jueves, agosto 19, 2010

Uh, ¡qué feo es votar contra tu voluntad o contra tus convicciones! Qué feo. Me imagino diputados maravillosos sin poder conciliar el sueño, que despertaron empapados, ¿no éramos nosotros los buenos… y para siempre? Y sí, la conciencia estatal es una conciencia de mierda: es una conciencia fiscalista que debe cuidar que este quilombo sobreviva, que el monstruo siga en la laguna, que haya agua. Y como la racionalidad kirchnerista es tan irracional, los otros hicieron cuentas e hicieron su mejor negocio: agrandar el quilombo por el único lugar que duele… el social. ¿A quién no le gustaría votar una cosa así? Qué fea la camiseta empapada del pobre diputado que no nació para votar contra un aumento y despertó como si hubiera dormido bajo un techo de chapa un día de 45 grados después de la peor sesión. Y bueno, esta es una victoria kirchnerista de la oposición. O sea, es una victoria dando un salto hacia adelante. Una cosa de la que paga precio el gobierno: de la construcción política por sorpresa, por golpe de efecto, estilo 2003, celoso de la discreción de todos sus pasos. ¿Qué significó eso? Que incluso la política distributiva, salvo paritarias, también formó parte de lo que irrumpía de la noche a la mañana, como si no hubiera ninguna forma visible de acumulación, como si todos, hasta los referentes de las organizaciones sociales, fueran siempre un poco convidados de piedra de un anuncio sorpresa que les va a sacar sonrisas y lágrimas de emoción. Casi un estilo televisivo. El anuncio de la AUH fue una sorpresa para medio mundo (aunque también estaba la cara de ojete de una ministra que sabía a qué iba). La oposición hace lo contrario en algún sentido. Más o menos tiene escrita la hoja de ruta, la dice en todos los medios, bajo el mantra de que todo será negociado y dialogado, para que todo el mundo se quede tranquilo, y como si la gente confiara en la buena fe de las partes de esas grandes negociaciones. Y esas dos formas predilectas: la política del golpe de efecto y la política de Moncloa (la de los 4 o 5 temas) quizás tienen un punto en común, es decir, quizás hicieron perder de vista –por acción u omisión- esa versión participativa, asamblearia, abierta, ese fondo de caos originario que dejó la crisis, la sensación de que los políticos son actores de cuarta, ideales para escrachar y sacarse la bronca, que les toca hacer un triste papel de representaciones. Eso, no se sabe cuándo, en qué punto exacto, se superó. Estas visiones son visiones que golpean también el ánimo ochentoso de la vuelta de los partidos (¿alguien imagina a un político de primera adentro de un partido?), tanto como al ánimo decembrista y movimientista del que la política (clásica y del orden) a lo sumo sería un reflejo. Gobierno y oposición, así, parece que se hacen cargo del mandato final de la crisis: de cuán lejos quería que quede la política de la gente, de una distancia que es –por más destrucción institucional que se denuncie- la garantía de una República. Visiones de la representación. Y sin embargo el kirchnerismo siempre parece al borde de sí mismo, siempre parece odiar la escena adonde mandó las cosas. Esa especie de punto donde al mismo kirchnerismo “no le cierra tanto la cosa”, es el lugar por donde respira. Es el lugar que ya había predicho el límite, por ejemplo, de la política parlamentaria: ¿y si lo hacen ellos? El kirchnerismo siempre quiso ser más que su verdad restauradora. Y es difícil conciliar secreto de Estado y movimiento. Y algún genio pergeñó la operación del 82 móvil y de pronto, un punto ciego se hizo en el sistema político, y eso, aunque sea eso, por un día, corrió a una velocidad un poco más rápida que la previsible verdad de los pobres actores, esa verdad con la que vivimos tranquilos, que cuando vemos a Patricia Bullrich, a Gerardo Morales o a cualquier solitaria vaca con su sello del 13% sabemos que nada llega al río, que serán artífices de una verdad que ellos mismos harán insostenible... y así. Pero un día de descontrol político. Un día donde nadie sabe exactamente dónde está parado no le viene mal a nadie.

3 comentarios:

memo dijo...

Hay que ir por la reforma impositiva que permita el 83% móvil, y que todo el mundo vuelva a estar parado del lado que le corresponde.

desparejo dijo...

De acuerdo con Memo, es el mejor escenario para plantear reforma impositiva, pero que en la comunicación se ate al 82%. Que se plantee una nueva ley para financiar ese 82%. Ahora somos todos kirchneristas, ahora hay consenso, vos me tirás el 82%, yo te lo mejoro con ley de financiamiento: diálogo, consenso, vamos todos para adelante, no?

Jorge dijo...

Muy bueno el post. Creo que este es el mejor escenario para que el kirchnerismo de un gran paso adelante en cuanto a justicia social. Sería muy malo (y justamente lo que la derecha quiere) que el gobierno vete una ley así. Tiene que aprovechar y plantear una nueva estructura tributaria. Para esto va a tener el apoyo del socialismo, PSur y el resto del progresismo.