martes, agosto 31, 2010

El cielo argentino

El libro, el último gran libro sobre la dictadura, es una fábula. O no tanto. Se llama “Guerra sucia, secretos sucios”, y lo escribió David Cox, el hijo del héroe del Herald, Robert J. Cox, con todo el amor y el idealismo con que un hijo puede mirar a un padre. Al lado de cualquier libro de Tata Yofre es una versión de “Caperucita roja”, sin embargo, más que sobre el tema de moda (la complicidad empresaria con la dictadura) el libro echa luz sobre las internas del proceso, esa vieja saga de halcones y palomas contada en la historia de un hombre enorme como Cox, quien salvó su vida por su vínculo con el sector blando o democrático, como decía el Partido Comunista, al que creía que se le podían arrancar garantías y derechos perdidos. ¿Cuáles eran las internas del Proceso, cuáles eran las alternativas y los “debates” del Proceso? Hay una segunda fila de nombres de desaparecidos o caídos que incluye a los Graiver pero que se extiende a Elena Holmberg, Hidalgo Solá, Edgardo Sajón, etc., que parecen fichas caídas de un tablero más delicado y disimulado tras el manto de neblina de la represión feroz.

En la historia de David Cox su familia era una hectárea de bella campiña inglesa rodeada de un bosque tenebroso de fieras sueltas que ni siquiera dejaban en paz a los tecnócratas como Walter Klein, quienes pretendían introducir reformas que las bestias no les dejaban introducir. Recuerda David: Festejamos Navidad por última vez en Highland Park con nuestro abuelo Papito. Nos reunimos alrededor del piano y cantamos como de costumbre, cada uno tocando las maracas, los triángulos, las campanillas, las castañuelas y la pandereta como acompañamiento. La cena consistió en el trozado de un gran pavo adquirido por mi abuelo en la exquisita confitería Las Violetas. Después vimos películas navideñas en el jardín del club, bajo el cielo estrellado. Es un libro sin ningún rastro del vínculo entre represión y proyecto económico porque es el libro de la leyenda valiente de un liberal auténtico que se sentía identificado con el proyecto económico y que despreciaba la metodología represiva. ¿Qué une una cosa con otra, qué separa una cosa de otra? El libro narra un momento histórico desde el gris y para el gris. Por fin una historia que no es de buenos y malos en el sentido que nos tiene acostumbrados la narrativa nuestra del Frente Patriótico Rodolfo Walsh, sino una perspectiva de perplejidad desde la conciencia de quienes sí avalaron el golpe. Ese es el aspecto silenciado, desde los años 80: el escándalo moral de quienes creyeron en esa dictadura y fueron estafados en su “buena fe”. Un relato desde un activo que vio las cosas un poco de afuera.

Por otro lado, la discusión de Papel Prensa está atrapada por la sensación de que la frazada de los delitos de lesa humanidad se estira demasiado: y de que se quiere forzar todo lo que se pueda hasta anudarla con Clarín. Podríamos decir: el inicio de la democracia es un armisticio, donde todos los que entraron a ella, dejaron las armas afuera. Todos tiraron los fierros al centro de una gran hoguera nacional. Rafael Bielsa o Taiana no fueron cancilleres montoneros, fueron hombres que representaron al Estado argentino, por ejemplo, y el 80% de la clase política podría admitir una experiencia juvenil no adscripta a los valores de la democracia liberal. Es zonzo decirlo, pero en todos, en personas y en organizaciones, hay un pasaje hecho. Cada institución tiene su ciclo biológico. En la historia de Papel Prensa el detalle excluyente no es meramente “aquello que prueba que alguien estuvo en la escena de un crimen de lesa humanidad”, sino la historia de una operación que fue la punta de lanza de ilícitos e irregularidades que se perpetuaron, más allá de las prescripciones a escala de muchos de sus delitos. No se revuelven pequeñas miserias del pasado sino la acumulación originaria y toda una práctica que asfixió las competencias del mercado. Julio Ramos hasta tenía hecho un juicio por competencia desleal contra Clarín que puntualmente perdió.

Otro aspecto de estos días pasa por lo que Juan Pablo Varsky llamó microclima, en el que se envuelven temas como Papel Prensa. No hay modo de que una política pública sea permanentemente de efecto universalista o que despierte el interés general: ¿cuál es la agenda de una política así? La política tiende naturalmente, se diría que es parte de su éxito, a la coagulación, a las corporaciones, a lo específico. Quizás la desproporción de la cadena de la semana pasada acentuó el contraste entre el tema y la indiferencia e ignorancia masivas sobre él.

Por otro lado, ¿cómo es que algo políticamente se “usa”? Ese es un tema sobre el que hay que pensar. ¿Por qué el estigma de los Kirchner es que las cosas de agenda pública se usan? El “uso” siempre es la mano visible de la política. Desde el 2003 se habla de la “utilización de los Derechos Humanos” esgrimiendo una lógica que se puede reproducir en cualquier tema, como el aumento de las jubilaciones: “el gobierno usa los aumentos a los jubilados”. Más o menos como si sólo se tuviera centro en las intenciones políticas de quienes gobiernan el Estado, y ninguna atención sobre los efectos sociales de esas “utilizaciones”. Como si una cosa se separara definitivamente de la otra. De algún modo eso también es un exceso de “relato”. Y es una idea antipolítica, porque el ideal no utilitarista de lo que el Estado gestiona está en el centro de la herencia del ciclo neoliberal. La separación entre política y Estado, bajo el sello que la vieja radio 10 convirtió en hit en lo peor de la crisis: el “gasto político”. En fin, es un lugar común apuntar a esa cultura heredada (que sobrevive con más vigor que el que se cree).

El otro día Carrió dijo una cosa que es también parte del debate. Al menos es algo que está en alguna de las ondas del debate: ¿qué es un diario? Y Carrió dijo algo que me gustó, dijo que La Nación o Clarín son “encarnaciones”, interpreto que dijo que son diarios con historias, con arrastre, con tradiciones, que constelan intereses propios y ajenos. Y eso es así. Clarín y La Nación con todas las hijaputeces que se conocen o se imaginan son pedazos de la cultura nacional (y cuando se mira de cerca la producción Spolsky hasta dan ganas de defenderlos). Diría más: Página 12 también es un diario que “encarna”. Y habría que listar cuáles más son eso. Página es el gran diario de los años 90. Es el diario que leían todos los funcionarios menemistas, frepasistas, radicales, los intelectuales y los arrrrtistas. Es el diario de los Derechos Humanos. No hablo sólo de las ventas, que pueden ser oscilantes. Un diario es una idea, decía Julio Ramos. Esa perspectiva conservadora, liberal, democrática, uno puede imaginar que tiene sus mitos.

Yo elijo una imagen muy precisa: la de Arturo Illia presidente saliendo de la casa de gobierno para leer el diario sentado en un banco de la plaza. ¿Era verdad eso? No importa. Pero el tipo, en el hilo de esa imagen, no tenía un informe de prensa, ni lo leía en el despacho marcando con lápiz y puteando a viva voz, “mirá lo que escribieron estos hijos de puta”, simplemente supongamos que a media mañana salía con el diario para leerlo en la plaza pública. Es una imagen muy escolar en la que frente a la casa de gobierno y frente al sillón presidencial aparece el sillón del ciudadano donde sentarse a leer. Ese cruce de calle, ida y vuelta, es el gesto de un poder provisorio y débil, en un contexto que auguraba desolación para quien quería instruir cívicamente: un presidente, un hombre común, que lee la prensa independiente con la ceja levantada y saluda a las amas de casa y a las mucamas y a los jubilados y a los que venden garrapiñadas. Cuando uno lee hoy los editoriales de los diarios damnificados hay una especie de defensa por el sostenimiento de esa distancia, de esa amabilidad ciudadana que lee frente a la casa del poder. Esa cuadrícula está rota, nació rota, quizás nunca existió. Por eso, en el fondo, hay una melancolía por un tiempo que la historia desmiente en quienes utilizan figuras republicanas de la política como si no hubieran caído bajo las mismas balas simbólicas, como si no se les hubiesen arrancado cosas hasta último momento. Illia leía el diario, se llenaba de polvo de ladrillo el pantalón, picoteaban algunas palomas a su lado, vestido de hombre civil, uniforme de ciudadano presidente mientras alrededor empezaba todo el mundo a calentar los motores de la guerra social. Es una imagen sin tiempo. Sin historia. Es una imagen que después los mismos diarios envasan en fascículos de historia, destacando la honradez y la modestia de los débiles, una fuerza moral que siempre pertenecerá al pasado. Frondizi pasteurizado, Illia pasteurizado, Alfonsín pasteurizado, todas figuras arrasadas por quienes ahora reclaman de ellas. Cuerpos embellecidos por sus propios ejecutores. Clarín, La Nación, todos esos diarios y medios, ayer decía eso Carrió: “cuando esto pase” deberían “corregir errores”. Magnetto, "un contrapeso necesario", debería corregir errores... Ahí estaba Lilita perdiéndose en el bosque del que saldrá con las patitas para adelante.

Lo que vuelve bajo la forma “monstruosa” de Moreno o Kirchner es el retorno de lo reprimido, lo que se levanta del banco de plaza donde durmieron al viejito presidente, tapado con diarios, desde el geriátrico de los perdedores. Hay algo de esa fuerza en todo esto. Pasemos a otro tema.

45 comentarios:

Quintín dijo...

Este artículo está mejor que los anteriores. Te falta reconocer que eso que se investiga de Clarín es cualquier cosa menos un delito de lesa humanidad que pueda ser juzgado como tal. Y ahí podemos empezar a hablar en serio. De lo contrario, es simplemente otra defensa asimétrica del pasado para sostener la política oficial.

uf dijo...

Comento este post y el anterior, que está relacionados.

Interesante el discurso de Correa. No veo intolerancia en lo que dice. Es una expresión de que la fórmula "estado + movimientos sociales" ha entrado en una fase distinta. No se trata, como piensa Quintín desde la ignorancia antipolítica que lo define, de que los políticos de izquierda hablan mucho de los indios pero al final los quieren matar. Lo que Correa está diciendo es muy diferente: les pide a los movimientos sociales que sean capaces de pensar estatalmente, caso contrario sus demandas se volverán irrepresentables. Es algo parecido, y él lo menciona, a lo que le pasa a Evo con Felipe Quispe. Quispe es un dirigente histórico del movimiento indígena, es un fundamentalista digamos, pero no es más indio que Evo. Quispe pide autonomía regional, un sistema legal y penal incompatible con ninguna democracia u organización estatal moderna, etc. Evo en esa coyuntura es el indio moderado. En este conflicto, claramente no se trata de la razón estatal contra los movimientos sociales, sino de una escisión dentro de los movimientos sociales iluminada por el dilema de tener el poder del estado. Hay una fracción "moderada" que busca una síntesis medianamente viable entre la cosmovisión identitaria y las necesidades de un estado del siglo XXI, y hay otra fracción "fundamentalista" que no quiere ninguna síntesis de nada. Lo interesante es que estas divisiones aparecen cuando se está en el gobierno. Por lo tanto, pese al quilombo que significan, son un dato positivo. Hegel decía que la mejor manera de darse cuenta de que un sector social tomó el poder es la aparición de fracciones.

Podemos hacer una traducción argentina de estos problemas ecuatorianos o bolivianos a nuestras pampas si cambiamos "indigenismo" por "progresismo". Todos éramos amigos en los noventa, compartíamos el sillón para mirar Día D, aplaudíamos a Meijide y hasta la votábamos, pero ahora nos miramos torcido. Algunos, como Quintín o Barone, insultan; otros, como Tenembaum, escriben un libro llamado "qué les pasó", referido a los Kirchner en lo literal, pero connotando a todo el progresismo oficialista. Acá también tenemos un "progresismo fundamentalista" que a la larga niega cualquier representatividad de las demandas, y un "progresismo moderado" que trata de buscar una síntesis viable entre los principios progres y el manejo de la cosa pública. Más allá de las valoraciones que hagamos en uno u otro sentido, eso es una prueba de que el progresismo está en el poder.

Esto se nota inclusive en un tópico progresista, el de la denuncia. Los moderados quieren mantener las denuncias pero haciendo la articulación con el Estado: eso es todo el tema de Papel Prensa. Los fundamentalistas, como Meijide, "sospechan" de las denuncias, hablan del "uso" de los DDHH, etc... y cuando dicen "uso", aluden a la actividad del estado. La cuestión en toda latinoamérica es más o menos la misma: no si los políticos se cagan en la gente, sino cómo y en qué condiciones la gente está dispuesta a convertirse en "política", sean indios o progresistas, para darles existencia real y por lo tanto, imperfecta, a las demandas de su sector.

uf dijo...

Comento este post y el anterior, que está relacionados.

Interesante el discurso de Correa. No veo intolerancia en lo que dice. Es una expresión de que la fórmula "estado + movimientos sociales" ha entrado en una fase distinta. No se trata, como piensa Quintín desde la ignorancia antipolítica que lo define, de que los políticos de izquierda hablan mucho de los indios pero al final los quieren matar. Lo que Correa está diciendo es muy diferente: les pide a los movimientos sociales que sean capaces de pensar estatalmente, caso contrario sus demandas se volverán irrepresentables. Es algo parecido, y él lo menciona, a lo que le pasa a Evo con Felipe Quispe. Quispe es un dirigente histórico del movimiento indígena, es un fundamentalista digamos, pero no es más indio que Evo. Quispe pide autonomía regional, un sistema legal y penal incompatible con ninguna democracia u organización estatal moderna, etc. Evo en esa coyuntura es el indio moderado. En este conflicto, claramente no se trata de la razón estatal contra los movimientos sociales, sino de una escisión dentro de los movimientos sociales iluminada por el dilema de tener el poder del estado. Hay una fracción "moderada" que busca una síntesis medianamente viable entre la cosmovisión identitaria y las necesidades de un estado del siglo XXI, y hay otra fracción "fundamentalista" que no quiere ninguna síntesis de nada. Lo interesante es que estas divisiones aparecen cuando se está en el gobierno. Por lo tanto, pese al quilombo que significan, son un dato positivo. Hegel decía que la mejor manera de darse cuenta de que un sector social tomó el poder es la aparición de fracciones.

Podemos hacer una traducción argentina de estos problemas ecuatorianos o bolivianos a nuestras pampas si cambiamos "indigenismo" por "progresismo". Todos éramos amigos en los noventa, compartíamos el sillón para mirar Día D, aplaudíamos a Meijide y hasta la votábamos, pero ahora nos miramos torcido. Algunos, como Quintín o Barone, insultan; otros, como Tenembaum, escriben un libro llamado "qué les pasó", referido a los Kirchner en lo literal, pero connotando a todo el progresismo oficialista. Acá también tenemos un "progresismo fundamentalista" que a la larga niega cualquier representatividad de las demandas, y un "progresismo moderado" que trata de buscar una síntesis viable entre los principios progres y el manejo de la cosa pública. Más allá de las valoraciones que hagamos en uno u otro sentido, eso es una prueba de que el progresismo está en el poder.

Esto se nota inclusive en un tópico progresista, el de la denuncia. Los moderados quieren mantener las denuncias pero haciendo la articulación con el Estado: eso es todo el tema de Papel Prensa. Los fundamentalistas, como Meijide, "sospechan" de las denuncias, hablan del "uso" de los DDHH, etc... y cuando dicen "uso", aluden a la actividad del estado. La cuestión en toda latinoamérica es más o menos la misma: no si los políticos se cagan en la gente, sino cómo y en qué condiciones la gente está dispuesta a convertirse en "política", sean indios o progresistas, para darles existencia real y por lo tanto, imperfecta, a las demandas de su sector.

uf dijo...

Comento este post y el anterior, que está relacionados.

Interesante el discurso de Correa. No veo intolerancia en lo que dice. Es una expresión de que la fórmula "estado + movimientos sociales" ha entrado en una fase distinta. No se trata, como piensa Quintín desde la ignorancia antipolítica que lo define, de que los políticos de izquierda hablan mucho de los indios pero al final los quieren matar. Lo que Correa está diciendo es muy diferente: les pide a los movimientos sociales que sean capaces de pensar estatalmente, caso contrario sus demandas se volverán irrepresentables. Es algo parecido, y él lo menciona, a lo que le pasa a Evo con Felipe Quispe. Quispe es un dirigente histórico del movimiento indígena, es un fundamentalista digamos, pero no es más indio que Evo. Quispe pide autonomía regional, un sistema legal y penal incompatible con ninguna democracia u organización estatal moderna, etc. Evo en esa coyuntura es el indio moderado. En este conflicto, claramente no se trata de la razón estatal contra los movimientos sociales, sino de una escisión dentro de los movimientos sociales iluminada por el dilema de tener el poder del estado. Hay una fracción "moderada" que busca una síntesis medianamente viable entre la cosmovisión identitaria y las necesidades de un estado del siglo XXI, y hay otra fracción "fundamentalista" que no quiere ninguna síntesis de nada. Lo interesante es que estas divisiones aparecen cuando se está en el gobierno. Por lo tanto, pese al quilombo que significan, son un dato positivo. Hegel decía que la mejor manera de darse cuenta de que un sector social tomó el poder es la aparición de fracciones.

Podemos hacer una traducción argentina de estos problemas ecuatorianos o bolivianos a nuestras pampas si cambiamos "indigenismo" por "progresismo". Todos éramos amigos en los noventa, compartíamos el sillón para mirar Día D, aplaudíamos a Meijide y hasta la votábamos, pero ahora nos miramos torcido. Algunos, como Quintín o Barone, insultan; otros, como Tenembaum, escriben un libro llamado "qué les pasó", referido a los Kirchner en lo literal, pero connotando a todo el progresismo oficialista. Acá también tenemos un "progresismo fundamentalista" que a la larga niega cualquier representatividad de las demandas, y un "progresismo moderado" que trata de buscar una síntesis viable entre los principios progres y el manejo de la cosa pública. Más allá de las valoraciones que hagamos en uno u otro sentido, eso es una prueba de que el progresismo está en el poder.

Esto se nota inclusive en un tópico progresista, el de la denuncia. Los moderados quieren mantener las denuncias pero haciendo la articulación con el Estado: eso es todo el tema de Papel Prensa. Los fundamentalistas, como Meijide, "sospechan" de las denuncias, hablan del "uso" de los DDHH, etc... y cuando dicen "uso", aluden a la actividad del estado. La cuestión en toda latinoamérica es más o menos la misma: no si los políticos se cagan en la gente, sino cómo y en qué condiciones la gente está dispuesta a convertirse en "política", sean indios o progresistas, para darles existencia real y por lo tanto, imperfecta, a las demandas de su sector.

uf dijo...

Comento este post y el anterior, que está relacionados.

Interesante el discurso de Correa. No veo intolerancia en lo que dice. Es una expresión de que la fórmula "estado + movimientos sociales" ha entrado en una fase distinta. No se trata, como piensa Quintín desde la ignorancia antipolítica que lo define, de que los políticos de izquierda hablan mucho de los indios pero al final los quieren matar. Lo que Correa está diciendo es muy diferente: les pide a los movimientos sociales que sean capaces de pensar estatalmente, caso contrario sus demandas se volverán irrepresentables. Es algo parecido, y él lo menciona, a lo que le pasa a Evo con Felipe Quispe. Quispe es un dirigente histórico del movimiento indígena, es un fundamentalista digamos, pero no es más indio que Evo. Quispe pide autonomía regional, un sistema legal y penal incompatible con ninguna democracia u organización estatal moderna, etc. Evo en esa coyuntura es el indio moderado. En este conflicto, claramente no se trata de la razón estatal contra los movimientos sociales, sino de una escisión dentro de los movimientos sociales iluminada por el dilema de tener el poder del estado. Hay una fracción "moderada" que busca una síntesis medianamente viable entre la cosmovisión identitaria y las necesidades de un estado del siglo XXI, y hay otra fracción "fundamentalista" que no quiere ninguna síntesis de nada. Lo interesante es que estas divisiones aparecen cuando se está en el gobierno. Por lo tanto, pese al quilombo que significan, son un dato positivo. Hegel decía que la mejor manera de darse cuenta de que un sector social tomó el poder es la aparición de fracciones. Podemos hacer una traducción argentina de estos problemas ecuatorianos o bolivianos a nuestras pampas si cambiamos "indigenismo" por "progresismo". Todos éramos amigos en los noventa, compartíamos el sillón para mirar Día D, aplaudíamos a Meijide y hasta la votábamos, pero ahora nos miramos torcido. Algunos, como Quintín o Barone, insultan; otros, como Tenembaum, escriben un libro llamado "qué les pasó", referido a los Kirchner en lo literal, pero connotando a todo el progresismo oficialista. Acá también tenemos un "progresismo fundamentalista" que a la larga niega cualquier representatividad de las demandas, y un "progresismo moderado" que trata de buscar una síntesis viable entre los principios progres y el manejo de la cosa pública. Más allá de las valoraciones que hagamos en uno u otro sentido, eso es una prueba de que el progresismo está en el poder. Esto se nota inclusive en un tópico progresista, el de la denuncia. Los moderados quieren mantener las denuncias pero haciendo la articulación con el Estado: eso es todo el tema de Papel Prensa. Los fundamentalistas, como Meijide, "sospechan" de las denuncias, hablan del "uso" de los DDHH, etc... y cuando dicen "uso", aluden a la actividad del estado. La cuestión en toda latinoamérica es más o menos la misma: no si los políticos se cagan en la gente, sino cómo y en qué condiciones la gente está dispuesta a convertirse en "política", sean indios o progresistas, para darles existencia real y por lo tanto, imperfecta, a las demandas de su sector.

uf dijo...

Comento este post y el anterior, que está relacionados.

Interesante el discurso de Correa. No veo intolerancia en lo que dice. Es una expresión de que la fórmula "estado + movimientos sociales" ha entrado en una fase distinta. No se trata, como piensa Quintín desde la ignorancia antipolítica que lo define, de que los políticos de izquierda hablan mucho de los indios pero al final los quieren matar. Lo que Correa está diciendo es muy diferente: les pide a los movimientos sociales que sean capaces de pensar estatalmente, caso contrario sus demandas se volverán irrepresentables. Es algo parecido, y él lo menciona, a lo que le pasa a Evo con Felipe Quispe. Quispe es un dirigente histórico del movimiento indígena, es un fundamentalista digamos, pero no es más indio que Evo. Quispe pide autonomía regional, un sistema legal y penal incompatible con ninguna democracia u organización estatal moderna, etc. Evo en esa coyuntura es el indio moderado. En este conflicto, claramente no se trata de la razón estatal contra los movimientos sociales, sino de una escisión dentro de los movimientos sociales iluminada por el dilema de tener el poder del estado. Hay una fracción "moderada" que busca una síntesis medianamente viable entre la cosmovisión identitaria y las necesidades de un estado del siglo XXI, y hay otra fracción "fundamentalista" que no quiere ninguna síntesis de nada. Lo interesante es que estas divisiones aparecen cuando se está en el gobierno. Por lo tanto, pese al quilombo que significan, son un dato positivo. Hegel decía que la mejor manera de darse cuenta de que un sector social tomó el poder es la aparición de fracciones.

Podemos hacer una traducción argentina de estos problemas ecuatorianos o bolivianos a nuestras pampas si cambiamos "indigenismo" por "progresismo". Todos éramos amigos en los noventa, compartíamos el sillón para mirar Día D, aplaudíamos a Meijide y hasta la votábamos, pero ahora nos miramos torcido. Algunos, como Quintín o Barone, insultan; otros, como Tenembaum, escriben un libro llamado "qué les pasó", referido a los Kirchner en lo literal, pero connotando a todo el progresismo oficialista. Acá también tenemos un "progresismo fundamentalista" que a la larga niega cualquier representatividad de las demandas, y un "progresismo moderado" que trata de buscar una síntesis viable entre los principios progres y el manejo de la cosa pública. Más allá de las valoraciones que hagamos en uno u otro sentido, eso es una prueba de que el progresismo está en el poder.

Esto se nota inclusive en un tópico progresista, el de la denuncia. Los moderados quieren mantener las denuncias pero haciendo la articulación con el Estado: eso es todo el tema de Papel Prensa. Los fundamentalistas, como Meijide, "sospechan" de las denuncias, hablan del "uso" de los DDHH, etc... y cuando dicen "uso", aluden a la actividad del estado. La cuestión en toda latinoamérica es más o menos la misma: no si los políticos se cagan en la gente, sino cómo y en qué condiciones la gente está dispuesta a convertirse en "política", sean indios o progresistas, para darles existencia real y por lo tanto, imperfecta, a las demandas de su sector.

Victor Taricco dijo...

Che que persistente Quintín. Sigue a toda la bogosfera para hacerse mala sangre? Afloje maestro. Mesura.

Paniagua yo no se como se te ocurren esas imágenes (Illia, el poder, Magnetto) pero mamma mía!

Martín dijo...

Muy bueno, Víctor tu post en AP. Ahora me meto y comento un poco. Pero me dijo Seba que tenés un blog... ¿es verdad?

Quintín, te gustó porque traté bien a Carrió. Lo que se investiga de Clarín es algo más pegajoso, loco, Ernestina en el homenaje de aniversario del mundial repartía premio al lado de Videla. Ya era el 79. Saquemos todos de la discusión el punto extorsivo en el que quedó, porque también Clarín reduce todo a una cuestión de fechas. Es un recurso demasiado puntual. En el expediente de Moreno hay recopiladas hasta actas secretas del proceso donde manijeaban las asambleas.

Quintín dijo...

No, me gustó la reivindicación que hacés de Página/12 en el sentido de que también tiene una trayectoria y que, en última instancia, aún hoy, tampoco es Tiempo Argentino ni 678. Buenom tampoco lo leo así que no sé...

El expediente de Moreno es la Caja de Pandora, se llegó a un punto en el que sólo decir toda la verdad puede conducir a alguna parte, aunque sea a una condena a Clarin. Pero cosas como que el tipo que le iba a cobrar a Graiver saque un libro y no diga qué parte jugaba él en ese cuento no da para más. Parece una broma.

Igual, no hay ningún caso de alguien condenado o siquiera juzgado por crímenes de lesa humanidad por algo como lo que supuestamente se le atribuye a Magnetto. Los civiles procesados estaban presentes durante las torturas. Incluso en el caso de Martínez de Hoz, que es el que más se puede parecer, se lo acusa de privación ilegítima de la ibertad, por hacer firmar un acuerdo comercial a un tipo que estaba en cana y él era parte del poder. Y acá las fechas son importantes, porque a Magnetto no le puden facturar el secuestro y tortura de Lidia Papaleo aunque se acepte que la mina dice la verdad (algo muy dudoso a esta altura) : ya había firmado, ¿en qué está asociado Magnetto con esa prisión? No se pueden crear delitos a medida, eso no lleva a ningún lado.

Martín dijo...

Lo que pasa es que lo que se tergiversó pasa por el supuesto de imputar delitos de lesa humanidad, repartirlos como caramelos. Error. Me parece que va por acá, en el post de Víctor en AP: "Luchar por más democracia informativa, por garantizar condiciones equitativas de acceso a los insumos para producir medios de comunicación, tendrá mucho menos dramaticidad, menos épica que la historia de Lidia Papaleo, pero redundará en un mediano plazo en una profundización de la calidad democrática...". En ese orden era una importante dar vuelta esto.

Faco dijo...

Sublime, Martín, sublime.

Quintín dijo...

No. Lo del papel no tiene entidad ninguna en este momento. La democracia en la información, en lo concreto, pasa mucho más por el manejo de la pauta oficial que por el papel.

pablo dijo...

las leyes del arte no son las mismas que las de la política, los campos de operaciones, capaz que sí, no sé. es un hermoso texto, paniagua

maiakovski dijo...

"Pasa más por el manejo de la pauta oficial que por el papel". Habló el experto en comunicación Antín. Se lo dijo Fonteveccia. Madre mía, las cosas que hay que escuchar de estos cinéfilos...

Que alguien tire una cifra porque quiero saber queé porcventaje es la pauta oficial con respecto al total de los inggresos por publicidad de los medios. Yo presupongo que la pauta oficial no salvaría a nadie, pero puedo estar equivocado.

maiakovski dijo...

Crónica, por ejemplo, no se fue fundiendo lentamente por falta de publicidad oficial, sino por estar ahogado en el tema del papel.

Quintín dijo...

Eso, números sobre la pauta oficial. Estaría bueno.

Nadie niega (salvo Clarín y La Nación claro) lo que pasó con PP y el papel hace tiempo. ¿Pero qué problema tienen hoy Crónica o culaquier otro con el papel? Ninguno.

Maiakovski, ¿podrías discutir algún tema sin referencias personales? ¿O te sale el puto patotero de adentro y es irreprimible?

pablo dijo...

¿y cómo se consiguen esos números? la pauta oficial, hasta donde sabía, la maneja télam. pero ¿será sólo esa?

Martín dijo...

Hace por lo menos dos años Fontevecchia tenía hechos esos números en unas notas imperdibles. Hay que rastrearlas.

Victor Taricco dijo...

Despunto el vicio por acá.
http://insomnioba.blogspot.com

Martín dijo...

Listo. Lo puse en mi lista de blogs amigos. Abrazo

Anónimo dijo...

Antin no conocerá los diarios, pero sus baños si. O por lo menos el baño de Perfil, sus azulejos, el olor de sus inodoros, los botones de deposito, que mira en forma disimulada mientras succiona mienbros viriles
en Tuyu ya no puede
es un pueblo chico y a ese viejo puto le echan flit

charly dijo...

muy bueno, Martín. Lo que decís de la zona gris de los estafados en su buena fe por la Dictadura, me hizo acordar a un texto del que oí hace poco. Y lo googleé, una nota de Borges para una agencia de noticias, sobre el testimonio de un secuestrado que escuchó en uno de los Juicios contras la Juntas en 1985. Es muy bueno el texto, dejo el link por si no lo tenés, saludos!
http://www.lainsignia.org/2004/diciembre/cul_041.htm

Victor Taricco dijo...

Gracias Martin. Abrazo

maiakovski dijo...

No, Quintín, no puedo discutir ningún tema sin que me salga el patotero irreprimible. Así como vos no podés discutir con nadie en tu blog sin insultarlo. Si no te gusta, tomátelas. Acá sobrás. El papel es un temazo y pagar un sobreprecio por él puede fundir a cualquier diario, como fundiría a cualquiera que depende de una materia prima que insume una gran parte de sus costos. ¿No te entra eso en la cabeza, pedazo de tarado?

Quintín dijo...

Pedazo de idiota, ¿qué sobreprecio pagan los diarios hoy? Ninguno, porque cualquiera sabe que hoy sobra papel en el mundo y mientras la importación sea libre sale lo mismo comprarlo afuera que comprárselo a Papel Prensa.

Veo que seguís con el prontuario y la maledicencia. Discuto con mucha gente en mi blog a la que no insulto. Solo insulto, muy de vez en cuando, a los trolls anónimos, que se lo merecen ampliamente. Es un signo de retraso mental el tomar el todo por la parte.

Quintín dijo...

Por ejemplo, al hijo de puta anónimo que escribe más arriba, se puede ir bien a la concha de su madre.

abràn! dijo...

Te recabio quintin

Anónimo dijo...

Volvió el Q de siempre! "Pedazo de idiota." Q, así nunca llegás a TN. Volvé a tu blog donde sos dictador, insultás, y prohibís al que quiere debatir en serio (y sin insultarte). ¿Querés pruebas? Lección básica del debate público: no descalificar al adversario, siempre y cuando este no te insulte. Hasta Carrió sabe eso.

Anónimo dijo...

"Solo insulto, muy de vez en cuando, a los trolls anónimos, que se lo merecen ampliamente." Pero si acabás de insultarlo a Maia con un "pedazo de idiota." Además: "se lo merecen ampliamente." Muy de dictador esa frase. Q decide quien es troll, y quien merece ser insultado.

Quintín dijo...

Maia me acababa de decir "pedazo de tarado" y yo le contesté "pedazo de idiota". Verifique, está en el comment anterior al mío. ¿Entra eso en la cateoría de insultos dictatoriales? ¿Viola el princiio de "no descalificar al adversario, siempre y cuando este no te insulte"?

Anónimo dijo...

Lo violás siempre Q en tu blog.

pablo dijo...

es que Q siempre tiene el pedazo en la boca y a veces se le escapa

pero lo de "pedazo de idiota" no es nada comparado con la sarta de puteadas que mando despues ("al hijo de puta que escribe más arriba, se puede ir bien a la concha de su madre")
y pensar que con esa boquita le da besitos a noriega

pablo dijo...

y pablo dijo y dijo...

Quintín dijo...

Pimero decí, "perdón, me equivoqué, Maiakovski te puteó primero" y después te demuestro que tampoco puteo en mi blog a nadie que intente discutir y no ofender gratuitamente.

Anónimo dijo...

Q, vos no podés demostrar eso porque no es cierto. De 'tu' blog rajás gente cuando se te ocurre, sin que se te insulte. Acá ya se pusieron los links. Histórica tu queja sobre panaderías cerradas los lunes, supuestamente solo en la costa! Ahí despediste un usuario que no te insultó con un "hasta nunca forro." Así que no hacen falta disculpas.

Anónimo dijo...

Así discute Q en 'su' blog:


"Zock. Encima de un pelotudo y un troll sos recalcitrante como pocos. Seguís insistiendo como una monserga en cada pavada que dijiste, incluyendo la ingenuidad (sin haber entrado nunca en una panadería) y lo del Alto Palermo.

Te voy a explicar. Lo del lunes es para compensar que las panaderías trabajan el domingo (todos los empleados, no solo los maestros panaderos que trabajan el domingo todo el día porque se hace pan a la tarde también).

Y ahora sí, tenés tarjeta roja.

Hasta nunca, forro.

Q"

Anónimo dijo...

Uno más por si quedan dudas:


"Ni siquiera mantenés la precisión sobre los panaderos, a los que atribuís “querer descansar los domingos” cuando el cierre es el lunes, pero todo suma a la chicana y la tirada de fruta. Y ahora sí, siguiendo la tradición de la casa, andá a la puta madre que te parió.

Q"

Anónimo dijo...

Sos un pequeño dictador Q!

Anónimo dijo...

yo habia leido algunas cosas de Quintin en los diarios que me habian parecido piolas, pero no sabia que el chabon anda por todos lados con este nivel de violencia y bajeza, que muestra mas inseguridad para discutir con argumentos razonables que otra cosa
verlo insultando con esa agresividad, vigilanteando y hasta amenazando me sorprende y me averguenza haber coincidido con él alguna vez

saludos

Yago

maiakovski dijo...

Flaco, sos increíble. ¿Cómo que importar papel cuesta lo mismo que el de fabricación nacional? ¿Vos siquiera sabés a cuánto está el dólar? ¿Sos estúpido, estás fumado, tenés Alzheimer o qué? Hacete ver, pelotudo. El mayor troll de la blogósfera sos vos.

Anónimo dijo...

Q arrugó como frenada de gusano

no es un pequeño dictador como dicen por ahí... es un pequeño, nada mas

Anónimo dijo...

Qué silencio. Bueh, en definitiva ya se sabe por todos lados: Q censura y putea a los que comentan en 'su' blog.

Anónimo dijo...

Ah, no. Si se fijan Q sigue repartiendo insultos más arriba. Ahora le dice "oreja" a Schmidt. "Imbécil," "buchón," "oreja." Es así.

Quintín dijo...

Anónimo 1050, el que dice que "arrugué", ¿qué querés que le conteste a Maiakovski, "hacete ver vos que sos diez veces más pelotudo con sífilis", así me decís que ando puteando en los blogs como hizo el Anónimo 222 más arriba?

el Vibora dijo...

Quintin es absolutamente de cuarta. Pregunta qué sobreprecio pagan los diarios hoy, unos pocos dias, semanas, despues que la justicia confirmo una resolucion donde se le prohibe al Papel Prensa comandado por Clarin y Nacion vender papel a precio diferencial.
El problema de discutir de cualquier cosa con este pobre infeliz es que primero hay que ponerlo al tanto de lo que ocurrio en el mundo los ultimos cinco años.