viernes, diciembre 12, 2008
Viernes 3 am
Quiero decir: al kirchnerismo no le hace falta resolver cuestiones orgánicas, armar una orga, etc., no, porque eso es un quilombo, de lo que se trata es de que (siguiendo la forma de los tiempos) se desprendan nombres directos de quienes son el kirchnerismo en territorios donde eso es posible. Como esta ciudad. Y ahí yo digo: entre Filmus, Heller y Cabandié es que debería fijarse una constelación definitiva (y eso que ya son del riñón, quien mas, quien menos), y que después Telerman o Ibarra, desde sus respectivos costados pululen, peleen, lleven encuestas a Olivos, digamos, hagan lo que tiene que hacer todo político que se proyecta y que la quiere pelear. Punto. Mas allá de eso y mas acá de eso es necesario cortar con cierta onda esencialmente y exclusivamente broker de la política. ¿Qué quiero decir con esto? Yo trabajo en un medio en donde se piensa a la política como una operación constante, como el arte de descifrar gestualidades en riñas elegantes por el poder. Bien, de eso se trata. Pero lo que no puede ocurrir, es de que si para vos la historia es una política on line, finalmente, aterrices de tu sueño palaciego "clavado por un rayo que cae de un cielo sereno". Por eso discutir si ir o no a la marcha de los chicos del pueblo es una discusión que no debería contener demasiada especulación, porque pensar en el impacto de esa fuerza social en "el juego de los jugadores" es una forma de empezar a perder el rumbo. (...) Lo importante de la CTA y la CGT es la foto de Moyano y Yasky, que demuestra a dos líneas comunes que hacen pie sobre una idea del gremialismo argentino donde la defensa irrestricta de los laburantes significa dos cosas que hay que saber conciliar: defender los intereses de clase y las políticas de estado que amplíen la masa de asalariados, o sea, una política mas desarrollista (por decirlo de algún modo). No todo, en los enunciados, es clasismo. Esa es la tarea del sindicalismo argentino, y en uno y en otro de los dos polos se apoyan mas ambas centrales obreras, pero en esencia, las dos, ayudan a construir ese equilibrio. Por eso ir a una marcha, agremiarse, pelear una paritaria, también es defender a un gobierno que es -quizás- el mejor gobierno posible.
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