viernes, agosto 08, 2008
Oigo cantar a América
Oigo cantar a América, oigo la variedad de sus cantos.
El de los mecánicos, cada uno cantando como debe ser, festivo y potente;
el del carpintero, cantando mientras mide la tabla o la viga;
el del albañil, cantando cuando se prepara para el trabajo o cuando sale del trabajo;
el del lanchero, cantando lo que corresponde a él y a su lancha
y el del estibador que canta en la cubierta del barco;
el del zapatero, cantando cuando se sienta en su banco,
y el del sombrerero, que canta de pie.
Y el canto del leñador, y el del niño labriego
en su ruta por la mañana, durante el receso del mediodía al caer el sol;
el exquisito canto de la madre, o el de la joven esposa mientras trabaja,
o el de la muchacha que cose o lava.
Cada quien canta lo que corresponde a él o a ella y a su nadie más.
Durante el día, lo que pertenece al día -en la noche,
en la fiesta de jóvenes camaradas, robusta, amistosamente
cantan con las bocas abiertas sus potentes canciones melodiosas.
(Walt Whitman)
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