Salió el 34.
Con Gonzo dijimos:
Algún envalentonado poeta anónimo, o algún lírico propagandista del trabajo, legó para las generaciones futuras los siguientes versos: El trabajo es una obra, / el trabajador su creador, / el trabajo dignifica, / y nos da satisfacción. Esta simple cuarteta, que bien pudo haber sido material de estudio en las aulas de algún gobierno corporativista, es eso: simple, fácil de memorizar y de transferir, más que una férrea tesis de sueño foucaultiano, una bola de nieve que permite depositar, de época en época, el recurso más sutil de los trabajadores del aforismo: la posibilidad de citar el “saber popular”... Y que hoy, además, se consigue en Google.
Algún envalentonado poeta anónimo, o algún lírico propagandista del trabajo, legó para las generaciones futuras los siguientes versos: El trabajo es una obra, / el trabajador su creador, / el trabajo dignifica, / y nos da satisfacción. Esta simple cuarteta, que bien pudo haber sido material de estudio en las aulas de algún gobierno corporativista, es eso: simple, fácil de memorizar y de transferir, más que una férrea tesis de sueño foucaultiano, una bola de nieve que permite depositar, de época en época, el recurso más sutil de los trabajadores del aforismo: la posibilidad de citar el “saber popular”... Y que hoy, además, se consigue en Google.
Trapiche
Gira la siesta en la rueda
del guayacán con que gira
el eje de guayacán
con que gira en la siesta.
Los bueyes gimen debajo…
La caña gime en el giro
del eje de guayacán
debajo del yugo uncido.
Y el hombre en la siesta gira
-guayacán uncido al yugo-
gimiendo, barcino, al giro
del eje de guayacán
al que un yugo gime uncido.
El hombre gimiendo uncido…
¡Trapiche de guayacán,
girando en el yugo uncido!
(Elvio Romero, Paraguay)
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