viernes, noviembre 23, 2012

Sciolismo o barbarie

Hay problemas con la criatura. El 20N que completa el 8N.

El gobierno tiene deudas heredadas y deudas producidas. Las heredadas se calculan extendiendo la idea de “herencia” con generosidad para un gobierno que lleva casi diez años de gestión. El kirchnerismo no empezó en cualquier momento de la historia, sino en un momento de inflexión, con una oportunidad que debía ser aprovechada (y que fue aprovechada). Era inteligente y necesario ser mesiánico en el 2003. Pero mientras se disipa el humo de la semana analicemos cuidadosamente el glosario de reclamos gremiales (los más precisos, los menos trotskistas) y veremos que de esa lectura también se desprende un vocabulario de progresos sociales. O sea: todo lo que está en la agenda social, sostenido por movimientos y sindicatos, es un salto de calidad comparado a los reclamos de hace diez años. Los formales tienen representación, una parte de la clase media se representa a sí misma. Y el Estado se conforma con la representación de los invisibles. Mmm.

Hay cuestiones producidas por efecto de la apuesta económica: como el caso de la soja y de la minería, vértices de los procesos económicos profundizados en los últimos años, la estructura territorial, social y económica reconstruida. Viento del mundo de un "yuyo" también zamarreado, digamos, para que las oportunidades de la economía debieran ser las oportunidades de tener un Estado fuerte. He ahí el saldo de un ciclo horizontal que hizo ganadores a costa de algunos sacrificios en las ganancias. Gran década para el agro que el estado puso de mal humor. El kirchnerismo peleado con la naturaleza (?). El desarrollo de esas políticas tuvo y tiene costos y también enormes beneficios. A la larga, después de la riña, todos felices.

También hay “herencias” que estos años no se tocaron y que forman parte de la estructura misma del Estado (“la ausencia de políticas de salud”), u otras que saltaron por los aires, como el transporte público, con su berrinche expuesto de subsidios y su costo pagado con vidas. Esas herencias y deudas carecen de representación y afinan la cuerda del Estado: un discurso presidencial que apela a la sensibilidad general y se agarra del “último”, de los últimos orejones del tarro, de los que necesitan al Estado. Porque esa es la ecuación del kirchnerismo versión 2012: se entiende con los que necesitan y con los que tienen intereses, pero no se entiende con la enorme masa producida, ampliada, de la clase media mestiza que creció, ganó, progresó y desea más.

Lo que se fue logrando en esta “vuelta de la política” es una paulatina extinción de las intermediaciones, al límite casi de volver “molesta” cualquiera de ellas. Un Estado que ya no precisa de nadie que le explique “en el medio” lo que falta, lo que falla, o algún rumbo pendiente o distinto. De un gobierno que tomó el insumo de todo ese tejido social y gremial de “resistencia” pasamos a un gobierno que no piensa más que en términos de estado y de políticas públicas, comunicación directa con el pueblo “humilde”. Fin del periodismo independiente y fin también de cualquier política de autonomía oficial que implique la promoción de cuentas pendientes.

Insisto: el kirchnerismo gestiona necesidades, el kirchnerismo negocia intereses (tomas y dacas, como la ley de ART) con empresarios, pero ha hecho crecer a causa del derrame a ese magma de clase media urbana (8N) y clase media conurbana (20N), que vive en su paritaria de deseos: gente que puede mostrar un buen recibo de sueldo como mínimo, y que no mira al Estado desde “abajo” como se mira al Estado Benefactor. En ese sentido, el 20N completa al 8N, hay un circuito de correspondencias subterráneas entre quienes –se dice- deberían tener pudor por lo que tienen. El gobierno antepone las deudas más urgentes en su discurso, y coloca en un lugar de culpa social a la clase media o a la “aristocracia obrera”. Exige mirar la “totalidad”, como si cada actor, gremio, central, sujeto, cacerolero o lo que sea tuviese en sus espaldas responsabilidades de Estado. Y agota sus recursos políticos: ni Sabatella, ni Abal Medina, ni Moreno, ni Aníbal Fernández, como versiones del progresismo y del peronismo clásico son capaces de establecer puentes. Por el contrario, parecen obligados a su peor rostro. ¿Quién sino Sabatella para interpelar Caballito? ¿Quién sino Aníbal para hablar con la CGT?

Muchas de las deudas históricas acumuladas carecen de fuerza social que las exprese o represente. No hay colectivos de la salud o de la vivienda, por ejemplo, que encarnen la hoja de ruta de una reparación estructural. En tal caso podemos ver que la vuelta de la política -en el sentido de un país donde se discute “de todo un poco”- hizo en nombre de los “relatos” en pugna más inespecífica la conversación, y, a la vez, aunque suene contradictorio, tuvo un efecto monotemático. Quiero decir: se debate todo en una dimensión “cultural” que tiene su dicotomía de fondo (Clarín o Gobierno) pero que subordina cualquier tema de agenda a esa lógica nuclear (sobre todo en los últimos años). Todo tema está en igualdad de condiciones ante la ley (de medios). No hay otras prioridades. Cada cosa dice lo que puede en su timbre gris porque el volumen principal lo tiene esta lucha de poder. Todo finalmente puede ser “funcional a”. (Tras la tragedia de Once surgió un colectivo de familiares y sobrevivientes que persigue de cerca -en el seguimiento de la causa por la tragedia- las políticas públicas de transporte; pero recuperemos una imagen de aquellos días: en la primera carta los familiares empiezan mencionando ¡la cobertura mediática del accidente!) Por debajo, la política más firme del gobierno encarna la obsesión de “sostener la actividad”, mantener el consumo popular, algo que tiene estos costos de amortización de los recursos humanos y materiales, expresados del peor modo posible -por ejemplo- en la oración “murieron arriba del tren muchos que ahora tienen adónde ir a trabajar”.

En esa confesión de parte, cruda, aparece la idea del trabajo como un ítem fundamental. Se sabe y lo dijo Néstor: “llegué con más desocupados que votos”. El trabajo es la obsesión, fue la obsesión, será la obsesión. Ahí se concentran los esfuerzos: en el sostenimiento del empleo. Se puede sacrificar la calidad del empleo, del transporte, de la salud pública pero no la cantidad de empleo. Todos a laburar. En ese marco, la agenda de la CGT es legítima y reformista, y no parece suficiente para una sensibilidad que la juzga como la parte beneficiada del “todo”. Un todo que se expresa -al menos retóricamente- en dos dimensiones: la de los últimos (informales, marginales, indios, “Barbaritas”) y la de un amanecer cultural que irrumpirá tras la caída del espejismo Clarín. Hay algo de subestimación cultural en esa excesiva apuesta a poner tan en primer plano a Clarín, grupo que sería dueño de un hechizo social que pronto se revelará. El 7D parece el día en que se descubrirá para todos los creyentes la fórmula de la Coca-Cola democrática.

Pero lo que discute la CGT de Moyano no es sólo la distribución de la riqueza, no es sólo la adecuación de instrumentos tributarios o de justicia social, sino la distribución del poder político. Cualquier actor de la política quiere tener su paritaria con Zanini. Algo que el propio Moyano vino haciendo desde el principio (¿se recuerda su discurso de fin de año de 2007, con Cristina ya electa?). A media distancia este paro debería ser visto como normal, como parte del crecimiento con inclusión, que es, en el fondo, una promesa guapa de quilombo. Pero la presencia omnímoda de Clarín en la agenda unifica todo, ajusta todo a los hilos invisibles del “lado Magnetto de la vida”. No hay zonas descubiertas, ni azar, ni nada que carezca de una explicación que esté fuera de esa línea. Para los que no creemos que hacer medio sobre medios sea el motor de la historia, podemos percibir que hay algo de la “vuelta de la política” que incluye una política que te tapa el bosque. Un día también se podrá mirar un problema de frente, a los ojos, detenerse, decidir. Y asumir los costos que se pagan en esa decisión.

El 8N y el 20N representan ese magma intermedio de beneficiarios. Son el dato de una incorporación al mercado laboral que habla bien del gobierno aun cuando expresan su malestar y cuando las organizaciones gremiales se hacen eco de ese runrún (presión fiscal mas inflación). Así, en esa perspectiva, en lo profundo que se mueve hoy, la fecha del 7D carece de determinismos directos sobre la población. En este país hicimos más importantes a los 100% Lucha de la batalla cultural que a un Randazzo, el ministro XL que en quince días te entrega un DNI aunque vivas en Villa Palito.

Porque si ante cada protesta las mediciones oficiales posteriores se reducen a calcular cuánto afecta al bloque del 54% (y la respuesta es: “nada, nos volverían a votar”) eso vuelve increíble la muletilla de la presidenta cuando dice que gobierna para los 40 millones de argentinos. El kirchnerismo es desafiante y polarizador pero tuvo un acompañamiento ciclotímico en las urnas, y ese nubarrón asoma por encima del humo de los vende-humos. Y ese dato es el que más erosiona el anhelo chavista que tanto entusiasma a muchos ideólogos infantiles. Es el gobierno del 23, del 49, del 30, del 54%. El gobierno que tiembla por “unos puntitos” Tener clase media es ese quilombo. ¡Viva el quilombo!

Néstor y Alberdi nos enseñaron en sus siglos la mejor forma de ser: republicanismo sucio (“hay que gobernar la sociedad”). Hay que decir cómo seguir haciendo eso.

jueves, noviembre 22, 2012

Las trenzas de mi china

A la mañana en uno de los diecisiete e indistinguibles entre sí programas periodísticos de América 24 pusieron a hablar de INFLACIÓN al único peronista y kirchnerista más o menos de amianto capaz de sentarse a hablar del tema sin sentir que en ese momento le empiezan a vaciar la oficina de su secretaría. Un tema perdido antes de jugarse. El señor Alberto Samid. El turco Samid. Un empresario de la carne puro y duro, que se nota que cuando habla sufre y goza en su agitación de bicho lábil. Una lengua, como D’Elía, Asís, Marcelo Bielsa o Caruso. Argentino hasta la muerte. ¿Cuál es la razón de la inflación?, arranca el periodista y mira a Samid que ya pone cara de carnero degollado porque sabe que es una mañana en la tele (cosa que le encanta) pero para hablar de un tema del que ningún compañero habla sin dejar de pagar costos. Y Samid hace de Samid, dice: el problema son los chinos. Vamos a decirlo así: es como un gordo que cuando empieza el partido agarra la pelota con la mano, la pincha con un punzón y saca una pelota de goma y dice: dijo mi mamá que juguemos con esta. Y lejos de hacer alguna precisión en el modo en que los chinos afectan como supuestos poderosos formadores de precios, ensalza los varios mitos que rodean esa red de supermercados que –en su tesis- se llevaron para siempre al simple almacenero del barrio (al almacenero español, diríamos, sugestivamente): son una mafia, apagan las heladeras cortando la cadena de frío y venden mercadería vencida. Pero la respuesta no convence a nadie. Empecemos por lo grave: son una mafia. Alguien esa mañana en twitter recuerda el mito de la mafia italiana originaria en los Estados Unidos: comenzaron traficando aceite de oliva. Uno diría en un país tan hecho por los hijos de los barcos como éste: las mafias son como los marines que llegan para alisar el suelo. ¿Qué corriente migratorio no tuvo, no tiene, mafias? ¿Qué porcentaje, por ejemplo, de los propios bolivianos que terminan en los sótanos de los talleres clandestinos engañados por sus compatriotas en la distribución de trabajo esclavo? ¿Quién trajo a la Argentina la trata de blancas? Pero para Samid, un hombre peronista y melancólico por naturaleza, el sepia costumbrista lo gana todo, rezuma: “¿Vos te tomaste un café alguna vez con un chino?”. Ahí está el peaje, el puesto de frontera de la argentinidad herida: el feca porteño. A esa altura nadie pensó que eso ameritaba un llamado anónimo al INADI para que sus operadores territoriales sintonicen la pantalla de América y elucubren las medidas anti discriminatorias frente a esa gran escena de picaresca. El turco Samid, el que pegó la piña más importante de toda la década del 90 (a Mauro Viale) producía un quiebre discursivo inatajable para dos periodistas picapiedras incapaces de tomar nota del hermoso momento. Pero frente a Samid todos nos sentimos estudiantes de una maestría de FLACSO. Sentimos que somos productores de esa noble corriente progresista que cuando dice “mi amor, voy al chino a comprar coca y me llevo al nene”, siente que la estatua de Alberdi sonríe, ahí, desde plaza Constitución. Los chinos parecen una hermosa feria popular donde se produjo la división internacional del trabajo: en el chino los bolivianos administran la verdulería y los argentinos la carnicería. Suena un violín de Peteco cuando entramos porque también ahora eso es tierra adentro. Y tal vez el chino que mejor interpretó el nacimiento de este romance fue aquel que a fines de los 80 (un pionero) puso un súper en Flores al que llamó “Argenchino”. Era uno de los primeros de los más de 7 mil supermercados que hay hoy, y que en un 80% se ubican entre la CABA y el Gran Buenos Aires. El final es en donde partir: nadie puede negar que la imagen del señor Wang Zhaone llorando en la puerta de su supermercado en Ciudadela la tarde del 20 de diciembre nos partió el alma. El chino lloraba en argentino, le diríamos al turco. Turco: somos una hermosa bolsa de gatos obstinados en hacer el paraíso acá. ¿Quién no tiene una mafia bajo la alfombra?

lunes, noviembre 19, 2012

Italoamérica!

Mi amigo, el compañero Alejandro Sehtman, convoca a todos los ciudadanos a la siguiente gesta:

¿Qué se vota? 

El próximo sábado 24 de noviembre de 10 a 20hs se llevará a cabo la primera ronda de las primarias de la coalición del centroizquierda italiano para elegir al candidato a Presidente del Consejo de Ministros.

Por primera vez los ciudadanos italianos residentes fuera de Italia pueden elegir cuál será el candidato a Presidente del Consejo de Ministros que presentará la coalición de centroizquierda. Hay cinco precandidatos pertenecientes a las tres fuerzas que componen la coalición: PD (Partito Democrático); SEL (Sinistra Ecologia Libertà); y PSI (Partito Socialista Italiano).

Vendola Presidente

Desde Sinistra Ecologia e Libertà Argentina convocamos a todos los ítaloargentinos y los ciudadanos italianos residentes en nuestro país a apoyar al Secretario de nuestro partido y Gobernador de la Región Puglia Nichi Vendola.

Nichi Vendola es la expresión de una izquierda mejor. Con coraje para romper con el berlusconismo y sus políticas neoliberales. Con determinación para defender iguales derechos para todos los italianos, incluyendo a los homosexuales y los inmigrantes. Con propuestas para refundar Italia sobre la base del trabajo, la protección social y del cuidado del medio ambiente. Con una experiencia de gestión innovadora y progresista en los hechos. Con una mirada abierta hacia América Latina y su actual proceso de democratización popular.

Nichi Vendola candidato a Presidente por el centroizquierda es el mejor liderazgo para sacar a Italia del túnel neoliberal y conservador para ponerla en la senda del crecimiento y la ampliación de derechos.

¿Cómo se vota?

Se puede votar online registrándose previamente en el sitio de las primarias o en las distintas mesas electorales de cada ciudad.

En la Ciudad de Buenos Aires habrá 4 mesas ubicadas en:

Bulnes 1136 | Av. de Mayo 1480 | Perón 940 Cap Fed | Teodoro García 2828

Cualquier ciudadano italiano puede concurrir a la votación durante el día sábado 24 de noviembre desde las 10.00 a las 20.00 hs.

Los requisitos para poder votar son: a) ser poseedor de un documento italiano (carta de identidad, pasaporte) y b) suscribir la carta de intenciones de la coalición “Italia Beni Comuni”.

Votemos juntos

En Buenos Aires te esperamos en Bulnes 1136 para votar junto a todos los que queremos que el centroizquierda vuelva a gobernar Italia con un proyecto realmente transformador, que rompa con la política de ajuste perpetuo que hacía Berlusconi y continúa Monti.

Por cualquier consulta podés escribirnos a selbuenosaires@gmail.com

viernes, noviembre 09, 2012

Sociedad y Estado

(actualización del post pre 8N escrita en el post 8N)

¿Estamos viviendo los días de otra 125? No. No habrá noche con final inquietante alrededor de un congreso iluminado y dos plazas esperando un veredicto. No hay articulación evidente entre el 8N y el 7D. Las cacerolas no tienen un Cobos, ni un parlamento, ni un resultado que desempate. Ninguno de los puntos de la protesta incluye como reclamo puntual la “no desinversión” del grupo Clarín. Es decir: el 8N puede tener “la agenda de Clarín” pero no a Clarín como agenda. ¿Y qué efecto político beneficioso para Clarín pudo producir? A mi juicio: el cómo del 7D. O sea: la protesta del jueves no amenaza la existencia misma del plazo judicial del 7D, sino las formas para forzar el incumplimiento del grupo a ese plazo.

Es obvio que los manifestantes no tienen prioridad en la ley de medios y, más seguro, consideran al grupo Clarín un aliado. No razonan decisiva la contradicción “política y corporaciones”, y ven al gobierno fuerte, amenazante, con mayoría parlamentaria, con una masa de votos frescos, y que en “esto” podría sumar más poder. ¿Y qué podrían pensar los que reclaman por las instituciones acerca de las intromisiones judiciales del grupo Clarín o sobre los detalles de la gestión en Papel Prensa? No lo sabemos. Quizás lo saben y no alcanza. Quizás muchos incorporaron lo de Lanata: “opto por el más débil”.

Veámoslo al revés. Te dicen: “¿Pero entendés lo del INDEC, no?” Sí, sí. “¿Pero entendés que seguís siendo kirchnerista?” Sí, sí. Ahí llegamos en la conversación. Un país sin carmelitas en el terreno político pero en el que aún con todo lo simbólico que se arrastra en las palabras no nos vamos a matar ni vamos a morir en esto. Cuando alguien dice “voy a dar la vida por X”, hoy, lo que hay que decirle es que la letra chica del contrato firmado en 1983 dice que si decís que vas a dar la vida primero tenés que decir quién te la amenaza. La inflación discursiva nos aleja de la realidad más gris. El 54% de votos de Cristina conforman un dato, no es “Pueblo Tallando en Piedra”, sino una enorme aprobación (como dice la canción: huella y camino). Porque también era antidemocrática cualquier actitud destituyente cuando el gobierno era el del 30% (2009).

La clase media está en el centro de la escena de un país que desplaza suavemente su pregunta-fetiche favorita (“¿mamá, qué es el peronismo?”) por esta otra mucho más incómoda y familiar. El nuevo malón que defiende su progreso y que ni siquiera Laclau puede llegar a ver desde su observatorio privilegiado. ¿Cómo construir beneficiarios culposos del modelo, franciscanos del capitalismo, ganadores con pudor que agachan el lomo y agradecen al cobrador de impuestos? Tenemos un problema. Mamá, ¿qué es la clase media? Y podemos decir, en el año de la Bestia: la clase media es el hecho maldito del país peronista.

La política es compleja. La vida parece simple. Y la simpleza de una subraya la complejidad de la otra. ¿Con cuánto se hace una vida? Perón dijo ¡en 1970! que la víscera más sensible era el bolsillo. El plan vital: cumplir sueños, cubrir necesidades y que el recaudador de impuestos no golpee mi puerta. La antipolítica también es un estado natural. Todos odian a ese cobrador. Cualquier ciudadano promedio en su quinta incursión a la AFIP empieza a sumar calorías anti-políticas. Es así, odiamos la burocracia (ni hablar la que empieza a las 4 AM en el hospital Fiorito). Es parte del plan de Dios para hacernos sentir que pasar dos horas en misa no es lo peor a lo que podamos destinarnos.

Para algunos el 2001 fue leído como “vuelta de la política” (asambleas, nodos de trueques, participación), pero de algún modo en sus consignas también resultó la imagen de la gente sacándose a la política de encima. Remarcando una distancia entre vida y política que exige mejor representación. Sorprende el “silencio entre ellos”, decía la cronista de TN sobre los caceroleros que marchaban. Silenciosos, decía, bajo banderas sólo argentinas. Un montón de particularidades que no hacen sombra bajo ningún trapo: INDEC, 82% móvil, inseguridad, inflación, dólar. Y así, una zona de temas que se encadenan en su clima, en su prosa, que se mezclan, que invocan libertades, fascismos. El país se ha dado cien días de oposición. Veremos, pero no sólo de eso depende la vitalidad de esa energía. Quizás el 8N nos dice que desde 2001 para acá no todo cierra. Es el fin de ese ideal, un poco bipartidista, del gran equilibrio nacional. Nuestro orden, nuestra representación, incluye estas lagunas. No le tengo mucha fe a la oposición y claro que (como buen republicano que soy) me encantaría que se consume otro matrimonio político. Fuimos a la plaza en bici a “mirar” con el genial sociólogo y tuitero Tomás Borovinsky y vimos un montón de populismo en disponibilidad.

Fiesta Pampa


lunes, noviembre 05, 2012

Mucha gente nerviosa. Y esto es lo más insoportable, por lo tibio: todos estamos siendo demócratas. Y en el kirchnerismo, a la larga, mucha gente que es de de derecha aprendió a moverse, a caminar, a competir, a no dar por sentadas sus posiciones ni a sentir naturales sus privilegios. Dicho esto también para decir: no todos los que marchan son de derecha. Pero el kirchnerismo desde el día 1 consiguió tener gente de ese lado en su contra.

¿Vivimos otra 125? No. Ni siquiera de cerca. No habrá una noche con final inquietante alrededor de un congreso iluminado y dos plazas esperando un veredicto. Vayamos a lo seguro: no hay articulación evidente entre el 8N y el 7D. Y la protesta tiene una cantidad de demandas que hacen a un sistema mucho más fuerte en lo anti que en la posible afirmación política. (Algo que casi siempre ocurre con la gente en la calle.) Aunque por supuesto tiene intérpretes políticos y periodísticos (este es el año de Lanata, sin dudas). Pero este episodio no tiene un Cobos, ni un parlamento, ni un resultado inmediato que lo desempate. Ninguno de los puntos de la protesta incluye como reclamo puntual la “no desinversión” del grupo Clarín. ES DECIR: el 8N puede tener “la agenda de Clarín” pero no a Clarín como agenda.

¿Qué efecto político beneficioso para Clarín puede producir el 8N? A mi juicio apenas este: el cómo del 7D. O sea: la protesta del jueves no amenaza la existencia misma del plazo judicial del 7D, sino las formas para forzar el incumplimiento del grupo a ese plazo.

Es obvio que los que manifiestan no tienen prioridad en la ley de medios y, más seguro, consideran que el grupo Clarín es un aliado y una red de contención. Digamos que -como mínimo- no consideran decisiva la contradicción llamada “política versus corporaciones”, y en tal caso visibilizan a un gobierno fuerte, con mayoría parlamentaria que hace apenas un año obtuvo una mayoría de votos, y que en “esto” pondría en juego la suma de más poder. Todos somos pragmáticos.

¿Qué pensarían los que reclaman por las instituciones acerca de las intromisiones judiciales del grupo Clarín o sobre los detalles de la gestión de décadas en Papel Prensa? ¿Las conocen algunos?, ¿muchos? No lo sabemos. ¿Quizás lo saben y no alcanza? ¿Quizás sí, muchos, incorporaron eso que dijo Lanata, lo de “opto por el más débil”? Veámoslo al revés. Te dicen: “¿Pero entendés lo del INDEC, no?” Sí, sí. “¿Pero entendés que seguís siendo kirchnerista?” Sí, sí. Ahí llegamos en la conversación: al punto en que lo que no toleramos es la oscuridad del otro, sobre todo en discursos cuyos efectos de polarización extreman a cada uno en su verdad. Un país sin carmelitas en el terreno político pero en el que aún con todo lo simbólico que se arrastra en las palabras no nos vamos a matar ni vamos a morir en esto. Cuando alguien dice “voy a dar la vida por X”, hoy, lo que hay que decirle es que la letra chica del contrato firmado en 1983 dice que si decís que vas a dar la vida primero tenés que decir quién te la amenaza.

Lanata y D’Elía son los hombres de las prosas fuertes del momento. Se disputan representaciones. Y, en el fondo, son dos outsiders auténticos, hombres sin votos, gargantas con fuerza discursiva para romper impotencias callejeras. Son dos hombres que viven diciendo todo al límite. Sus discursos son de verdad extrema. Y en estos días funcionan en espejo porque los dos se creen la expresión profunda de dos polos. El kirchnerismo, como suma de todos los hechos malditos y el anti kirchnerismo que lleva como bandera el fin de los odios y de las antinomias pero es el que más los subraya y necesita. Los discursos son paradójicos. Casi todos. Un discurso lleno de odio pide el fin del odio, porque lo que odia es una asimetría que ve irremontable en manos de un proyecto que a su vez maneja el Estado, y que se hizo de él a través de los votos.

¿Qué nuevo paradigma es este que te da las fechas históricas antes de que ocurran? 8N, 7D. Es inusual saber que en un mes, en una semana, en dos días, ocurrirá “algo histórico”. Es como la expectativa por el nacimiento de una marca. No sé si hay registros de algo así.