jueves, abril 04, 2013

La tierra es tierra de color azul

Si se pide más Estado en la culpa, se pide más Estado en la economía. Porque todos somos populistas a la hora de las desgracias, pero los quiero ver a la hora de las discusiones tributarias del mismo lado de la raya. Hay que ser populista de los días grises, en las miserias lentas, en la degradación imperceptible bajo la que se vive también. Lo que no quiere decir “tirar manteca al techo”. Porque populismo es una palabra sólo para los teóricos que la aman y la odian. Y la reintrodujo a la Argentina un intelectual que vive en el Reino Unido. De lo que estamos hablando es del Estado y del estado de la sociedad. Las tragedias nos hacen más ciudadanos y menos políticos. Y eso está bueno. En estos días de abril, es una sensación rara oír o leer en los vozarrones el ya eterno “¡Recuperamos YPF!” para que después, con las ciudades bajo el agua, los mismos te manden mensajes con un cristiano: “recibimos leche y arroz en el comedor La Laucha Gaucha”. ¿En qué quedamos? Somos modernos. Muy bien ese video de Cristina soportando algún sopapo. Y lo soporta sin drama. No se asusta. ¿Qué comprensión de las mediaciones políticas tiene una persona que acaba de perder todo? La prefiero ahí que arriba de un helicóptero satelitando un mapa de agua y barro. Las tragedias nos empujan a la democracia frenética del “todo puede ser evitable”. Y eso es “más Estado”. Así como la ciudad de San Juan sabe que es la que tiene más riesgo sísmico, nosotros y los platenses sabemos que somos una pileta, que nos vamos a inundar, que somos anfibios, que nuestra naturaleza es el agua y sus excesos. Tenemos arroyos entubados que son pequeños riachuelos. Bien, ya sabemos todo. Y sin embargo, y sin embargo, la realidad también es una intemperie. Hace más de un año escribió Guillermo Piro una columna en Perfil que se llamaba “Un tren llamado fatalidad”, donde decía algo hermoso y liberador: “Cuando en Una mujer difícil, John Irving hace que su alter ego le narre con lujo de detalles a su hija el accidente automovilístico en que murieron sus hermanos, no culpa al organismo norteamericano de vialidad, sino que acepta que hay algo llamado desgracia, que no puede eludirse, ni engañarse, ni ignorarse.” Esto también existe, pero posponemos el luto individual en la exigencia de un luto colectivo: la madre que se le muere el chiquito en la pileta y corre a ver la habilitación del natatorio antes que el cuerpo. Es un camino difícil y tiene escrito siempre cuál es el chivo expiatorio, el carnero degollado: la política y los políticos. Y está bien que sea así por más “vuelta de la política” que haya, por más mito de que ahora la política somos todos y que entonces todo es política, ¡y también justamente por ese malentendido!: si todo es política, toda muerte y desgracia es política. Pero eso implica que cada tanto y en ciertas ocasiones la gente se saque la política de encima, la arroje al centro y la señale con el dedo acusador. Aceptemos ese funcionamiento complejo. La política es El Príncipe y el Personal de Maestranza. Las Multitudes y los que vienen después a limpiar los restos de garrapiñadas y molotov. Es Vaca Muerta con la panza llena de oro negro y un gomón en la oscuridad juntando viejitos y apuntando con una linterna ahí donde hacen ruido las ratas. ¿Para qué queremos que los políticos, que Macri o Scioli o Cristina estén en territorio? Para muchas cosas a la vez: para putearlos, para que contengan (una foto abrazando gente es reparadora) y porque la administración pública funciona mejor bajo ese pressing. Trabajé en el CGP 8 de Lugano, en una oficina de avenida Roca cuatro años, la compartía con la delegación gremial. El delegado era como un doble del doble de Sandro. Un gordo de Sutecba. A quinientas cuadras de ahí, su perímetro hubiera sido una exposición trucha de Minujín: computadoras commodore 64 rotas, un monitor vaciado con una planta artificial adentro, el rollo de pelo del fondo de la rejilla en un cenicero. Culopesadismo el de los de planta. El Estado es una cosa que sin dudas ocurre en el pasado. Mientras, soportamos esto adivinando dónde estaban todos: Rodríguez Larreta en no sé dónde, Macri en Italia, Mariotto ¿en Marsella?, Bruera, pobre Bruera… Y sí, a Santa Teresita van los nativos. Boludez, pero se trata del triunfo de un absolutismo que va hilando la dinámica de nuestras vidas y mostrando que hay una cadena de responsabilidades invisibles a la que nos entregamos para vivir. Ocurre de un modo funcional: la política se vuelve utilitaria de algo que sería peor (la “angustia”) y nos permite posponer o impedir el duelo personal a través del laberinto burocrático, ahí donde siempre existe la “cometa” de un funcionario que hace de promedio de la mierda… Esa intuición conspirativa que se da entre los mismos políticos, con sus cálculos (¿voy o no voy al lugar de los hechos?), y esa forma social de recibir “la peor noticia” de la muerte inocente, ese impulso por el que cada tragedia construye su colectivo y su rito de justicia televisada, todo es una forma madura de democracia que hay que bancarse. Un lugar chivo. La anti-política es cara de esa misma moneda. Y en definitiva, también, el análisis de medios a veces es la anti política de la política. Una fuga hacia adelante.

 –Hola, negro, decime, ¿cómo lo cubrió Clarín? – Nahhh, tranqui, como el orto, respiremos…

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, Martín.

Florencio F. Boglione dijo...

Perfecto! Saludos Cordiales.

Mabel dijo...

Buenisimo

Sebastián dijo...

Muy bueno tu artìculo, Martín. De lo mejor que he visto abordando esta terrible tragedia. Es difícil encontrar palabras en este contexto, e hiciste un análisis equilibrado y original. Un gran abrazo. Sebastián, el compañero del Magisterio.

Anónimo dijo...

Muy bueno Martín. Un gusto, como siempre. (@AnneJulieParana)

Diego dijo...

Lo que pasa, Martín, es que el populismo gris no existe, es una contradicción en sus términos. El populista es que el da lo que se le pide, lo antes posible, sin preguntar razones, sacando a la razón del asunto. El trabajo gris, en cambio, no es demandado por nadie. No es trabajo de superficie. El plasma es objeto de deseo cuando todo está seco, no las cloacas ni los entubamientos de ríos que te cuentan que pasan por debajo de tu casa. El populismo no puede ser gris, el populismo es exaltado, es cogerse a la mina que te calienta cuando se te para.
Mucho estado no implica populismo. Acá no importan los nombres propios de la política ni de los partidos en danza. Es todo superficie lo que aparece flotando.

Liliana dijo...

Alguien diría "la densidad social" y política...

Sofía dijo...

Creo que es muy abstracto pensar algo así como ¨una forma madura de la democracia¨, la democracia no es lo mismo acá, que en Estados Unidos, que en Suecia, que en España, es decir, puede haber distintos modos de democracia, o mejor dicho, distintos países que viven bajo las mínimas reglas de la democracia. La cuestión es ver qué pasa dentro de ellos.
Tampoco creo que ¨la política¨ es un todo homogéneo, hay diferencias, hay diferentes modos de hacer política. El kirchnerismo es un modo de hacer política, que en mi opinión hoy ve desenmascarada su peor faceta, faceta que todos preferimos ignorar en el último tiempo, incluso después de cromagnón, incluso después de once, incluso después de otras inundaciones en Santa Fé y Chaco.
Decidimos ignorarlas porque ocupamos nuestro tiempo en pensar y discutir y debatir gestos, símbolos. Creo que el post de Lucas Carrasco es un claro ejemplo de esa negligencia nuestra: hay personas llorando sus muertos mientras todo lo que él tiene para hacer es babearse con la imagen de una Cristina en botas de goma.