domingo, mayo 26, 2013

Foto

por Alejandro Sehtman



Hay algo en esta foto.
En esta foto de la Argentina (que sólo puede sacarse en Buenos Aires).
Algo raro pero real.
Propone un plano extraño, que "achica" la Plaza y abre al cielo.
Que tiene perspectiva.
De alguna manera es una buena síntesis de la década que sigue.
La concentración masiva de público. No es protesta. Es fiesta.
La Casa Rosada como escenografía brillante. Los fuegos artificiales de recital (o de shopping).
La torre de Pelli, que era de Repsol YPF y ahora es de YPF.
Las dos torres de departamentos del costado. Mitad encendidos, mitad no (por qué? duermen? están vacios? son oficinas?).
Ninguna de las tres torres existía en 2003. También nacieron en la década que sigue.
El Río de la Plata que se funde en un cielo azul oscuro sin estrellas.
Puerto Madero y la Plaza están en la misma postal de la fiesta de la década que sigue.
No es una casualidad.
La década (que sigue) es la misma para todos.
Ahí también la Nación crece. La década es la misma para todos.

viernes, mayo 24, 2013

Voy a poner cada una en los sobrecitos de azúcar...



Cada nuevo gobierno gozará del derecho (a una retórica) para Refundar la República (cimentando sus logros, finalmente, en la continuidad).

No hay guerra popular, los pueblos aman la paz.

El peronismo es la representación política suficiente en todo tiempo y espacio.

No es partido ni movimiento, es sistema.

La clase media es el hecho maldito del país peronista.

El kirchnerismo es la lucha de clases medias.

El análisis de medios es la antipolítica de la política.

Cada político se encuentra a la izquierda de sus bases.

Menem es el padre no reconocido de la democracia.

Clarín es el PJ de la clase media.

Canal Volver es el inconciente, canal Encuentro es la memoria.

La batalla cultural es mucho bosque y poco árbol (“multiplicidad”, “voces”, canta el gallito de Morón).

Se puede politizar la economía, lo que no se puede es tapar la economía con la política.

No es lo mismo un economista que un historiador de las ideas económicas. (Tomás Borovinsky - @borovinsky)

La nueva teoría populista de ese brujo londinense que cada tanto nos visita vestido de Galtieri y nos dice que vamos ganando: el señor Ernesto Lacló.

La representación incluye en la letra chica resolver problemas a espaldas de la sociedad.

Ahora y siempre vuelve a empezar La Cosa. Y –creeme- vuelve a empezar desde un mejor lugar. Los que llegan, dejen las mochilas afuera. No le salven los muertos a nadie.

viernes, mayo 10, 2013

Te amo, te odio, dame más…

Una vez tuvieron la idea de mudar la capital a Viedma, pero no había economía ni peronismo para hacerlo realidad. El diagnóstico era bueno: la macrocefalia argentina. Quizás también lo que Alfonsín intuyó era una solución inconfesable para nuestro federalismo: repartir porteños en “el desierto”. Patear el hormiguero y desparramar un poco más esa saga de dandys de una ciudad que siempre -parece- le va ganando por un gol al país. 

Odiar la capital subraya un sentido de la argentinidad política. Gente lúcida, tontos, historiadores e incluso porteños de las peñas de San Telmo la odian. Buenos Aires define el centro de la mentalidad nacionalista de izquierda: ¡esa aduana usurera! Un día Néstor Kirchner llamó “capitalinos” a los porteños y por un instante un mundo simbólico se desvaneció. (Capitalinos es como una palabra que usa el interventor de una ciudad que odia. O que al menos no entiende.)

A la ciudad como municipio la entendieron los peronistas, socialistas o radicales de maestranza como Norberto La Porta o Carlos Grosso (los que oyen de noche el curso de los arroyos entubados). Y tuvo gobiernos para todos los gustos y disgustos: el radicalismo alvearista de De La Rúa y Olivera, el progresismo cristalizado de Ibarra, el progresismo duhaldista de Telerman, el conservadurismo adaptable de Macri. Cada una de esas experiencias llevó el ancla de un centro electoral borroso del que no se pueden mover demasiado: el porteño promedio es ése que es radical o ése que es radical “y no lo sabe”. En todos los casos, un centro de la masonería silvestre que dice: Orden y progresismo.

Kirchner llamó capitalinos a los habitantes de una ciudad a la que le temía y dejaba en manos de Alberto Fernández. Alberto arrojó al lago del misterio la razón por la que cuando en 2007 pudo ganar decidió desdoblar la lista del kirchnerismo. Telerman o Filmus hicieron malabares para diferenciarse. Warhol o Flacso era el Braden o Perón de esa interna. Macri ganó. Había un negocio redondo para el gobierno nacional en ese resultado: tener una derecha gobernando en un lugar visible. Un parque temático de políticas liberales para jugar todos los días el juego de las siete diferencias entre macrismo y kirchnerismo. (Macri tiene algo de derecha ideal para el activo de izquierda que lo enfrenta tanto como Ibarra tenía algo de progre ideal para quienes lo resistían.)

Así las cosas, “la Muni” se administra como una casa, pero es también un salón de fiestas adonde trabaja medio mundo. La basura, el transporte, el Riachuelo, son los nombres de lo que la hace una ciudad adentro de una región, y una región adentro de un país. ¿Qué es la ciudad para los que no duermen en ella? Fronteras. Ibarra tuvo su Once. El kirchnerismo tuvo su Once. (Once, la tierra maldita de todas las izquierdas.) Estaciones de tren, hospitales, puentes y accesos en donde la ciudad se conurbaniza, donde pasan, llegan, trabajan, los que no duermen en ella. Como tal es que su gobierno siempre tendrá un desafío más amplio y complejo (amén de su fisco privilegiado, de sus energías subsidiadas) e intentará comprender un círculo que nunca se podrá cerrar solo.

(Publicado en Le Monde Diplomatique en febrero 2013)