Admito mis obsesiones. No las puedo negar. Durante un tiempo creí que ciertas preguntas un poco universales decían cosas de uno. Como esa que preguntaba con qué beatle uno se identifica, y que de ahí se sacaban conclusiones psicológicas de una persona, en todo el hemisferio occidental. Yo tenía la idea de que había otra, esa que decía "¿dónde hubieses militado en los años '70?". Y ahora, mientras habito las últimas olas, identifico eras de una personalidad siempre obsesiva, marcada a fuego, en cada una de las respuestas que di a esa pregunta.
A los 17 años suponía que lo hubiese hecho en el ERP. El libro de María Seoane, un tono marcadamente neutro, bastante flaco de análisis o de densidad, me marcaba. Venía de una familia con raíces repartidas: Montoneros, el peronismo ortodoxo, el radicalismo, la JRR, y flia. del ERP en Córdoba. Algunas bajas, algunos mitos, todo lo que necesitás para edificar lo que vendrá a derribar el tiempo histórico que te toca. Pero no es tan así, mi fuga fue obsesionarme. Tiempo después respondía "Montoneros", y marcaba ahí una suerte de domicilio existencial, que creí fijo, para siempre.
Después tenía mi pesadilla alfonsinista, que brotaba de las aguas desoladas, cuando la historia se hacía demasiado pesada, e imaginaba que el relato alfonsinista contenía un elemento fuertemente mesiánico, capaz de producir la ruptura definitiva con los '70. La política empezaba a ser otra cosa, a decirse en otro lenguaje, digamos, y que -incluso- la lectura demoníaca de los años del plomo tenía menos que ver con Sábato que con lo que se podía pensar, después de la muerte, del miedo y la prudencia. Y pienso que hay mucho vivo y por hacerse en el legado del '83; sí, es un dilema abierto el de la democracia, con mucha mas productividad histórica que el de la productividad histriónica de los '70. En fin.
Un día descubrí que vivía en el espejismo de la ciudad política, que había márgenes, que lo eran todo. Una sustancia de vida, que me era absolutamente desconocida, leí Kusch, leí la larga duración, la experiencia popular, odié para siempre el trotskismo de la media. Pero ya era tarde. Me fui haciendo peronista, naturalmente, y conservador. Los '70 se siguen proyectando sobre cada década siguiente: los '80 fueron cagones, los '90 traidores... Probablemente mi enemigo secreto es la anti-política, y pienso que cada una de esas caracterizaciones (cagones, traidores) tiene un sesgo anti-político, porque subyace siempre la idea que se expresa en una frase fatal: la vuelta de la política. Como si no hubiese habido política en los '80 y '90. Y eso me parece injusto.
Hijo de un bloque demoníaco y pequeño-burgués que perdió una guerra, sí. Y que se arrogó el derecho a ser hegemónico, a escribir el relato. Sí. Hijo resentido, a la derecha de sus padres, que ya no tiene respuestas a las preguntas fáciles.
Yo no hubiese ido cantando hacia la muerte.
2 comentarios:
pero el lampiño era el que le bancaba la mirada al muerto...
hermoso post, pato
pero el lampiño era un personaje complejo, y en la repartida le tocó también en una vuelta: "la luna y la anarquía"
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