jueves, diciembre 28, 2006

Yo quiero estar liviano

Ahora, Escobar...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

El gobierno de Kirchner es un modelo de transición y totalmente mediocre. Fluctua en manotazos de ahogado y discurso paranoico para atemperar o licuar las necesidades de gran parte del pueblo argentino.
Esta estrategia setentista no es mas que una forma de "incluir" al gobierno todo aquello que en oposicion seria muy riesgoso.
Pero no consigue demasiados cambios, a pesar de la bonanza economica, por la falta de habilidad politica o total mediocridad en todas las áreas del estado.
Hay errores muy grandes en el manejo del estado y que lo vamos a pagar a corto plazo:
1- Concentración del poder en el ejecutivo, desdibujando las intituciones. Una democracia sin un sistema jurídico independiente y fuerte deriva en lo que somos actualmente, una total fuente de corrupción donde tenemos casos "ejemplificadores" de funcionarios publicos que ya deberian estar fuera del gobierno por sus actos...¿Que esperamos que entienda la sociedad?
2- Un poder legislativo esclavo del ejecutivo.
3- Una economia de derecha que seguira su curso, sin atizbo de cambio.
4-Parte de la sociedad sojuzgada por el clientelismo, sin respuestas concretas o con marchas y contramarchas de planes elaborados por gente que no entiende nada o no le importa mas que el poder feudal que ejerce en su campito.
5-Crisis de energia, falta de implementacion de desarrollo tecnologico, aprietes a grupos industriales para dar la imagen de estabilidad, area salud en total abandono, educación un desastre.
Este es un gobierno que no sabe hacer gestión, fracasa en todas las areas.
Lamentablemente ganarán en 2007...pero cuando se empiece a caer el decorado quiero ver como van a hacer para llegar al 2011.
En el 2008 comenzaran los problemas economicos y mundiales, que daran los coletazos a Argentina, ahi descubrirán al verdadero Kirchner.

SL dijo...

Me podrás decir en qué mes de 2008 empiezan los problemas mundiales? Si es posible, también el día.

Anónimo dijo...

Termina el año 2006 y lo que se puede ver por doquier es una gran cantidad de discusiones políticas muy fuertes entre ciudadanos comunes. Muchas de ellas suelen desembocar en la agresión seria o, lo que es mucho peor, en escenas de pugilato.

La figura del matrimonio presidencial, ha logrado por méritos propios, suscitar el encono cerril, los odios y las divisiones de tal fuerza, que vale imaginarse a una sociedad civil fracturada por la mitad (o no tan mitad, como que el apoyo oficial sólo se sostiene en las mismas encuestas que fueron las que pronosticaron el triunfo de Rovira).

Nunca antes había ocurrido una cosa parecida en el país durante un gobierno democrático, salvo en ocasión de la segunda presidencia de Perón.

Es obvio y puede verse fácil que no hay, precisamente, un clima de unión nacional, sino todo lo contrario.

Se ha logrado el germen de la desunión nacional.

El Presidente y su esposa han tenido un éxito pleno en instigar fervorosamente ese clima.

Hasta un niño puede ver, en los libros de historia, la saga de los gobiernos totalitarios nacidos bajo un régimen democrático, aún con apoyo de minorías poco significativas, pero con el amparo inapelable de las urnas.

Ascienden por una torre de celofán escalonada en pliegues de total artificialidad, hacia un pináculo cuya altura jamás los conforma.

Convierten a la oposición en un instrumento atomizado que les pavimenta el camino de tal escalamiento.

Miden quirúrgicamente cada paso de la fragmentación que le ocasionan a esa oposición, con el ánimo de evitar cuidadosamente que desaparezca del todo, casi como una necesidad de agonía sostenida, la cual debe ser así, arrastrada de un modo interminable, sólo para su imprescindible alimento político en el marco de contrapoderes que existan sólo en los papeles.

Empiezan a caer, antes bien, cuando ellos mismos se transforman en su propia oposición, en un proceso conocido como “la paradoja del espejo”.

Los gérmenes de su caída suelen ser siempre el miedo y la inseguridad.

Para enfrentarse a ese drama íntimo que los atormenta cada día, los instrumentos de compensación que desarrollan naturalmente de forma casi descontrolada, son la bravuconada y la agresividad sin límites.

Logran, en verdad, al principio, muchos más adictos de los que ellos mismos se habían propuesto.

Sumisión, sometimiento e incondicionalidad empiezan rápidamente a campear en derredor suyo, y llegan así a convertirse para muchos en un lugar seguro, bajo cuya única sombra, en forma categórica, se calman las penurias de los disconformes y también de los que han sido marcados como enemigos.

Arrasan con la verdad en prensa y medios, sólo con la disponibilidad de “caja” y con partidas devengadas del propio erario público, todas ellas simétricas con un régimen impositivo confiscatorio distorsivo y armado con la excusa de una “grave emergencia económica” o amenazas de agresiones desde el exterior.

El totalitario es esencialmente populista.

Debe serlo forzosamente, por cuanto sueña con ser defendido por la movilización de una masa crítica popular, a la hora de que aparezca alguna acusación en su contra. Sobre todo si resulta ser fundamentada.

Llegan incluso al armado científico de conspiraciones, sólo con el objeto de producir, con una idéntica artificialidad, su desbaratamiento estrepitoso, lo cual les permite exhibirse airosos y mostrar una fortaleza sofística de dominio frente a sus seguidores.

Construyen para ello un liderazgo visual, abrazando causas de defensa hipotética de los intereses del pueblo, con una ferocidad terrible. La patria, la bandera nacional, la xenofobia y los símbolos de soberanía son el objeto ciego de una incentivación tan espectacular como mañosa que deja verlos abriendo fuego sobre todos los íconos del desencanto popular, sobre aquellos que jamás nadie defendería y sobre cualquier leña de los árboles caídos.

La defensa de los intereses nacionales, puesta como un cartel en la proa de su avance, es siempre el abrigo de transacciones y de erogaciones mayúsculas sin ningún otro sentido que no sea el del propio bolsillo, encaminadas todas ellas, cada vez más, a hipotecar futuro y “ganar” presente.

Dicen combatir la calamidad y el vicio del pasado, haciéndolo desde un pedestal de moralidad pública cuyas reglas básicas se imparten desde un discurso conmovedor, sacralizado y muy enojoso, que es dicho siempre en muy alta voz, o a los gritos.

Logran allí, la rara mezcla de ser, a la vez, víctimas de fantasmas potenciales y verdugos amenazantes en un mismo día, enarbolando en modo permanente un catálogo de graves peligros y acechanzas que son justamente los reclamos y las pretensiones de unas “minorías deshonestas y antinacionales” en cuya demonización trabajan de sol a sol.

Hacia todos ellos dirigen las advertencias y diseñan parejamente “grupos populares de acción directa” para producir el amedrentamiento sobre cualquier grupo empresario que salga un milímetro de las reglas de ese juego decretado.

El derrumbe sobreviene por propia inercia.

Acaso nunca por la crítica opositora desde su débil estructura o por los escapes que se animan a ensayar quienes esquivan la mordaza de la prensa.

Les llega el descalabro por una trágica contaminación interna y también por la descomposición natural de cualquiera de las vías de desarrollo económico social, devenida de la parálisis estructural doméstica y del aislamiento internacional, que son los escenarios de sus propios designios.

Les brota algo así como un tumor de oposición a sí mismos, bien sea por el resquebrajamiento de su propia cohesión débil o bien sea por la extinción forzada de los recursos artificiales de uso discrecional que fatalmente son llevados, por ellos mismos, al límite de su colapso.

La “paradoja del espejo” es un fenómeno raro parecido a una especie de “neoplasia política” en cuyo crecimiento la diseminación de células malignas es una función directa de la trilogía de su práctica política cotidiana :

La postergación, la improvisación y la simulación.

Es una función lineal de las ambiciones del aventurero que se ha embarcado en ese mar sin costas ni rumbos de bitácora, inspirado en un espejo que refleja su rostro bordeado en laurel de fantasía y en la ovación temerosa de los marineros que todavía no quiso o no pudo tirar al agua.

La desunión nacional, ya lograda, se alcanza a notar en muchas mesas de fin de año, de familiares o de amigos. De gente que ya prefiere no hablar del Gobierno por saber, de antemano, que eso puede terminar en una pelea irreconciliable.

La desunión nacional, ya lograda, ha sido un mérito especial de este singular matrimonio de trovadores de la inquina, recorrido el 90% de su mandato y puestos a sustituirse mutuamente en poco tiempo, sólo por entender que acaso haya muchas más cosas que pueden desunirse… todavía.

Anónimo dijo...

AGUANTE EL COMENTARIO CALIFICADO!!!

Anónimo dijo...

Me encantan los demócratas que no admiten la sustancialidad ideológica y social de los partidos. Me encantan los partidarios de la unión nacional que uncen la bandera al carro del primer triunfador de turno. Me encantan los eficientistas que siempre saben qué hay que hacer con el presupuesto estatal, salvo cuando les toca manejarlo. me encantan los honestos y probos fiscales del comportamiento de los funcionarios públicos (populistas). me encantan los defensores de las instituciones que apoyan a jueces como el de Río Tercero. Todos ellos me encantan. Pero prefiero a los populistas y a los totalitarios. Provocan menos daño que ellos en su camino hacia la democracia, la eficiencia, la unión nacional, la transparencia y la calidad institucional.

Anónimo dijo...

¿Te parece que tu gobierno de mierda no le ha causado bastante daño al pais ya?.
Le hacen daño porque excluyen parte de la sociedad.
Le hacen daño por el total grado de mediocridad de todos los funcionarios. Ni hablar de Persico, no sabe hablar, es impresentable y encinma un rufían.
La corrupción está por todos lados.
No han hecho nada. Se han adueñado del pais, pero como llegan tarde o temprano se tendran que ir, y con el odio que han generado en la sociedad no va a ver piedra donde puedan esconderse.

Anónimo dijo...

¿A qué parte de la sociedad excluyen? ¿Qué tiene que ver Pérsico con la estructura del gobierno nacional? ¿Cu{al es el daño específico? ¿De qué sociedad hablás? Yo veo a una sociedad muy contenta, batiendo records de consumo en los supermercados. A los únicos que veo enfermos de odio es a los gorilas reaccionarios resentidos como vos. Claro que el gobierno se va a ir. Es un gobierno democrático y en democracia cada tanto hay recambio. No te pongás nervioso, flaco. Ya llegará tu hora, siempre que no seas promilico, porque ésa ya fue, y podrás excluirnos a nosotros como nosotros te excluimos a vos. lástima que cuando ustedes excluyen, excluyen en serio.

Anónimo dijo...

Ah, aprendé a escribir: la expresión correcta es "piedra bajo la cual puedan esconderse". Analfabeto como todos los gorilas...