jueves, abril 19, 2007

Tengo un recuerdo personal grato... es raro, cuando uno es chico y la escuela es una penitencia, las alteraciones a la rutina resultan una brisa fresca. Un paro, un feriado, un levantamiento militar, todo era percibido en la misma frecuencia. Sólo que en los levantamientos, en casa, se respiraba un aire un poco mas opresivo que el común. Me acuerdo que jugaba al fútbol en un baldío cerca de casa y mi vieja me vino a buscar, ocurría esa vez el último de Seineldín a Alfonsín (año '88), y tenía la misma cara que años después vi poner a la horrible Cecilia Roth en Kamchatka: el horror está por venir. También esto, claro. Pero en lo político, hoy, tengo una lectura anti-pesimista, y absolutamente alfonsinista de esos años. El Nunca Más se firmó en la piedra, y lamentablemente, grababa la nueva relación definitiva que debía existir en la Argentina entre la violencia y la política. Sí, esa dicotomía abstracta (violencia-política) que permitió procesar en los primeros años la forma democrática y un primer orden de valores. Y ese orden debía detenerse siempre ante la violencia a secas, mas allá de que ese detenerse implicaba una negociación donde primero se desarma al otro con persuasión y gesto, luego se lo escucha, luego se lo atiende. Nunca más va a morir alguien, va a ser secuestrado alguien, nunca más alguien tiene que ser torturado y asesinado: le hablaba al futuro, y se buscaba en una condena ejemplar (y excepcional) poner los límites rígidos del nuevo reglamento político. Pero los militares esgrimían razones políticas que no podían ocultarse mas en el encierro de los hechos: cómo podía el ejército vencedor de una guerra sucia juzgarse a sí mismo. Esa paradoja que expuso Massera en su alegato, y que acá alguna vez posteamos. Un círculo se cerraba en esos días. No sería tan duro con Alfonsín. ¿A quién votó nuestro presidente en 1983?- se preguntó Sarlo después del acto de la ESMA, cuando fue convertida en museo.

Todo esto finalmente permitió construir en esos "retrocesos" una teoría histórica de la continuidad, que va del '76 al '01, como bala, como un puro chorro de hechos lineales que perfora todas las apariencias. Y es una pena que ese manto negro no permita ver de qué forma sí, e incluso los supuestos malos o traidores de esa película, quisieron hacer política. El megacanje de golpe o impunidad es un sol demasiado tibio y demasiado luminoso, que no permite entender hacia dónde finalmente lleva las cosas la inercia y la voluntad que pone en juego la democracia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

coincido 100%

Anónimo dijo...

creo que el bochorno que genera alfonsín en cierto progresismo es que dejó bien en claro que si hay heroismo en la democracia está en mantener la institucionalidad, la gesta de la democracia es burocrática y monocorde, no hay pueblos armados carajeando a un general, tampoco hay generales a caballo. que la democracia usufructue en su relato la épica como sustrato simbólico, mientras afianza generaciones de burócratas, es otra cosa. K es quizás la versión hiperbólica de esto, más allá de sus coincidencias generacionales. alfonsín, en su mejor hora, fue el más cruel contra esa novela de caballeros que suponía reingresar al sistema democrático, ingreso que se da porque el proceso ya había reorganizado lo que había venido a organizar y el orden mundial también lo requería. arrancamos de una derrota, eso debería contar en el análisis.

Anónimo dijo...

El relato realista de Paniagua y Porque sí no es el sostenido por Alfonsín, tal vez porqwue él sabe que el porblema de la Argentinba no es sólo un porblemas de gestión, no se trata solamente de tner más y mejores burócratas. Alfonsín sabe el costo que pagó por Semana Santa y vacila: a veces cree que es un costo justo, porque el nivel ético de la sociedad debía elevarse, y a veces cree que es injusto, porque él cree que ten´pia la utoridad moral para retroceder. Los líderes populares argentinos viven y mueren en esa contradicción entre la épica que generan y el realismo político al que se atienen. Por otro lado, el relato impugnatorio de las leyes de impunidad se mantiene dentro de los cánones del rerlato alfonsinista, una lucha entre democracia y dictadura, política y violencia. Verbitsky en una época intentaba poner el acento en lo económico social, al señalar como el inicio de la defección la plaza de la economía de guerra.

Anónimo dijo...

de acuerdo con que la política no se limita a engordar las filas de la burocracia estatal. nunca se dijo eso. ahora bien, no creo que semana santa sea un tema de crecimiento ético y retrocesos posibles en base a la autoridad moral. entiendo que el gran error de las lecturas habituales sobre estos hechos es que impiden entender que lo que pasó en argentina desde el 83 para acá fue institucionalizar una derrota, narrarla y gestionarla. habla bien de una nación cuando esta continua apretando a su estado y sus representantes, habla de una tradición que no pudo arrancarse del todo, que no pudo arrastrarse hasta el punto cero. pero quien analiza o quiere analizar -lo digo por lo que se leyó en estos últimos días- no puede quedar pegado a la devoción. quizás sería exagerado decir que nos vencieron, pero sin duda perdimos las batallas cruciales del siglo pasado.