lunes, octubre 02, 2006

Yo tengo una camisa negra

No estaría mal la imagen de una nueva multipartidaria en vilo, acodados López Murphy, Lavagna, Solá, etc., con el cartel de Aparición con Vida, de Congreso a Plaza de Mayo. Mario de Palermo sueña en voz alta, y demuestra que lo mas sensato es utópico. Se sienta a la mesa y escribe: "La agenda de derechos humanos no es una prolongación lineal de las luchas del pasado ni un subproducto de su derrota (como se afirma “por derecha” y a veces “por izquierda”) sino un salto de calidad de un momento ulterior. Emparentar esas viejas luchas y las contemporáneas tiene sus razones porque son los familiares de muchos de esos militantes (arrasados por el terrorismo de Estado) quienes encabezaron la cruzada de los DD.HH. Pero el ejercicio pacífico, creativo y ceñido a la ley es una auspiciosa creación colectiva que alboreó durante la dictadura, se fue haciendo masiva en estos años y consiguió (tras vaivenes y desaires crueles de sucesivos gobiernos) un predicamento y una ejemplaridad inusuales." O esto: "En ese sentido, que Kirchner (y Raúl Alfonsín, también, a su modo) no hayan sido adalides de los movimientos de DD.HH. antes de ser presidentes y doblaran la apuesta una vez en el poder debería ser computado a su favor y no en su contra. Una mutación así, contrapuesta a la lógica del famoso teorema de Baglini, agranda el mérito de haber doblado la apuesta, poniéndose a la cabeza de la sociedad y motivándola a comprometerse con una causa superior." Cosas que pasan, pasarán desapercibidas por el lector ávido y veloz de diarios, pero que conforman la mejor prosa política. Wainfeld es discípulo de Salvador Ferla: uno de los mejores escritores políticos menores de los '70, menor en su estilo, sí, pero genial en sus apreciaciones, y valiente.

Ahora bien, que el fallo mencionara la palabra genocidio merece mejores argumentos, no sé, digo, se trata de algo que reinstala un paradigma social nuevo para pensar jurídicamente la guerra que perdimos, tá bien que siempre se habló frívolamente en términos de genocidio, pero bueno, llegó el momento sublime. Porque, miremos esto: –¿Por qué consideraron que es aplicable la definición del genocidio a la Argentina? –En 2006, uno dice: masacraron un millón y medio de armenios y es el día de hoy que ni siquiera está reconocido. Esto muestra la resistencia de esto. Son cien años. El nazismo, sí, porque en números fueron seis millones. Pero tenemos que empezar a ver esto en su dimensión amplia: aquí se persiguió y se aniquiló a una parte de un grupo nacional. Esto lo define el genocida, el que decide aniquilar. No podemos tarifar la dimensión del genocidio: “Si es menos de un millón, no es genocidio”. Esos homicidios en la Argentina en el marco de una política de exterminio son un genocidio. Está demostrado: lo dijo (el juez español Baltasar) Garzón, lo dijo la Audiencia Nacional de España. Es importante que se llamen las cosas por el nombre correcto, y en los casos de violaciones a los derechos humanos no llamar las cosas por el nombre correcto demora treinta años la justicia. El genocidio se tiene que llamar genocidio.

Mmm. Falta algo mas sólido, ¿no?

El resentido famélico que me habita me pregunta, papá: ¿qué hizo España con su propio Genocidio como para que la pongamos a nivel de autoridad? Un carajo.

Y después, claro, a mi me pagan por leer los dos. Y la verdad es que fue un domingo existencialista: comí asado, y tomé vino con mi hermano, y como relojitos, cada media hora, derramamos al piso de su patio el chorrito que recuerda a los que no están. Así que un día de insomnio leer Perfil fue liviano, con su prosa pobre, y los viejos amiguitos que lo habitan: D. G., ahora lo recuerdo, discutiendo el valor del escrache como forma nueva de Justicia Popular, reconstruyendo en los barrios alrededor de la condena el tejido social, y demás. Ahora, en la hora de la justicia penal, trabaja en este diario de la independencia, investigando el margen natural y mínimo de negocios que todo gobierno tiene.

La nota de Guelar es un equívoco perfecto de esa linealidad pobre que por derecha actúa como síntoma desnudo del pasado traumático: la torpe metáfora de completar la memoria es la forma religiosa en que continúan algunos la guerra. Alguien que sobreactúa su condena por el desaparecido para terminar confundiendo el presente y el pasado, dice concretamente: "Nuevamente la inmensa mayoría de los argentinos enfrentamos el peligro de encontrarnos encerrados entre dos fuegos por aquellos que quieren imponer sus ideologías al margen del sistema democrático y republicano. El gobierno deberá, a través del Estado y el monopolio de la fuerza que debe ejercer, desarticular a ambos extremismos." ¿Qué dos extremismos hoy? O sea, ¿cuál es el peligro por izquierda, digamos? Acepten todos algo: al final, la izquierda asimiló mejor que nadie el reglamento democrático (salvo el foquito de Tablada), y eso le permite reconstruir y negociar menos el relato. El título ("Volvimos") es torpe: fue la frase presidencial del último ezeiza peronista, en paz.

Mientras Guelar se enredó con la pelota en los pies, mientras Pepe sigue creyendo que los modos psicológicos del Presidente explican algo, mientras Lanata firma notas que le escriben, y mientras Horacio sigue su interna (Cels vs. el resto de los organismos) bajo formas religiosas, y mientras Mario escribe y lo escuchamos pensar... Blumberg y Castells tallan la única forma posible de unir la vieja consigna decembrista desde los márgenes: piquete y cacerola/ la lucha es una sola.

Tengo un mérito escrito bajo mi camisa blanca: nunca, nunca, subestimé a Blumberg.

1 comentario:

Anónimo dijo...

te queda mejor la camisa de juanes