miércoles, mayo 07, 2008

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La política es la acción sobre lo que la sociedad no piensa. ¿Quién, qué gobierno, le dice a la sociedad “todo lo que hace”? Es una renta moral que la sociedad paga.

(Hugo Moyano)

1
Intento pensar hace años lo que fue la dictadura. Lo que sigue siendo, no la dictadura “como si no hubiera terminado” (no me interesa, justamente, abonar a una teoría en la que prevalezcan los rasgos materiales o estructurales que soportan esa idea de continuidad lineal, de eso se trata esto que escribo), sí, y en esto quisiera ser preciso, en una parte de lo que ese proceso fue como gestión de un nuevo, digamos, “paradigma de sociabilidad”. Esos que se llamarían efectos sociales, pero sin ser pensados en relación causal.

2
Quiero decir: la sociedad argentina que hoy, según dicen, mayoritariamente repudia a la dictadura cívico/militar (suponiendo que alguien mide, es capaz de medir, los niveles de expresión general de ese rechazo) lo hace bajo los términos de una nueva concepción histórica cuya instalación sólo es descriptiva del triunfo cultural del proceso. ¿Me explico? No.

3
Los otros días leí la observación de Lucas Llach al manifiesto de los compañeros de arte política, cuando salieron a tirar la primera piedra. Apunto: el mejor análisis político que leo a diario pasa por la constelación de plumas de esta página. Pero había una cosa que apuntaba y que me parece central (aunque sin compartir los que podrían ser los supuestos, e incluso adhiriendo al espíritu del manifiesto), que tiene que ver con lo que alguna vez llamamos prólogo bíblico del orden democrático, en el que siempre se comienza diciendo: “A partir del 24 de marzo de 1976…” La historia contada así: hubo un día, tenemos una fecha, un punto en el calendario, en el que podemos decir que todo empezó… Una serie de hechos irreversibles que se fueron sucediendo. Y tenemos la Carta de Rodolfo Walsh, escrita desde la clandestinidad, la que todos leímos mil veces, cuyo encadenamiento simbólico trasciende incluso a la potencia inmensa del texto: un hombre, un escritor, una máquina de escribir y una pequeña pistola de bolsillo en el tobillo. Es decir, una reducción de la acción política a sus niveles mas pequeños, mas "quijotescos", mas individuales, para enfrentar la máquina del proceso. El Mito y lo Real en la fundición que produce esa carta: relato implacable sobre el génesis. Conceptos como “plan sistemático”. Una percepción de que la fría ingeniería militar se traslada de una manera completa sobre lo político, desertificando el espacio de lo público, para oponer como imagen de resistencia, nuevamente, lo que está en el corazón de la acción: el arrojo individual.

4
La operación parece extraña y simple. Se inscribe al proceso en el contexto de una irreversible democracia entregada por manos llenas de sangre que adhiere con naturalidad a la conducción continua del proceso en proceso: aquí actúa el mismo virus, la democracia es la gracia de una administración de lo que el proceso dejó, sin márgenes.

5
Sólo los gobiernos peronistas actuaron y confiaron tanto en las consecuencias “naturales” de su acción como los militares del proceso, en aquello de: “seguiremos actuando en las sombras, en lo que fuimos capaces de sembrar, en el inconciente colectivo”. En el colmo de esta perspectiva encuentro una de las sugerencias políticas de Perlóngher en los primeros años de la democracia: hay que seguir cantando “se va a acabar/ se va a acabar/ la dictadura militar”.

6
Recuerdo una iniciativa que involucró a la CTA, donde se planificaba reescribir el prólogo del Nunca Más, hace un par de años, con la clásica oración condenatoria a esa supuesta fábula nacida de la caridad laica de Alfonsín y del universo “desgarrado” de Sábato. A través de un compañero me llegó la invitación, y terminé desistiendo. La idea se cayó sola. El prólogo es clave. Y no es clave para entender el maquiavelismo radical, no. En todo caso el maquiavelismo radical, en la materia, nació de manera inversa: nació percibiendo márgenes para avanzar, lo que termina dotando al prólogo de un carácter instrumental que lo convierte (en el mejor de los casos) en pieza de museo. Reescribir el prólogo (para borrar el viejo) es una acción inescrupulosa. Una violación histórica imperdonable. Recuperar la democracia sobre la base de los juicios y castigos, no es sólo una conquista, sino también una forma de lujo de esta democracia. No hay dos demonios, como tampoco hay un demonio. Des-demonizar la lectura histórica, primero. El Partido Justicialista, con Lúder a la cabeza, adscribía a la autoamnistía militar, y la Unión Cívica Radical comienza, tímidamente, a empujar a favor del juicio y castigo con una argumentación legal compleja y contradictoria, que contenía a la obediencia debida en el centro de su reflexión jurídica, y a los juicios dentro del fuero militar. Después, al desborde social que, entre otras cosas, la grieta radical permite, le sigue el formidable juicio a las juntas y toda la novela errática que conocemos.

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El 24 de marzo es la fecha en que “empieza a morir”, quizás, una de las etapas de la vida social y económica argentina, dominada por lo que generosamente se puede llamar “modelo industrial sustitutivo”. Axel Kicillof apunta que la fe en esta periodización histórica, que marca en el 24/03 el comienzo de un ciclo que acaba en la crisis de 2001/2002, anuncia que estamos en el inicio de otro ciclo económico argentino que, mirándolo en el contexto histórico nacional, y con la cantidad de ciclos que hubo (hablamos de tres, o sea, pocos), no haría mas que reforzar la tesis política mas alentadora alrededor del movimiento kirchnerista: estamos caminando, entonces, los primeros años de un nuevo ciclo, en el embrión de una nueva era.

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¿La dictadura fue avalada porque a veces hace falta un orden? Sí, es difícil, pero el caos, la sensación de caos en donde el “aparato central” parece descontrolado, requiere de un orden. De una claridad. Acá funciona, quizás, una lógica despojada, en la cual el orden, no importan ya sus razones, significa la instalación de un horizonte de previsibilidad que se cree perdido, para, por ejemplo, salir a la calle, tomar un colectivo, caminar por la ciudad. Esa forma de amenaza, la amenaza “invisible”, reestablece o fija una idea del orden, de un orden primario, de escolaridad, que ocupó la escena horrorosamente formal bajo la cual se movía la lava ardiente de los hechos del horror. El proceso reconstruyó, digamos, una superficie social, al precio de hundir hacia los sótanos clandestinos y estatales, el desarrollo de las acciones “anti-subversivas”. ¿Por qué se usa tanto la fachada de la ESMA? Porque se dice la escuela, quizás. Y ese “contrato social” en las sombras, contenía una tríada de silencio, complicidad y prudencia. Está bien lo que se hace, pero no se dice ni se sabe cómo. Y la lección es la cuenta de que esa necesidad social del orden es justa. No es justa en los términos de “a cualquier precio”. Porque nadie vive sabiendo el precio que paga. Es una justa demanda, reconstruida con intuición por la inteligencia de esos años, alrededor del sentido común que la guerra social había instalado. Y sin embargo, la oscuridad del razonamiento social que fundía en frases como “algo habrán hecho” o “por algo será” los restos de su conciencia civil, también abrigó –pienso- una declaración de principios urgente sobre los propios límites, sobre la nueva forma de sociabilidad en la que estaba garantizado empezar a vivir de nuevo, si uno no había hecho nada, reestablecer el límite de la vida cuando algunas cosas, algunas decisiones, habían ido demasiado lejos.

3 comentarios:

raft dijo...

Respecto de (7) , no hubo más discontinuidad respecto de lo anterior en el gobierno de Menem que ahora? O sea, no creo que esto sea un cambio de ciclo, el 2001/2 aparecerá dentro de unos años como un chichón (hacia abajo) de la economía, como el 1989/90. Esto es lo mismo con otro tipo de cambio, pero sin un cambio sustantivo en la "matriz diversificada con inclusión" (etc etc).
No sé, de todas formas parece preguntarse en Paris 1795 si ya empezó la "Era contemporánea". El 9/11/01 también, supuestamente, había cambiado el mundo. Es algo que "pasa" cada vez más seguido.

Anónimo dijo...

mmm

raro

Anónimo dijo...

Martin, este es, definitivamente, un enorme post. Creo, sin embargo que por el sendero que tomaste se puede seguir mucho más. Que esta, creo, no es sino la introducción a un mundo de pensamiento riquísimo. De alguna manera, la determinación del tiempo nos presenta la imposibilidad de la narrativa. O no son acaso las mejores historias las que no se sabe, al menos no a ciencia cierta, al menos no explícitamente, sino por la inducción nacida de algunos detalles, cuándo suceden. O no es una condición de la narrativa histórica democrática escindirse de la materialidad de la dictadura para poder ser pura, no en el sentido radical de la institucionalidad libre de intereses sectoriales, sino puramente democrática y no tan sólo un discurso que ubica claramente al nacimiento de su antítesis pero no al suyo propio...?