Por Pablo E. Chacón
Rafael Follonier viaja en un auto oficial desde San Vicente a Buenos Aires, revisa hojas, estudia legajos, ordena fechas, prepara la agenda para una gira latinoamericana que trae a Kirchner de ida, y de vuelta al ruedo. ¿Importa que un tipo curtido en las lides más bravas se pregunte por qué ese tipo no para nunca, no para nunca, no para nunca de correr de un lado al otro, no para cuando usa el teléfono para reclamar a un productor de televisión que les exija a sus empleados más rigor para explicar por qué el aumento del 82 por ciento móvil es inviable, es que ese tipo no para nunca? Acaso se diga que desde la noche de los tiempos, quien se enamora designa a la mujer o al hombre que se sustrae al intercambio que los suyos, los aliados y el grupo le han preparado desde hace muchos años. El secreto de Kirchner era la política, tener alma quiere decir tener un secreto. Poca gente tiene alma. Poca gente tiene secretos que de hacerse públicos, no avergonzarían. Pero no es el caso. Cristina, Florencia, Máximo, no pueden no saber que Kirchner tiene un secreto. Y que esa sustracción de la que son objeto, los incluye. Paradoja: se le va la vida como un poseso, un paso adelante, uno atrás, tres adelante, uno es dos, ese hombre entiende a Mao quizá sólo como René Salamanca, pero no lo dice, no lo dirá nunca. La patria del hombre es el lenguaje, pero la patria de su gente es la Argentina, un grito de corazón. Sabe de la extorsión, la practica, se la practicaron, es la política de masas, no el foco que enciende la pradera. Es un burgués de frontera Kirchner, es un límite, un límite en movimiento. El sacrificio no le interesa si no es para guardarse el secreto, como cuando los animales, antes de morir, buscan una cueva. La muerte inventa en los animales otra vez el secreto, todo cae nada más empezar: y seguir, hasta agotar lo viejo y cortar lo nuevo. Porque no es la comunicación lo que huye (escuchen el palabrerío, las sirenas, los abrazos, las galas de la muerte), no es la confusión la que se reordena, como si el orden y las discontinuidades del mundo formasen un estado primerizo, no, no hay estado primerizo, se necesito inventarlo. Somos nosotros, piensa Follonier en el coche que va camino al muere, quienes al irnos, somos infieles. Somos nosotros quienes cegamos la grieta, y eso que escucha y responde, a su manera brusca, amoroso en soledad, ángel que anda perdido entre quienes lo buscan, calafatea la abertura que se ofrecía, que no deja de ofrecerse a los mortales puesto que con la muerte volvemos a pasar, primero para deformarnos, descomponernos, disolvernos. Pero dejo a los míos tranquilos después del espanto, la inmovilidad, la imposibilidad del contacto, el secreto en sus manos y el futuro en las nuestras.
Sebastián Mignogna despide a Néstor:
2 comentarios:
muchas capas en ese texto, hermoso video.
sí, raro el txt, por eso no comenta nadie, pero de largo alcance y bueno bueno; me quedo con la fantasía del néstor maoísta, todavía queda x hacerse esa historia cultural de amistad intelectual entre dos movimientos. yo le pondría "de las mil flores a los mil blogs".
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