—¿Le parece que el argentino es más machista que el chileno?
—Yo qué sé. No conozco tanto a los chilenos.
—Podría ponderar que Chile fue el último país del mundo en eliminar la prohibición del divorcio, recién hace tres años.
—Chile es absolutamente conservador. Una de dos: o no conocés tanto a los chilenos o estás dotado de un conocimiento que te permite decir que Chile es absolutamente conservador. Feinmann (además de llorar en público el lugar que en los 80 no le dieron) también parece durante el reportaje un poco desconcertado por los "datos duros" que arroja Fontevecchia y que relativizan sus argumentos, él prefiere llevar el reportaje al "debate ideológico", mas puro, mas abstracto, que no lo aparte de lo que él quiere decir, cuya densidad se resume en frases como:
El peronismo no solamente es no ideológico, es terriblemente pragmático, es un aparato constituido, en general, por personajes de tipo mafioso, o cuasi mafioso (ríe), para usar una frase de Cristina. Pero es un aparato para nuclear poder: uno se mete en ese aparato y va subiendo y nucleando poder, porque va acumulando gente por el dinero. Cuando más dinero tenés, más gente tenés. Ese aparato está compuesto por lo que, sin ningún temor, calificaría como gente excesivamente pragmática, o gente no muy ligada a la bondad, o escorpiones. Bien. Y después, apurado, apunta que su ideal es el "primer peronismo sin autoritarismo". Observemos otros ideales posibles en la lógica feinmanniana: - Cuba, sin partido único. - Venezuela, sin Chávez.
- Un gran movimiento radical, sin los radicales
- etc.
Ojo: no quiero decir que "el autoritarismo" sea la condición de posibilidad del peronismo. Lo que él llama autoritarismo, está atado a un juicio esteticista, igual que los que comete, con la típica imprudencia narrativa del peronismo, cuando juzga a la clase media como oligarca, en potencia. Y esa dialéctica pobre: Radio 10 - tachero - facho. Dios. Aunque uno intuye en Fontevecchia que el reportaje le gusta porque piensa: Feinmann, en el fondo, tiene algo de liberal. ¿Un inconciente liberal? Tal vez. ¿Un liberal de izquierda? Tal vez. O un liberal cristiano. Lo mismo. Pero, ¿qué sería
peronismo sin autoritarismo? O, en tal caso, en la constante indagación por el
divorcio genético entre el peronismo y la clase media, parece que el autoritarismo, en parte, es la ausencia de una política de seducción hacia esa clase por parte del peronismo. Démosle crédito un minuto a esto. Pero, entonces, el peronismo, lo que plantean, es que ejerce el autoritarismo sobre su propia clase de sustentación, la obrera/trabajadora, en la que el "atajo" intervencionista parece haberle ahorrado sangre y tiempo (lucha) y queda una clase domesticada a la que (hoy) a través del clientelismo se sujeta y mantiene en las condiciones estructurales (o sea: no permiten que ascienda), porque si asciende entra a la clase media y se vuelve, de pronto, reacia (al peronismo). No cumpliendo con una cosa que decía mi abuela: no serruches la rama que te sostiene. Y lo que se le plantea a Kirchner es que no incorpore ni encarne a ese poder "corleónico" (un término tan infeliz que repite constantemente como si estuviésemos frente a un hallazgo semántico que, para eso, leemos a Asís). Todo lo cual, para resolver en una
superación lo viejo, que incluye millones de votos, cientos de gremios con miles de afiliados, millones de personas que votaron y votan a miles de intendentes, residuos de estructuras partidarias que, por mirar la esmerilada estructura bonaerense, nos impedimos ver algunas formas bastante intactas en el resto del país (como Córdoba, Mendoza, San Juan, Chubut, etc.), etc, Feinmann tiene que entender que el esfuerzo intelectual que "alguien" le pide no es exigirle a Cristina o Néstor que ajusten sus acciones a las buenas ideas que le permiten conciliar el sueño, sino, por el contrario, hundirse en la ciénaga de fuerzas reales y adivinar ahí cuáles son los dilemas toscos y torpes de esta historia brutal. El oro está en el barro.