viernes, julio 30, 2010

Pianelli, según Schmidt

Eso sí, cuando Pianelli sonríe, parece un chico acariciando un perro por primera vez y todo se compensa. Y es exactamente así como llegó al fin del año 2009, con el estilo me cago en la elegancia en su punto más alto y con una sonrisa que nacía en la nuca y volvía a la nuca tras el gran triunfo de los delegados del subte que obtuvieron, mediante un acta firmada con el gobierno nacional, legitimidad para mantener discusiones salariales pese a haber sido electos por fuera de los procedimientos de la UTA, que es el gremio histórico de los trabajadores del transporte automotor y del subterráneo de Buenos Aires. El mismísimo ministro de Trabajo Carlos Tomada, el de la barba candado, les dijo a los delegados del subte: muchachos, ustedes ganaron.

jueves, julio 29, 2010

miércoles, julio 28, 2010

D'Elía adelanta la próxima batalla, aunque la pantalla sea una "guerra mundial". Porque el amanecer del fin de la guerra con Clarín nos va a encontrar con otro problema que ya incubamos, eh. Una patronal incluso peor.

miércoles, julio 21, 2010

Si la escena es que Franco entierra a Mauricio

Si el ocaso político de Pro se representa como la derrota de Mauricio contra Franco…

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La cosa fue más o menos así: primeros días de gobierno. Primeros días decisivos como ningunos otros: despedir 2000 empleados públicos era la receta del debut. Gabriela Michetti medía el impacto de la medida con una frase insolente: "estamos gobernando". Ese modo de solapar la fuerza me gustó. Gobernar es despoblar. Por lo menos el Estado. Asumía Michetti que gestionar es lo menos conservador que hay: y el status quo progresista debía ser arrancado simbólicamente atacando su corazón, su Estado bobo, esa capa de programas en desuso que mantenían pequeños nichos de militantes. Si ladran es porque estamos gobernando. Sutecba y ATE se rebelan. Todo previsible y feliz para la masa reducida de funcionarios más o menos avezados que venían a cumplir su misión. Pero para el racimo de jóvenes profesionales de fundaciones con que se empezaban a ocupar las dependencias no. La cosa fue más o menos así: uno de los nuevos coordinadores de una dirección (de reciclado urbano) enfrentó aquel día de verano caliente con cara pálida. Es que no hacía mucho que había dado el salto público y el clima sobresaliente de paro y movilización lo desconcertaba. Él conocía a la junta interna de ATE de su sección, la que se había asegurado que ningún afiliado concurriera al edificio. Sutecba descontaba el acatamiento. El coordinador llegó con el diario en la mano. Lo tiró arriba del escritorio. La excitación cupular –dijimos- era inversamente proporcional al desconcierto de esas "bases" que estrenaban posiciones intermedias. El coordinador abrió la agenda para buscar el celular de Maxi, uno de los pocos trabajadores del área con el que se podía hablar. No había nadie alrededor. Alguna secretaria de la mesa de entradas, que no lo vio llegar y siguió chateando. Llama. Maxi era cercano a ATE. Maxi atiende a los gritos: la calle, los gritos, los cantos, los bombos, los bocinazos… El coordinador oye el quilombo y le dice, tragando saliva: "Maxi… ¿yo tengo que ir a la marcha?".

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Macri gobernando demostró lo mismo que Ibarra. Ni mucho más, ni mucho menos. El macrismo sigue siendo funcional a un tipo de cultura política de estos años: cumple los requisitos para formar "el enemigo ideal" (como Ibarra, que era "el enemigo progresista ideal"), y sirve a muchas fuerzas de izquierda (kirchneristas y no) para mantener una gimnasia de lucha que no aportan en otras disputas que siguen implicando la lucha intra-estatal (como la ocupación civil del Estado Policial en la provincia de Buenos Aires, Río Negro o Mendoza). Macri por acción todavía no mató a nadie. Por omisión, seguro. Casi, casi, no gobernó. Apenas dio algunos pasos de los que supo volver, y en esas vueltas hizo estilo. Como todos los que gobiernan lo hace desde ese limbo que borra las mediaciones que hilan la muerte –por ejemplo- de un niño bajo un puente con sus decisiones cotidianas: la gente está afuera, la gestión está adentro. Lo social son los "daños colaterales" del misil lanzado con el objetivo del bien común. Eso es así aquí, allá y en todas partes. La política no es una cosa que se hace a propósito. La política es una máquina de salvar la conciencia individual. Todos duermen, todos duermen, todos duermen tranquilos y en paz, sin ningún muerto adentro: y la noche con alplax es la simple noche monótona en que se oye el run run de las conspiraciones, un aserradero natural del que las pastillas te alejan en balsa hasta el próximo amanecer. Y así, Macri no aparece en un precipicio a causa de ser un político déspota o cruel, aparece como alguien incapaz de adaptarse, de construir una inteligencia de Estado, de aceptar reglas que no fija. Una pregunta morbosa es: ¿cuánto dura Macri con la presión política de 200 muertos atrás? ¿Cuántos días más de gobierno dura su gobierno si tuviera a un Cromañón en sus espaldas? Pro sigue su destino sudamericano: adherirse a una colectora peronista para –como dice Artemio López- yugular la candidatura peronista oficial y debilitar su acceso al 40. Pro es un hijo legítimo de la democracia y, al día de hoy, y aunque el año que viene como viene reelige fácil, ya no es el niño mimado de nadie. Mauricio Macri falló, le falló a su padre, murió en la suya, se dirá, si es que tiene que morir.

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Fórmula que faltó en el duranbarbismo: menos Estado es más política. Y por supuesto que en clave politiquera: rosca, sobres, aprietes, cajas, y demás, pero toda idea de “reducción” estatal a la que está limitada una parte de la idiosincrasia de la derecha argentina significa una compensación política que no es otra cosa que una capacidad de rosca infernal que ate cabos y apacigüe al extremo los efectos. A su vez, la política está llena de detectores de metales: nadie pasa con los códigos empresarios al mundo político como si nada… La política es un lugar de invenciones sofisticadas. Menos Estado es más muñeca y cintura. La década menemista fue dominada políticamente por un visionario de esa conjugación. Y Menem tenía entre sus filas a políticos que jerarquizaban el estigma menemista. Lopérfido en los primeros meses de la Alianza en el poder, entrevistado por la revista Viva, confesaba: extrañamos a Corach. Macri mezcló sin gracia a gente buena como Montenegro, a algunos cuadros peronistas de esos que “parecen hacerlo todo fácil” como Santilli y Ritondo, a jóvenes que quieren “dar una mano”, a gente de la derecha pura y dura, y de fondo: hombres poderosos que, como en muchos casos, son hombres que no tienen cargo. El macrismo tiene demasiados hombres en el poder sin estar en el gobierno, demasiados paralelismos, todo fue pensado como un gobierno pantalla, donde otros cocinan detrás. Porque un gabinete también puede ser un acto de sinceridad, la confesión de dónde están los poderosos y los mediadores. Macri no tiene su De Vido. Sólo tiene fuertes en las sombras que desconciertan mucho a quienes están en la vidriera ministerial. (¿Alguien es capaz de borrarle la cara de ojete a Grindetti, por ejemplo, otro hombre en el gobierno y sin poder?) Para Macri toda la política es un juego por el que no circula finalmente el poder.

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Una percepción feliz de la democracia es que lo que se venía a domesticar se domesticó... Pregunta: ¿todo el despliegue de la SRA durante el 2008, con sus lobbies visibles y sus actos multitudinarios, no fue una maravillosa demostración de integración democrática? Kirchner intentaba ponerlos afuera (¡comandos civiles!) mientras las multitudes de los pueblos los ponían adentro. Todo en democracia terminó de entrar, según parece. Es decir, una democracia corporativista (?): el modo robusto del orden. Han vuelto grandes palabras a la Usina: paritarias, 82% mínimo, vital y móvil. Palabras que estaban afuera, que se dejaron de usar en décadas, en los '70 u '80, palabras como los gordos desocupados de Carpani que miraban con melancolía el humo de otras chimeneas. ¿Pero es más desierto el desierto de la gente sin corporación? ¿La sociedad no existe? ¿El Pro cae desde su propia Corporación y finalmente Mauricio no es Macri?

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¿Ha ocurrido la realidad del deseo de la izquierda de que una derecha popular sólo tiene oportunidad en un escenario "a posteriori", es decir, bajo el impacto y los efectos de un disciplinamiento ya consumado, que en la Argentina hacían los militares o hacen los mercados? ¿Ya no hay derecha + democracia antes de la guerra?: ¿hay derecha + democracia después de la guerra? Esta es una versión extendida de la estructura del poder: el Estado puede contener prácticamente todo. Pero a la oportunidad para que "vuelva a gobernar la derecha" se le impone la realidad de toda la distribución de mediaciones, intermediarios y poderes fácticos que en estos años renovaron sus licencias. Y sin embargo, a pesar de todo, han vuelto algunas nociones inevitables de lo que es derecha e izquierda. Se le acabó la prepolítica a la democracia. Lo que no se pactó no se pactó. Ni Moncola ni Moncada. Nada más. Este país se volvió tan ingobernable por derecha como no tan perceptible de que aún así es más justo. ¿Cuánto más justo que el de diez años atrás? Admitamos, nuestra idea de derecha es confusa: es más difícil gobernarlo por derecha aunque no sea estrictamente más justo el país que se gobierna. (Y esa es la melancolía del militante del Movimiento Evita, y esa es la esperanza del militante del Movimiento Isabelita.) Macri no cae por derecha, no empieza a caer por ser de derecha, empieza a caer porque "sobreofertó" (A.L.) sus habilidades y desconoció el instrumento que siempre sobró o sobre el que siempre creyó que había que abusar: el Estado. Macri actuó como una derecha sin Estado. Sí, es un problema de reglamentos, de inexperiencia, de traiciones obvias.

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Si la escena es que Franco entierra a Mauricio: es una fea escena. Mirá que Mauricio es Macri, le podría decir el hijo antes de caer.

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No hay lucha de clases, "hay interna burguesa".

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En la novela negra Todos muertos hay dos momentos alrededor de la fuerza y de la inercia, dos fugas: un ladrón de cubiertas en el primer capítulo, durante una huida, suelta la cubierta que acaba de robar de un auto estacionado y el narrador abandona la fuga del ladrón y sólo sigue la caída por las calles de la cubierta (hasta que en algún momento choca contra algo y para); y en otro momento, el mismo ladrón de cubiertas huye en moto de la persecución de los dos polis y en la huida pasa entre medio de dos camiones de transporte que zigzaguean un poco, lo que produce que una brillante lámina de acero se desprenda de uno de los camiones y lo decapite arriba de la moto. Pero interesa –de nuevo- sólo el modo en que esos músculos se mantienen aferrados a la moto mientras rueda la cabeza como una pelota al costado de la avenida y uno de los choferes cuando ve una cabeza rodando pierde el control y todos se van chocando y deteniendo, incluso los policías que no pueden creer los desgraciados efectos de su persecución cuando ven la cabeza rodar, pero el jinete sin cabeza sigue un poco más arriba de la moto por la avenida helada, y parece que toda Harlem está cubierta por una lámina de hielo que hace más filoso y resbaladizo y violenta la prosa de Chester Himes. Balzac negro.
En el caso de Kirchner, esa decisión política (con qué sectores económicos aliarse) estuvo digitada por una puja anterior, crucial para el destino del país pero poco estudiada y narrada por el periodismo y las ciencias sociales, más ocupados en aquel momento por la ficción asambleística y las llamaradas callejeras: la pulseada entre dolarizadores (el menemismo residual, la derecha política, las privatizadas y los bancos) y devaluacionistas (Alfonsín, Duhalde, los industriales, la CGT, la Iglesia) que iba a definir el rumbo económico de los próximos diez años, y que parió al modelo kirchnerista. Se podría decir que el primer triunfo de la política sucedió con el resultado de esa puja de rosca y escritorio sin una atractiva ornamentación popular detrás.

lunes, julio 19, 2010

¿Por qué se perdió?
¿Cuánta gente se juntó en Woodstock?
¿Cuánta en Ezeiza?
¿Cuánta el 1ero de mayo?
¿1 millón, 2 millones, 3, 4, 5?
¿Cuánto se juntó en total?
¿Cuánta gente hay que juntar la próxima vez?

Yo vi películas que no sé si las soñé. No sé si soñé que en 1982 Graciela Alfano se besaba con Rodolfo Bebán, porque Bebán hacía de un mercenario existencialista que le vendía armas al padre de la nena (Graciela), que era Pepe Soriano, que a la vez tenía otros dos hijos (Boy Olmi y Roberto Antier); y que los tres hermanitos, más el culata del Pepe, Ulises Dumont, el mercenario Bebán y el papá partían juntos cada mañana desde una bellísima mansión del bosque que podía ubicarse en los alrededores de Bariloche, a cazar ciervos en celo. La crueldad y la violencia, sin más, estaba tematizada en esa película cuyo centro era el negocio de venta de armas que los hijos de papá descubren y por el que presionan sobre la conciencia del mercenario Bebán para que aborte una operación que traerá más muertes en el país, mientras cada mañana los ciervos caen en puntual representación de otras muertes, al punto que casi al final Graciela Alfano, la niña de ese bosque, sueña la pesadilla de la carne de ciervo sufriente y pareciera que en el grito tapado de los ciervos se oyen otros gritos que el sueño no permite descifrar del todo pero se trata de gritos humanos… No lo soñé, es una película de 1982, sobre el armisticio, llamada “La invitación”, y que en la revista del cable figura como Thriller. La dirige Antín. China Zorrilla ya hace de antigua señora engolada que preserva la memoria familiar, es decir, todos los secretos y todo lo que no puede salir a la luz, y se pasa la tarde mirando el valle y el bosque adonde van a cazar los otros, los hombres con la nena rubia, la nena de papá, que fue delicia y sigue siendo delicia de los argentinos. La amante de Massera. En la película el único que tiene nombre y apellido es Bebán: Julián Sánchez.

Quiero hablar de algo. Del único canal capaz de volver a pasar esa película. De nuestro TCM. De un gran canal que puede desaparecer. Esta vez nuestro objetivo (después de nuestro exitosísimo (?) intento de respondernos por qué Clarín es Clarín) es una de las pepitas de oro del grupo: el canal Volver. Triste, solitario y nacido como papelera de reciclaje de productos de Artear, un canal para la memoria costumbrista de los nostálgicos, de los que se compran el pingüino para servir el vino en las pastas de los domingos… Sin embargo, para otros escasísimos espectadores, Volver es un canal quemagorra que se mira de madrugada, con la casa en silencio, la perra, la mujer y la germinación en su lugar, y tiene, para esas horas brumosas su frutilla: una reserva jugosísima de películas argentinas de los años setenta y ochenta sobre todo. Un archivo donde es posible descubrir, por ejemplo, la película “Gente en Buenos Aires”, una pieza que adelanta muchísimo el perfil melancólico que adornará la recuperación democrática, pero hecha en plenos años setenta y con Luis Brandoni como testigo barrial de las mutaciones de una ciudad oscura donde convive el costumbrismo de siempre con secuestros y clandestinidad que anticipan tooodo. ¿Qué ofrece Volver? Si nos concentramos en alguna de las últimas imágenes del naufragio (?) de Clarín, sí o sí debemos hacerlo sobre la imagen de esa mujer ojerosa que en el spot oficial (contra la ley de medios) aparecía como un fantasma que vagaba en el laberinto y archivo del canal ofreciendo el rostro mortificado de eso que llamamos Memoria bajo un modo tenue y lúgubre: La Memoria es una mujer sin edad que protege del polvo y de las ratas esas cintas. Ahí estaban, digamos, las joyas de la abuela que la nueva ley podía saquear: porque la ley obligaba a reducir el Monopolio. Y entonces, el Grupo, está obligado a vender el club social y deportivo, su Cinema Paradiso… Volver. Ni a palos.

Una primera idea puede ser: el canal Volver es lo contrario a la Memoria. Y si por Memoria se entiende una conquista civilizatoria de ese espacio que llamamos pasado, un catequismo progresista, una teología fundada en la figura de los desaparecidos. En ese contexto político de la memoria, el canal Volver es el retorno de lo reprimido: una máquina incesante de reediciones sin ningún cuidado por contextualizar la reposición, que se repiten sin ningún orden explícito. Volver, entonces, es el retorno de lo reprimido en esas conquistas: restaura el valor de las películas de sábado a la tarde, como esa en la que Palito daba forma humana al héroe policial de 1976, o películas de madrugada, fantasmas que se levantan de su tumba comercial y ponen en pantalla su antiguo contrato con el Estado. De ese modo, a la vez, para este tiempo en que se educó el pasado, Volver es el pasado en estado bárbaro: como si un editor de turno hubiese apretado la función shuffle sobre el repertorio vasto de películas de un “cine argentino” que es Memoria de la Memoria, o borradores de contratos sociales tirados a la basura alrededor de cómo ordenar el pasado oficial y el presente histórico de los argentinos. Un cine de primera instancia, atado con alambres.

En el canal Volver no existen presentadores, ni prólogos, ni epílogos de películas como “¿Somos?”, de Carlos Hugo Christensen (1982), o “Los días de junio”, de Alberto Fischerman (1985), o “Bajo otro sol”, de D’Intino (1989). No pasa que al final de la película se vuelva al estudio para que un historiador cierre “la cortina de hierro”. En Volver permanece el archivo vivo de esa gran negociación política llamada cine argentino. Volver es la oportunidad de toparte –usemos por última vez esta palabra- con un pliegue de la memoria estatal y ahí no hay con qué darle: no tenés a un presentador ni siquiera como los de Función Privada que se relamían presentando “En retirada” como un policial negro francés, y como si Ranni fuese Belmondo. (Y sí: era nuestro policial negro francés. Y Ranni nuestro Belmondo.)

En Volver se llama “tu película favorita” a cualquiera de esas películas: las que se hacían como soportes del orden de facto tanto como las que años después se hicieron como soportes del orden democrático que contaban lo que las otras callaban, financiadas todas -según la teoría de la continuidad- por la misma plata. Eso es libertad. Volver repite regularmente La Fiesta de Todos. ¡Libera los goles! Soportes de soportes, relatos de relatos, una telaraña de cintas. Volver se debería llamar: la Historia Oficial. Volver es el canal que te mete de prepo adentro del cine alfonsinista. Te clava, ponele, “La película del Rey”, que está en la línea que imaginaba y alucinaba la ocupación civil del espacio. (Viedma hecha con capitales soviéticos.) Volver preserva el cuento del horror, “La Noche de los Lápices”, “Los Colimbas se divierten”, una continuidad terrorista con la que cualquiera se puede encontrar durante un zapping frenético pero con la trampa del inconciente ahí: como si estuvieses hojeando revistas y de repente una foto familiar aparece impresa, ¡ese es el tío! Porque a Volver le importa el Panteón de las Instituciones Permanentes de la Nación, el agua en que se revelaron todos los filmes de la Industria Nacional hasta 1989, y le importa la gente, la memoria de los que festejaron mundiales y guerras y guerrillas. Cuando se vaya el capitalismo con derechos humanos Volver va a estar ahí, va a seguir ahí, igual que cuando se vaya la Memoria: el Inconciente también va a quedar ahí. Volver es Estado, Memoria es Gobierno. Volver también dice –a su modo, para el reducidísimo público de las madrugadas de cine somnoliento- qué fue, qué es y qué quiso ser Clarín en estos años. Volver preserva el museo del inconciente mientras un gobierno hace el museo de la memoria.

Yo soy de los que no quieren que Volver desaparezca.
Conu: para mí esto suma. No sé exactamente qué, pero suma.

miércoles, julio 14, 2010

El joven fue enterrado ayer en el cementerio de la ciudad, acompañado por unos pocos familiares y amigos, algunos de los cuales insultaron a la policía y acusaron a los efectivos de haberlo matado.

martes, julio 13, 2010

Y sí

¿Política a la izquierda de la sociedad? ¿Político a la izquierda de sus representados? Manifestación democrática de lo que el sueño positivista democrático pretende superar. Si algún espejo más quedaba entre kirchnerismo/alfonsinismo... Pero bueno, Kirchner es un hombre que piensa con el número de LCD's vendidos en el mundial adentro. "¿200 mil tipos? Mañana digo que son el Ku Klux Klan y listo."

Contrafuegos

por Pablo Chacón

La historia social enseña que no existe política social sin un gobierno social capaz de imponerla y que no es el mercado sino ese gobierno el que ha “civilizado” la economía de mercado. La historia social también enseña que cuando se exalta la sociedad del riesgo –el mito de la transformación de los asalariados en pequeños empresarios-, la consecuencia de esta manera de pensar y producir y procesar la información, es la instalación de una economía dual: un ejército de reserva, subproletariado sin futuro, sin proyecto individual o colectivo, condenado a fantasías milenaristas, y una minoría privilegiada de trabajadores dotados de un salario permanente que operan los intereses empresarios que tanto hacen circular los protocolos de la precaución como el terrorismo del éxito y del fracaso. El ejemplo más notorio en este artículo de la revista Letras Libres.

lunes, julio 05, 2010

Corchazos

por Martín Armada

Cuando terminaba de apilar los platos mi vieja me dijo que Clint Eastwood se había muerto. Por desgracia o suerte, para la falta de paciencia, memoria y deseo existe Internet y ahí es donde uno va a desandar los comentarios que se tiran en la mesa porque se escucharon en algún lado.

Clint Eastwood seguía ahí, había cumplido ochenta años. Una foto en la que parece estar comulgando, derecho, como si tuviera puesta una careta de viejo, mirando toda la juventud que le queda por vivir. Parece que el tiempo para él no es lo mismo que para el resto de nosotros. Quizás porque el tiempo es distinto para el que vuelve sobre sí mismo y, en lugar de sentirse en la escena de un crimen o tironeado por las ganas de volver a ser lampiño, piensa que ya está, que hay que deshacerlo todo, es decir, que si la función del pasado es iluminar algo, hay que prenderlo fuego y así quemar la fecha de nacimiento.

Sobre esta premisa el Viejo Clint se alimentó del Joven Clint, nunca en una reedición idiota, sino en un esfuerzo sostenido y prolijo por eliminarlo. Si Clint es el mejor pistolero de la historia del cine (y la tele) es porque tiró sobre sí mismo cuando podría haberse cargado a todo el mundo. Así a Joe "El rubio" le escribió un epitafio personal y, de paso, a todo un género, a la vieja saga donde los asesinos no tienen historia más allá del prontuario, ni mayor preocupación que entrar a un banco con la cara tapada. Es obvio, a esta altura se dijo mucho y bien sobre Los imperdonables. Pero ese es apenas el comienzo de su inmortalidad. Todo, hasta lo mejor, gira sobre el mismo eje: los viejos tiempos releídos como la única piedra donde se puede basar un orden futuro. En medio de la tormenta, no quiso que en nombre de la supremacía blanca se condenara al país negro, Clint Eastwood mostró que en la tierra del algodón hay gays y no son culpables, Clint no quiso irse a la luna y decir "el futuro está en las colonias donde van a sacarle agua a las piedras y no en un planeta único y devastado".

Viene contando el mundo de acá de la manera más compleja posible, con contradicciones no históricas, sino con las que debe tener él mismo mientras se lava lo dientes y después toma un jugo de naranja antes de bajar a una playa donde caminará solo con su perro, recortados en el perfecto amanecer de América. Todo lo que hace está levantado sobre las cenizas de un universo complejo, del que quedan las siluetas de alguna que otra convicción. Río Místico es una película extraordinaria, no sólo porque Sean Penn es un actor extraordinario y por la inmejorable cara de ternero de Tim Robbins, sino porque matar ahí tiene otro sentido. Una familia, cuando el piso debajo de ella se resquebraja, tiene que sostenerse y si es necesario tiene que matar, porque, pareciera, lo único que hubo siempre fue la manada y el único lugar real es su perímetro. Por error o no, el padre mata siguiendo un principio de justicia incuestionable. Es precisamente esa seguridad la que pone la piel de gallina.

Clint Eastwood confunde a veces, como con Million Dollar Baby, que parece un melodrama copiado de todos los melodramas boxísticos, pero que vuelve sobre ese núcleo duro que son las convicciones que hacen que un hombre diga: esto no puede ser así, acá hay que plantarse. Entonces, terminar sentado en un barcito es volver a la fuente, aferrarse a ese credo, no es simplemente la tragedia del hombre bueno que se quedó solo.

A la luz de la misma lógica, para no correr el riesgo que bajo sí mismo se hunda el piso y la historia se lo trague, hizo otra gran película. Como hubo un adiós a Joe El Rubio, también había que fundir la otra gran medalla del Joven Clint y pasar a valores a Harry El Sucio. De ahí esa versión fierrera y suburbana del ocaso de los héroes que es Gran Torino.

Gran Torino, la despedida del gran Harry Callahan y no sólo de su mística, sino de su manera de arreglar lo roto: es el héroe el que tiene que ponerle el cuerpo a los tiros. Para que las cosas puedan de alguna manera encarrilarse, si desenfunda, que sea un dedo y, si es necesario, tiene que hacer de carnada para que los que ya no respetan ni la propia sangre se delaten. El mundo es ese desierto, lo que sostiene a un tipo, y a todo el universo humano, son viejos pilares de fe, incluso con sus prejuicios y sus crímenes.

Seguro que Clint Eastwood está lejos de ser un liberal, pero es, sin ninguna duda, el último conservador querible. Y no último porque ya no queden almas republicanas, sino porque, como si se tratara del que cuida de una llama para que no se apague o de una copa sagrada para que no sea robada, está al final de una cadena donde los odios se lavan y queda la convicción firme de que algo de todo esto tiene que permanecer.
Un día como hoy dos potencias... ¿se saludarán? Es que en San Miguel, en el barrio Sarmiento, en la esquina de avenida Sarmiento y Malvinas, Cristina inaugura la pavimentación de la avenida y es muy probable que mi abuela llegue al acto. Y si además llega a sacarse una foto con Cristina, si esa foto existe, si esas dos estrellas chocan... Vieja: te lo digo desde acá, desde el centro de la usura de una ciudad a la que nunca te animastes a entrar.
Qué ojo.

sábado, julio 03, 2010

Este camino

Tenía en el contestador un mensaje de mi viejo de las 10 y pico de la mañana y que no había esuchado: "Era para decirte que estoy saliendo para allá". Su voz -recién oído el mensaje- suena en un mundo que ya no existe.

Ayer pareció un gran día: la caída de Brasil fue como un prólogo perfecto. Ahora, con paciencia, hay que soportar el anti. Sin embargo, salvo que ocurra algo inesperado como una renuncia o un exabrupto x, no creo que la movida antimaradoniana tenga la fuerza previa al mundial. Para los que tenían dudas de buena fe, creo que lo que se hizo alcanzó (fue mi caso). Paciencia y continuidad maradoniana. Maradona tiene una virtud que maneja como nadie: crea escenarios y climas, y la Copa América del año que viene puede ser un gran escenario en el que reivindicarse y que quizás ayuda a "argentinizar" a Lío Messi. Va a ser tan asqueroso el anti-messismo de estos días. Messi es un hombre liviano: nadie conoce el barrio donde nació, ni al mejor amigo del torneo Evita, ni va a terminar con un tatuaje del Che. Messi es un jugador de fútbol excepcional. Punto. Supongo que dentro de unos días habrá que pensar un poco en una pregunta que quedó abierta: ¿qué pasó con Verón? Cuando la cámara lo mostró hablándole al oído no sé a quién... mmm, esperemos que no se venga un culebrón. No creo. Pero que va a haber un enorme "esfuerzo" en tirar de la lengua a muchos (Verón y Tevez son número puesto) es indudable.

Yo creo que la decisión está tomada, y Diego es un gran narrador: buscará el mejor modo (o sea, el mejor momento) para decir que continúa.

Para los que no pueden dormir, una noche de clásicos.

jueves, julio 01, 2010

Maradona vs. Alemania


por Leonel Álvarez

Dicen que Maradona se la pasa viendo los videos de los rivales. Y a mí me gustaría ser espectador de ese momento. ¿Qué mira? ¿Qué les dice a Mancuso y a Enrique? O mejor: ¿qué hace Maradona, qué cara pone, cómo se le achican los ojos cuando los otros le hablan? El Diego se la creyó un poco y estuvo probando variantes en el último partido. Especuló mas, supuso que a la (teórica en la previa) dinámica y velocidad de los mexicanos, había que oponerle dinámica, ida y vuelta y velocidad en el medio campo. Sacó a Verón y puso a Maxi. Se la creyó. Pesó todo eso de “técnico de mundial”, “al final había que esperarlo”, etc.

Dicen que Bilardo le pasa letra. Dicen también que Mancuso y Enrique le paran el equipo de la mitad para atrás.

Pero Bilardo es un gran estafador, nos hizo creer a todos que su fútbol era científico, estudiado, matemático, sofisticado… y era un vivo bárbaro que no se iba a andar con vueltas: había que cerrarle los caminos al arco al rival y del medio hacia delante había que rodear a Maradona para que “creara”.

Maradona tiene que volver a guiarse por su intuición, tiene que cerrar las puertas de su habitación un rato, acostarse y recordar. Un mandato en una estampita del Gauchito: “de la injusticia a la inmortalidad”. Esa es la nafta de Diego, su cauce creativo, de ahí fluye toda su fuerza y magia. Tiene que sacar el indio de adentro. Y tiene que volver a darle descanso a Messi en las funciones creativas del equipo, quitarle las ataduras del armado y dejarlo que haga lo que se le cante. Que su conducción sea consecuencia de su desempeño y no de una decisión tomada en el vestuario, en la charla técnica.

Tiene que volver Verón. El tipo que le come la cabeza a Messi en la habitación, su referente en la concentración y su contención paternal en la cancha, el descanso para que Messi vuelva a acomodarse para volver arrancar.

Messi en el círculo central, como contra México, no paga. Si lo adelantamos diez metros le tenemos que garantizar que alguien la traiga limpia desde el medio. Ese es Verón. Bolatti y Pastore, son alternativas subalternas.

En las eliminatorias y contra México y (en menor medida) Grecia, Diego jugó al técnico. Que vuelva a la intuición precolombina. Dicen –los que siempre dicen- que al único jugador de campo que todavía no jugó ni un minuto en el mundial Maradona lo llevó porque hace un tiempo había soñado que era campeón del mundo y que se abrazaba con ese jugador.

Nota 1: Teniendo en cuenta el desempeño pobre de África y Europa en el Mundial, y la buena labor de los sudamericanos, ¿no es hora de pensar que las eliminatorias sudamericanas son mas difíciles de lo que parecen?

Nota 2: Qué tanto bien le hubiera hecho a Bielsa tener a Salas y Zamorano. Qué jodida es la historia, Chile tuvo sus mejores delanteros cuando tenía técnicos que lo hacían jugar como equipo chico. Cuando tuvieron uno que se las hizo creer, no tenían los delanteros implacables. No digo que Suazo y Sánchez no sean buenísimos jugadores pero los otros fueron la mejor cosecha chilena de acá a cincuenta años.
Tumor gráfico 63.