La pastilla efervescente de leer a Molina en ayunas. De escuchar Arco Iris, al mediodía, antes de la comida. De dormir la siesta con la pregunta insoportable de: ¿Y si sabía que lo de Monte Chingolo estaba cantado por qué...? Después de mirar esas fotos. De pensar en esas cosas que te revuelven, que te alejan, que te secan. Escribí esto:
El niño vietnamita que atraviesa la noche de fósforo blanco.
El niño tucumano que se desprende de la piel el napalm con los dientes.
El niño formoseño que orinaba en el fogón.
El niño vietnamita no se lavaba el pelo con jabón federal
(para que la espuma no delate…)
eran los niños del erp, eran los niños del erp,
traídos de todo el mundo, en aviones negros,
“escóndete guerra”, decían,
de la bala líquida y de la bala negra de la tierra no se salva nadie.
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