Despedida a Perón
Intuición. ¿Por qué no fui a despedir los restos del general Perón? Cuando murió, no pude verlo en el velatorio del Congreso. Estuve varios días haciendo cola por las calles de la ciudad; me acuerdo de que estaba en Lavalle y Carlos Pellegrini, la fila donde yo estaba de a ratos iba por esta última hasta Rivadavia y desde allí hasta el Congreso, cocinas de campaña del Ejército servían mate cocido, llovió tanto, tanto, que te mojabas hasta el alma. Cuando deciden llevárselo, yo estaba a una cuadra, llevo en mi retina a numerosos compañeros, a todo el pueblo triste bajo los paraguas, a Carlitos Caride haciendo la “V”. Pero no llegué, los milicos se lo llevaron y me quedé allí puteando, impotente y con bronca. Este 17, entonces, era la oportunidad de despedirme del viejo. Pero no fui. En esos años cantaba/cantábamos “se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical”, y entonces me dije/nos dijimos, tenemos que dedicarnos a construir un sindicalismo que “represente realmente” a los trabajadores, porque todos somos trabajadores, y estos tipos que criticamos ni son trabajadores ni representan a nadie, sólo les interesan su enriquecimiento personal, su figuración. No dudan en utilizar cualquier medio para conseguir sus fines inconfesables. Pero no pudimos. Y luego vino la dictadura genocida, y la primavera alfonsinista, y el desastre menemista, y la Alianza disgregadora y... hoy. ¿Y qué pasó con esa burocracia, esa forma de hacer política? Esa burocracia se fue mimetizando, se fue transformando, empezó a utilizar guante blanco, se transformó en “burocracia combativa” según la ocasión. Se acomodó a las políticas de ajuste y del discurso único privatizador y tupacamarizador del Estado, sustentó la flexibilización laboral, y renegó del discurso simbólico y de las realizaciones del peronismo, bancando la resignación del encuentro con el asesino Rojas y el indulto a los genocidas de la dictadura sangrienta. En ese marco de entrega del patrimonio real y simbólico, de menosprecio por la sangre derramada por los mártires de la lucha popular, se transformó en gerente del ajuste y resignificó del modo más perverso la historia del peronismo, apropiándose de las consignas para difundirlas por celulares y solicitadas, acordándose de Perón y Evita sólo para mostrarlos como iconos vacíos de contenido popular. Con el verso de la caída del Muro de Berlín y la necesidad de actualización comenzaron a comprar campos y caballos de carrera, pareciéndose cada vez más a la oligarquía que tanto detestaba Evita. Esa burocracia sindical, travestida ahora recientemente en fervorosa kirchnerista después del 25 de Mayo, es la que organizó el traslado de los restos del general, no para el conjunto del pueblo sino para seguir apropiándose del pasado, ahora con el cadáver del viejo león herbívoro. Por eso creo que no fui a San Vicente.
Ricardo Rodríguez
DNI Nº 12.084.734
(un abrazo)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario