lunes, marzo 16, 2009

El fondo de la olla argentina...

Néstor corre en la cinta. Y ahora ni siquiera está claro que esto se hará, por-lo-menos-por-ahora (urgente: ¡ahora parece que se lanza!). Las negociaciones a veces se descubren, a veces se especulan, pero el sistema de creencias vinculado a la certeza conspirativa de que-todo-se-negocia, en mi humilde opinión, muchas veces se basa en un argumento casi psicologista: es mas tranquilizador pensar así, es mas tranquilizador creer en que no hay cabos sueltos, es mejor la escena permanente, una cinta de moebius por la que circula a toda hora la trama secreta de las cosas. Y no es inocente la metáfora: ¿qué hace Kirchner cuando no hace nada? Corre en la cinta. Que el director de un semanario político piense así es real, y necesario. La información, la clave, la trama tiene que estar "en algún lugar". Y en un altísimo porcentaje lo está. El problema es cuando todo aquello que concebimos como lo político se convierte en eso, es decir, en un sistema que produce mercancía política. La democracia es un sistema que aprendimos decididamente a la par que nos adaptamos a la economía mundial de mercado, sin mas sobresaltos bonapartistas ni populistas, quiero decir: cuando muchas veces jugueteamos con la idea de que la democracia mata al pueblo, lo pensamos bajo la circunscripción de algo que no ha sido respondido a la altura del enunciado, "la democracia es gris". Lo que podríamos, a esta altura, admitir como gris, es un campo infinito de negociaciones que, cuanto mas lejos caminamos en el tiempo democrático, mas nos aleja del parto violento con que esta democracia nació, mas nos aleja de la idea de que la democracia se jugaba entre el ahorro del tiempo y de la sangre en una decidida dirección, mas nos aleja de una idea evolutiva (que también la democracia entrañaba) de conquistas sociales, culturales y materiales a las cuales inexorablemente la humanidad (y arriba de ese elefante la Argentina) se dirigía. Las negociaciones políticas no son acuerdos de paz sobre una línea de tiempo bajo la que respira la conflictividad, la democracia no elige mas no ahorrar sangre. La democracia podría suceder en un extraño presente con tremendas fábulas de lucha material que incluyen, todavía, las de un relato nacional enclenque. Sin haber mutilado la lucha de clases, ni cualquiera de sus mutaciones históricas, pero sin subordinar su reloj de arena ni por acción ni por omisión allí. En ese sentido es que "el problema de la inseguridad" repare la atención masiva e incluyente como nada: se trata de la vida. La inseguridad sí podría ser un ítem de envergadura prepolítica, como dicen muchos. Nos matan, que el Estado mate, proteja, etc. Toda la concentración pública puesta en una de las primeras costuras de un contrato social, por decirlo de algún modo. Sólo podríamos decir que vivimos en una sociedad porque sí, y que nos aferramos a cauces ocultos, cuyas victorias o derrotas particulares le dan sentido a nuestras vidas. Esta podría ser una elección de este orden de cosas que no le cambian la vida a nadie, o a todos, pero que sí define un perfil de "conquistas" que en la era kirchnerista se pudo concebir. ¿Hallará un grupo de familias su lugar en el mundo, mas precisamente en la ciudad? Y es una pregunta que muere en su resonancia retórica, que contiene un sentido muy particular para un puñado de vidas, y que aún en el "azar" de un gran resultado, el resultado no asegura ninguna amplificación social. Cada cual, muchos o pocos, viven jugando en su campo concreto de lucha material. Pero si tuviese que medir lo que la democracia pone en juego diría que es la posibilidad del arraigo. Bueno, así se llamó el plan de Menem que, además de darle trabajo a tantos montoneros, permitía medir cuál era una de las metas de la política gris: decir que donde alguien estaba era ése su lugar. Una de las cosas que menos se ha estudiado de la última dictadura, que escapa -digamos- al fogwilliano "show del horror", es la política de erradicación de villas, impulsada por el inspirador Cacciatore. En la política violenta, autoritaria y audaz del finado se jugó una de las claves del proceso. Y básicamente para una porción enorme de habitantes de Villa Soldati y Lugano, por ejemplo, donde-Macri-gana, esa marca es LA marca que dejó la dictadura, para bien o para mal. "Yo me crié adentro de un basural, vos sabés, y de pibe vi cosas, vi cuando los militares bajaban gente y la mataban ahí, los ejecutaban, los prendían fuego. A la noche traían personas que seguramente secuestraban en algún lado, las arrodillaban, las ejecutaban, las rociaban, las prendían fuego, y al otro día las íbamos a ver, porque esperábamos que se hiciera de día, porque teníamos miedo que nos mataran también, porque ellos tiraban ráfagas para los yuyos. Sabían que había cirujas ahí adentro, éramos nosotros." Nadie nunca nada recogió de estas cosas que se-dicen-todo-el-tiempo en Villa Soldati, y cuando digo nadie no digo Macri, digo nadie de los organismos de Derechos Humanos pensó en que se podría investigar esta pista, ¿qué hay debajo de Parque Roca? Yo concibo a ese Parque como uno de los lugares mas intensos y centrales de esta ciudad. Es la gran obra democrática de esta ciudad. Quien quiere hacer una historia de la ciudad de Buenos Aires puede resumirla en una historia del Parque. Eso también explica un lugar inestable en el que los mismos derechos humanos han quedado. Los derechos humanos fueron cargados significativamente con los rastros singulares y políticos de las víctimas, para contraponer a la parábola laica de los dos demonios que dominó la década del '80, y terminaron por crear una zona excluyente de la memoria. La muerte fue policlasista para la dictadura asesina, pero se trata de pensar en cuánto queda por elaborar de los alcances sociales, geográficos y simbólicos de ese proceso. En las muertes no contabilizadas, en las "bajas del bajo pueblo", en las fuerzas vivas de un sentido común, en todo aquello que no podría ser incluido en el perímetro simbólico bajo el que hoy la memoria adquirió su status oficial.

En el centro de ese proceso hay una idea de ciudad. Que además ganó. La ciudad del proceso parió a la ciudad democrática, y es una cadena sin retorno.

Todo esto para prologar este brillante ensayo de Pablo Chacón.

La fiesta del paco
por Pablo E. Chacón

La fecha de las próximas legislativas está decidida: 28 de junio. Esta semana empezó con horario cambiado. Dormir más y mejor. Alimentarse (no sé si más) pero mejor. Ponerla más y mejor. En fin, todos esos estilos, pasiones y costumbres, si ganan en calidad, mejoran nuestra salud. También mejora nuestra salud dejar el tabaco, las drogas y el alcohol (cuanto mucho una copita de vino tinto o en su defecto, una aspirina, como nos enseña el maestro Sábato de los Santos Lugares: todo en su medida y armoniosamente). Así que es hora de cambiar. Y esta columna también cambia.

Escribe Roland Barthes: “Ha ocurrido un asesinato: si es político, es una información; si no lo es, un suceso. ¿Por qué? Podríamos creer que la diferencia radica en la de lo particular y lo general, o más exactamente entre lo nombrado y lo innombrado: el suceso o fait divers (al menos la palabra parece subrayarlo así) procede de una clasificación de lo inclasificable (…) Sólo empieza a existir allí donde el mundo deja de ser nombrado, sometido a un catálogo conocido; en una palabra, es una información monstruosa, análoga a todos los hechos excepcionales o insignificantes, es decir, anómicos”.

Anómico viene de anomia, concepto sociológico que, más o menos, ilustra el estado de ánimo de una sociedad: decepcionado, caído, sin iniciativa, susceptible de manipulación o estafa, eufórico para nada. Algo así. El consumo de paco provoca anomia, zombies callejeros, adictos, juventudes malogradas, corrupciones varias. El paco no es bueno. Es bueno preguntarse qué es el paco y por qué y quiénes lo pusieron de moda, porque entre otras cosas, el paco es un suceso argentino.

Digamos también que el paco es un suceso urbano, y que la ciudad que tiene la mayor cantidad de adictos a la sustancia es Buenos Aires y que el índice más alto de consumidores de paco no está entre los alumnos del Cardenal Newman (que tenía otras pasiones) sino entre los desafiliados sociales de segunda generación. Esos datos pueden rastrearse en diarios y revistas, en internet y en las páginas oficiales de las administraciones comunales y de los ministerios y secretarías nacionales con alguna competencia en la materia. El lector sacará sus conclusiones.

Dícese que del paco, en la patria existen cerca de 200 mil adictos: todo un mercado. Y que la mayoría de esos 200 mil, cometen delitos (no se sabe si bajo los efectos del paco o por abstinencia de paco) aumentando los riesgos naturales de vivir, la inseguridad y la consecuente necesidad de enrejar la propiedad privada. Por supuesto, no hay ningún estudio serio que pruebe que el consumo de paco empuje a violar mujeres, hombres o inclasificables agrupados en el rubro “otros”; tampoco a robar, asesinar, convertirse en marciano o lector del Financial Times.

Estudio serio excluye a la estadística, electoral o no.

¿Qué tendrá de atractivo el paco? ¿Qué cosa es el paco?

El paco es una suerte de diminutivo de la pasta base de cocaína. El diminutivo (y el mismo paco) son inventos nacionales. La pasta base de la cocaína es el resto que queda después del tratamiento de la hoja de coca por determinados precursores químicos, que en cantidades libera una sustancia pastosa que se deja secar y tratar otra vez hasta obtener el polvo blanco; lo que queda en el fondo de la olla es la pasta base. Esa pasta base, en los países productores (la Argentina no lo es) suele ser fumada mezclada con tabaco. Y es gratuita.

En los ochenta y noventa del siglo pasado, la pasta base que llegaba a Europa y a ciertas zonas del Brasil, acompañando a la cocaína de máxima pureza, popularizó otro producto que hasta entonces era monopolio de músicos o de una elite algo reventada: el speedball, una ampolla, para los amantes de la jeringa, que contiene heroína y cocaína, y es de alto impacto; las variantes de speedball para fumar o aspirar, existen también, pero alimentadas con pasta base. La pasta base de cocaína no es lo que se vende y se compra en las calles de las ciudades argentinas.

En algún momento, cuando la cocaína entró al mercado negro de las drogas locales, muchos preferían fumarla mezclada con tabaco. El embotamiento dura unos cinco minutos y según los especialistas y usuarios, pide repetición. Cuando la desregulación y apertura de los mercados, incluidos los negros, la droga blanca inundó el país; y muchos minifundistas empezaron entonces a buscar un modo de producción local, que se encontró (las cocinas del conurbano) y que como la mayor parte de la producción industrial local, es trucha respecto de la producción industrial importada, lícita o ilícita.

La cocaína es un negocio enorme, y de acuerdo a quien la controle, existirán o se disimularán desde las cantidades decomisadas hasta los tipos de tratamiento para las intoxicaciones. Las cocinas del conurbano armaron una clase particular de productor y de consumidor, sus alianzas específicas, y sus resistencias específicas; multiplicada la demanda, se impulsó una baja de la calidad de todos sus módulos: la pasta base de cocaína, en la Argentina es el paco, un producto no apto para consumo humano, que fríe los sesos más rápido que el doctor Lecter.

El paco es el fondo de la olla argentina, destinada a los sectores más vulnerables, de menos recursos, que se vende y administra por orden de una cantidad de personajes que se ponen la gorra para correr al fumón y se la sacan para liquidar al okupa o al desesperado por falta de horizontes y oportunidades de afiliación a un proyecto que los devuelva al universo de discurso. La estadística sirve para chequear cuáles son las ciudades más afectadas por la epidemia, quiénes las gobiernan, qué legislación regula y quiénes son los beneficiarios de los muertos que provoca inhalar o inyectarse tubos de neón picados mezclado con veneno para hormigas y formol, que eso es el paco.

8 comentarios:

Gerardo Fernández dijo...

Espeluznantemente bueno esto.
Saludos

Anónimo dijo...

Para Chacón, que es poeta, y de quién he leído algunos de sus libros, resultará obvio y conocido el peso de las palabras y las palabras que determinan, también, supongo, para Martín, cuya filiación es poética a juzgar por lo que se lee en su blog. Quiero decir, a propósito del adelantamiento electoral y el fondo de la olla, que quién parece beneficiarse bastante con la nueva propuesta de fecha, adémás de Néstor, claro, es quién según sus promocionados spots publicitarios y su campaña de carteles en rutas bonaerenses, va a ocuparse del tema de la inseguridad. llamativamente o no, a Francisco de Narvaez le dice "Paco", ¿no?. Quizá, como la pasta del fondo de la olla, venga a terminar el trabajo que el ¿otro? paco ha iniciado. El trabajo que exijen Susana, Tinelli, el Flaco Spinetta, la aliminación y el exterminio de los -uso un término de Chacón- desafiliados del sistema.

mariano dijo...

muy bueno, lo de chacón, muy bueno.
la historia de la ciudad es la historia del derecho sobre la ciudad, eso que ozslak se preguntaba: ¿quién merece habitar la ciudad?

Anónimo dijo...

Capote chacon...

Edukadores dijo...

El paco ea el fondo de la olla, pero esta olla empuja al fondo, y ene ese empuje estamos la mayoría.
Si lo que e autodenomina clase media y ya no lo es lo entendiera algo sería distinto

Anónimo dijo...

es tu caso, vos no lo entendés, talvez por apodarte edukator: con la puericultura a otro lado

Edukadores dijo...

¿quien te digçjo que no lo entiendo? Me apodo edukator por la película los edukadores que da nombre a mi blog, y no porque quiera educar a nadie.
Mas vale intercambio y me educo yo también
Con prejuicios no se llega a ningún lado

Pía dijo...

Chacón, impecable.