jueves, junio 28, 2012

A modo de devaneo

por Mario Santucho

1. Un rápido balance puramente impresionista habla de 30 mil personas en la plaza, quizás más de la mitad Camioneros, varios de la UATRE, y puchitos de otros gremios, más el aporte tímido e incluso periférico de grupos de izquierda como Barrios de Pie y la CCC.

2. El clima en la plaza sigue siendo más festivo que de enojo (aunque a diferencia de Huracán, ya se escuchan cantitos directamente contra Cristina). En ese sentido, el tono del discurso de Moyano no se condice con el humor de sus movilizados. ¿Se trata de una capacidad de anticipación de Moyano, en vistas de un deterioro de la situación económica, que le permitirá abrir un canal de conflicto social para ir mas allá del esquema de gobernabilidad propuesto por el kirchnerismo?

3. Uno de los temores previos de mucha gente no se cumplió: la plaza fue claramente una plaza obrera, sin muchos rastros del derechismo garca. Incluso más bien se parecía a las movilizaciones del MTA en los noventa, por el componente más bien obrero mezclado con desocupados o informales, y poca clase media. Esto, sin embargo, no se expresó para nada en el palco donde primaron los carcamanes del sindicalismo (y se la vio también a Claudia Rucci).

4. Lo más flojo, creo, no fue la movilización (que pone en evidencia una fuerza social capaz de movilizarse, de reunirse y deliberar) sino la poca fuerza del paro, que directamente no existió. En eso creo que Moyano retrocedió sensiblemente, ya que quizás haya demostrado que hoy por hoy no está en condiciones de "parar el país".

5. En términos discursivos y políticos es donde más errático se lo ve. La consiga principal de ayer fue "el salario no es ganancia" pero la frase que colgaba del atril donde dio su discurso y que circuló profusamente durante estos días fue "no al impuesto a las ganancias". Son dos enunciados muy distintos: el segundo es directamente lamentable y reaccionario; el primero resulta sensato aunque completamente insuficiente. En esto último es donde está el problema clave, que lo puede terminar aislando por completo a Moyano: la disputa popular hoy está puesta mucho más en el tema del consumo que en el tema del salario. En el marco de un capitalismo centralmente rentístico, el salario no alcanza para dar cuenta del aumento o el sostenimiento de las capacidades populares de consumo (subsidios, asignaciones, etc). Hacia ello apunta el segundo reclamo de la movilización (la discriminación hacia los trabajadores formales que supone no darles las asignaciones familiares), pero entonces el reclamos termina siendo algo más bien corporativo.

6. Mas allá de estas minucias, sorprende el revival hacia un peronismo más ortodoxo por parte de Moyano, sobre todo porque no parece tratarse de algo puramente coyuntural (ganarse el apoyo del peronismo antik) sino de una convicción más profunda. La idea parece ser volver a un movimiento nacional donde la fuerza no esté dada territorialmente (experiencia fallida de Moyano en el PJ de la Provincia) sino a uno donde el sujeto obrero pueda poseer peso político propio, como fue hasta los setenta (importancia de la CGT). Pero eso supone no tomar en cuenta para nada los cambios en la composición social del trabajo durante los últimos treinta años.

martes, junio 26, 2012

Perón


Los amantes de la gauchi-política se electrocutarían de placer al oír -de la propia voz de Perón- que vivió en el desierto, que conoció (la metafísica de) la pampa en una lejana estancia en la provincia de Chubut, que fue hijo de una mujer criada por indios y de un juez de paz de quienes adquirió la sabiduría de la naturaleza y una idea de justicia brotada de la bondad de los animales. Ocho radiografías así, bien descriptas sobre Perón y en boca de Perón, pueden mirarse contra la luz. ¿Dónde?

Tal como lo contó preciosamente Diego Sánchez hace algunas semanas se estrenó en el canal Encuentro el programa La Argentina según Perón, basado en el archivo abandonado de una larga entrevista que le hizo al General el periodista Tomás Eloy Martínez en Madrid, precisamente en la Quinta 17 de Octubre del barrio Puerta de Hierro, en el lejano febrero de 1970. Ahí, la voz de Perón dialoga con las inquietudes de quien luego haría de eso la base de su obra periodística. ¿Y qué se escucha en Madrid, en ese 1970? La Argentina según Perón se divide en ocho capítulos de media hora con sugestivos títulos: “Infancia”, “Instrumento del destino”, “La construcción de Evita”, “La economía”, “El arte del conductor”, “Todos somos animales”, “Los anticuerpos” y “La militancia”. Todos abren y cierran bloques “conceptuales” para construir el organismo invertebrado que pueda redondear más o menos una idea de los significados generales del movimiento.

Una primera observación da cuenta de que al programa le faltan más voces de Perón (hay pocos audios) y le sobran algunas voces de especialistas, sobre todo le sobran versiones del peronismo de izquierda, es decir, del sector que hace años se siente en las mejores condiciones para dar las versiones de los hechos.

Perón es el Perón de 1970, y percibe clima de revolución pero se mantiene bastante a raya en su astucia siempre más atenta al hombre que está solo y espera, al argentino laburante promedio, al deseante de progreso y confort, que a las aventuras revolucionarias.

Si uno hace un censo más o menos rápido distingue entre peronistas y no peronistas un reconocimiento: el hecho de que Perón era un gran político, el más maquiavélico de todos, un conductor de las fuerzas bajas donde se conjugan las ambiciones y la codicia, adentro de un movimiento que produjo la altura que produjo. Esa imagen de un Perón sobre todo hábil es por lo menos contradictoria con la nebulosa de algo más ideológico o puro. Es “el mejor político” en los términos más clásicos y burgueses y, a la vez, el creador de las mayores tensiones sociales del siglo 20 con su sentido de justicia. Puede sonar paradójico: las virtudes de un político que conoce como nadie el “juego sucio” y que simultáneamente, en su uso, “desencadena” fuerzas oceánicas. Pero habla de ellas, de sí mismo, de sus “artes”, con la distancia y el ojo de un científico que coloca contra una lamparita encendida el negativo de la condición humana argentina. La calidad de un cuerpo que modera la calidad del sueño. Perón es desencanto y es la economía concreta de lo que significa una vida mejor. Perón fascina a los iniciados en la escuela del sol y de la rosca. Perón es un oráculo para los que creen que la Argentina ya se pensó y que ese pensamiento y ese sueño quedó ahí, intacto, sólo enredado en el nido de víboras de su lengua. Así, entonces, todo interesado por lo público seguramente lo admirará siempre y será fan oculto del mejor encantador de serpientes. Sabiduría popular y formación prusiana hacen a su naturaleza. Perón describe la importación del fascismo italiano que intentó (“un socialismo nacional”) y al que sintoniza con esa época desde la que habla -sin decirlo- por la adaptación conflictiva que aún un orden fascista implicaba para este país. Por la justicia social que también entrañaba ese fascismo como ideal en una Argentina no desarrollada.

Habla de los mitos con las manos sucias de quien los creó y los recrea. Dice de Evita: “Eva Perón es un producto mío. Es sensible como toda mujer”. El peronismo de género se cae de culo. Dice de Vandor: “Le dije que se cuide.” Perón asume esos nombres. Se reapropia de una Evita tan dejada a disposición de las izquierdas entristas, quizás. Y recoge del piso el cuerpo ensangrentado de Vandor para decir: yo te avisé que el movimiento recibe anticuerpos para fortalecerse en su eliminación. Te dije que te cuides.

Perón es un corazón al desnudo que enseña con el grabador prendido la sociología organicista de su eterno juego pendular. No tiene el secreto de la Coca Cola, tiene el secreto de los chorizos y las salchichas y los patys. Es Perón, es 1970 y mientras una generación de jóvenes sube al monte a hacer la colimba montonera o guevarista dice que en un pueblo siempre hay idealistas y materialistas, pero en estas proporciones: 10% idealistas y 90% materialistas. Perón reconoce eso aún cuando palmea a los “maravillosos”. Los describe según su visión zoológica: son perros. 10% de perros buenos y fieles a sus instintos. Y un 90% restante de gatos sobrevivientes. La Argentina según Perón es una buen modo de entender otra verdad más: el General priorizó siempre su percepción de la “larga duración” por sobre las urgencias de una época y de una generación.

viernes, junio 22, 2012

Lugo

El zapato de Moyano

por Gustavo Varela

No es un conflicto gremial. Es más amplio: es qué hacer con el sindicalismo. La lógica sindical es de clausura; lógica de pastor, reunir, agrupar, apiñar sin diferencias. Identidad compacta de la clase obrera porque sino lo compacto del poder empresario la hostiga con voluntad de esclavizarla.

Puja de intereses también hacia el interior de los gremios, pero solapada, astuta, sin afuera casi. Acuerdos, traiciones, agachadas, todo bajo el mismo nombre y la misma voluntad: administrar en nombre de la masa laboral, una caja que reparte almuerzos, hoteles, cargos, sin más necesidad que la pertenencia y la agilidad felina para las relaciones de poder.

El peronismo inventó el poder sindical. La alianza entre uno y otro es ontológica. Por ello las contradicciones son exageradas; hay irritación, silencios valiosos, tensión de fuerzas a las que no se les ve el fondo. No mafia: este concepto es vacío y repleto de un juicio moral que impide entender. Lo que no se ve es lo que explicita la oscuridad en la lucha. Aquí no hay sorpresas: la tensión entre el peronismo y el sindicalismo tiene capas geológicas de difícil acceso. La tosca que la oculta no es una cuestión de principios democráticos ni un decálogo de buenas intenciones. Es una lógica de las relaciones de dominio y allí no hay ideas sino ocupación de territorio.

La tensión entre lo público y lo privado es ideológica (YPF, jubilaciones, asignación universal, etc.); la tensión entre el gobierno peronista y el sindicalismo es material: un problema de diagrama bélico. O sea, cartografía de fuerzas. Siempre, no ahora que se hacen visibles. La mezcla entre ellas, el responder al sindicalismo peronista con principios ideológicos o el acusar al gobierno de tiranía por parte del secretario de la CGT es alpiste para pajarracos mediáticos. Uno y otro lo saben.

Las radios dicen que en las encuestas la imagen de Moyano es más favorable.

Después nombran a Scioli, como siempre, al que le cargan la mochila con intenciones de todo tipo. Una suerte de Barbie a la que le cambian el vestido según la ocasión. Scioli es muchos, una enamorada del muro, político sin tronco. Todos los titiriteros lo quieren tener en su teatro. Con Moyano es distinto. Lo quieren usar un rato para sacarse el frío que tienen. Como una media. Pero a Moyano le importa el poder, no la representación. Es zapato, no media; pisa, no abriga. Lo saben; por eso lo dibujaron con sangre en las manos aunque ahora lo entrevisten.

Moyano no es la Pando, ni la mesa de enlace, ni un cacerolero imbécil. Es un camionero en un país sin trenes. Su poder es territorial y está situado en la raíz del capitalismo: prioridad del movimiento, economía que exige traslado permanente. Muy probablemente la nafta de sus camiones las provea, en los próximos días, el concierto de golpistas que no encuentran una cara que ofrecer. La cara de Moyano es demasiado segundo cordón todo junto. Sin embargo, la van a ofrecer un rato. La pregunta es si Moyano se va a creer la Cenicienta, rubia y con zapatos de cristal.

Los gorilas son ecuménicos transitorios: se saludan unos a otros en la misma plaza sólo por un rato aunque casi no soporten mutuamente sus olores. Lo toleran, claro, como toleran que la sirvienta coma con la señora sólo el domingo de Pascuas. Después vuelve todo a ser lo mismo: aquella a la cocina y la señora al living. Los ejemplos abundan.

El zapato de Moyano hoy tiene dientes. El gobierno está obligado a saber responder a tiempo. No alcanza con el cotorreo mediático; requiere estrategias, avances solapados, más inteligencia fáctica que palabras. Las palabras que las perpetúen Sarlo y Barone en su romance. No es un problema entre buenos y malos. No están en juego los principios ni se trata de una puja moral. Uno y otro se requieren del mismo modo. Es político el asunto, no es para asustarse. Un gobierno peronista tiene que saber qué hacer con el poder sindical. Sino es radical, conservador, desarrollista; cualquier cosa, pero no peronista.

Si Moyano se cree la Cenicienta, ahí sí el problema ya no es sindical sino ideológico y, por lo tanto definitivo. Porque habrán fracasado los dos, Moyano y el gobierno. La cancha quedará abierta para que juegue cualquier salame. Y eso, sin dudas, es peligroso.
Doble vínculo.

jueves, junio 21, 2012

Viejos papeles que pueden ser releídos en la vigilia. Días así somos todos testigos, días así las redes parecen el cementerio de los imprescindibles. Es una situación incómoda. Se mueve el hilo que siempre conecta crisis política con crisis económica. Siempre está ese hilo. Puede no haber crisis política pero el hilo está. El 54% tiene que seguir diciendo las condiciones políticas para enfrentar una crisis. Que son las condiciones de representación. Llegó la ola del tsunami ocurrido en el corazón financiero del mundo. Esa sensación (“esta crisis” no la generamos nosotros) acompañada con la autosuficiencia de haber vivido “la caída” diez años antes y de haber salido del infierno no pueden ocultar algunas prevenciones políticas. ¿Por qué darle crisis política a lo que puede ser sólo una crisis económica? ¿Por qué endurecer el escenario con crisis de representación? En ese triángulo es que Cristina, Scioli y Moyano deberían ser pensados. Y, si se puede, respetados. En primer lugar porque un momento así necesita más representaciones y mediaciones sociales, no menos. Hay que cruzar el río. En la cosa más progresista que escribí en mi vida (para la revista Crisis) puse esta inocencia: "Los jóvenes de entre 18 y 30 años que van a un acto de la CGT no cantan la marcha peronista. Los jóvenes que acaban de ingresar a una fábrica y conocen por primera vez la formalidad laboral y la sindicalización no la saben, aunque se la escuchen cantar a sus delegados. Ese hit que encendía o restauraba, que hacía la revolución o la sofocaba, lo cantan los “cuadros”, los jovatos, los militantes del Evita, pero los nuevos asalariados capaz cantan: “soy camionero / es un sentimiento / no puedo parar”. Son, a lo sumo, hinchas de su gremio y en eso simplifican sus emociones colectivas. Bajo una mirada rápida, la impresión es que hay "algo" ahí, en el caldo de los beneficiarios que ya pertenecen a la clase obrera pero que son nuevos en la cultura organizativa de esa clase. No saben la marcha, no tienen por qué saberla, y además la fuerza de la marcha no está más en la marcha. La vieja marcha peronista suena en la ESMA, en museos, en el arribo de muchos jóvenes a la política bajo el manto de la palabra “militancia”. Pero la nueva marcha de los asalariados argentinos se inventa en la usina de cada gremio y asciende con su canto al cielo de concreto de las reivindicaciones reales. No es el canto del suspiro universal de la clase, sino de lo particular que se le arranca al capitalismo (para ser parte de él). Las victorias populares ahora no tienen mártires sino paritarias, y en “la paritaria que sigue”, en ese cálculo al boleo entre lo que no se sabe del INDEC, lo que se sabe que se paga en el “chino” el kilo de cuadril y el límite siempre negociado entre el sindicalismo y el gobierno, está el número redondo de la victoria."

Todos los que representa Moyano, los que no, los que podrían parar, los que no van a parar, los que votaron a Scioli, votaron a Cristina.

¿Qué pasa, General, adentro de la casa del 54%?

viernes, junio 15, 2012

Se nos pasó

Ezequiel Meler en Clarín.

Resumen: una fractura (o una conducción a la derecha de Moyano) aumenta el conflicto sindical. "Basta con ver la curva de convenios colectivos homologados por el Ministerio de Trabajo desde 2005, y contrastarla con aquella que sigue los conflictos laborales, para percibir que, en el período kirchnerista, ambas se comportan de manera inversa."


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martes, junio 12, 2012

Artemio: Por ejemplo, por cada millón de pesos ( U$S 350.000) invertidos en la construcción en el año 2004 se podían crear aproximadamente sesenta nuevos puestos de trabajo que no requieren una elevada calificación. Este dato no es menor teniendo en cuenta la perspectiva de crecimiento económico y nivel de empleo ralentados para el año 2012 en nuestro país , debido a la crisis del neoliberalismo planetario, desde ya.

Alejandro: 1) Es una política osada desde lo fiscal y conservadora desde la política de vivienda: el subsidio de la cuenta de intereses del crédito hipotecario es un clásico a través del cual se han construido cientos de miles de viviendas en la Argentina y en otros países. // 2) En las grandes áreas metropolitanas los terrenos fiscales disponibles están en su mayoría mal ubicados en términos de accesibilidad y habitabilidad. Quizás todavía se esté a tiempo de jugar fuerte en el mercado de suelo y adquirir algunas tierras que por su relación calidad/precio puedan ser sumadas al programa.
Red solidaria

1. Cristina es hegeliana, me dice Alejandro Sehtman en un Havanna de Córdoba al 900 el día que Cristina dijo que pasaba a pesos sus dólares mientras la amenaza de la segunda nevada del siglo 21 sobre esta ciudad se disipaba. Un kirchnerismo que te ocupa todo, música y redes, televisión. La vuelta de la política de la totalización. No habría, en principio, otro proyecto político capaz de atrapar tantas esferas de la vida, sobre todo para vidas urbanas a banda ancha. En cualquier país “normal” el microclima gobierna al clima. 2. Las cacerolas de estos días, más allá del dólar, parecen el Frankestein de haber dejado la “batalla cultural” funcionando a pleno en tiempos de paz. Profecía autocumplida. Quizás en 2010, en las fiestas del Bicentenario, había que enterrar al 2008. 3. Cada día me siento más cerca de Juan Carr en el estilo: sé explicar perfectamente por qué son buenos estos años abstrayéndome de muchas cosas. Juan Carr persigue su sueño de hambre cero. Y cada tanto sorprende a sus entrevistadores con datos y estadísticas sobre el mapa del hambre. La euforia que transmite Juan Carr y su ejército de salvación (que por ejemplo todos los miércoles recorre la ciudad con termos de sopa) corre en paralelo y a la sombra de la mentalidad política media. Para algo sirve todo esto, aunque el deterioro de la estadísticas te deje un poco afuera de revelar una posible verdad social4. La pelea con Scioli o Moyano -de distinta naturaleza- tiene un efecto extra: daña el sistema de representación. Scioli o Moyano son menos que el kirchnerismo, pero en la Argentina faltan políticos. Faltan representantes. No alcanza para el orden social deseado con que la presidenta sola represente. Los representados de este triángulo (Cristina, Scioli, Moyano) se superponen y no hay figuras de recambio mejores para ninguno de los rubros. No son proporcionales, y en tal caso por momentos se relacionan como muñecas rusas. Hay que seguir con esta consigna: faltan políticos. No se puede dejar sola a la presidenta en el ejercicio de representar. Como si la política para reconstruirse de todas las fuerzas destituyentes y antipolíticas hubiera también absorbido esa fuerza y ahora la empleara contra sí misma. Como si la política ahora también fuera antipolítica. No porque sus “batallas” no valgan la pena sino porque puede por momentos actuar como actúa una verdadera fuerza antipolítica: indiscriminadamente. 5. Hay una ley no escrita de los operadores políticos: hacen cosas que sus jefes no saben, cosas que hasta enojarían a sus jefes, pero que son para absoluta conveniencia de sus jefes. Uno de los estilos del kirchnerismo -no el único, por suerte- muchas veces tiene algo de “rompo todos los puentes y lazos que la jefa rompa”. Estilo como mandato. Forma como mensaje. Si Cristina reta en público -con razón- a un funcionario, podría cada pequeño Napoleón de la administración creerse con derecho a humillar. Son de los mandatos también no escritos que articulan un temperamento y una cultura política y nada dice que debería ser así a todas las escalas. Todo político en público educa con sus gestos, y Cristina lo sabe, lo hace, con estilo fuerte. Elisa Carró abusaba de un criterio para medir la calidad humana de un político: el modo en que trata al mozo que le sirve el café. 6. El PRO y las cacerolas de Santa Fe y Callao con toda su previsible molestia tampoco son sólo un stand up cheto, como el de Cualca. Son también, y en tal caso, síntomas de que la sábana de la representación no cubre todo. Sí, admitamos la condición humana: la gente y su bolsillo. Pero el tonito o el tostado de los caceroleros parece contentar en una suerte de “estamos en el camino correcto si estos putean”, una especie de deseo del mal, de pequeño cuanto peor mejor. Cuidado con eso. No se desea la muerte aunque sea Mariano Grondona el que agoniza. No se desea que tales nietos sean apropiados. No se desea la lucha cacerolera de clases. Hay algo tanático en estos deseos que vuelve. No éramos tantos en el 2008. Ni siquiera estaba Diego Gvirtz “de este lado”. Ojo con los deseos de que se repita lo que “nos perdimos una vez”. “No se la querían perder”, dijo una vez Marcos Novaro en un reportaje sobre intelectuales k. Era el 2010 y Novaro apuntaba a la debilidad del corazón de intelectuales que se hacían peronistas a los pedos. ¿Te perdiste Ezeiza? ¿Te perdiste el “luche y vuelve”? ¿Te perdiste la 125? Acá tenés tu primavera.

sábado, junio 09, 2012

"El KAKI es una nueva fruta para el consumidor Argentino. Traído desde el legendario Japón donde manos delicadas y laboriosas lo cultivan desde hace siglos, mejorando su calidad mediante injertos e hibridaciones, ahora se produce en las mejores tierras Argentinas. Simplemente, con un cuchillo, pele la fina piel del KAKI y deléitese con el dulce sabor oriental de la fruta."

El KAKI no es astringente. El KAKI no es empalagoso. El KAKI es una fruta diferente. El KAKI debe comerse duro. Variedad: FUYU

MALACALZA HNOS. (03329) 498113 - Río Tala - Bs. As.

martes, junio 05, 2012

Oído absoluto.

Había una imagen de los westerns: los que apoyaban la oreja en la tierra para oír si venía el malón. Los sueños de la política engendran monstruos. Pero yo sueño con políticos de oído absoluto. Prácticamente diría que mi fe en el peronismo aún se basa en una producción así. Políticos de oído absoluto atentos al oboe de la lucha de clases, a la risa de vestuario del solteros contra casados, a la jauría tuitera, al compás de las internas sindicales, al sojero, al temblor de las cacerolas, en fin, a todas las olas del mar argentino, y que a la vez no dejan de oír detrás el silbido del viento mundial a la pesca de un nuevo oportunismo. La vida, el mundo, la historia es un golpe de azar. Ni siquiera está clara la teoría del big bang. Pero un día empezó, y bien, acá estamos, mejor que los que frotaban piedras para hacer fuego, pero con muchos nativos entre nosotros que aún no se benefician con la distribución de la garrafa social. Leímos con sorpresa y leve agrado algunas declaraciones del intendente de Tigre, Sergio Massa, el hombre prudente que asoma en esa generación intermedia de poskirchneristas. Reclama en una charla Massa (junto al joven chileno Marco Ominami): “el equilibrio que la sociedad necesita para desarrollarse armoniosamente…”. Pero el equilibrio no lleva a la armonía según la lógica de estos años: porque hay que mover la copa (decía ÉL) para que la copa derrame. “Sinuosidades”, como dice mi amigo Lucas Carrasco. Tengo ganas de leer a Diego Luis Molinari, un historiador radical y peronista recomendado por Javier Trímboli a través del sugestivo título: La “representación de los hacendados” de Mariano Moreno. Su ninguna influencia en la vida económica del país y en los sucesos de mayo de 1810. Toda su literatura y toda su obra se consagran en ese “ninguna”. ¿Un libro para comprobar ninguna influencia? Comparto también con Lucas el afecto por ese historiador menor, autodidacta, llamado Salvador Ferla. Ferla no se andaba con chiquitas, eh, escribía libros como “Mártires y verdugos” (sobre los fusilamientos del ’56) o “Cristianismo y Marxismo” (sobre las religiones del siglo 20), estaba a la altura mesiánica de su tiempo. Era un hombre y su época: ponía la spika en su oreja, su cuerpo en la calle, pensaba en voz alta y escribía. Ferla tiene una hermosa frase: “Es mucho más fácil revolucionar a los demás que revolucionarse a sí mismo”. Esa es la conclusión de un hombre que vivió un siglo de revoluciones. Lo importante es lo de adentro. Necesitamos políticos de oído absoluto que escuchen de nuevo el runrún de la intimidad. ¿Hicimos una sociedad mejor o distinta? ¿Es mejor esta sociedad que la de hace quince o veinte años? Preguntas para un jefe de gabinete. ¿Cuánto cambió el fondo de eterno escepticismo en el hombre que está solo y espera, en ese argentino siempre promedio? Sigue la política con sus vaticanos, sus ritos, sus ceremonias de sobrevivencia, y ahí tenemos a los “nuevos montoneros” que cantan en las marchas de la expansión de los derechos civiles: “sí somos putos/ sí somos faloperos”. Bien por eso, porque es así, tanto de tradición como de futuro. O también está el partido radical, socialista… Los partidos de siempre y siempre antiguos. En cada comité o básica parece que la Historia deja a la mañana sus ofrendas, flores de olor horrible que los chicos, los cirujas, los que van a la escuela, los que vuelven, las barren, las patean, las hojas del otoño de la calle de la vieja política. Un partido al final es un club de coleccionistas. Están los que saben de petróleo, los que saben de defensa, de medio ambiente, esquirlas del viejo estado a cielo abierto, y así. Pero el mundo es un misterio que fuga y necesita oídos absolutos, gente que escucha las mutaciones silenciosas. Sintonía fina versus Vamos por todo es la opción de esta época. De esta estación. De este instante hermoso y olvidable que vivimos y sobre el que caerán laureles. “Laureles” sobre los que dormiremos para no oír las posibles futuras furias de los estafados de siempre, el cacerolazo que espera a la salida de toda época, la zanja a la que ya nos tira la sintaxis real del dólar blue, o cuando algunos que no creyeron te digan “¿y, boludo, no cambiaste el auto, no te fuiste a un country?”. Porque están los que se quedan explicando ahí, en su calle, qué fueron estos años, qué fue de sus vidas en estos años, cómo da esa cuenta. Creer, en principio, es gratis.