miércoles, diciembre 24, 2008

Monte Chingolo.

Para Manolo, para R R, para muchos, para Mendieta. Para mucha gente que la pasa mal, los que no se cobraron aún sus ofensas... feliz navidad. Y porque venga un año mas de revulsivo kirchnerismo. Brindo también por un amigo. Uno que no está tan cerca. Y lo voy a hacer regalándole algo de "alguien que odio". Odio a Bukoski, sobre todo -como pasa muchas veces- odio el fanatismo, esa traducción española, ese tono del que habla en canchero -como dice mi amigo HF- sobre "putas" (como si algo pudiese obviar que-se-paga-por) y una cosa: odio a quienes leen algo y sienten que la experiencia de esa lectura es la transferencia de la experiencia que creen que sostiene esa escritura. No solamente leer a Bukowski no te ahorra vivir "experiencias sensibles", sino que a la vez revela la estupidez de creer que un Bukowski escribe con la verdad, con-lo-que-vive. Bueno, pero a pesar de eso, y de este reparo... me gusta un poema de Bukowski. Lo juro. Y viene a colación porque mi amigo, un gran amigo, uno de esos amigos que uno quiere de verdad, y no la verdad con la que supuestamente se hacen poemas, sino con esa verdad que no puede ser representada... bueno, mi amigo se merece lo mejor, y lo mejor, ¿de dónde sale lo mejor?, hablo de mi amigo Martín Armada, que está en Irlanda, pasando frío y calor, y que espero que él entienda que este poema dice algo, y que es un poema que dice algo que yo no sabría cómo decirle. Y que, bueno, a veces una canción de mierda escuchada en un taxi de madrugada es mucho mas linda o profunda que la que ponés en tu casa mientras te bañás, o mientras preparás un estofado tomando un buen vino. Hablo de un poema que le dedico a mi amigo, a mi amigo que está lejos, y por el que voy a levantar la copa, y el poema se llama "Amor y coraje" y dice así:

La que me gustaba era esa en la que Cagney
peleaba en el ring
a pura piña
así podía ganar plata
para que su hermano tuviera
lecciones de música
el hermano quería ser
pianista clásico
le habían dicho que tenía
gran talento.

Pero los dos venían del barrio
pobre, y
Cagney tenía que subir al ring
una y otra vez
para conseguir plata y ayudar a que su
talentoso hermano
se convirtiera en pianista.

Cagney incluso pierde a su chica
y la película termina con el hermano
que lo logra
(En el Carnagie Hall, si mal no recuerdo)
y Cagney
hecho pelota y ciego
en su puestito de diarios
escuchando por radio
el concierto de su hermano
y, por supuesto, la chica está en el concierto
adorándolo, los ojos muy abiertos
mientras Cagney pone sus manos sobre
un calentadorcito
solo en medio del frío
escucha la radio
mientras su hermano toca el piano

Cagney
no sabe nada de música
y
oyendo el aplauso final
cree que
todos los golpes que le dieron
valieron la pena.

1 comentario:

Mario Arteca dijo...

Desprendimiento total de Cagney, el petiso con jeta de malísimo. A su manera, perdió con elegancia lo que ganó a pura violencia. ¿Será siempre así? Brindo por vos, y por tu amigo que no conozco. Happy year for all.