Ay, mamita, qué "debate". Para mi, Sarlo les rompe el culo, aunque duela.
Otra cosa: bien visto, con ojo noble, hemos llegado a una especie de desembocadura del ánimo de aquellos que viven de lo público (políticos, periodistas, dueños de diarios, y blogueros, sí, blogueros, y los empleados de todos nosotros: los economistas). La desembocadura estría en un ánimo que podríamos definir: nos estamos adentrando en una de las elecciones donde lo que se "juega" políticamente ya parece estar consumado. ¿Dónde? En la capacidad de articular el debate. ¿Cuál es el eje de la campaña? Quizás, sí, como nunca, o como desde el '83 (y sin esa épica sangrienta) el "sistema político". Por lo pronto, ese debate, y frente al público y la sociedad, es un renunciamiento político grosero a lo que debería estar fanatizada toda política: a erosionar ese núcleo duro de pobreza que el modelo devaluador apenas roza con agua bendita y semillitas de girasol.
Y este hombre, superficial y frívolo, ambiguo y sutil, en esta sequía política, se está convirtiendo en un problema para los teóricos de este orden y equilibrio (como somos en el fondo, hoy, la mayoría de los kirchneristas). Y eso nos cae bien. Votaremos por disciplina partidaria al Hombre de la Ley al pedo, pero empezamos a mirar con prudencia al otro, al que huele a ganador.
Recordemos nuestro año: el '83. El sociólogo Caputo ideó para ganar lo del pacto sindical-militar que, más allá de sus entretelones verdaderos, parecía operar sobre el imaginario de la época (que no era exclusivamente el de la clase media blanca con hijos golpeados por las dos guerras -la sucia y la de Malvinas-, sino que tenía un alcance mas general, de evangelización política profunda, en donde lo gélido de los relatos de los sótanos y las sotanas militares inundaba, desde el amarillismo de la prensa obrera, hasta los redactores de la culpa y el dolor como era Joaquín Morales Solá). La fórmula política radical terminó siendo genial, diciendo que: el radicalismo históricamente, y desempolvando por ejemplo su FORJA a tiempo, tenía las mejores banderas nacionales y redentoras del peronismo, pero habiéndosele mutilado su contenido obrero y de chusma, carecía de lo peor del peronismo, que es el patoterismo. Entonces Alfonsín hizo lo que ya nadie hace en las campañas políticas, es decir, jugó de "visitante", golpeó la puerta de las casas y los ranchos, y llevó una propuesta, sí, bendecida por la biblia constitucional, cuando el peronismo sólo jugaba de local, en sus clubes de barrio (más allá de los nobles esfuerzos de ese viejo radical, Lúder). Alfonsín viajaba al Chaco, al conurbano, a Río Negro, y le hablaba a todo el mundo, a ese independiente asustado, pero también y especialmente, a ese peronista suelto, que había quedado con la unidad básica clausurada, el amigo delegado desaparecido, el otro amigo delegado arreglado con el interventor militar, para, finalmente, tener la fábrica cerrada. Los peronistas no supieron que, ni recuperando su mística ortodoxa, ni su antiguo sabor militar, ni sus cuadros flexibles que pasearon por París cuatro años, podían reponer linealmente lo que, ay, esos militares secretamente aliados habían roto: el tejido productivo. Ése tejido que los militares (para Martínez de Hoz) dañaron, era el tejido social peronista, ¿se entiende? La base de construcción de su legitimidad y de su sentido histórico. Y los radicales, cerraron primero a la clase media, para luego empezar a hablarle de frente a la otra clase que quedó en la cola del "Paz, pan y trabajo" de la inercia que nos llevaría al paraíso: la democracia social, el estado de derecho y las instituciones. Lo que Lúder intuyó, oscuramente, lo que Herminio negó, abiertamente, era la consolidación del alma blanca argentina como dictadura espiritual que abría la democracia para siempre. Y el triunfo del '89 con su posterior "traición doctrinaria" no hacen mas que confirmar esta continuidad.
Otra cosa: bien visto, con ojo noble, hemos llegado a una especie de desembocadura del ánimo de aquellos que viven de lo público (políticos, periodistas, dueños de diarios, y blogueros, sí, blogueros, y los empleados de todos nosotros: los economistas). La desembocadura estría en un ánimo que podríamos definir: nos estamos adentrando en una de las elecciones donde lo que se "juega" políticamente ya parece estar consumado. ¿Dónde? En la capacidad de articular el debate. ¿Cuál es el eje de la campaña? Quizás, sí, como nunca, o como desde el '83 (y sin esa épica sangrienta) el "sistema político". Por lo pronto, ese debate, y frente al público y la sociedad, es un renunciamiento político grosero a lo que debería estar fanatizada toda política: a erosionar ese núcleo duro de pobreza que el modelo devaluador apenas roza con agua bendita y semillitas de girasol.
Y este hombre, superficial y frívolo, ambiguo y sutil, en esta sequía política, se está convirtiendo en un problema para los teóricos de este orden y equilibrio (como somos en el fondo, hoy, la mayoría de los kirchneristas). Y eso nos cae bien. Votaremos por disciplina partidaria al Hombre de la Ley al pedo, pero empezamos a mirar con prudencia al otro, al que huele a ganador.
Recordemos nuestro año: el '83. El sociólogo Caputo ideó para ganar lo del pacto sindical-militar que, más allá de sus entretelones verdaderos, parecía operar sobre el imaginario de la época (que no era exclusivamente el de la clase media blanca con hijos golpeados por las dos guerras -la sucia y la de Malvinas-, sino que tenía un alcance mas general, de evangelización política profunda, en donde lo gélido de los relatos de los sótanos y las sotanas militares inundaba, desde el amarillismo de la prensa obrera, hasta los redactores de la culpa y el dolor como era Joaquín Morales Solá). La fórmula política radical terminó siendo genial, diciendo que: el radicalismo históricamente, y desempolvando por ejemplo su FORJA a tiempo, tenía las mejores banderas nacionales y redentoras del peronismo, pero habiéndosele mutilado su contenido obrero y de chusma, carecía de lo peor del peronismo, que es el patoterismo. Entonces Alfonsín hizo lo que ya nadie hace en las campañas políticas, es decir, jugó de "visitante", golpeó la puerta de las casas y los ranchos, y llevó una propuesta, sí, bendecida por la biblia constitucional, cuando el peronismo sólo jugaba de local, en sus clubes de barrio (más allá de los nobles esfuerzos de ese viejo radical, Lúder). Alfonsín viajaba al Chaco, al conurbano, a Río Negro, y le hablaba a todo el mundo, a ese independiente asustado, pero también y especialmente, a ese peronista suelto, que había quedado con la unidad básica clausurada, el amigo delegado desaparecido, el otro amigo delegado arreglado con el interventor militar, para, finalmente, tener la fábrica cerrada. Los peronistas no supieron que, ni recuperando su mística ortodoxa, ni su antiguo sabor militar, ni sus cuadros flexibles que pasearon por París cuatro años, podían reponer linealmente lo que, ay, esos militares secretamente aliados habían roto: el tejido productivo. Ése tejido que los militares (para Martínez de Hoz) dañaron, era el tejido social peronista, ¿se entiende? La base de construcción de su legitimidad y de su sentido histórico. Y los radicales, cerraron primero a la clase media, para luego empezar a hablarle de frente a la otra clase que quedó en la cola del "Paz, pan y trabajo" de la inercia que nos llevaría al paraíso: la democracia social, el estado de derecho y las instituciones. Lo que Lúder intuyó, oscuramente, lo que Herminio negó, abiertamente, era la consolidación del alma blanca argentina como dictadura espiritual que abría la democracia para siempre. Y el triunfo del '89 con su posterior "traición doctrinaria" no hacen mas que confirmar esta continuidad.
En el río turbio de estas historias se revuelven vidas nobles como la de Herminio. Desde acá: una flor para esa tumbra que empezó a cavarse en octubre del '83. Su desaparición física (y sobre todo cultural) no será jamás una buena noticia. Desaparecen las fuerzas en tensión que este país necesita.
De ahí que, el pacto Kirchner-Moyano, nos parece, de todos, el núcleo mas sagrado de poder a proteger.
De ahí que, el pacto Kirchner-Moyano, nos parece, de todos, el núcleo mas sagrado de poder a proteger.
(Por algo Alfonsín mandó su corona.)
11 comentarios:
Martín: muy, muy bueno el post. La pregunta a la que, creo, estamos circulando todos de una manera u otra es, ¿cómo recuperar esa tensión de la que hablás? ¿cómo combinarla, sin embargo, con el orden necesario?
Sí, y de esa respuesta, de la respuesta práctica y política a esa pregunta, depende la calidad de la democracia. Un beso.
No hay ninguna necesidad de votar por disciplina partidaria, ya que no hay partido, a menos que estemos en el PJ Capital
qué buen post, martín, un abrazo!
Che, muchachos, disculpen , pero me parece que estamos en un brote de Ciencias Políticas que nos hace errar el vizcachazo. ¿Alguien cree de veras que las líneas de clivaje del mundo globalizado que llega al límite de sus recursos naturales en medio de enfrentamientos con grupos terroristas que vuelan dos edificios en el centro de Nueva York pasa por las tensiones culturales representadas por Herminio y Alfonsín que ofrecerían respuestas prácticas y políticas a la salud de nuestra democracia? Por suerte kirchner es un poco más vivo que nosotros, que si no...
Ale: las líneas de clviaje del mundo no, las nacionales sí. Y la astucia de Néstor pasa por volver a combinar una democracia a la que un Moyano también le amplía los márgenes. Somos occidentales y cristianos: a la guerra del agua acá le falta 50 años, y la tierra nació concentrada desde que matamos al primer pampa. La guerra mundial (después de nuestra participación en los '70) la vemos por tele.
No hay líneas mundiales por un lado y líneas nacionales por el otro. Las líneas nacionales son reflejo de las líneas mundiales o son paja. Aprovechemos la lección de Menem: mientras boludeábamos con el fortalecimiento de la democracia y los 26 puntos de la CGT los poderes reales sacaban cuentas y creaban su programa, que de nacional sólo tuvo el origen de los políticos que lo ejecutaron. Moyano es el puntal de la burocracia sindical en un lineamiento económico cuyas bases políticas están en un cambio regional al que sí lo afecta el agua y las guerras que miramos por tele. ¿O vos te crées que lo que aparece en los diarios es la información política que vale? Como decía el Corcho Rodríguez: los diarios cuestan un peso. Una información que cuesta un peso no debe tener mucho valor.
Ale: tás medio trosco. Acá hay guerra social, bajo formas caleidoscópicas, digamos, no es que los Montos, el ejército de no sé qué; y ni siquiera el bolonqui piquetero, ni siquiera el conflicto gremial exclusivamente. La política como operaciones sobre un río revuelto, y en cada operación (la de Kirchner por ejemplo, que es hoy la que mas manda) se pone en discusión reunir ciertos sentidos, poner en el centro ciertos dilemas, que hacen a una política criolla (por ejemplo, ¿es posible reestatizar YF, y con qué capitales, España-Venezuela?). No escapamos aún, ni llegamos a saltar al corazón de esa "guerra de los recursos". Quizás en parte porque, sin abonar a ninguna desideologización del capitalismo, sí hay bloques en cuya cadencia y reacomodamientos (EEUU, la Europa, los mas tibios con EEUU, China y el universo asiático, Irán) podemos actuar políticamente. Salvo que nos sumemos y potenciemos la pólvora chavista, porque aún brillamos como país particular occidental y cristiano, estamos digamos que tácitamente en ese bloque (Perón decía lo mismo). Los poderes reales, ojo, no sé, eso es demasiado fijo, pero digo: tuvieron que, mas que ignorar, comprar a la CGT, de ahí nace por ejemplo la CTA, el MTA, etc. Ya sé, en tu tono, en tu lógica, esa es una operación sencilla o barata, pero no creo que sea tan así. De la Rúa no pudo hacerlo, y pagó un precio. Sigamos, sigamos.
Los diarios, Ale, son la arena. No los desprecies tanto. Tampoco esencialices eso invisible...
queridos compañeros y camaradas. el término colonia suena poco serio a la hora de las lucha por lo nacional, el término semicolonia suena demasiado teórico para la misma lucha. de todas maneras no son caprichos ni de nuestro folklore ni de la teoría, hay en todo un reflejo de realidad, aunque deformado, hecho que, es verdad, lo relativiza. yo me vuelco para el lado de que esas figuras son ciertas. opto por este credo. digo: el juego propio dejó de existir en un sentido puro el día que las potencias se dieron cuenta que para mantener su economía interna había que ocupar otras economías y otras vidas. la cosa se limitó. más cuando se dieron cuenta que gastaban menos recursos e imagen ocupando estructuras económicas, políticas. hay juego propio y vale y aveces salva, lo que no es poco y por eso ahí recide la clave de una lucha en serio, en engordarlo lo más que se pueda. pero tiene fronteras muy claras. la de uno en el barrio pensando en el gobierno de la ciudad, la de uno en la provincia pensando en el gobierno nacional y así siguiendo.
Yo no llamaría "política criolla" a la discusión de si se reestatiza o no un recurso estratégico contra el interés de una multinacional europea. En caso de que eso avanzara, empezarían a tallar jugadores que exceden la política criolla. La CGT (nadie es más inteligente que un sindicalista) se dio cuenta de que la situación había cambiado y había que venderse, por más que digan "no jodan con Perón". La CTA no talla, no jodamos.
Publicar un comentario