jueves, junio 01, 2006

San Francisco

Ya puse lo último que tenía que poner para cerrar el tema Ernesto. Un gran poeta, y una manera de decir basta a la zoncera de esa especie de bueno, por ser de derecha, los que creen ciegamente aún en los valores del invento correcto de la incorrección política, anverso lineal del relato progresista; yo qué creo: yo creo en Dios. Y tengo un amigo, Alejandro Rubio, que alentó mi lectura apasionada de Cardenal, y hoy me convoca a la lectura de un poeta: Francisco Gandolfo. Será Francisco para los días de esta vida, cuyas rupturas y continuidades profundas exceden la superficie y la planicie del blog. Ser de derecha merece una densidad no atribuible a los que creen que un cartonero es alguien que no quiere trabajar. Por eso nos tomamos el trabajo por describir a qué industria, a qué políticas de estado, a qué legislación, y así seguiremos siempre, todos, en la izquierda pelotuda del mapa, reclamando lo mejor que nos merecemos: la verdadera derecha noble que se perdió en el camino de la sangre...


En el empuje de energías que necesitamos
para concretar acciones, siempre conseguiremos
quienes nos acompañen y quienes
nos rechacen a veces con ira.
La voluntad carece de ira: toda la energía
desperdiciada por la ira es absorbida
y asimilada por la voluntad para llevar
a cabo sus proyectos, de modo que la voluntad
que se impone supera las dificultades
al absorber el contorno positivo y negativo
que la rodea. Ahora bien, la ira absorbe
a su vez las energías del odio, el desprecio
y la envidia, constituyendo así
la voluntad negativa, que la voluntad
positiva necesita para cumplir su misión
de potencia que absorbe e irradia con plenitud,
porque los elementos negativos y positivos son
igualmente necesarios para el equilibrio
de las fuerzas en tensión.

Francisco Gandolfo

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