lunes, diciembre 14, 2009

Señores, de pie...

Tengo insomnio. Y a las 12 de la noche me puse a ver "El Nüremberg argentino", de Miguel Rodríguez Arias, cuya tapa dice mucho: a la izquierda los 3 de la junta, con sus gorras, miran hacia la derecha donde Strassera mira de frente, o sea, lo mira a uno, y se lo ve canoso, avejentado, como los abogados a los que les pesa el lento devenir justiciero de sus vidas, y arriba de todos está el tribunal, en una foto de archivo, cuyo centro ocupa aquel Arslanián, con su bigote negro. Esa pirámide... me conmueve, lo confieso. En el final del filme, sobre un insistente piano que al final nos enteramos que toca Lito Vitale, se ve al ex fiscal mirar la sala vacía, la misma sala donde entre abril y diciembre de 1985, en 78 audiencias y con 833 testigos, se juzgó a la Junta Militar. Uno diría: nada mas elocuente que la oposición a ese desfile precámbrico (¡qué choque de eras parece cuando uno ve a un Moreno Ocampo o Arslanián al lado de un Viola o Massera de uniforme!) de una figura desgarbada, de traje gris, como la de un radical, cuya voluntad traía la palma de la justicia. El filme tiene, de por sí, un título fallido, polémico, y me sumo al coro: no, no es Nüremberg, es mas que Nüremberg, no hay ejército vencedor, y la "conciencia universal" dependía de la voluntad de los hombres civiles. El filme permite, a la vez, asomar a los restos de esa época compleja, donde nadie tampoco sabía qué hacer, y donde la inspiración universalista y la prosa jurídica parece por momentos un modo de entregarse a algún designio divino. ¡Que sea lo que Dios quiera con todos esos tipos de uniforme poniéndose de pie cuando lo ordena un secretario de audiencia! A aquella teoría de que la parafernalia del Juicio permitió encubrir la continuidad del proceso bajo otras formas... se desvance un poco cuando uno ve la violencia de la escena. La articulación entre violación Derechos Humanos y economía, que ocupa el centro de la carta de Walsh, aún no había cuajado en el sentido común, así que la modernidad deseada de los 80 podía venir con olor a tarjeta de crédito y derechos humanos. Lo concreto es que la promesa básica del filme no se cumple: hay poco juicio, los testimonios centrales son mas bien mas actuales, y de testigos y testimoniantes del juicio, de ex jueces, etc. Hay momentos especialmente sugestivos: uno es cuando se advierte que los abogados defensores actúan como la continuidad civil de un interrogatorio en un sótano... rematado con un comentario de Strassera increíble: "falta que les pidan que se saquen las capuchas". El tema es que a alguno de los abogados le interesaba saber si el señor tal había estado afiliado al PCR (?). Otro poco del archivo que tiene su jugo son las intervenciones finales de los defensores. De dos: el defensor de Agosti y el defensor de Viola. Anoté sus nombres mientras oí esos escasos segundos en donde pretenden relativizar un poco la "competencia" de sus defendidos sobre los excesos. Siendo sincero, el doctor Héctor Alvarado, defensor de Agosti, suena mas prudente, mas calmo, y mas predispuesto a reconocer "excesos", de los que excusa a su defendido, por supuesto. Pero el de Viola no, el doctor José María Orgeira lee un texto donde aceptaría-la-hipotética-existencia-no-probada-de-algún-exceso-frente-al-que... pero desde ya confirma la nula relación entre su defendido y lo que (según él) no existió pero podría haber existido. Y eso provoca un momento inolvidable de gestos entre Moreno Ocampo y Strassera. Insisto: la película sobre el juicio tiene poco del juicio. Y es muy radical. Ahora bien, tengo una reciente costumbre de ver las pelis en la computadora, y eso me permite alguna distracción necesaria. Y estaba tan a mano Google que... no pude evitar googlear los nombres de estos defensores. Curiosidades del marchoso Orgeira (& Asociados): jamás menciona la defensa de Viola en su historia profesional publicada. Tiene entre sus clientes a algunos famosos, y, sobre todo a una: Susana Giménez. Bueno, eso se sabe desde siempre. La lista de clientes y el silencio sobre Viola algo dice, quizás, sobre rupturas y continuidades.

Google es memoria.

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