y para mantenerse en el poder modernizó la patria a su modo: un darwinismo social partidario. Una modernización cultural financiada por las arcas del Estado solventado por el comercio mundial (Perón, Kirchner) o por los flujos de capital viajero (Menem). Ayer el trigo y hoy el yuyo. La soja es continuidad: la trajo Perón en un avión Hércules venido de los Estados Unidos setentistas, Menem le dio el giro transgénico y con el kirchnerismo se tradujo en arcas de Estado gracias a las retenciones de Duhalde. Continuidades del país rupturista.

En la vida política democrática no hay sangre derramada. El peronismo es una meritocracia: quien gana se queda con todo porque es el que más representa. A diferencia del progresismo que impone candidatos por portación de nombre o porque sí la política duradera pide a cambio mayor representación. El que produce más poder dura y forja la patria a mediano plazo. Quien dirige lo hace porque cumple representando lo más que puede. Pero hay un límite porque no todos somos representables aunque caigamos sistemáticamente en la ilusión de tener un representante vitalicio permanente. Algo se escapa siempre porque sociedad y Estado no son lo mismo y porque partido y Estado tampoco. Toda sociedad es en el fondo sociedad anónima y esos desfasajes hacen a la volatilidad democrática que nos llena de incertidumbre y libertad. La representación se negocia cada dos años y barajamos y damos de nuevo porque nadie es para siempre y porque siempre tiene que haber alguien que represente los pedazos de la sociedad que nunca van a encarnar del mismo modo. Y así pasa el tiempo. La democracia (liberal) te desdramatiza la vida y la vida es eso que pasa mientras gobierna el peronismo. Representar o perecer es el dilema. Dar es dar. Es la democracia, estúpido.

lunes, agosto 12, 2013

Dispersos y representados

El gobierno perdió. A partir de ahí todas las lecturas son posibles, como la de que es la primera fuerza nacional. Pero del 54% a este resultado hay un viaje de errores políticos, de problemas de gestión, de deterioros sociales o económicos. De la vida misma. La retórica plebiscitaria de la campaña hace poco creíble ese esfuerzo porque una elección parlamentaria tenga una naturaleza totalmente distinta a la de una elección presidencial. Fue en una parlamentaria (2005) en que el kirchnerismo mató al duhaldismo. No se me pongan republicanos esta noche los feligreses de Laclau. No se caguen a piñas con la realidad.

Cristina resume muchas condiciones políticas juntas en demasiada soledad: tiene perfil de gestión, vocación de poder y un liderazgo afectivo que es muy “tómalo o déjalo” en las franjas de adhesión y rechazo. Pero una aceptación más volátil en el núcleo que define mayorías de minorías. O sea: el kirchnerismo nunca tuvo la vaca de la mayoría atada. La curva oscilante de sus votos lo demuestra. Y su minoría intensa funciona a veces como árbol que tapa el bosque: los actos, la cultura militante, la lógica de espectáculo, todo lo que encierra el clima en una fiesta que se representa a sí misma.

Pero en cuanto a los errores políticos cometidos a partir del triunfo de 2011, que serían “errores de construcción”, se me ocurre la creación de Unidos y Organizados como ejemplo de una política endogámica, participativa pero no representativa, que fija en torno al Estado una dinámica que no es territorial en el sentido clásico (prácticamente sin municipios y sin sindicatos), sino una suerte de “sin tierras” que acompañan con militancia todo el catálogo de la agenda de gobierno, pero que actúan como representantes del gobierno ante la sociedad, es decir: aún en la victoria el gobierno se mostró a la “defensiva”, en luchas anti corporativas difíciles de comprender para la mayoría de a pie. Sus figuras relevantes (Sabatella, Moreno, Berni, etc.) no sirven para ganar elecciones, no construyen puentes con sectores sociales, son alumnos aplicados del mandato presidencial. Al kirchnerismo le faltaron políticos. Otro error sería –llamémosle así- el “exceso cultural” (algo que previsiblemente desemboca en la crítica a la comunicación que nos da pereza repetir). Ninguna de las dos cosas hizo a un gobierno más atento a la calle.

La campaña bonaerense (que es casi todo) dependió de una sobreexpuesta Cristina, de un buen intendente desconocido al que había que hacer conocido urgentemente y de un gobernador popular y vapuleado que, de pronto, era iluminado por el fuego sagrado kirchnerista. Scioli pasó del zócalo en la TV Pública, donde decía que conspiraba junto Magnetto, a ser la esperanza del kirchnerismo. La política tiene velocidades, las sociedades tienen otras. El kirchnerismo en tiempos electorales de golpe (a último momento) se muestra demasiado confiado en el poder territorial, en el arrastre, en las “picardías peronistas”, en el poder municipal. Y, puede fallar. El voto es secreto.

Una elección es ese proceso que confirma si consumís o producís poder, o sea, veámoslo así: se vive una tensión entre los que se saben las 20 verdades peronistas de memoria y no ganaron una sola elección versus los “otros”, la generación intermedia, la política “descremada”, pero que es el club de los junta-votos. Y ahí empieza la valoración de los políticos, y de los políticos peronistas sobre todo, que merece ser atendida.

Dos cosas:

De la derrota de 2009 nació la AUH. ¿Existe margen para una espectacularidad así? Es difícil. El tiempo entre una primaria y una general es corto y condicionado.

De la política de restricción al dólar se deben desprender las lecciones porque es el mojón más duro que impactó y desconcertó. Hay que releer “el cuento de la economía” (léase: si no hay dólares me están cagando). Decimos: 1) la lucha contra el dólar es una batalla cultural difícil y perdida (máxime en contexto de inflación, donde hay que sacarse la plata de encima, ¿o guardarla como fetiche, tal el billete de Evita?); 2) el rechazo al cepo es un límite a un tipo de autoritarismo económico y el gobierno lo hizo pasar como una decisión racional, cultural, emancipadora, pero tapando una situación que hubiera sido socialmente entendible (las fugas de dólares) y ante la que se podría haber advertido el problema y buscado la solidaridad. El celo de no mostrar fisuras, de no abrirse, termina creyendo que es posible tapar la economía con la política. El relato obtura la gestión.

Redondeemos. Por deficiencia opositora el FPV contrasta su resultado nacional con su propio resultado anterior. No hay otra fuerza política nacional que haga sombra, por más que las victorias totales dibujen un mapa multicolor, como el que se puede ver. Lo del radicalismo como segunda fuerza puede parecer, en parte, un formalismo. Hay oposiciones fuertes, de raíz territorial: Pro en CABA, Socialismo en Santa Fe, peronismo disidente en Córdoba, radicalismo en Mendoza, cuyas identidades hacen difícil que hagan sistema nacional. (Y un dato las derrotas impensadas, como la de San Juan, un bastión.) Lo del FPV y el FR es un capítulo peronista. La PBA es el territorio real y simbólico elegido para concentrar todo el esfuerzo kirchnerista desde 2003. Conurbano y derechos humanos. Se ganó, se perdió, se ganó, se perdió, y así. Y así. El kirchnerismo, ahora, parece una suma de minorías, de triunfos parciales, de derrotas dignas, que en su coordinación federal conforman el partido nacional. Esto le deja el camino liso para la competencia que viene: la de la generación intermedia. La forma de los políticos de un nuevo tiempo a la conquista de una nueva mayoría. Políticos de baja intensidad, no fundacionalistas, que vienen a enfriar la política para ordenar la economía. ¿Y qué será eso?

Ninguna elección es "pueblo tallando en piedra". Ninguna. A vivir con esto.

lunes, agosto 05, 2013

"Yo te di ese amor que fue triunfo"



Mejor frase de Cangallo: "dormir la siesta es amanecer dos veces". 

La política es Estado-céntrica. Siempre. Y menos mal que la política es Estado-céntrica. Y ahora, encima, en el país ganan los que gobiernan. Salvo (de los grandes distritos) en Mendoza. Donde -además- no hay reelección. El FPV es un partido de Estado. Una confederación de gobiernos provinciales y municipales con centro en el fisco nacional y en Cristina, el solar de la abadía. Lo que articula la presencia territorial del partido es el Estado, la distribución de recursos. Y eso incluye el mérito de saber hacerlo.

No sigan hombres, no sigan ideas, sigan al presupuesto. Estamos en Argentina. Si construimos el Estado, construimos lo demás. Difícil para la competencia, eso sí. Te juro por las nenas que no estoy siendo cínico. Tengo un hijo, quiero que de acá a que nos entierren a todos viva en un país gobernado, gobernable, representado. La política es exactamente que la sangre no llegue al río. Estado para las necesidades, mercado para los deseos. Ya sé, ya sé: todo es más c o m p l e j o. Y conozco el cuento de la culpa cristiana y progresista: “Nada lo quiero para mí/ todo lo quiero para todos”.

Dejamos, entonces, pegada en la heladera una cosa más:

Preámbulo: el peronismo no es un movimiento ni un partido, es un sistema.

Lo que mide el resultado del FPV no es en relación a otras fuerzas nacionales (¿las hay?) sino en torno a sí mismo, a las condiciones en que queda el oficialismo para la expectativa inconfesada de siempre: ¿qué pasará al interior del peronismo? ¿Cómo queda, en qué condiciones, tanto para la aspiración reeleccionista como para la gobernabilidad hasta el 2015? Mal para lo primero, bien para lo segundo. Va a tener condiciones para gobernar y para administrar la sucesión, la herencia, la fuga o la cima. Objetivamente. No se termina el kirchnerismo, se terminará, en tal caso, un tiempo. Ninguna década es igual a otra, compañeros. ¿Cómo será la representación del tiempo y el espacio que viene?

Lo que Massa ya logró no lo logró para él. Su efecto se mide en dos planos: primero ayudó a “abrir” más el proceso en el peronismo. (¿El kirchnerismo no esperaba el salto massista y su estrategia sinuosa de kirchnerismo sin kirchneristas, de menos “vamos por todo” y más 2005? ¿Existe ese espacio? ¿Es sostenible un negocio tan redondo y tan didáctico entre lo bueno y lo malo, entre ruptura y continuidad? En el sobrepoblado microclima por momentos parece imposible. Pero el voto popular es una cosa que sin duda sucede en el futuro.) El segundo efecto es sobre Scioli, una figura a esta altura dramática, que tardó 48 horas en reconvertirse en algo, en casi todo, en la punta de lanza de la campaña, en casi testimonial, y en el creador de una metáfora (la del embarazo) exculpatoria para un hombre cuyo horizonte no puede salir del cuerpo: “me la pusieron de nuevo”.

Pero lo de Scioli es racional: no quiso tener de jefe a Massa, porque para Scioli los jefes pueden ser Menem, Duhalde, Kirchner, Cristina, pero no un par “generacional”; de esa liga a la que pertenece junto a Massa, Insaurralde y otros. Scioli tampoco quiso poner la provincia al borde del colapso administrativo y presupuestario. Scioli vuelve a la usina Gestar, a la incubadora, al caos original. Scioli no puede suponer nada del futuro. Ni siquiera que no se repita un maltrato nacional cuando –supongamos- sienta que su carrera está despejada. Pero encontró su propio camino en ese túnel.

Hay algo que ya ocurrió en todo esto que está en juego. Antes y después de los resultados. Bocha de tiempo queda. ¿Qué sistema es este en el que los que gobiernan ganan y donde no hay partidos?

Me fui. Hasta el próximo Post.