sábado, diciembre 08, 2007

El honor no lo perdí. Fui hace dos semanas a un casamiento en... el Círculo Militar. Que -por lo que vi- se convirtió en un salón que le alquilan a cualquiera, en este caso, dos familias a las que no se les llenan los ojos de lágrimas en el museo de la ESMA, claro, pero que tampoco curtían la onda verde. Digamos esto para el alma: la oligarquía es grandiosa cuando hace un Bernasconi, no cuando se arma sus propios decorados. Así que la pasé como pude. Sólo hubo un momento suspendido: el mural de Memoria y Verdad, con la lista que arranca en Aramburu. De esto quiero hablar después, de esto quiero hablar después.

La tortura es el gran tema del siglo. No, es uno de los grandes temas del siglo que se viene. Y está en el corazón de nuestra reflexión sobre las fuerzas armadas de la Argentina, está en el corazón del debate político norteamericano. Mi pregunta es: ¿existía la posibilidad de que sin el uso sistemático de la tortura, la represión, la "guerra sucia", se llevara a cabo? Es decir: que los militares argentinos "ganaran". No es la muerte, no es el crimen, ni la prisión, es la tortura lo que vuelve decisivo el resultado. El uso de la píldora es una de las prácticas mas emblemáticas, justamente, de uso interno de las organizaciones armadas, para no caer vivo en las manos de eso que era el corazón en llamas de la cosa: el lugar donde se empieza a ver lo oculto. La estructura organizativa, el esqueleto de un "organigrama", era lo que estaba colgado en la sala de torturas. Al lado de una esvástica, sí. Al lado de la foto de Hitler. Sí. Pero la manera de hacer visible a sus ojos esa estructura invisible socialmente, era el motivo, la causa y el fin de la tortura aplicada sobre el cuerpo de cada militante popular y combatiente: quebrar para que cante, que de mas nombres que completen eso, que llenen los huecos de eso que estaba colgado ahí, en esa pared. Después podía haber cosas horribles: un milico se toma dos Uvitas/ se levanta/ se desquita. La tortura, entonces, es el arma de la que no podían desprenderse. Lo que llamaron exceso era lo más sistemático, porque ni la apropiación, ni el asesinato, contaron con ese porcentaje de implacabilidad en el cumplimiento de la práctica. Un viejo veterano, conductor de submarinos húmedos y secos, sabe que lo único de lo que no podrá retroceder si el tiempo vuelve a empezar es del método, pero de ése método, quizás fusilar sí, como lo hizo Franco y pagando hasta un costo en el Vaticano, pero fusilar al preso después de la tortura. Porque matar se mata a uno, dos, tres, identificados, y después qué... Después no sabés a quién matar.

Eso es lo que impuso la invisibilidad de la política represiva de la dictadura. Incluso su disposición extrema a acabar con toda organización social y popular con la misma práctica diseñada fielmente para erradicar a las organizaciones armadas. La invisibilidad: una acción militar producida quién sabe dónde. Casi como ese verde de la pantalla de la tormenta del desierto: el punto máximo de la tecnología militar es la búsqueda de la invisibilidad de la acción, y en eso fuimos vanguardia. EEUU puede tener Guantánamo en la retina del mundo, pero tiene que quemar las pruebas de la tortura que son, no Guantánamo, lo único que asegura cierta eficacia en el combate al terrorismo. La tortura es el arma de destrucción masiva, y de algo mas que el cuerpo del combatiente, es el método para hacer visible a un enemigo cuya estructura es invisible, el puente. En la guerra del mundo la decisión militar de torturar es irreversible.

Por eso, pienso, el honor perdido de ese muro, en ese patio intacto del ejército ganadero. Porque uno no es insensible a la muerte de nadie. Menos a muertes con significación histórica, y menos, mucho menos, al ejercicio de la memoria de los muertos. Pero, Occidente, ha hecho de nuestros ejércitos, eso de lo que no se vuelve con dignidad. La dignidad política de la violencia es su estado público. Y más allá del alambicado o sencillo argumento jurídico que distingue las acciones de la banda de Camps de las del ERP, nunca son lo mismo por: el estado público del ejercicio de la violencia y porque nunca en la guerrilla el "método" fue la tortura. Secuestrar a alguien, tenerlo encerrado, alcanza un umbral de dolor, pero no la dimensión de un método del que dependa mas que una decisión operativa.

5 comentarios:

Ulschmidt dijo...

Ojo, que siguiendo por ahí legalizar la tortura será la forma de obtener información con un mínimo de daño y dejando vivo al preso. Eso hace Israel, eso pasa en Guantánamo.
Yo creo que hubieran ganado igual los militares sin torturar, absolutamente. Que hubiera ganado la guerrilla sin tortura es un delirio de las mentes extraviadas de sus dirigentes. Eso hace mas horrendo el crimen de la tortura: fue puro exceso. Jamás la guerrilla controló nada salvo un pedazo de monte olvidado en Tucumán, algún copamiento, algún asalto a un pueblito como Acheral. En el monte los arrasaron, los copamientos fueron previstos y se convirtieron en encerronas (Viejobueno). Eran pura espuma pero los milicos se asustaron y vieron el terror rojo infiltrándose por todos lados. Década y media después no tuvieron que torturar a nadie para eliminar en un día el resurgimiento del ERP (La Tablada).

Anónimo dijo...

Me parece que Ulschmidt no entendio el post. En La Tablada tambien torturaron, comentarista.

Anónimo dijo...

Y la desaparicion tambien es un punto ciego, la invisibilidad. Por eso se dice que la lucha es por "verdad...". Los milicos no entregan ni entregaran los cuerpos porque ahi estan los videos de la cia.

Martín dijo...

No, Schmidt, no.

Anónimo dijo...

y éste papuchi? http://www.infobae.com/contenidos/321862-100799-0-Aceleran-causa-aberrante-crimen-lesa-humanidad