Después de ver Invictus: lo único que habría que hacer con el museo de la ESMA es conveniar para que todos los chicos de las escuelas católicas y privadas de zona norte lo visiten. Una mañana de invierno, fría, lluviosa o de sol radiante, donde la voz didáctica de una mujer describa el “tratamiento reeducativo” al que se destinaron esos metros cuadrados del Estado Argentino. Sudáfrica es un espejo que estiliza la Argentina: así ha sido puesto en estos años, en que tanto se habló del modelo sudafricano para salir del pasado de la mano exculpatoria de la verdad. Con olor a incienso: si decís la verdad, La Verdad te hace libre. Sigo: la voz de una mujer guía a través de escaleras, y lo hace con la elegancia de quien enseña los restos fósiles de un museo hasta que la descripción cruza los alambres que tienen todas las personas (las mediaciones con las que se necesita vivir) y ya no se trata de hacer carne la situación política o el debate de lo que “oímos por ahí”, sino ponerse en la piel de una persona engrillada. Y ya nada será igual. ESMA debería ser mostrada también, sobre todo, ¡sobre todo!, a las clases sociales que no sufren el permanente gatillo fácil ni el trato de una comisaría bonaerense, mendocina o Federal, ESMA debería servir para todos, pero mucho para las clases cuyos hijos son llamados niños y no menores, y que tienen “voto calificado” para exigir penas más duras contra la delincuencia. O sea, los que están muy por arriba de la línea de la pobreza y aún no fueron alcanzados por el largo brazo catequista y progresista de la Memoria. Vengo de ver Invictus: el objetivo metafísico era que el jugador de rugby corra con todo eso adentro, haga fuerza en el scrum con todo eso adentro. Hay que ver para qué lado empuja, hay que ver si ayuda a tener más fuerza saber algo más para saber exactamente en qué país se vive. (En qué lugar de la fuerza se coloca eso, ¿atrás o adelante?) En Invictus los Springboks sufren una revelción: los barrios periféricos. Y el capitán -el extraordinario Mat Damon- también sufre una sana perturbación que no le permitirá contar el tiempo ni el espacio del mismo modo el resto de su vida: ahora tiene los metros de cárcel y los años de cárcel de Mandela adentro. Un metro es mucho espacio, un día es mucho tiempo. Invictus es la película sobre el mundo occidental que fue apagando guerras sucias, sociales y frías, y que explica no el fin de la esclavitud y la libertad que permite la existencia del asalariado libre sino eso necesario para que el capitalismo alcance su epifanía en la reconciliación: un intercambio de símbolos e identificaciones que Mandela considera más decisivos que un acuerdo de inversiones con Taiwán. La economía está en el corazón de Mandela, pero la economía está en el corazón de la fe, de la pasión. Invictus es una parábola con que se puede pensar no sólo Sudáfrica sino el triunfo de Obama también. El rugby es el desafío de un Mandela que aparece rodeado de fanáticos de campera negra, algo así como la fuerza intransigente que no explica exclusivamente su llegada al poder; y uno de los paralelos es el modo en que se relacionan los custodios negros con los antiguos guardias presidenciales blancos. Una nación no admite que su círculo cierre sin ningún símbolo de los vencedores adentro. No hay nación sin símbolos de sus vencedores. Eso dice Invictus. No hay Nación Negra. Toda nación perpetúa la presencia originaria de sus vencedores. Perón no caviló junto a la chimenea el sacrificio simbólico de colocar en los trenes los nombres de los vencedores, básicamente porque no pensaba así. Perón, el Perón del 45, o sea, el que inventó una dialéctica entre vencedores y resentimiento que hace a la cultura popular, que nunca termina de poner blanco sobre negro nada. Deseo y necesidad. Así que una fría mañana los chicos del Newman salen del campo de deportes, preferiblemente formados en la cancha de rugby, y en un micro junto al profe de educación cívica recorren el camino a la ESMA sin saber exactamente adónde van. ¿Adónde vamos, Marce? El profe sonríe. Calla. Esa mañana hay sol. El río lo refleja y los duerme con su nana. Ellos no son los hijos de los torturadores, no son los hijos de los torturados, no son los hijos de las sotanas, no son los hijos de las clases dominantes, ni de la Columna Norte, son tan hijos de la dictadura como millones, como los millones que salieron al mundo y a la vida cívica en un orden construido ya sobre esa pila de huesos. Maradona corre con la Argentina adentro. No importa qué es Diego. No importa su coherencia, si llama a Cobos después del voto no positivo, si arregla con la ley de medios, no importa ese juego en el que no es rey. Pero ya quisiera que todos los futuros abogados y rugbiers que corren en los campos de deporte de un Nordelta tuvieran ese paseo por la Memoria y ese sentimiento que se abre, como una gran rama de sentimientos confusos. Esa visita, esa hora y pico en el Museo, a media mañana. No importa si el museo ESMA es una madriguera más para la industria que pueden gestionar las Teresa Parodi’s, pero no fue creado el museo para salvar sus carreras ni sus canciones del olvido popular. Importa que ESMA sea un móvil que alcance a romper alambres. A esa memoria en la que todo el mundo entra en puntas de pie. Como en El secreto de sus ojos: la escena en que nuestro Tom Hanks salta los alambres a descubrir y quebrar el cautiverio de la Memoria. ESMA tiene que salir para adelante: estar a disposición de los rugbiers que todos los fines de semana se recontra cagan a trompadas y que cruzan Libertador a los gritos. Y después… conveniar también con los chicos de la Vucetich, la otra cara de la moneda. La cara morena de la misma moneda.(Invictus: ¿Ahora se le pega menos a la carne argentina? Pero antes se le pegaba más a la carne argentina. Aunque no están claras las estadísticas que dicen que ahora se le pega menos a la carne argentina. Entonces: ¿ahora se le pega menos a la carne argentina? Ya no se sabe si se le pega menos a la carne argentina. Producción de toneladas de carne sufriente (Fogwill). Carne sidosa, presa, raquítica, aftosa, amarilla. Cuero duro. ¿Se le pega menos a la carne argentina? Hay cifras reales de cuánto se le pega ahora a la carne argentina. Carne argentina es toda carne que pise este suelo celeste barnizado por el sueño constitucionalista de San Juan Bautista Alberdi: si un orden no sirve para que se le pegue menos a la carne argentina no sirve para nada.)




