jueves, enero 31, 2008

"lo sé con la certeza de la fe que nace quitando del plumaje el cascarón antiguo"



Hay tres ejes fundamentales en el Diario: 1) el manual de liderazgo político (le dedica tiempo a pensar cómo está la moral de Inti, cómo ve flaquear a Camba, las reacciones de los pocos bolivianos sumados, la moral imbatible de los cubanos, etc.); 2) diario del cuerpo y la subjetividad, o alguna cosa por el estilo que, planteada así, no lleva a nada y dice mucho, pero me voy a tomar el trabajo de anotar lo que es su diario del asma; 3) la lectura política. Que me sugestionó: el Che habla de que firma solicitadas para Sartre, Russell, que se escribe con Fidel, habla de contactos acá y allá, que Masetti, que Gelman, que Jozami (sí, el mismo que defendió la FTV de la prescindencia de Ibarra), pero bueno, digamos que quiso jugar la Copa Libertadores de América en Bolivia, hallando ahí una soledad política que, en los últimos tres meses de diario, se vuelve evidente sobre todo en los balances mensuales, pero diría mas: sobre todo en que el punto 1 y sobre todo el 2 se vuelven casi el eje del texto, porque no sólo es el diario de su cuerpo, también lo es del Médico y un par mas, incluso algunos animales, una especie de descomposición orgánica de la revolución en detalles casi obsesivos (como todos los detalles), mas el réquiem breve por tres o cuatro muertes, que parecen golpear tanto como el asma el temple del guerrero. Se habrá dicho muchísimo, y escrito mas, al respecto, y la escuela de Cinismo del Sol Argentino imaginará que lo del Che tiene la misma importancia cultural que el consumo de LSD, con consecuencias dramáticas en cuyo caleidoscopio aún giramos. Hay textos en una edición vieja de la Casa de las Américas que hablan mas y mejor que cualquier cosa: Enrique Lihn, Francisco Urondo, Italo Calvino, pero sobre todo uno de Walsh pone la escena fuerte que se repite, el dilema de los años. La de la culpa de estar ahí, frente a una máquina de escribir, cuando aún humeante, el cuerpo del Che en Bolivia, refleja el lugar del cuerpo, de los cuerpos. Los que escriben la Historia -pienso, creemos hoy- son los que van con machete, sí, pero tumbando a los Mitos en gestación. Bota podrida en la selva del mundo. Ese "malestar", esa escena dramática (porque nadie imagina cómo salir o romper ese círculo de encierro del escritor y su máquina, cuando afuera sucede lo decisivo), eso que Gelman talla y salda con la acción repetitiva del giro en falso ("ni con miles de versos hará la revolución", y aún así, "se sienta a la mesa y escribe"). Y podríamos conjugar hoy, que esa vieja escena ("la ventana, la calle, la desnuda acción de los otros, etc.") es la forma compleja en que la época nos presenta a esos escritores rodeados y aislados, precipitados en sí mismos, por las acciones de unos otros, afuera... Una época en la que podríamos decir: nunca un escritor estuvo mas solo. El Che como dispositivo cultural que ha dejado encerrados aunque sea por horas a las mejores plumas del continente (Lezama, Lihn, Gelman), sacado lo peor de ellos, su peor literatura, su peor dilema moral. Por eso, hoy, leerlo. Y sin embargo, como si fuese recuperar el incienso adolescente, ¿quién no le escribió un poema al Che?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"...yo tuve un hermano,
no nos vimos nunca
pero no importaba
mi hermano despierto
mientras yo dormia..."

Anónimo dijo...

"te cambio una cancion por el coraje
de tus jovenes manos combatientes
fundidas al metal
con que nos salvas
(...)autor anonimo de la alborada
venado silencioso en la montaña
guerrero del amor.
hijo de este tiempo, remolino..."