domingo, septiembre 16, 2007

¿Realmente, rabino, se alienta venganza en lugar de justicia? Bergman reemplazó "Seguridad" por "Libertad" en el Himno Argentino. Es autor de un borrador de teorías con cierta articulación del discurso opositor, sometiendo a la opinión pública argentina (bah, porteña) a la vaga idea lilista de que la sociedad tiene un conflicto central, madre de todas las contradicciones: lo que el Gobierno le hace. Eso hizo que Bergman en el pésimo resultado electoral de la CC raje al festejo del Pro, con la convicción intacta. Siendo precisos, ¿cuál, o dónde, está el hecho, la acción de gobierno, en la que se alienta venganza? Sobre la institución militar se registran varias operaciones simultáneas que -quizás- sean de la mejor factura oficialista: desde el balbuceo de una nueva doctrina, hasta las modificaciones curriculares que incluyen a los DDHH.

Leer Perfil es tentador: come el pan de su ansiedad, se almuerza la cena, como dicen los sanjuaninos, en el afán por convertir al anti-kirchnerismo en un corpus, una masa crítica compacta en la misión republicana de contrapesar el hegemonismo. No, no es menemismo, que ofrecía -simplemente- conjugar su contraste exacto, lineal.

La construcción de un universo pre-político se puede hacer en una dictadura, cuando lo institucional-republicano concretamente está quebrado. Cuánto odio tiene Lilita, cuánto odio sólo explicable por el nivel de operaciones que debe haber sufrido, sí, porque el negocio kirchnerista mas inescrupuloso (esta vez lejos de De Vido) pasó por un ritmo de ejecuciones públicas mediáticas y cooptaciones de cuadros, cuyo objeto visible fue barrer el centro-izquierda, de manera tal que a la izquierda de Kirchner sólo quede el abismo o, lo que es lo mismo, la izquierda que aún no supera su narcisismo de las minorías. Quizás la crueldad de la que hablan, lejos de extenderse bajo formas represivas, de herir "el cuerpo social", se trate simplemente de la psicología de esa pareja maldita que no mide sus actos bajo los códigos políticos clásicos, y los objetos de su furia han sido: Menem, Duhalde, Carrió, y las segundas líneas justicialistas sin poder territorial (aunque sí con otros poderes), objetos de diversos carpetazos. De manera que la crispación (palabra de moda si las hay), lo gestual, en quienes ejercen poder, contiene una especie de pedagogía del ciudadano que -éstos, los otros- vienen a corregir en un concurso a ver quién sobreactúa mejor su republicanismo, su sobriedad, sus modestas afinaciones discursivas. El único político de la oposición que mira a cámara con cara de "a mi me chupa un huevo todo esto", es Macri.

Y ya lo dijo clarito Mauricio: si éste es el gobierno de los Derechos Humanos, el de él será el de las obligaciones sociales. Se trata, quizás, de quien mejor lee los guiños bíblicos o, directamente, quien mejor escucha a ese cuadrazo llamado Bergoglio, y a esa máquina de lecturas sociales llamada Iglesia Católica. Lo que sigue no será una "afinación" de los derechos humanos hacia el liberalismo de izquierda pago de La Embajada, sino, cuando Macri gobierne el país, un cambio de paradigma, un sobresalto, que permita en silencio seguir ejecutando las continuidades.

Quiero decir: si el kirchnerismo resultó "duhaldismo blanco", su propia superación será la vuelta a algo negro. Eso es pro, ¿se entiende? Lo que quiero decir: ¿bajo qué árbol, alrededor de qué árbol, se asegura la verdadera continuidad democrática, la pejotista? Ni Carrió ni Bergman ni Conte Grand, ni ninguno de los que se sienten a gusto en la residencia de Figueroa Alcorta, lo pueden.

varios puntos de sutura

1 comentario:

león herbívoro dijo...

loco, gran texto.