Bajo el influjo de este inmejorable post de mi amigo Alejandro, intuyo que hay algo sobre el binomio CTA – CGT que podría ser profundizado.
Al menos echar un vistazo sobre los soportes sociales y simbólicos de cada central. Pero, antes que nada, sobre la distribución del ingreso. Concepto mas amable que la parca "equidad" de los años '90.
Vamos a pensar en dos modos en los que aparece la cuestión distributiva.
Una, es la muletilla de raíz “centro-progresista”, la que dice que no se puede distribuir lo que no se produce, lo que no se tiene. Es decir, y creo que esto lo leí en uno de los blogs de consumo diario: primero se produce, y después, en algún momento muy preciso y puntual, se comenzará a distribuir. Bien, es un argumento racional y didáctico para ponerle coto al asunto. ¿Qué tiene de progresista esto? Por lo menos que no niega la distribución. No es poco. Proyecta un horizonte de justicia social que, como dicen siempre (y trilladamente) del horizonte y la utopía, retrocede frente a nuestros pasos. Países como el nuestro siempre hallarán (dentro o fuera) razones para que ése momento generoso no llegue nunca.
Después está esa otra forma de nombrar la distribución, inscripta en la prédica de la Coalición Cívica sobre todo, que incluye al ítem “Distribución del ingreso” junto al de República, y que, colocado en la vitrina de cristal de sus ideas irrenunciables e indiscutibles, se traduce en un objeto ("Ingreso universal"), es decir, en un debate ya saldado en términos nada inocentes acerca de cómo es que se HACE esa distribución. El qué y el cómo, acá, son lo mismo. Veamos por qué (anticipando que: estamos de acuerdo con el ingreso universal).
Está discutida, sobre todo, y de manera inapelable, la vía de esa distribución, que será el ingreso universal a la niñez, etc. No importa de dónde saldrá la plata, ya que no está en su vitrina ninguna reforma tributaria (o sí: siempre que pueden se dice con cierta imprecisión que quieren bajar las retenciones). Uno podría decir: distribución no es igual a una desfinanciación del estado, no es menos estado, no es menor recaudación. Por lo tanto, una política universal, es un gasto del Estado, un gasto público, aunque su concreción no impacte tanto. Bien. Pero lo que aquí aparece es la distribución como una-sola-cosa-que-hay-que-hacer-y-que-no-de-discute-mas: distribuir es universalizar. Una cosa es la otra, una cosa es sólo la otra. Y ahí, en ese punto en que una palabra se funde a la otra, en el anudamiento del consenso, aparecen mis dudas.
Luego de años de políticas focalizadas (sin foco ni política) impulsadas desde el 2002, que sólo sufrieron una metamorfosis discursiva (pasaron de sus justificaciones tecnocráticas al lenguaje cumpa) y que fracasaron con sus resultados relativos, marginales, "largoplacistas", ya está el ingreso universal en la placenta del sentido común. Hasta López Murphy lo cita. Y nadie que hoy haga política se le escapará esa cita que... mata dos pájaros de un tiro: quien lo haga contará con un aval social impresionante, y quien lo haga sentirá el placer y la zozobra de hacer el bien sin sentir que para ello afecte los bolsillos de nadie.
Al menos echar un vistazo sobre los soportes sociales y simbólicos de cada central. Pero, antes que nada, sobre la distribución del ingreso. Concepto mas amable que la parca "equidad" de los años '90.
Vamos a pensar en dos modos en los que aparece la cuestión distributiva.
Una, es la muletilla de raíz “centro-progresista”, la que dice que no se puede distribuir lo que no se produce, lo que no se tiene. Es decir, y creo que esto lo leí en uno de los blogs de consumo diario: primero se produce, y después, en algún momento muy preciso y puntual, se comenzará a distribuir. Bien, es un argumento racional y didáctico para ponerle coto al asunto. ¿Qué tiene de progresista esto? Por lo menos que no niega la distribución. No es poco. Proyecta un horizonte de justicia social que, como dicen siempre (y trilladamente) del horizonte y la utopía, retrocede frente a nuestros pasos. Países como el nuestro siempre hallarán (dentro o fuera) razones para que ése momento generoso no llegue nunca.
Después está esa otra forma de nombrar la distribución, inscripta en la prédica de la Coalición Cívica sobre todo, que incluye al ítem “Distribución del ingreso” junto al de República, y que, colocado en la vitrina de cristal de sus ideas irrenunciables e indiscutibles, se traduce en un objeto ("Ingreso universal"), es decir, en un debate ya saldado en términos nada inocentes acerca de cómo es que se HACE esa distribución. El qué y el cómo, acá, son lo mismo. Veamos por qué (anticipando que: estamos de acuerdo con el ingreso universal).
Está discutida, sobre todo, y de manera inapelable, la vía de esa distribución, que será el ingreso universal a la niñez, etc. No importa de dónde saldrá la plata, ya que no está en su vitrina ninguna reforma tributaria (o sí: siempre que pueden se dice con cierta imprecisión que quieren bajar las retenciones). Uno podría decir: distribución no es igual a una desfinanciación del estado, no es menos estado, no es menor recaudación. Por lo tanto, una política universal, es un gasto del Estado, un gasto público, aunque su concreción no impacte tanto. Bien. Pero lo que aquí aparece es la distribución como una-sola-cosa-que-hay-que-hacer-y-que-no-de-discute-mas: distribuir es universalizar. Una cosa es la otra, una cosa es sólo la otra. Y ahí, en ese punto en que una palabra se funde a la otra, en el anudamiento del consenso, aparecen mis dudas.
Luego de años de políticas focalizadas (sin foco ni política) impulsadas desde el 2002, que sólo sufrieron una metamorfosis discursiva (pasaron de sus justificaciones tecnocráticas al lenguaje cumpa) y que fracasaron con sus resultados relativos, marginales, "largoplacistas", ya está el ingreso universal en la placenta del sentido común. Hasta López Murphy lo cita. Y nadie que hoy haga política se le escapará esa cita que... mata dos pájaros de un tiro: quien lo haga contará con un aval social impresionante, y quien lo haga sentirá el placer y la zozobra de hacer el bien sin sentir que para ello afecte los bolsillos de nadie.
Este también es un discurso progresista. Y lo es aún mas porque no sólo introduce la distribución sino que dota un instrumento para esa distribución, que ya ha alcanzado un umbral de consenso absoluto. Eso es también progresista: el consenso. Pero en este caso, en el cenit del discurso de la Coalición, se aprecia cierta incertidumbre frente al “mecanismo natural de distribución capitalista”, o sea, frente a las negociaciones salariales donde pulsea el capital y el trabajo. Todo se reduce a un discurso anti-sindical, cuya raíz progresista implantaron en el '83, cuando se habló del pacto sindical-militar.
Lavagna, mentor del centro-progresismo (y un gran hombre de esta país, quizás no un gran político), es un hombre del peronismo habituado a encontrarle a la demanda salarial esta respuesta sencilla y brutal de que “todavía falta, muchachos, hay que producir mas”, que citamos al principio. Hay en el fondo de ese discurso, una enérgica tradición oral: “¡vayan a laburar!”. Pero este discurso supone una escena natural: distribuir es una pulseada real entre los que producen. El nuevo consenso universalista de distribución abstrae la distribución, coloca su instrumento por encima de las relaciones sociales y productivas. Podríamos decir, ya que no desdeñamos esto, sí que estamos hablando de dos cosas distintas. Ya que cualquier "acreedor" de un ingreso también es capaz de organizarse y de sindicalizarse.
En virtud de esto, poner a la distribución como sinónimo del ingreso universal es, en el fondo también, un gatopardismo relativo, ya que bajo el ingreso universal hay una operación de lenguaje político: esta automática relación y adhesión entre un concepto y el otro, borronea el rol de otras intermediaciones sociales efectivas, necesarias, y ni siquiera contradictorias con ésta, que también ponen en juego la distribución. Hablo, primordialmente, de los sindicatos.
Y allí, en este punto, es que pienso en qué significa una central y qué significa la otra.
El movimiento kirchnerista ha mejorado al país en muchas cosas. Una de ellas es en el empleo. Sobre esto no hay dudas, mas allá de que se mida el impacto de la crisis. Y es en esa perspectiva en donde una de las centrales, la primera y objetivamente mas importante, la CGT, aparece ligada en la flexibilidad de sus demandas, a una central que pondera el resultado según la cantidad de empleo. A la CGT le interesa tener la mayor cantidad de afiliados, y, en segundo término, las mejores condiciones para esos trabajadores. La CTA sería, tomando esto, una central mas ligada a la lucha por la calidad del empleo. Cada reunión del Consejo del Salario sirve como ejemplo que confirma esto. La CGT, corporativamente, es capaz de integrar un proyecto cuyo beneficio de clase es el de ampliar la masa de asalariados. ¿No hay condiciones de alianza de clases que atiendan exclusivamente la calidad del empleo? ¿Este sería el nudo de la CTA?
Las dos centrales tienen culturas políticas diferentes. La CGT sigue siendo hija, a pesar de todo, de un hecho maldito que nutre su poder: el lugar que pensó Perón para la clase obrera, la columna vertebral. Dicho mal y pronto: sólo a condición de mutilar el clasismo de su conciencia es que se construyó un movimiento obrero tan poderoso, y del que aún sobreviven intensas esquirlas. Mi tesis es que ésa es la clave: el peronismo dotó a su programa reformista de un fervor y una energía verdaderamente revolucionaria, desde una visión indisolublemente nacional. Eso lo volvió difícil de sofocar. Y esta CGT, a pesar de todo, es heredera de esa historia. La CTA, en cambio, tiene un sesgo clasista y principista, heredero de la tradición de la CGTA. Es decir: democracia, bases, constituyentes… Y está integrada en su mayoría por estatales. La otra central, que hace pie en lo que hay de las ramas productivas, transpira la camiseta y tiene una visión nacional muy precisa en cuanto a cuáles son las fuerzas reales con las que construir un proyecto posible.
Quienes acusan o desprecian a la dirigencia gremial cegetísta, no queda claro qué tipo de sindicalismo proponen, mas allá de los atributos morales y de las transparencias legítimas que se reclaman (bandera que no se puede ceder siempre como reivindicación gestual frente al "orden blanco"). No solamente uno se podría preguntar cuáles son las condiciones de un gobierno para gozar con la plena confianza política de la CTA, sino también, y sobre todo, cómo tendría que ser la CTA para poder precipitar un gobierno propio o aliado en la emergencia de la democracia burguesa.
La relectura del debate Tosco – Rucci puede ser un ejercicio agridulce: ¿quién tenía razón si lo miramos a los ojos a ese debate? ¿Rucci? ¿Tosco? ¿Sofovich? La CTA es un deriva sin destino, que no dejará de existir, que –al menos de mi parte- no debería dejar de existir, pero es una referencia política con sutiles afinidades continentales y una tremenda negación a discutir una coyuntura concreta fuera de los términos en los que se obliga a pensar la política desde el 2001 para acá. La vaga pulsión extorsiva de Lilita es la zancadilla que pone la moral a uno mismo. Como dice Fogwill: la moral es lo que uno se hace a sí mismo. Hasta que la CTA no desande su obrerismo no podrá cambiar su suerte. Reúnen una constituyente para discutir el hambre sin discutir coyuntura política concreta, electoral. ¿Cómo se hace?
La imagen forzada que me representa un obrero calificado, un cartonero, una maestra, el celador de una escuela técnica, el ferretero, y las miles de flores silvestres de los jardines de Quilmes, cobrando puntualmente su subsidio universal por hijo, es la de un universo amplio que asciende un escalón mas y que mejora las condiciones en las que otras luchas distributivas se seguirán desarrollando a lo largo y ancho de un país asediado como éste. Un ingreso universal es un mejor punto de partida, una forma en la que el Estado se ofrece como ejemplo de sacrificio, y no es un punto de llegada. El ingreso universal como continuidad de la lucha distributiva, un boxes estatal magnífico en la carrera a la que el capitalismo nos prepara: la de luchar por ganar mas.
¿Y qué ofrece cada uno (qué se ofrece cada uno a sí mismo) para ganar mas en esta noche, en este mundo? Por eso decimos: dime dónde está el conflicto y te diré quién eres.
12 comentarios:
Lo mejor que he leído sobre sindicalismo, lejos. Afiladisimo, compañero.
Brillante, Rodríguez. Muy bueno para pensar una zona de las política crucial y demasiado olvidada en el debate diario, cubierto por los felipes, los franciscos, las margaritas del jardín del dengue. El tema es: es posible seguir pensando una sociedad integrada, justa, viva, con los esquemas de la puja distributiva del mercado laboral? no llevamos ya demasiados años de achicamiento de ese mercado "en blanco" y de surgimiento de formas de trabajo por fuera de cualquier regulación contractual o estatal? el seguro universal ofrece la promesa de un "piso" mínimo de supervivencia, y está muy bien, pero presentarlo como solución de la desintegración social es un engaño: nada dice sobre la miseria del mundo, sobre cómo esa miseria se reproduce continuamente.
Rodriguez, un post de la puta madre!!!!!!!!!!!
La ruptura de los supuestos lugares comunes del pensamiento progre y nac&pop es quizás, una de las tareas del momento, no?
Ya mismo lo estoy militando
Felicitaciones
Brillante, Martín, sin dudas.
Hay que decirlo: Rucci. Tenía razón Rucci.
Saludos.
Tosco.
Pero excelente el post
Tosco
Excelente post.
Discutir Rucci o Tosco, CGT o CTA solo sirve para que nos devoren los de afuera. Como lo sugieren tanto este post, como el de Alejandro, para mi la respuesta es: Rucci Y Tosco, CGT Y CTA. Con lo que cada visión tiene para ofrecerle al movimiento obrero.
Ya te zarpaste.
Esto es demasiado.
Rucci y Tosco son dos proyectos enfrentados de sindicalismo.
Lamentablemete se impuso la concepción de Rucci y así estamos
El`pasar del 53% de participación del salario al 23% sin resistencia o muy poca demuestra a donde fue la política de la CGT.
Su eficacia radica en eludir aparentemente el conflicto y acercarse al poder y jugar con el temor de lo que significa estar aislado o enfrentado al poder por parte del trabajador. Es una abosluta falacia.
Eso no significa que el CTA no tenga sus serias deficiencias.
Pero eso de que cuestionar a la burocracia sindical es gorilismo es absurdo. Ellos son los gorilas
Nada q ver cumpa pero nomas para avisar q el blog de la ues es uescapital.blogspot.com... el de uesbuenosaires ya no se actualiza
impecable! Tosco o Rucci? Que se yo, si pudiera responder por uno sin sentir q me estoy contradiciendo sería fácil para mí. Vale la pena pensarlo si es que las penas valen.
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