Por Federico Vázquez
La antipolítica
1 Cobos es el 2001
Volvimos a un momento dónde el sentido común, la opinión publicada, lo que piensa la gente, o como se prefiera, se distancia de lo que pesamos otros. Existió en estos años una primavera en ese sentido, que a veces era exagerada (¿existe en verdad el país de los DDHH? ¿Algún sector social pelearía como chacarero con retenciones si de un día para el otro se terminan los juicios a represores? mmm…) pero que a grandes rasgos era verdad. El kirchnerismo gobernó con esa acumulación de bronca contra el neoliberalismo, que se traducía en aprobaciones sociales, explícitas o tácitas, a las políticas pro estado, regulacionistas, a un discurso poco market friendly, que impulsaba también una revisión crítica del pasado reciente. Todo eso es un estado de ánimo frágil, que de un tiempo a esta parte se volvió aún más endeble.
Pero el 2001 también implicó una censura contra los representantes políticos, contra los partidos, contras las instituciones. La participación ciudadana activa, en las calles, fue revalidada no como una instancia más entre otras muchas formas de participación sino como la única verdaderamente genuina.
La elevación de J.C. Cobos (Jesucristo, Judas según se lea) al altar de la república, la democracia, el consenso y el bien común, esconde en verdad un desarrollo más (¿el último quizá?) del proceso anti político que vivimos desde la dictadura, pero que recién en 2001 estalló por primera vez en serio. Antipolítico, porque privilegia la no representación: a nadie parece molestarle lo que piensan los que votaron a Cobos respecto de su actitud. La virtud está en que votó como le vino en gana, como lo aconsejó en soledad su conciencia, sin reparar en ningún otro resorte de legitimidad política que un aparente humor social contrario a las retenciones. Sólo en un momento histórico dónde la política es emparentada con lo bajo y corrupto, con lo ajeno y externo, puede aparecer una actitud personalista, con evidente rédito individual, como una acción de grandeza, de convicción. Es que en la antipolítica, las únicas convicciones válidas son las individuales.
2 Plazas
Por el contrario, el gobierno propone una épica difícil para la antipolítica: las convicciones que no se dejan en las puertas de la Rosada o el Congreso, remiten a ideas y principios no personales, sino generacionales, abstractos, eminentemente políticos, ideológicos.
Y, en segundo lugar, esas convicciones remiten a una representación fragmentada: el pueblo, los que menos tienen, el campo popular, etc. Ante eso la antipolítica responde impugnando esas formas de representación parcial, ideológica, clasista: pasa de validar una representación total (la sociedad, la gente) o bien a impugnar toda representación que exceda al individuo (los autoconvocados, las cacerolas espontáneas)todo lo que quede afuera de eso, todo lo que sea visto como "político" es cuestionable, moralmente reprochable.
Se argumenta como dato favorable del conflicto el regreso de la política, de la participación ciudadana y, si se tiene relativa buena leche, eso vale tanto para los movilizados a favor del gobierno como en contra. Sin embargo las respectivas plazas no podrían ser más distintas, antagónicas no sólo en sus componentes de clase, sino también en sus formas, en sus modos, en su representatividad.
Rosario y Palermo muestran el empuje y la vitalidad de lo aparentemente nuevo, que en verdad está dado por tener una sintonía grande con el momento antipolítico. Las gentes movilizadas no se sienten interpeladas a ningún compromiso con sus convocantes, están ahí por la suya, les resbala si el que conduce es la Sociedad Rural, la FAA, si está Castells, Carrió, Barrionuevo. Basta con una muy laxa idea de ser una plaza contra el gobierno, un lugar blanco dónde volcar broncas y defraudaciones. Diciembre de 2001 recortado, focalizado en su aspecto más negativo. Este es el motivo profundo de que pueda sobrevivir la figura de Buzzi, su discurso, en medio de semejante reclamo oligárquico. Puede, porque el chacarero rentista no lo escucha.
La plaza del gobierno es por el contrario una plaza a la antigua: organizaciones, representaciones múltiples y complementarias que explica la presencia de cada individuo (el intendente, el gobernador y la presidenta, la seccional, el sindicato y la CGT, cada uno construyendo su pirámide política). Los asistentes son entonces, representados y representantes. No son libres, su asistencia no remite a un acto privado, individual, mediático, descomprometido. Al revés: para que esa persona llegue finalmente allí, una serie más o menos larga de representaciones políticas tuvieron que aparecer con relativo éxito en sus territorios. Esto es válido tanto para el pobre con plan de Curto como el progre con Página/ 12 bajo el brazo que en la semana reenvía las Cartas Abiertas. Van en nombre de otros, por otros, con la ayuda de otros.
El problema es que para no salir siempre derrotado de un escenario así, dónde los otros tienen la ventaja del "momento histórico" se tiene que al menos organizar a los propios en serio.
El campo, la derecha, los sectores medios gorilas, etc., no necesitan eso. Son dueños de ese sentido común posmoderno que atraviesa casi todo y por lo tanto les alcanza con unos minutos de convocatoria mediática.
3 Así y todo
El intento del gobierno, entonces, más allá de la resolución fracasada (al fin y al cabo ningún gobierno cae por una medida que no sale bien) es desde el 2003 reinstalar la política, la validez de la representación. Néstor lo hizo como hombre: hacer, hacer, dar palo, negociar, comprar y vender y que el saldo sea siempre positivo. Parte de una premisa de acción, que fue acompañada por un irrepetible momento histórico – político que se lo exigió y permitió al mismo tiempo. Cristina lo hace, por el contrario, como mujer: quiere convencer, quiere recuperar la palabra, dice para que la escuchen. El problema está en que la gente no escucha más… el tic más rápido y trillado de la antipolítica es justamente ese: a los políticos no los escucho, digan lo que digan. Y la palabra de Cristina es una palabra compleja, no sólo porque usa un léxico que su mayoría social desconoce completamente, sino porque ubica al discurso en un lugar movilizante, productor de efecto. Y, hoy por hoy eso no existe en la realidad. Los discursos como racionalizadores, como ordenadores de un relato político, como constructores de una identidad no existen más. Se fueron con las chanzas de Menem, que fue el primero que entendió que lo que se decía no era relevante, que daba lo mismo. Los artesanos de la palabra -Perón, Fidel, Alfonsín por citar ejemplos dispares- son ya personajes históricos.
Así y todo, al gobierno no le queda más que intentarlo. Intentar recuperar las cosas, la economía, a los pobres, al Estado y a la palabra. Tal vez esto último vuelva cuando se cumplan las primeras de la lista.
La buena noticia es que volvió la movilización -la nuestra, la de ellos, la política y la antipolítica- y cuando las cosas se mueven, nunca se sabe dónde se termina.
8 comentarios:
Brillante.
Impresionante.
Me gustó particularmente el punto 3 y la diferenciación entre el "hacer" de Néstor y la "persuación" de Cristina. En parte, cuando algunos tildan al gobierno de "autoritario" lo hacen porque suman ese "hacer" (que sería el contenido, por ejemplo la 125) a la "persuación" (que sería la forma que toma el discurso, o tal vez sólo la mera existencia del mismo: que Cristina hable ya los irrita).
En tiempos posmos como los actuales, la vieja política -bien peronacha- es algo muy novedoso y el discurso tilingo "apolítico" ya está bastante gastado.
saludos
Martin:
Anduve buscandole la vuelta a lo de cobos y me quedo con su definicion. Tambien con la cuestion de la "espontaneidad" vs la "organizacion". La batalla cultural es revertir esa idea antipolítica instalada como sentido común. Es una pelea larga.
Un abrazo
Desde Resistencia, resistiendo.
PD: lo invito a pasar por http://partesdeguerra.blogspot.com
Ta bueno el texto. Qué me dicen de la renuncia de Alberto F.?
Cómo la ven?
Saludos,
Joe
muy interesante la observación del uso de la palabra (vs acción)
el problema no es la renuncia de AF (aunq sí)(no estaba pedida x parte de él hace rato?), sino el q ocupará ese lugar. retrocesos (esperables luego del mazazo)
muy buen artículo... uno se siente progresista por estos días, apoyando al oficialismo... Es verdad, nadie escucha a los políticos y la gente toma como un síntoma de "rebeldía" levantar la voz en el laburo, por ejemplo, para hablar del baile del caño... es lo mismo...
VAYANSE TODOS LA PUTA QUE LO PARIOOOOOOOOOO
Muy bueno, el trabajo. Claro, sencillo, preciso, metódico. El enemigo no es un sujeto, el enemigo es una cultura determinada, una praxis discursiva: la antipolítica neocon. Fede siempre aporta luz y claridad.
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