sábado, diciembre 20, 2008

Los Cantores de la Merced

De Ibrahim Ferrer o Compay Segundo nadie diría que son música estalinista, mas bien nos muestra “la esencia pura de un pueblo bueno”. Y sin embargo… las colecciones vendidas de esas viejas voces salidas de la remoción de escombros que Buena Vista hizo, no podrían replicarse con una remoción de voces de nuestro folklore (Tormo, Toro, Chazarreta...) para quienes vorazmente compraron el arte popular cubano. Ese boom vino a cerrar el ciclo abierto por la trova cubana, aquella solitaria que empezó a circular en cassettes clandestinos, hasta llenar esos Obras, pero que debía ser descubierta su raíz, su peronismo. Porque, claro, a nuestras voces olvidadas uno las imagina gritando en la radio a pilas del puestito de frontera que escucha un viejo oficial entre dormido, un gato que se baila casi como si fuera el baile del colimba que tuvieron sentado en un hormiguero toda la mañana. Por el pequeño amplificador de una radio llovida, Ramona Galarza, es una gran pluma espléndida de ñandú que abanica la siesta en la frontera, o, una charca donde chilla el pato y por lo bajo el grito pelado del que le están dando máquina… allá, en Campo de Mayo. Música de radio que da potencia a la picana. Música de fogón, de último fogón de la frontera que nos separa del salvaje, donde una pava sobre las brasas calienta el agua de un mate rechupado y donde van a dormirse tapados por piel de guanaco los dos colimbas ésos, que no tienen un secreto en la montaña, sino una verdad a medias en un monte: vieron todo, y callan. Ahora nadie es progre, y todos queremos hablar así: en lengua nacional. ¡Y qué mal lo hacemos, qué mal lo hago! Hemos descubierto el pellejo que arrojamos y que cubría más y mejor el hueso nacional: Rico. Ése es el guano. Esa es la esencia iluminada montonera: recuperar de las cenizas al viejo soldado del ejército nacional, recobrarlo, devolverle la moral, el grado, la palabra. FM de la frontera. Esta es la hora lamborghiniana. Todos los intentos son truchos. Ser porteño es ser un hombre de ningún lugar. Y creer que envasado en el museo de la lengua existe algo que es –en verdad- inefable… casi porque no existe. La última y mejor publicidad política es aquella, ¿la recuerdan?, donde muchos hombres y mujeres solitarios, en el silencio de su tarea, son interrumpidos por un grito enajenado que les nace quién sabe de dónde: ¡Vamos Menem! Odiamos ser ridiculizados o atrapados bajo el efecto narcótico del progresista que fuimos, que somos, que seremos. El kirchnerismo es nuestra última frontera. Moriremos tapados por los amarillentas páginas que guardamos en la buhardilla. Sabíamos que un día haría frío, y que íbamos a necesitar con qué taparnos. Argentina es un gran país. Este blog se autodestruirá.

No hay comentarios.: