jueves, febrero 28, 2013

Y dijo Alejandro Sehtman:

"Si Benedicto logra que no den los bombones de Yiya Murano al desayuno durante un par de meses, tenemos ante nuestras narices a un príncipe de la Iglesia que hace gran honor a la mejor tradición rosquera de mediados del milenio pasado.

En el helicóptero se lleva la tapa de una olla donde hierve de todo: pedofilia, corrupción, negocios turbios. Yéndose le corre el telón a una guerra interna fortísima.

Y se lleva, si evita que le den un empujoncito para el lado del arpa, una bomba de tiempo: la posibilidad de hablar con conocimiento de Papa, sin ser papa. De prender el ventilador, como se dice.

Va a estar bueno el Vaticano."

(acá)
Lo que Dios quiera.

miércoles, febrero 06, 2013

Dónde metemos a Daniel

Años de batallas ideológicas pero el núcleo duro de votos de Scioli sigue intacto. Un núcleo desconcertante: está adentro y afuera del oficialismo. Es promesa de votos propios para el kirchnerismo tanto como la amenaza de su posteridad. El dilema de muchos kirchneristas parece regirse en cómo seguir haciendo propio a Scioli, a su pesar y contra él. La lógica se resume así: vos tenés votos propios pero no te los merecés; nosotros tenemos ideología sin votos y nos merecemos los tuyos. Y tenemos el estado nacional. Un estado que resulta más recaudador que el provincial, más duro con los duros de la producción y la tierra. Ergo, Scioli se condena a un juego de victimización perfecta: un conservador popular al que le “usan” su popularidad por “culpa” de su conservadurismo. Esto empezó muy temprano (la elección de Scioli como compañero herbívoro y descartable de Néstor Kirchner en 2003) y hoy perdura como aliado, salvavidas y… tiburón del proyecto. Muchas cosas a la vez.

¿Cómo es posible decir “kirchnerismo sin votos” cuando la presidenta obtuvo el 54%? Claro, Cristina tiene votos e “intención de voto”. Ocurre que nadie le va a pedir en 2013 que sea candidata testimonial (¡¿o sí?!) y… no hay kirchneristas “populares”. En el sentido identitario puro y duro.

Repaso. El kirchnerismo combina dos cosas casi irreconciliables: su microclima ideológico (minoría intensa de la “batalla cultural”) y una política económica estable que permitió beneficios sociales para la población. Reforma y restauración. Es decir: una articulación fría entre la agenda de esa minoría ideológica y las razones burguesas del voto. El genio político K anida en esa articulación de minorías y mayorías que paga un costo: tiene en la cabecera políticos aguerridos sin votos, como Mariotto, Moreno, Sabatella. El kirchnerismo no construye “políticos”. Tiene su capital en la generación de figuras de palacio, consumidores de poder antes que productores de poder. Así, algunos baten su silogismo chocante sobre Scioli: “ir contra él es pedirle que sea nuestro candidato”.

El prototipo Scioli es el de un duhaldismo portador sano (tal como bautizó su lejana identidad Aníbal Fernández), que le debería bastar sólo para ser una columna vertebral o un jinete sin cabeza, para los kirchneristas duros. ¿Cuál es el “hecho maldito” de Scioli? Que cultiva intenciones de voto dentro del electorado del FPV y fuera de él, y una imagen impermeable no sólo a las agresiones sino a sus propios agujeros de gestión. Es decir: el voto social del kirchnerismo + el voto anti kirchnerista de clase media y media alta colocan sus pies de cada lado de la raya. Popular en las clases bajas, popular en las clases medias no progresistas, popular en los countrys.

Paradoja de la ideología intensa entonces: 2013 será un año con la contradicción electoral en el eje Scioli-Massa y en cómo “negociarán” ellos su favor o no con el kirchnerismo. Esa generación intermedia (cuarentones del deporte y el turismo, pendeviejos cuyo peronismo es una extrema naturaleza de poder, no conciben otra identidad porque no conciben estar lejos del poder) de pronto resulta clave para el péndulo peronista que siempre amenaza con volver a moverse. Cuánto de continuidad y cuánto de ruptura le asegurarían al kirchnerismo, quien –fuera de Cristina- carece de alguna imagen con consideración de votos. ¿Hay gobernadores kirchneristas? Difícil decirlo. Todos, en tal caso, parecen a la derecha del estado nacional. Scioli no es excepción.

Los movimientos de De Vido (sus maniobras de caja en relación directa con los intendentes, sobre todo de la PBA), demuestran la perspicacia federalista del gobierno desde 2003: las provincias sobran, agregan mediación y amenaza política ahí donde no la necesitamos. Dicho esto con exageración. Pero esa es una ideología de estado. Y con eso se aseguran los territorios políticos deseados: una gran concentración del ejecutivo nacional proyectada sobre municipios, átomos de regiones. En el medio, el desierto.

La suerte de Moyano dentro del kirchnerismo tanto como la suerte que amenaza ceñirse sobre Scioli refuerzan esa percepción: las intermediaciones sobran. Los que construyen su propio poder sobran. Y lo deben entregar. El kirchnerismo así, en esta versión, ansía sólo dar poder para que le “deban” siempre. Filmus o Rossi (dos “puros”) no hacen pie en sus distritos por esa razón: porque paradójicamente los electorados quieren conocer ese “plus” propio, eso que hace a los candidatos parte de algo y a la vez singulares. Una relativa autonomía que les coloca límites de base.

Rezo talibán para un febrero caliente: Qué hijo de puta Scioli. Cómo necesitamos a Daniel. Qué hijo de puta Scioli. Cómo necesitamos a Daniel.