viernes, noviembre 09, 2012

Sociedad y Estado

(actualización del post pre 8N escrita en el post 8N)

¿Estamos viviendo los días de otra 125? No. No habrá noche con final inquietante alrededor de un congreso iluminado y dos plazas esperando un veredicto. No hay articulación evidente entre el 8N y el 7D. Las cacerolas no tienen un Cobos, ni un parlamento, ni un resultado que desempate. Ninguno de los puntos de la protesta incluye como reclamo puntual la “no desinversión” del grupo Clarín. Es decir: el 8N puede tener “la agenda de Clarín” pero no a Clarín como agenda. ¿Y qué efecto político beneficioso para Clarín pudo producir? A mi juicio: el cómo del 7D. O sea: la protesta del jueves no amenaza la existencia misma del plazo judicial del 7D, sino las formas para forzar el incumplimiento del grupo a ese plazo.

Es obvio que los manifestantes no tienen prioridad en la ley de medios y, más seguro, consideran al grupo Clarín un aliado. No razonan decisiva la contradicción “política y corporaciones”, y ven al gobierno fuerte, amenazante, con mayoría parlamentaria, con una masa de votos frescos, y que en “esto” podría sumar más poder. ¿Y qué podrían pensar los que reclaman por las instituciones acerca de las intromisiones judiciales del grupo Clarín o sobre los detalles de la gestión en Papel Prensa? No lo sabemos. Quizás lo saben y no alcanza. Quizás muchos incorporaron lo de Lanata: “opto por el más débil”.

Veámoslo al revés. Te dicen: “¿Pero entendés lo del INDEC, no?” Sí, sí. “¿Pero entendés que seguís siendo kirchnerista?” Sí, sí. Ahí llegamos en la conversación. Un país sin carmelitas en el terreno político pero en el que aún con todo lo simbólico que se arrastra en las palabras no nos vamos a matar ni vamos a morir en esto. Cuando alguien dice “voy a dar la vida por X”, hoy, lo que hay que decirle es que la letra chica del contrato firmado en 1983 dice que si decís que vas a dar la vida primero tenés que decir quién te la amenaza. La inflación discursiva nos aleja de la realidad más gris. El 54% de votos de Cristina conforman un dato, no es “Pueblo Tallando en Piedra”, sino una enorme aprobación (como dice la canción: huella y camino). Porque también era antidemocrática cualquier actitud destituyente cuando el gobierno era el del 30% (2009).

La clase media está en el centro de la escena de un país que desplaza suavemente su pregunta-fetiche favorita (“¿mamá, qué es el peronismo?”) por esta otra mucho más incómoda y familiar. El nuevo malón que defiende su progreso y que ni siquiera Laclau puede llegar a ver desde su observatorio privilegiado. ¿Cómo construir beneficiarios culposos del modelo, franciscanos del capitalismo, ganadores con pudor que agachan el lomo y agradecen al cobrador de impuestos? Tenemos un problema. Mamá, ¿qué es la clase media? Y podemos decir, en el año de la Bestia: la clase media es el hecho maldito del país peronista.

La política es compleja. La vida parece simple. Y la simpleza de una subraya la complejidad de la otra. ¿Con cuánto se hace una vida? Perón dijo ¡en 1970! que la víscera más sensible era el bolsillo. El plan vital: cumplir sueños, cubrir necesidades y que el recaudador de impuestos no golpee mi puerta. La antipolítica también es un estado natural. Todos odian a ese cobrador. Cualquier ciudadano promedio en su quinta incursión a la AFIP empieza a sumar calorías anti-políticas. Es así, odiamos la burocracia (ni hablar la que empieza a las 4 AM en el hospital Fiorito). Es parte del plan de Dios para hacernos sentir que pasar dos horas en misa no es lo peor a lo que podamos destinarnos.

Para algunos el 2001 fue leído como “vuelta de la política” (asambleas, nodos de trueques, participación), pero de algún modo en sus consignas también resultó la imagen de la gente sacándose a la política de encima. Remarcando una distancia entre vida y política que exige mejor representación. Sorprende el “silencio entre ellos”, decía la cronista de TN sobre los caceroleros que marchaban. Silenciosos, decía, bajo banderas sólo argentinas. Un montón de particularidades que no hacen sombra bajo ningún trapo: INDEC, 82% móvil, inseguridad, inflación, dólar. Y así, una zona de temas que se encadenan en su clima, en su prosa, que se mezclan, que invocan libertades, fascismos. El país se ha dado cien días de oposición. Veremos, pero no sólo de eso depende la vitalidad de esa energía. Quizás el 8N nos dice que desde 2001 para acá no todo cierra. Es el fin de ese ideal, un poco bipartidista, del gran equilibrio nacional. Nuestro orden, nuestra representación, incluye estas lagunas. No le tengo mucha fe a la oposición y claro que (como buen republicano que soy) me encantaría que se consume otro matrimonio político. Fuimos a la plaza en bici a “mirar” con el genial sociólogo y tuitero Tomás Borovinsky y vimos un montón de populismo en disponibilidad.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿En Londres queda el privilegiado observatorio de Lacló para ver la realidad argentina?

Anónimo dijo...

Laclau estaba el martes en el bar del Clardige, lo debe haber observado de cerca

Anónimo dijo...

Muy de cerca: http://www.perfil.com/contenidos/2012/11/10/noticia_0002.html

Mishíguene kop dijo...

Sociólogo genial no deja de ser un genial oximorón.

Sebastián dijo...

Coincido con vos Martìn, en que nuestro orden, nuestra representaciòn incluye estas lagunas.
Respecto de la aluciòn de que hay mucho populismo en disponibilidad, habrìa que discutirla. No puede emerger me parece un lìder "populista" que aglomere a esta parte de la sociedad que se manifestò, me parece difìcil el matrimonio polìtico al que te referís. En general, los lìderes populistas fueron seguidos, y con razòn, por masas humildes o de clase media que querìan a los humildes. Estos manifestantes, en cambio, como decìs vos, no hablan entre sí. No hay colectivo, no hay pertenencia, ni siquiera cariño recíproco. Es una multitud que se esfumarìa con un par de cambios desde el gobierno: menor exposiciòn y cadenas nacionales, no tomarlos por boludos (cuando se dice que no hay inflaciòn, etc), no hablar de reelección tanto antes, y sobre todo favorecer el consumo. Esta clase media odia la soberbia y que la tomen por boluda, porque tienen cierto grado de autoestima personal. Yo, que apoyo varias medidas del gobierno, sin embargo no le creo a 6-7-8, una visión muy sesgada. Te mando un abrazo. Sebastiàn.

Anónimo dijo...

que es ese argumento de q la antipolitica es natural...la antipolitica es una forma mas de la politica indivdualista; paso dos datos que quiza ayuden al analisis; el 8N no tenia pobres ni clase media baja o muy poco otro; el BAnco Mundial (anti k hizo un informe y del 2003 ahora se DUPLICO la clase media) en los 90 se TRIPLICO la pobreza.

Fede.