Hay Moncloa. Todos piden más Estado: los que piden seguridad, los que piden trabajo en blanco, los que piden más impuestos, los que piden menos impuestos, los que piden dólares, los que piden 82 % móvil, y así. Dicen Estado pero dicen muchas cosas a la vez. O como el círculo de fuego del viejo 8N: piden que venga el Estado para sacarles el Estado de encima. Porque nadie, a su modo, pide “menos Estado”.
Hablemos de los linchamientos. Hay dos discursos: 1) ese momento ideal para el buen samaritano: mira a una parte de la sociedad como un conjunto de pequeños Ku Klux Klanes. Gente blanca sobre un “negro”. Todo simplificado hasta el punto de sólo estar cómodo con el culo en los prejuicios (mientras los hechos de estos días dan cuenta de algo más enmarañado); 2) ese discurso culposo de no cargarle nunca la cuenta a nadie, así como habló Massa: hay linchamiento porque hay Estado ausente. O sea: pedir siempre más Estado, nunca pedir “más Sociedad”.
Cristina respondió, pero subrayó esa línea, al decir, junto al cura del SEDRONAR: acá estamos, incluiremos. En ambos discursos el Estado siempre es el otro, eso otro que en su ausencia es capaz de exculparnos de cualquier acto, porque, en definitiva, así parece, todo es acción sobre “el terreno vacío del Estado”, y el acto social sólo contiene la ausencia estatal. Para Massa el Estado podría ser a través de las cámaras un gran ojo que nos ve. Para Cristina a través de las políticas públicas un abrazo franciscano que no nos deja solos. Y esos dos ideales nos subrayan otro ideal imposible: que un individuo pueda “ser” el Estado democrático cuando ocurre un delito. ¿O no es eso una sociedad civil, en parte? Pedir Estado parece declarar la inocencia social. O sea, ¿la sociedad tiene valores que sólo el Estado garantiza? ¿Pero en cada ausencia del Estado no hay una ausencia de la sociedad? Los vecinos/testigos de un robo también pueden actuar como la “civilización que falta” frente al hurto, y no como la barbarie que late bajo el piso civil. Decir eso no es progresismo, entendido para la chacota. Decir eso es tratar de poner un grado cero, un punto de partida.
El Estado es una campera: de un lado corderito, del otro lado piel de lobo. El debate político parece ser entre darla vuelta para uno u otro lado. Mientras, esa sobredimensión del Estado hace a una ciudadanía débil: no esperar nada de nadie, total, el brazo que no doy, lo tiene que dar el Estado. Es una sobredimensión que nace de las mismas fuerzas políticas que sobre-ofertan las capacidades estatales. Por cada “más Estado” un “más Sociedad” también. Y yo haría una remera como las de la ecología (save the wales) pero al revés: No salvemos a la sociedad. Nueva ecología para un mundo mejor.
Massa acentúa su reclamo de “mano dura”, como si dijera: es mano dura estatal o es mano dura social. Ustedes elijan. Pretendiendo subrayar en el linchamiento la prolongación del “hombre común”, como el protagonista de Un día de furia, que aguanta y aguanta hasta que no, y ese día tiene su bate de beisbol en la mano. El hombre es el lobo del Estado. Cualquier discurso de mano dura desprende la convicción de que “la gente es violenta”. Dijo estos días el sociólogo Gabriel Kessler: “no es normal pegarle entre muchos a uno”. Y decir esto no es negar el derecho a defenderse. En las redes sociales hay un tic anti progresista: oponer “la calle”, cierto realismo sucio, a la oración bien pensante. Pero: no son “normales” los que entre muchos le pegan a uno.
Mientras escribo, leo que ya surgió un colectivo de abogados garantistas anti-linchamiento. Velocidad de cualquier business simbólico. Los progresistas lo sabemos: juntarnos es al pedo. Infiltrados, mejor. La transformación progresista esconde una cartilla de cambios a espaldas de la sociedad. Porque el buen izquierdista nunca plebiscita todas sus ideas. Los argentinos somos 40 millones de de todo un poco. Y con miles de hijos de puta también. Un viejo amigo me lo grabó en el bocho: la clase política está a la izquierda de la sociedad. Lo creo (con las excepciones que vengan al caso), y prefiero mil veces a la clase política que al periodismo.
Empecemos de nuevo. Vida de David Moreyra: joven argentino en el “país de la inclusión”, roba, huye, lo pescan; la turba lo mata; la familia dona sus órganos.
(este domingo, esta columna en Ni a Palos)
10 comentarios:
y si la sociedad gira lenta pero gradualmente hacia la derecha?
No será la primera ni la última vez, que satisfechos, linchamos al un otro diferente.
El odio de los números-letras en los últimos años en las calles blancas fue in crescendo.
Viva el Cáncer nadie pintó en 1949, sí en 1952
En 2005 era impensable que la yegua existiera.
No entiendo de dónde sale que todos piden más estado. Que hay quien pide que el estado le saque al estado de encima es como una especie de formulación de clausura que te permite decir que tu premisa es falsa y sostenerla igual.
quizás, guille sí...
Anónimo: hay muchos Estados, eso digo.
Los vecinos/testigos de un robo también pueden actuar como la “civilización que falta” frente al hurto,
O sea llamar a la policía, ir cómo testigos, formular la denuncia y esperar que la justicia forme una causa y ¿y? ¿y?
Totalmente. La consigna "No cuenten conmigo" que emitió este colectivo de abogados es tan vacía como los slogans que repite constantemente Massa. Buscan la preservación del "yo-progresista" en un drama eminentemente social.
Coincido con que la sociedad y el periodismo están a la derecha de la clase política. Buen post!
Laudrup
Obvio: cualquiera que tiene preocupaciones sociales y polítucas está a la izquierda de quienes solo se miran el ombligo y jamás han movido el meñique por nadie más allende su círculo familiar. El punto es que, efectivamente, no es normal pegar en patota, en horda. Ni pegarle a alguién que se ha rendido, está desmayado, ostensiblemente fuera de combate. Quien lo hace es para mi tan cobarde e irremisiblemente mierda como quien participa de una violación colectiva. O todavía peor. Y quienes alientan a la turba son parte de esa mierda a la que decirle fascista es darle una entidad, una ideología, embellecerla. Buen post, Martín. Es el colectivo, la sociedad, la que tiene que hacerse cargo. Cuando fue lo de Cromañón, un pibe querido, hijo de un amigo desaparecido, cuando le dije que hasta los cretinos saben que no se pueden hacer fuego en un lugar cerrado, me dijo que el Estado no había cuidado a los pibes y se puso a hablar de la cana. Como su un policía cada diez metros hiciera la vida más segura y no más insegura... ¿Coño, hay que explicar siempre que las responsabilidades individuales existen?
La sociedad viene cebadita en una sensación de insertidumbre desde hace muchos años y esto fue algo que el crecimiento económico de la última década no consiguió aplacar. Falta algo del orden de lo simbólico ahí, a la salida del Alto Palermo, para que la clase media baje los tres cambios que necesitaría para tranquilizarse.
Esto de ser de izquierda desde un estado que no lo es. La clase política a la izquierda de la sociedad. Claro, pasa que la situación estructural de unos y de otros no es la misma. Un represor hoy en día no puede ir al casamiento de su hija en la corte de Holanda. Queda lindo ser de izquierda, esto dicho más allá de las bondades intrínsecas que pueda tener cada pensamiento. Hay un newyorkismo cultural que es de izquierda y que garpa en todo sentido. Es mal negocio ser de derecha si uno puede acceder a esferas de poder y de la cultura más o menos interesantes. Nuevamente, no digo esta situación sea un error corregible por la inversa, la que establecería un orden que alinearía los casilleros materiales y simbólicos terminando con esto que los chorritos entren por una puerta y salgan por la otra. Pero sí también digo que es una base para comenzar a tratar la situación que nos ha hecho eclosión en estos días. Los tacheros están a la derecha de los millonarios. De ahí no se sale ninguneando la experiencia cotidiana de la clase media (porque un día esa cosa negada a simbolizar te puede explotar en la cara) ni tampoco atándose a ideologías políticamente correctas que trascienden el lugar y el tiempo desde el que se habla. Esta movida, esta manutención de la izquierda moral desde el Estado, es una maniobra que aunque no se quiera, resta Estado. Distancia al Estado de la sociedad. "No hay nadie que nos proteja", es lo que se escucha de bocas de las víctimas cotidianas.
También está la pobreza y también están los medios que transmiten en vivo diariamente asesinatos y delitos acaecidos a particulares a lo ancho y a lo largo del país generando un efecto de que "en cualquier momento esto me puede pasar a mí".
Saludos
El estado se creó hace miles de años para una lista corta de fines. Uno de los principales fue asumir como propia la venganza privada y reemplazarla por el juicio del rey.
Si el estado deserta de eso, de nada sirve que tenga un excel con el costo de la lavandina.
La lista corta incluye que se proteja a los poderosos y acaudalados, sus negocios y su mano de obra barata?
La injusticia se remonta a siglos, no a 20 años atras como les gustaria imponer.
Son demasiadas las manipulaciones y las agachadas de la justicia como para que me crea que lo grave es aplicar una excarcelación a un arrebatador.
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