Duhalde tiene un problema: su interpretación de la política uruguaya es horrible. La política uruguaya es uruguaya. O sea, es la política de otro país, con otra historia, con otros dos partidos tradicionales a los que no les creció un Frepaso, sino un Frente Amplio de socialistas, comunistas y ex guerrilleros. Ese país tiene un nuevo presidente que hace de su sinceridad un arma blanca: cuenta chistes de derecha. Ese país es irrepetible. ¡Pero cómo le gusta a Duhalde imitar los guiños de Mujica! Se mira en el espejo y ensaya el gesto sacramental del perdón.
Duhalde hace síntoma en su último hit: “gobernar para los que quieren a Videla y para los que no lo quieren”. Esa es su traducción del “hay que ser un presidente de todos”, con que pretende oponer los modos kirchneristas, parciales y “revanchistas”.
Pero hay un problema: la frase está incompleta. Y sería así: los que quieren a Videla… preso, y los que quieren a Videla… libre. O sea, Videla no es sólo un problema de pasiones desencontradas, sino que atañe una decisión concreta: hay que estar de un lado o del otro de la frase. ¿Cómo se hace, no para ser el presidente de todos (que es una situación de hecho), sino alguien que representa a ese Todos, figurado en entre esas dos posiciones irreconciliables? Él quiso decir que hay que ser el presidente de TODOS, pero para parecer campechano y que te entiendan los criollos –como decía Jauretche- dijo algo que está mal, y no sólo “moralmente mal”, por las razones ya expuestas.
Pero hagamos un poco de historia: hagamos una genealogía del “Todos” duhaldista.
Más acertada, pero menos concreta, fue su (mejor) frase presidencial: “una crisis es un momento donde TODOS tienen razón”. Desolado, frente a un micrófono del canal 26, mientras el duro invierno del 2002 transcurría y se negociaba tristemente con el FMI, hundido en la silla con las patitas colgando, el hombre tomó aire y se inspiró: dijo que Todos tienen razón. Duhalde había llegado puesto a dedo por una asamblea, que a su vez era el árbol deshojado de una clase política a la que le soplaban al oído “que se vayan… TODOS”. ¡Ahí ya estaba el “Todos”! Pero él tenía que devolverlo, ponerlo del otro lado del campo de juego. E hizo bien. No se tenía que ir nadie. Y todos tenían razón. Esa era más o menos la cuenta.
Sólo el clima del 2002 explica la ambigüedad de esa frase que dejaba vacante la solución real de la crisis: porque no Todos tienen las mismas razones, y la evolución de una crisis se trama alrededor de dirimir QUIÉNES tienen más razón. O sea, el capítulo kirchnerista de la restauración.
Toda la clase política cascoteada (¡incluyendo a Carrió!) en 2002 puso a Duhalde ahí. Su figura aún podía arrastrar las virtudes y la forma de un peronista de los años 90 que, a la vez, en nombre de una tradición más ortodoxa, había significado un límite para Menem. Incluso un límite más ideológico que el de la Alianza. Pero Duhalde había dejado en pie algunos NO: se me ocurre al azar el “no a la dolarización” (que en las paredes pintaba la Juventud Radical de Moreau, uno de los “brazos duhaldistas”) y el no reconocer el fallido golpe de estado a Chávez en abril de ese año, durante la noche eterna que duró. Dos gestos diversos que se suman a la virtud de haber impulsado el parche del Plan Jefes y Jefas de Hogar. El asesinato cruel de dos militantes como Darío y Maxi signó la evaluación inmediata de su año y pico de gobierno, y el quiebre con el Todos. Efectivamente, la sociedad o el pueblo o la gente, eran una constelación de diversas razones.
La conclusión podría ser que Duhalde nunca supo quién es Duhalde y, por las dudas, mitigó esa pesadilla identitaria de un modo casi banal: dibujando para sí una especie de capacidad de representación desproporcionada, un político de la pre-política, alguien trabajado para “normalizar”, en nombre de todos, lo que se ha descarrilado quién sabe por culpa de quién, “si los argentinos estamos condenados al éxito”. Duhalde así, se traza como un Alfonsín sin drama y sin enemigos, que agita los fantasmas justamente de aquello con lo que el caudillo radical no asociaba su ideal republicano.
Pero hay algo cierto: el 2002 podría haber sido peor sin Duhalde. Y todo lo gris y desolador de ese año sintetiza de la mejor manera lo que hizo posible al duhaldismo: los recursos políticos agotados daban la última oportunidad a un político del que no se esperaba nada, al que las mayorías no le habían dado en 1999 el mandato popular, pero que había jugado un papel de garantía para nada despreciable. Pragmático, socialcristiano, de las entrañas del conurbano, del Partido del Orden. Oscuras virtudes de un tiempo de Rosas.
Como decía el boletín de la escuela: no había padre, había “tutor o encargado”, y se llamaba Duhalde. O un acompañante terapéutico de una sociedad enferma, que puso dos o tres cosas que direccionaron las vías para que pase el tren de la historia, y que hicieron posible de manera irreversible las políticas económicas del futuro argentino. Duhalde, de algún modo, nos acompañó a la parada. Cuando tuvo que decir algo de Kirchner, en uno de sus últimos actos, casi su despedida de la historia, en un Atlanta de cabotaje en los primeros meses K, sólo dijo algo que hoy quizás lo salpica: como peronistas, “nos une un corredor de sangre”. Cada río tiene dos orillas.
Duhalde no duerme en paz. Y cada tanto ensaya un intento clarificador sobre su identidad borrosa. Ahora, midiendo los espacios vacantes, se conforma con una caverna de derecha desde la cual imagina descender a caballo de una "Moncloa". Una Moncloa sin franquismo. O una Moncloa en la que él aporta un franquismo trasnochado, de Pando & Cía., como quien construye la amenaza de la que nos viene a salvar, como quien incendia un bosque vestido de bombero. Duhalde pretende alterar la institucionalidad que los argentinos eligieron para saldar cuentas del pasado: el juicio y el castigo a los responsables del genocidio.
Su eterna misión de jinete de tormentas ahora lo encuentra soplando agua de un balde, agitando las manos y alertando como el pastorcito del cuento sobre un lobo que es él mismo.
martes, marzo 30, 2010
Una pregunta...
¿Dónde están los lastimados sociales del actual modelo que la ambulancia de la oposición puede salir a juntar?
lunes, marzo 29, 2010
Pablo apunta al corazón
Lo peor del fenómeno, a juicio de este cronista, no es el odio y la envidia que despierta en el piojo resucitado el poderoso o arbitrario, elija usted, sino el manoseo y la falta de rigor y el menefreguismo ideológico.
sábado, marzo 27, 2010
Había nacido anciano y no podía morir.
"La ciudad era, un poco, diferente. Tenía tiendas y se feriaba todos los días. La sociedad no era una sola y sus diversas constelaciones se permitían no estar muy de acuerdo con el asesor letrado y otros funcionarios. A la vez, yo me permitía prescindir de la sociedad. El gobernador era mi secreto cómplice."
Dios Zama.
Dios Zama.
jueves, marzo 25, 2010
Cadena de oración
A ver. Hoy ya es 25 y el clima se disipa después del clásico. (Quiero decir algo antes de terminar: si Duhalde es el político que hegemoniza el paquete de los 3 o 4 temas de Estado, estamos viendo cómo hace trizas virtuales uno de los temas de Estado sobre los que ya hay consenso: el de los juicios y castigos. Los 3 o 4 temas no son 3 o 4 temas al costado del camino. No, son 3 o 4 o 5 o 6 temas a los que se llega por acumulación. Perla negra.) Vamos al grano: sí, Messi la rompe, tiene todo para ser Dios y acumuló toda la incertidumbre necesaria, él y la selección, para que el mundial sea una lotería donde una posible "sorpresa" signifique un eterno "la tenés recontradentro" infaltable en el ringtone de todos los estudiantes oligofrénicos secundarios del país, y que prolongue un informe infinito de 678 que empieza en Ezeiza con el nacimiento del FPT hasta Diego besando la copa. A Messi le falta olor a Fiorito, a Sicilia, a Cocodrilo, y demás yerbas que pintan un tipo ideal de liderazgo argentino; y eso... me gusta. Me gusta que no sea tan farandulero y que tenga el aura de un robot. ¿Pero qué es un líder maradoniano? Por empezar alguien que cuando gana se acuerda primero de los que lo quisieron cagar. Es un tipo que lo primero que dice es: la concha de tu madre. Y Maradona tiene todo metido adentro: los ingleses, los nombres relevantes de la política de los últimos 20 años, la farándula; así que un "la concha de tu madre" maradoniano no es un objeto de antropología demasiado difícil, es la puteada contra la enemistad abstracta que nos une. Vamos a lo concreto: amo a Diego descontroladamente, Messi me parece uno de los borradores más próximos a ese genio, pero sigo creyendo ciegamente en la inclusión de Riquelme. Para mí, su inclusión está entre los 3 o 4 temas de Estado. No hay NADA que la haga imposible. Nada.
Canzonettas
Este precioso video me lo mandó Matías, un amigo y compañero que lo preparó en ocasión de un evento organizado por el Museo del Puerto de Ingeniero White (por allí mi abuelo paterno fumigaba barcos...). Se puede ver y oír al genial poeta Sergio Raimondi explicar de qué se trata.
Salud para la Gran Patria Bahiense que resiste el frío marino.
En abril los veo.
Salud para la Gran Patria Bahiense que resiste el frío marino.
En abril los veo.
miércoles, marzo 24, 2010
lunes, marzo 22, 2010
Walsh x Incardona
Hola a todos, el 23 a la noche, o sea el 24 a la madrugada, a eso de la 1 de la mañana, voy a estar leyendo a Walsh con un megáfono en la esquina de San Juan y Entre Ríos, donde lo mataron, todo esto en el marco de una acción que haremos con Gabriel Serulnicoff, un compañero que es artista plástico y que vendrá pegando carteles desde la ESMA.
Están invitados.
Abrazos
Juan Diego Incardona
...
Están invitados.
Abrazos
Juan Diego Incardona
...
domingo, marzo 21, 2010
Quemá esas fotos...
Todos tenemos una foto, una foto sin revelar que está en algún lugar desconocido. Nosotros, los anónimos, tenemos una foto perdida, por ahí. Una foto por si nos extraviamos. Una foto por si cruzamos la autopista hacia la nada: una foto en el peaje, una foto en el cajero, una foto en la estación de servicio, una foto saliendo desnudos de un hospital. Una foto pasando a toda velocidad por una esquina oscura. Una foto en un shopping. Una foto que atenta contra el derecho a la invisibilidad, incluso a la hora de nuestra muerte. Una foto en la caja de una estación de servicio. Hay algo, algo, algo en la fugacidad de estas fotos, en su precisión: pueden ser y no pueden ser esas que están ahí las personas buscadas, pero son fotos con toda la imprecisión deseada y necesaria, con todo lo que se precisa insinuar y no saber, la zanahoria de una ansiedad que empuja siempre un poco más allá el carro. Y un carro que ya lleva atrás al cuerpo real, pero que busca en esa foto lo que el cuerpo real no dice, porque el cuerpo real aún habla de su inocencia, y la foto es la posibilidad de perder toda inocencia. Pomar bajo el árbol, Lucas en la morgue, esperan que acabe el proceso que sigue en esas fotos. Hay belleza en esas fotos: son fotos que no flotaron en el laboratorio del arte y el afecto. Hay algo borroso que las hace aguantar el drama. Hay algo fugitivo en las fotos porque la velocidad está presente. Fuera de foco, están ahí, en un último gesto antes y durante la violación serial con que su memoria será arrasada. A Pomar la foto "lo agarró huyendo", a Lucas lo agarró desnudo. La mano levantada de Pomar saluda a todos los que (no) lo conocen, el cuerpo desnudo de Lucas no quiere cruzar una calle, el policía lo mira, el policía está del otro lado de la calle y del otro lado de un orden: alguien desnudo frente a alguien de uniforme. ¡Es perfecto! ¿Fueron sacadas por celulares? ¿Fueron sacadas por cámaras de seguridad? Se necesitan fotos borrosas, muchas fotos fuera de foco de todo el mundo, fotos en todos los lugares posibles. Diapositivas extraídas de la cinta continua que filma los peajes, las entradas y salidas entre lo público y lo privado: el campo de gravedad que queda en el medio, partículas de cuerpos que ocupan esa “tierra de nadie”. Se necesitan puntas del iceberg para que alguien, si cruzamos un umbral, pueda decir de cada uno lo que cada uno no sabe de sí mismo, que alguien pueda decir públicamente lo que uno no es. Pomar "no sabía" que era un violento, un mitómano, y que se dirigía al sur a quemar su historia: él creía ser otra cosa, pero la foto lo llevaba lejos, mientras su cuerpo real y su familia se descomponían bajo un árbol, a metros de la ruta ordinaria que lo llevaba a la casa de su padre, y de la casa de su padre a su casa de vuelta. Pomar no quiso nunca salirse de la ruta común, su cuerpo quedó a un costado de ella, pero la foto arrojó su pellejo lejos. Esas fotos son los cuerpos a partir de ahora. Esas fotos son la autopsia pública. Esas fotos son la escena del crimen, el cautiverio público: en esa foto confiesan el crimen que no cometieron. Yo no fui, diría cada uno si pudiera volver a decir algo en el pequeño teatro de su foto. Esto es la democracia argentina al rojo vivo: nadie puede desaparecer y nadie es inocente. Estamos enfermos.
sábado, marzo 20, 2010
Plan de lecturas
A contramano del mundo.
Y como lo leí a través de FV recomiendo su último post, donde dice cosas como: Las elecciones de 2007 no impusieron una agenda clara al ganador. Cristina subió con las manos libres para ejercer una presidencia a su piacere. Algo que seguramente ponía en estado de euforia a los protagonistas, pero que es en sí mismo nocivo y potencialmente reaccionario.
Y en tren de recomendaciones: Paraguay.
Urupabol
¡Y AGREGO A ÚLTIMO MOMENTO ESTA PIEZA!
Y como lo leí a través de FV recomiendo su último post, donde dice cosas como: Las elecciones de 2007 no impusieron una agenda clara al ganador. Cristina subió con las manos libres para ejercer una presidencia a su piacere. Algo que seguramente ponía en estado de euforia a los protagonistas, pero que es en sí mismo nocivo y potencialmente reaccionario.
Y en tren de recomendaciones: Paraguay.
Urupabol
¡Y AGREGO A ÚLTIMO MOMENTO ESTA PIEZA!
viernes, marzo 19, 2010
Aquella solitaria...
Cuba es muchas cosas, muchas cosas confusas, apasionantes y contradictorias, pero entre otras es un pedazo de hielo soviético que nos recuerda que el siglo XX no se fue, que algo de él está ahí congelado. Esta solicitada tiene un destino menor que el destino manifiesto, y es el de alertar sobre una de las obsesiones de muchos periodistas liberales: la "íntima" relación entre Derechos Humanos e Izquierda. Una relación que a muchos les resulta insoportable, porque es una relación que vendría a ocultar la verdadera raíz liberal de los Derechos Humanos. Esa es una linda teoría, muy en boca de López Murphy, por ejemplo. El problema es bien concreto: ¿cuál es la coherencia en la defensa de los Derechos Humanos de los liberales argentinos? La solución inglesa fue minoritaria y en idioma extranjero: condenar su violación mientras se elogiaba la política económica de Martínez de Hoz. Esa actitud, también riesgosa, resolvía el problema. Pero no, hay un tema de fondo: así como la defensa de los Derechos Humanos está "íntimamente" ligada a la cultura de izquierda, su violación lo está a la cultura liberal. ¿A qué costos sociales y humanos se liberalizó la economía? Cualquiera diría: "sí, muy lindo el réquiem revolucionario, ¿pero serías capaz de firmar esta solicitada?". El problema es que este continente, globalmente gobernado por dictaduras de derecha durante años, instaló los Derechos Humanos a consecuencia de las acciones represivas de esos "procesos", y de la Gran Imaginación con que los violaron. En consecuencia, los Derechos Humanos tienen una cultura política, un anclaje cultural, están teñidos por la biografía de las víctimas. Y muchos podrán pensar que el discurso no está a la altura de la humanidad abstracta de sus enunciados. Si defender los Derechos Humanos de tu aldea es defender el mundo, hoy sería razonable poder pronunciarse sobre los hechos de Cuba. El problema es ideológico: muchos intelectuales de izquierda no serían capaces de condenarla a riesgo de que en esa condena se pierda todo el caudal cultural y la herencia de la Revolución. Porque a los Derechos Humanos se aprendió a defenderlos así: su violación en la Argentina tiene la contundencia de no dejar intacto a nadie, de ir por todo, de borrar cualquier matiz posible del régimen que los violó. O sea: todo en la dictadura militar argentina fue horrible, y cada pequeña gestión encubría o actuaba aún de manera indirecta sobre la eficacia de esa violación. Los que condenan a los que no condenan Cuba están haciendo un reclamo político: que en nombre de la conciencia universal alcanzada para poder juzgar las violaciones de DDHH se pueda destrabar ese complejo argentino-cubano. Muchas de las firmas parecen regodearse más en la ventaja que sacan sobre los que no firman, que en la eficacia real del pronunciamiento en el teatro de los hechos. Y por supuesto que la huelga de hambre televisada, la represión televisada, los manifestantes que desde sus casas dialogan con CNN, todas esas imágenes están envueltas en una operación coordinada a beneficio de un país que viola en la misma isla los Derechos Humanos: Estados Unidos. Y no es una teoría conspirativa, es lógico: a los Estados Unidos les es rentable remarcar el aspecto represivo de un Régimen, que por supuesto no alcanza el umbral Guantánamo, pero que es el país que ofrece el punto ciego de una cultura de izquierda que abraza los Derechos Humanos. Y las asociaciones son inmediatas: la violencia cubana se impulsa a chorro de nafta venezolana hasta Irán. Cuba es parte de ese Medio Oriente, el desierto del mundo. Cuba es el lugar donde se actualiza en clave latinoamericana el Eje del Mal de Siempre. Estados Unidos es otro pedazo de hielo que nos recuerda que el siglo XX está ahí.
jueves, marzo 18, 2010
Habitar en la tragedia
Por Pablo Paredes M.
No nos ha caído un meteorito gigantesco que nadie esperaba. Se han movido, como cada tanto lo hacen, las placas sobre las que, hace mucho, levantamos este oscilante país. La catástrofe que hemos sufrido ha sido tristísima, nos duelen los muertos y las casas, pero no podríamos decir que nos ha sorprendido. Acá, después de un sismo fuerte, la gente que vive en la costa corre hacia los cerros casi por instinto. Acá, los terremotos son parte del paisaje social y geográfico. La convivencia con ellos es de tal vigor que, por momentos, se tiene la sensación de vivir entre los dioses o, mejor dicho, entre “unos” dioses que son más bien raros, pues, entre otras cosas, no muestran ningún respeto por templos católicos o protestantes. En efecto, hemos puesto un país ahí, sobre el territorio más fértil para lo primitivamente religioso y el sentido épico, para el desgarro de la alegría. Así, para (auto)comprendernos, debe necesariamente saberse que Chile no vive una Tragedia, sino que Chile vive en la Tragedia. Dato que todo gobernante de este suelo, haya sido inca, español o chileno, ha sabido. Nuestra historia se ha construido siempre sobre una matriz de frecuencia: construcción/destrucción, lo que sin duda ha formado un carácter nacional, pero ha complicado la formación de estaciones (nacionales) de llegada.
En el último tiempo, y en concreto tras 20 años de gobierno de La Concertación, el país configuró tal mezcla de “éxito” y exitismo que, primero, se obsesionó (o mejor diríamos: los medios construyeron esta obsesión en parte importante de la población) con el desprendimiento simbólico de lo que, en el mundo, se entiende por “Latinoamérica” y, ahora, previo al 27 de febrero, comenzaba a embarcarse en la “entrada al Mundo Desarrollado”. Pero claro, la lucha subterránea de los dioses tectónicos dijo otra cosa y nuestros gobernantes debieron, otra vez, entrar a negociar las obsesiones humanas con las divinas.
Sebastián Piñera negocia y eso es algo que sabe hacer bastante bien. Como sabe también que este terremoto/maremoto recién pasado quedará ligado a la reinserción de la Derecha en el Poder Ejecutivo, cuestión que les costó no menos de 50 años, si es que descontamos la entrada brutal y no democrática de Pinochet y los Chicago boys. Esta ligazón tendrá efectos en el corto, mediano y largo plazo (que aquí se mide en función de la espera del próximo gran sismo) y estos efectos se instalarán en el espacio que otorga la segunda parte de una de las frases más mediáticas del nuevo presidente “no sólo debemos reconstruir el país, sino construirlo mejor”. Entonces, cabe preguntarse qué es lo que debe ser entendido como mejor. Esto no podemos adivinarlo, pero sí intuirlo a partir de dos elementos fundamentales: primero, la sistemática crítica de la Derecha a una supuesta inoperancia del aparato estatal para enfrentar la tragedia, aunque, por entonces administrado por el gobierno de Michelle Bachelet, permitió hablar de cientos y no miles de muertos; segundo, a la promesa electoral de Piñera de que el país volviese a crecer a un ritmo de 6 a 7%. Esto, entregaría las pautas para, por un lado, justificar el “empequeñecimiento del Estado para otorgarle más eficiencia” y, por otro, para que la evaluación de gestión vuelva a estar ubicada en el espacio macroeconómico por sobre el aumento de los estándares de calidad de vida de los chilenos. Todo esto, me atrevo a pronosticar, no tendrá mayores resistencias, pues la nueva oposición parece ser incapaz de pasar de la crítica del neoliberalismo feroz, de cuya instalación también es responsable, a una propuesta de modelo alternativo de desarrollo; y los medios de comunicación masiva –esos mismos que erotizan al pobre para que compre el televisor de plasma, pero que luego lo lapidan por robarlo en un saqueo- pertenecen, en prácticamente su totalidad, a conglomerados que, por lo menos, simpatizan con el Gobierno de la autodenominada Centro-Derecha y que ya comienzan a mostrar su condescendencia absoluta hacia el dueño de LAN y Chilevisión. De existir además alguna forma de resistencia a este segundo aire privatizador del país, este deberá enfrentar el gran activo comunicacional del gobierno de La Alianza: ellos son, desde ahora, “El Gobierno de la Reconstrucción Nacional”.
Considerando estos puntos, quizás puedan compartir conmigo que de cierta forma Chile nunca se derrumba sino que, cada cierto tiempo, vuelve a su estado larval; vivimos en permanente aplazamiento de la mariposa, pero a veces llegamos a estar muy cerca. Hay algo trágicamente parecido entre la vía chilena al Socialismo y el sueño exitista de ser el primer país desarrollado de Latinoamérica. Hay algo trágicamente parecido entre un terremoto y un golpe militar.
Santiago de Chile, 17 de Marzo de 2010
No nos ha caído un meteorito gigantesco que nadie esperaba. Se han movido, como cada tanto lo hacen, las placas sobre las que, hace mucho, levantamos este oscilante país. La catástrofe que hemos sufrido ha sido tristísima, nos duelen los muertos y las casas, pero no podríamos decir que nos ha sorprendido. Acá, después de un sismo fuerte, la gente que vive en la costa corre hacia los cerros casi por instinto. Acá, los terremotos son parte del paisaje social y geográfico. La convivencia con ellos es de tal vigor que, por momentos, se tiene la sensación de vivir entre los dioses o, mejor dicho, entre “unos” dioses que son más bien raros, pues, entre otras cosas, no muestran ningún respeto por templos católicos o protestantes. En efecto, hemos puesto un país ahí, sobre el territorio más fértil para lo primitivamente religioso y el sentido épico, para el desgarro de la alegría. Así, para (auto)comprendernos, debe necesariamente saberse que Chile no vive una Tragedia, sino que Chile vive en la Tragedia. Dato que todo gobernante de este suelo, haya sido inca, español o chileno, ha sabido. Nuestra historia se ha construido siempre sobre una matriz de frecuencia: construcción/destrucción, lo que sin duda ha formado un carácter nacional, pero ha complicado la formación de estaciones (nacionales) de llegada.
En el último tiempo, y en concreto tras 20 años de gobierno de La Concertación, el país configuró tal mezcla de “éxito” y exitismo que, primero, se obsesionó (o mejor diríamos: los medios construyeron esta obsesión en parte importante de la población) con el desprendimiento simbólico de lo que, en el mundo, se entiende por “Latinoamérica” y, ahora, previo al 27 de febrero, comenzaba a embarcarse en la “entrada al Mundo Desarrollado”. Pero claro, la lucha subterránea de los dioses tectónicos dijo otra cosa y nuestros gobernantes debieron, otra vez, entrar a negociar las obsesiones humanas con las divinas.
Sebastián Piñera negocia y eso es algo que sabe hacer bastante bien. Como sabe también que este terremoto/maremoto recién pasado quedará ligado a la reinserción de la Derecha en el Poder Ejecutivo, cuestión que les costó no menos de 50 años, si es que descontamos la entrada brutal y no democrática de Pinochet y los Chicago boys. Esta ligazón tendrá efectos en el corto, mediano y largo plazo (que aquí se mide en función de la espera del próximo gran sismo) y estos efectos se instalarán en el espacio que otorga la segunda parte de una de las frases más mediáticas del nuevo presidente “no sólo debemos reconstruir el país, sino construirlo mejor”. Entonces, cabe preguntarse qué es lo que debe ser entendido como mejor. Esto no podemos adivinarlo, pero sí intuirlo a partir de dos elementos fundamentales: primero, la sistemática crítica de la Derecha a una supuesta inoperancia del aparato estatal para enfrentar la tragedia, aunque, por entonces administrado por el gobierno de Michelle Bachelet, permitió hablar de cientos y no miles de muertos; segundo, a la promesa electoral de Piñera de que el país volviese a crecer a un ritmo de 6 a 7%. Esto, entregaría las pautas para, por un lado, justificar el “empequeñecimiento del Estado para otorgarle más eficiencia” y, por otro, para que la evaluación de gestión vuelva a estar ubicada en el espacio macroeconómico por sobre el aumento de los estándares de calidad de vida de los chilenos. Todo esto, me atrevo a pronosticar, no tendrá mayores resistencias, pues la nueva oposición parece ser incapaz de pasar de la crítica del neoliberalismo feroz, de cuya instalación también es responsable, a una propuesta de modelo alternativo de desarrollo; y los medios de comunicación masiva –esos mismos que erotizan al pobre para que compre el televisor de plasma, pero que luego lo lapidan por robarlo en un saqueo- pertenecen, en prácticamente su totalidad, a conglomerados que, por lo menos, simpatizan con el Gobierno de la autodenominada Centro-Derecha y que ya comienzan a mostrar su condescendencia absoluta hacia el dueño de LAN y Chilevisión. De existir además alguna forma de resistencia a este segundo aire privatizador del país, este deberá enfrentar el gran activo comunicacional del gobierno de La Alianza: ellos son, desde ahora, “El Gobierno de la Reconstrucción Nacional”.
Considerando estos puntos, quizás puedan compartir conmigo que de cierta forma Chile nunca se derrumba sino que, cada cierto tiempo, vuelve a su estado larval; vivimos en permanente aplazamiento de la mariposa, pero a veces llegamos a estar muy cerca. Hay algo trágicamente parecido entre la vía chilena al Socialismo y el sueño exitista de ser el primer país desarrollado de Latinoamérica. Hay algo trágicamente parecido entre un terremoto y un golpe militar.
Santiago de Chile, 17 de Marzo de 2010
martes, marzo 16, 2010
lunes, marzo 15, 2010
Linda despedida a Don Felipe. ¿Sobisch vendría a ser el Menem de esa historia del MPN? En general, la muerte de la "vieja política" nos recuerda la calidad de la "nueva". Mamita.
(Viernes pasado: Conu + Moyano + Jotapé.)
(Viernes pasado: Conu + Moyano + Jotapé.)
sábado, marzo 13, 2010
Blanco y negro
Lo mejor pasa por acá. Yo tengo el privilegio de conocer a los dos (Fede y Gerardo), y adelanto que desde sus lugares apuntan históricamente al mismo problema. Algo se podría resumir un poco así: el kirchnerismo es una interpretación del peronismo, de los Derechos Humanos y del 2001 nacida de la clase media. Kirchner aprendió todas las artes de la política de poder, dentro del partido de poder, pero en una provincia sin ángel, instrumento que puso al servicio de un restauración democrática y de orden progresista. Su propia táctica y estrategia hicieron que termine gran parte del peronismo real en esa columna. Pero el realismo de sus alianzas desalmó un poco al kirchnerismo, en un sentido paradójico: incorporó en su dialéctica dura ("la sociedad no existe") a aliados fuertes del campo sindical y social, pero diluyó allí su centro. Que es clase media. Tan clase media como el propio odio a la clase media que ahora supone vivirse en una especie de pasaje terminal a las filas del pueblo. Síntoma paradójico de pertenencia es odiar con tanto detalle a esa clase, que es el hecho maldito de la Argentina. Que siete años de gobierno y relato terminen con el foco "intelectual" en la clase media habla de la dirección de un proceso, en un sentido positivo. Y esa mirada sobre esa "cola de Garbarino", sobre el "patio de comidas de un shopping", no puede arrastrar y actuar (por inversión) con el patrón de un "gorilismo" al revés: ¡qué asco la clase media! Como si se tratara de un museo de consumos de la década pasada que será superado por un neo-comunitarismo de organización pura y dura. No. La clase media, es decir, esas cifras de consumo, siguen siendo el objeto de deseo de aquellos pobres que -por suerte- se pretende representar, y la base de sustentación del dato insoslayable a la hora de decir qué es (y fue) el kirchnerismo: la reconstrucción de la democracia y de las instituciones. Quiero decir: más allá de compartir la línea que separa los terrenos de amigo / enemigo, como dice Gerardo, el riesgo ya consumado es el de haber comprendido mal una de las mejores consignas que intenta reparar la subcultura política post 125, y que acuñó Diego alguna vez: era más clase media, no menos. Por razones (¿culturales?) complejas es difícil imaginar por qué las bases de Moyano no sienten tan propio al kirchnerismo, e igual de difícil comprender el odio visceral de la clase media hacia un proyecto tan generoso con ella. En ese sentido, la marcha de 678 plantea un quiebre interesante dentro del kirchnerismo, sobre todo para -como diría Link- "el examen del propio imaginario". Algo que nunca fue tan negro como ahora quiere ser.
miércoles, marzo 10, 2010
En su repiquetear...
Che, una cosa: el nivel de politización de estos tiempos (para casi todo el mundo: desproporcionado) pone a la luz un resultado: que los opositores reales son los políticos reales. O sea: Solá, Morales, Lilita y varios, por más canallas que parezcan (M y L), muestran lo que hay que tener para ser algo en política. De Narváez o Macri (entraría Scioli en un punto), que vendrían a ser como del batallón de políticos "artificiales", no tienen la más puta idea de qué carajo hacer o decir en una "crisis" como esta (que no es tan crisis, pero es igual). Solá, que se tragó dos sapos en su última campaña, siempre supo que se iba a terminar imponiendo por oficio, por prepotencia de trabajo, por identidad. El tipo dice: represento al Peronismo Federal, o sea, al Peronismo Disidente, o sea, a los Horribles. Y hasta tiene margen de enamorar a Lilita. Digamos: para las campañas y la seducción de la gente siguen funcionando mejor los políticos más descremados, pero para el ritmo que el kirchnerismo mete en la política sólo les queda hacerse un poco los boludos, atados al lugar común del momento, perdiendo protagonismo por afano frente a los que tienen agallas y saben que ya tiraron la honra a los perros. La cara de Solá esta tarde, mientras los micrófonos se acomodaban, era la de alguien que mira un punto fijo, pierde la mirada y calcula para dónde acomoda la jugada... ¡teléfono a Morales! Lo que las urnas pidieron el 28J fue traducido por Tenembaum a una lengua re difícil: "bajemos un cambio, ¿qué carajo nos pasó?". (No obstante y sólo en comparación: un libro mucho más útil socialmente que el de Majul.) Pero para hacerle bajar un cambio al gobierno hacen falta políticos. Sería algo así: no se puede entrar a rescatar a la ovejita en puntas de pie, no, hay que hacerlo como energúmeno, la mediatización y Clarín no excluyen una fuerza física necesaria, el Sumo. La lógica judicialista, policial, paranoica y moralizante de la oposición linda con el cuento de que la sociedad sufrió un secuestro extorsivo, que la sociedad no está donde quiso ir, que fue empujada a patadas en el culo. Y dos brillantes frases fijan los límites de esta época: la democracia es gris (Beatriz Sarlo), la sociedad no existe (Horacio Verbitsky). En algún punto esas dos frases se rozan, se tocan, chispean y alumbran: ninguna de las dos es tan así... pero algo de eso hay. Flash tachero: la sociedad es una cosa que queda un poco "en el medio", que tiene bastante que ver lo que piensa con el modo en que se gobierna. Cada tanto crece una pregunta que se formula de mil maneras: ¿qué mierda hace esto acá? Algunos construyen la fantasía de que pronto se van a impulsar los juicios contra los que festejaron los goles en el mundial 78. O sea, se preguntan, ¿dónde termina el kirchnerismo? Algo que nació del juicio político de la sociedad a la política (2001) y que pareció invertir el orden: el kirchnerismo aparece como una interpelación permanente a los lugares comunes de la sociedad, un juicio político a la sociedad que se sentencia en la frase de Verbitsky. La sociedad no existe, existe sólo el campo de intereses. Bajo ese saldo es que naufragó el periplo de la transversalidad: ya no hay transversalidad si sólo hay campo de intereses duros. En esa frase verbitskiana se hundió la personería de la CTA. Si no dio para un país en serio, dio para una política en serio. Los opositores a este gobierno van a necesitar de verdaderos políticos para sacar la política del lugar en el que la puso Kirchner. Se necesita mucho huevo, creatividad y sacrificio para eso. Es conmovedor, en esta tarde gris, así las cosas, y así interpretado el terremoto 28J, el papel de mierda que hace Solá. Alguien que viene de ahí, para sacar a la sociedad de ahí. El 2001 no terminó. Lo que viene (si viene) después de Kirchner es siempre peor.
lunes, marzo 08, 2010
Está de moda en lo nacypop tomar para el churrete el caballito del acuerdo en los "3 o 4" temas. No es menor decir cuáles son los tres o cuatro temas (y la cantidad: si 3 o 4 o 5). En Uruguay Mujica puso 4 (energía, seguridad, educación y medio ambiente). Dialoguito uruguayo: -El Presidente planteó acuerdos con la oposición en cuatro temas: energía, seguridad, educación y medio ambiente. Fuera quedan temas como la política exterior, la economía y los asuntos laborales. ¿No habría que ir hacia políticas de Estado en estos también? -Tenemos que dar lo que los americanos llaman baby steps (paso de bebé). Si uno plantea 10, 15 o 20 temas, de repente nos concentramos en los que estamos en desacuerdo y no en los que estamos de acuerdo. Entonces, haber planteado estos cuatro me parece que fue inteligente. Lo primero es ponernos de acuerdos en estos cuatro, y después vendrán otros, algunos donde tengamos afinidad y otros no. ¿Pero qué es lo que va a pasar? Cuando planteemos el tema del Mercosur y el TLC, el problema no lo vamos a tener nosotros, el problema es dentro mismo del FA. Si no nos podemos poner de acuerdo en energía, ambiente, educación y seguridad, cómo ponernos de acuerdo en los otros temas. Así como se envidia la izquierda uruguaya, se podría envidiar la derecha uruguaya. Veremos. Yo no le tendría ninguna fe a la buena fe de blancos y colorados. El debate Aguad - Heller de hace algunos días mostró eso que se presenta como una especie de "problema endémico" de la política argentina, pero allí quien se reveló incapaz de discutir una sola cosa por vez era el radical. El método opositor de discusión es simple: ir corriendo el eje a través de todas las cosas sensibles y nunca empantanarse en la discusión de fondo de nada. Heller, un gran político, dio a entender lo que para mí es el problema de hoy: la oposición -o una parte de ella- se juega a no discutir más nada, desarbolar lentamente el bosque K, y la madre de todas sus batallas pasa por trabar la posibilidad de pagar la deuda con reservas a fin de obturar la verdadera discusión política, tras condicionar el presupuesto, y dicha en los peores términos posibles: ¿de quién son los pobres? Aldo Ferrer sostiene esta tesis por estos días. Una batalla directa contra la política social, cuyos resultados (60 mil pibes más en las escuelas bonaerenses) podría hacer migrar los votos, como hormiguitas, a las urnas.
domingo, marzo 07, 2010
sábado, marzo 06, 2010
jueves, marzo 04, 2010
Lo virtual y lo real, como la carne y el alma, son lo mismo...
Yo qué sé... ponés un pie en Haití y lo que menos te da ganas de denunciar es la presencia de Estados Unidos. Antes te da ganas de denunciar la presencia de La Miseria. (4 y media de la matina arriba de un camión de UN que reparte alimento rodeado de voces que no se sabe de dónde gritan '¡food, food!' no se le desea a nadie, pero eso es lo que la presidenta celebró en su discurso días atrás: el desempeño de los cascos azules argentinos. Haití tiene derecho a ser Puerto Rico, y después, más decentemente, para cumplir el sueño de las canciones estalinas, decretar el inicio de la guerra civil que finalmente lleva a la clase obrera al paraíso. O sea, primero tiene que haber clase obrera.) Me cuesta leer el modo en que se hila lo Natural con la Historia: nadie está preparado para que de pronto todo lo sólido se disuelva en el aire.
¡Terremoto en el Congreso! Y sí, algo tenía que pasar, en algo se tenía que hacer visible el desplazamiento social del 28J. El kirchnerismo no se hizo con material anti-sísmico: cayó la torre, como dice Pichetto, "en el seno del Senado". Confieso que de chico me costaba entender la existencia de dos cámaras. Y no era una vocación prematura contra el "gasto político", pero no se desprendía una cámara de la otra, no reconocía diferencias, hasta que empecé a percibir que el Senado arrastraba un tono, un color, un olor, un sonido, mas señorial. Hoy vi caer a un Señor: Miguel Pichetto. Caer y levantarse. Mi último mes en degradé de Haití a Argentina devuelve el fervor de un razonamiento que más o menos se dice así: tenemos todo para ser un gran país. Y que si se juega hasta las últimas consecuencias termina en: el problema de Argentina para ser un gran país son los argentinos. Y sí, bajo estas banderas milita medio mundo. Es como la bandera del ¡vayan a laburar!, ese gran trapo que lleva de una punta a la otra de cualquier avenida gente que ni se mira mientras camina o maneja.
Siempre un país es algo que se está haciendo.
Siempre un país es algo que puede desaparecer.
Recomiendo como se recomienda un peliculón la entrevista en Posdata, de C5N, del Negro Oro a Duhalde. Duhalde tiene una versión de energúmeno (casi siempre radial o gráfica) y una pose de estadista (mas televisiva). Duhalde hizo una línea en el medio de la mesa y puso de su lado: manzaneras, clientelismo, políticas de Estado, y del otro lado puso a los cagones. Habló del kirchnerismo (mal) con la suavidad de quien desprecia algo que prácticamente cree acabado, y se dejó llevar por la metralleta de preguntas del señor Oro, cuya conclusión fue de sentido común kirchnerista gusano: "este año ya avisé, no animo más fiestas de Fundaciones, yo quiero más Estado". Obviamente... loas a Pepe y Lula, pero Duhalde aún obstinado en rescatar también la figura de Cardoso, aunque quizás sea su reflejo por ubicarse en ese ciclo evolutivo de gobiernos. La secuencia Cardoso - Lula es una continuidad trabajada por muchos: D'Elía la ponía como hipótesis al recontraprincipio (Kirchner es Cardoso y De Gennaro será Lula). Duhalde reducía todo a su tamaño: se consideraba un Cardoso de año y pico que había sentado bases para un futuro Lula. Duhalde dijo algo que mostró todo: la ventaja es que el pueblo pobre brasileño no tiene memoria de haber estado mejor. Claro, claro, claro. Los nuestros recuerdan, hasta 1974, la existencia del Estado Benefactor. Literal. Ninguno pudo decir que esa Memoria es capaz de explicar la raíz conflictiva de la política argentina. El conflicto construye Bienestar. El conflicto construye Estado. En fin, un día de terremoto virtual, mientras mucha gente militó a full la bandera del ¡no me rompan más las bolas!
¡Terremoto en el Congreso! Y sí, algo tenía que pasar, en algo se tenía que hacer visible el desplazamiento social del 28J. El kirchnerismo no se hizo con material anti-sísmico: cayó la torre, como dice Pichetto, "en el seno del Senado". Confieso que de chico me costaba entender la existencia de dos cámaras. Y no era una vocación prematura contra el "gasto político", pero no se desprendía una cámara de la otra, no reconocía diferencias, hasta que empecé a percibir que el Senado arrastraba un tono, un color, un olor, un sonido, mas señorial. Hoy vi caer a un Señor: Miguel Pichetto. Caer y levantarse. Mi último mes en degradé de Haití a Argentina devuelve el fervor de un razonamiento que más o menos se dice así: tenemos todo para ser un gran país. Y que si se juega hasta las últimas consecuencias termina en: el problema de Argentina para ser un gran país son los argentinos. Y sí, bajo estas banderas milita medio mundo. Es como la bandera del ¡vayan a laburar!, ese gran trapo que lleva de una punta a la otra de cualquier avenida gente que ni se mira mientras camina o maneja.
Siempre un país es algo que se está haciendo.
Siempre un país es algo que puede desaparecer.
Recomiendo como se recomienda un peliculón la entrevista en Posdata, de C5N, del Negro Oro a Duhalde. Duhalde tiene una versión de energúmeno (casi siempre radial o gráfica) y una pose de estadista (mas televisiva). Duhalde hizo una línea en el medio de la mesa y puso de su lado: manzaneras, clientelismo, políticas de Estado, y del otro lado puso a los cagones. Habló del kirchnerismo (mal) con la suavidad de quien desprecia algo que prácticamente cree acabado, y se dejó llevar por la metralleta de preguntas del señor Oro, cuya conclusión fue de sentido común kirchnerista gusano: "este año ya avisé, no animo más fiestas de Fundaciones, yo quiero más Estado". Obviamente... loas a Pepe y Lula, pero Duhalde aún obstinado en rescatar también la figura de Cardoso, aunque quizás sea su reflejo por ubicarse en ese ciclo evolutivo de gobiernos. La secuencia Cardoso - Lula es una continuidad trabajada por muchos: D'Elía la ponía como hipótesis al recontraprincipio (Kirchner es Cardoso y De Gennaro será Lula). Duhalde reducía todo a su tamaño: se consideraba un Cardoso de año y pico que había sentado bases para un futuro Lula. Duhalde dijo algo que mostró todo: la ventaja es que el pueblo pobre brasileño no tiene memoria de haber estado mejor. Claro, claro, claro. Los nuestros recuerdan, hasta 1974, la existencia del Estado Benefactor. Literal. Ninguno pudo decir que esa Memoria es capaz de explicar la raíz conflictiva de la política argentina. El conflicto construye Bienestar. El conflicto construye Estado. En fin, un día de terremoto virtual, mientras mucha gente militó a full la bandera del ¡no me rompan más las bolas!
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