miércoles, enero 10, 2007



Aún me retumban en la cabeza algunas frases del almuerzo que (su casa está en el mismo edificio que el director de la Biblioteca) me sirvió el amigo Horacio Fiebelkorn. Un almuerzo desnudo: sólo carne. Dos bifes a la plancha cada uno, y punto. No coló nada que pudiéramos pastar en el medio: ni una hojita de lechuga, ni una papa hervida; pero no es un reproche, hermano, es un reivindicación en medio de esta era liberal. Horacio, a esta altura, además de un amigo, es, para quien se siente sujeto a “ciertos intereses que resultaron una obsesión”, un pedazo de cultura. Lisa y llanamente. La Plata, la adolescencia en recitales de Color Humano, una visión muy precisa de eso que se bifurca entre lo que un Indio hincha pelotas llama pomposamente “cultura rock”, y la colimba montonera, dos cimas de un mismo incienso original. Parece saber que aquel mestizaje de rock y política sobrevivió en racimos de jóvenes, como él, quienes mas tarde completaron la ficha de alguna Orga, sabiendo que lo hacían ya para combatir en sus decorados al burócrata de adentro. Toda guerra es interior, escribió Mirta en su Teoría Sentimental, en inconciente lucidez: sí, interior, al interior, de la Oruga. Me acuerdo ahora de un reportaje a David Lebón (un tipo al que chuparon por error y casi nadie sabe) cuando Serú Girán volvía a reunirse, le preguntan cuál fue el peor momento que recuerda, y contesta: cuando los Montoneros nos vinieron a ver para que toquemos en Cuba. Yo me crié viendo en las fotos de los discos de Aquelarre de casa las caras de los desaparecidos. Había un compañero de mi viejo, “Pampita”, uf, se hablaba de él mucho, y yo creía verlo tocando el bajo, en un pasillo junto a un ascensor, en la contratapa de ese disco… Después me hice de una pequeña tesis que ya dije cien veces acá: el rock es el hermano menor y místico del combatiente. Lo dije sin recordar la historia de los Moura, cuyo hermano mayor muere en lo que llaman "batalla de Monte Chingolo". Uno de esos ejercicios trágicos que ayudó a precipitar lo inevitable. De los '70 me quedan tres cosas para pensar y cierro el blog: 1) imaginar el momento en que un pequeño Pappo metalúrgico deja la viola por los otros fierros, la Biblia de Vox Dei por "Peronismo y Cristianismo" del Padrecito; 2) llevar hasta las últimas consecuencias la tensión del discurso militante militar y la posterior reorganización nacional de los hechos efectuada por los DDHH (los "dos demonios" se tallaron en el fondo del miedo y la prudencia del alma popular, mucho mas que la "memoria"); 3) ¿por qué la derecha no hace un gesto que -ya adelantaré- podría recomponer mucho mas el tejido roto, un ejercicio realista al que la izquierda no se quiso someter?

Horacio escribe:

Todavía está por responder una pregunta
hecha dos décadas atrás, que lo dejó
paralizado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me preguntaba qué sería de Horacio y leyendo me encuentro con su nombre y sus poemas. Saludos decile.