Hace 35 años que venimos charlando sin vernos, Negro. Nos ha pasado de todo durante mucho tiempo y sin embargo te veo como si fuera ayer.
Es difícil explicarles a otros este grado de intimidad. En aquellos tiempos quizás hubiera sido más fácil. Cuando todos sabíamos que muchos moriríamos para que la Patria viva, cuando todos creíamos que morir no era desaparecer, cuando sentíamos que morir por la Patria y el Pueblo no era dejar de existir, cuando morir de amor por los más humildes y explotados no era “perder”.
Es que nuestra intimidad está basada en la trascendencia. Hoy es difícil de explicarles a otros porque se han acostumbrado a vivir sin trascendencia, se han acostumbrado a afanarse por causas intrascendentes.
La verdad, Negro, no creo que seamos anticuados. Las cosas hoy han cambiado, pero no son más modernas, sino que simplemente son más degradadas. No creas que te lo digo para consolarte; la verdad es que no creo que hayamos jugado nuestras vidas por error. Vos no moriste por un tonto idealismo, Negro. Creo profundamente que nuestros valores trascendentes sobrevivirán en muchísimos siglos a los rastreros principios del oportunismo político y el descompromiso.
¿Cómo podría entenderse nuestra intimidad trascendente si no fuera porque nos hermanamos para siempre en eso que llamábamos “el compromiso”? ¿Cómo podrían entender hoy esta hermandad esencial quienes buscan “triunfar” sin comprometerse con nada que les ponga en juego la vida? ¿Cómo van a entender lo que es el compromiso si tienen terror de lo que llaman “quedar pegado”?
No sé me ocurre cómo podría homenajearte alguien que no tiene un compromiso a muerte con la justicia y la dignidad de los oprimidos. ¿Qué intimidad podríamos tener con quien “hace política” bien remunerada cacareando sobre el pasado sin comprometerse para que nada cambie en el futuro?
Lo más importante de tu ejemplo, Negro, es que los pibes comprendan lo valioso de un compromiso existencial con la justicia social y con la independencia económica de la Patria, de un compromiso del alma con la integración liberadora de la Patria Grande.
Mi sencillo homenaje, Negro, es decirte que seguiré caminando junto a vos, como siempre.
Es difícil explicarles a otros este grado de intimidad. En aquellos tiempos quizás hubiera sido más fácil. Cuando todos sabíamos que muchos moriríamos para que la Patria viva, cuando todos creíamos que morir no era desaparecer, cuando sentíamos que morir por la Patria y el Pueblo no era dejar de existir, cuando morir de amor por los más humildes y explotados no era “perder”.
Es que nuestra intimidad está basada en la trascendencia. Hoy es difícil de explicarles a otros porque se han acostumbrado a vivir sin trascendencia, se han acostumbrado a afanarse por causas intrascendentes.
La verdad, Negro, no creo que seamos anticuados. Las cosas hoy han cambiado, pero no son más modernas, sino que simplemente son más degradadas. No creas que te lo digo para consolarte; la verdad es que no creo que hayamos jugado nuestras vidas por error. Vos no moriste por un tonto idealismo, Negro. Creo profundamente que nuestros valores trascendentes sobrevivirán en muchísimos siglos a los rastreros principios del oportunismo político y el descompromiso.
¿Cómo podría entenderse nuestra intimidad trascendente si no fuera porque nos hermanamos para siempre en eso que llamábamos “el compromiso”? ¿Cómo podrían entender hoy esta hermandad esencial quienes buscan “triunfar” sin comprometerse con nada que les ponga en juego la vida? ¿Cómo van a entender lo que es el compromiso si tienen terror de lo que llaman “quedar pegado”?
No sé me ocurre cómo podría homenajearte alguien que no tiene un compromiso a muerte con la justicia y la dignidad de los oprimidos. ¿Qué intimidad podríamos tener con quien “hace política” bien remunerada cacareando sobre el pasado sin comprometerse para que nada cambie en el futuro?
Lo más importante de tu ejemplo, Negro, es que los pibes comprendan lo valioso de un compromiso existencial con la justicia social y con la independencia económica de la Patria, de un compromiso del alma con la integración liberadora de la Patria Grande.
Mi sencillo homenaje, Negro, es decirte que seguiré caminando junto a vos, como siempre.
Julio de 2006
Mario Eduardo Firmenich
1 comentario:
Qué cosa rara. No porque lo que diga explícitamente no sea digno de atención e incluso de adhesión, sino por la manera curiosa en que elige enfrentar lo que passó entre la muerte del negro y, digamos, la detencióne Rio de Janeiro del Pepe, para hablar de lo fácil, o de lo no tan difícil. Igual, el Pepe, sus acciones y sus dichos son una trampa mortal: a meidda que uno se interna en la discusión acerca de él, se va alejando del objetivo principal, es decir, cambiar el presente. Desde el hoy, no se puede decir ninhguna palabra chirriante sobre la política de Montoneros a partir de la muerte de Navarro que no haga quedar pegado a aquellos que no quieren quedar pegados, esto según la estrategia discursiva del Pepe. ese tema será otra deuda que dejaremos pendiente para nuestros hijos y nietos.
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