Eduardo Mateo es una mezcla de Miguel Abuelo (menos gay y neobarroco) y Tanguito, pero genial. Miguel Abuelo hizo el mejor disco sobre el '83 y sus significados sociales, dedicado de hecho a Alfonsín (buen día, día). Color Humano me hace pensar que ya no hay disociación: las últimas películas musicalizadas de los años '70 tienen banda de sonido pulenta: sí, ese rock. La versión original de Príncipe azul de Mateo y la versión de León Gieco son, hoy, la mejor manera de diferenciar los procesos democráticos de uno y otro lado de la orilla. Los Shakers y Los Gatos. Pero la vuelta del rock, en sus viejos envases maravillosos, es parte de signos de época: el rock te hace pensar que ninguna cultura se cultiva bajo ninguna ala oficialista, pero, pero, el rock argentino es una transa genial y constante, encontrándose siempre con todos los diablos. Funcionarios camporistas, festivales del amor, nunca faltó una letra como orilla: la casa del poder está temblando. La democracia come, se cura, se enferma, muta, y en sus metabolismos nuestro miedo cede. Ahora pienso, mientras miro una panza crecer tan cerca, que la democracia es una amiga romántica de las viejas épocas: captadas las cantatas guerreras del pasado, antologizado ese pasado, cd's, libritos con letras, violencia en el parque en dvd, la democracia convierte a un país en museo de su historia social. Hacia eso solidifica, y por eso dijimos: la única clase, la mas viva, es la clase política. Si algo ha cambiado/ eso es nosotros.
Domingo negro
para todo oficialismo:
en lo mas austral,
y en la ciudad.
1 comentario:
bueno, mateo esta hecho de algun material de amainar las tormentas
Publicar un comentario