jueves, noviembre 13, 2008

1869


Cañón de bronce fundido con las campanas de algunas iglesias, en el Arsenal de Campaña de Caacupé, en 1869.

El espíritu está hirviendo: la guerra en una pava abollada.
La campana que va a la fundición no arrastra nada. Ninguna fe.
Es la sola campana en esas circunstancias en que sucede la guerra.
¿Y la pava? La pava calentó el agua con la misma calentura
con que se calienta ahora y se hace cañón puro.
La fundición es un conventillo de utensilios y creencias.
La monja que arrastra la campana por la lomada
no nota que va el cura metido en la campana.
El fuego de la fundición es el fuego de una inquisición al revés:
toda vez que la religión se transforma en brujería,
en rezo gastado en supersticiones: son las madres rezando por sus hijos.
Madrecitas con las campanitas colgadas, los anillos dorados, las cruces,
entrando ellas mismas al fuego, y saliendo del fuego
con sus propios hijos en brazos:
acá está, Mariscal,
la verdadera joya familiar. Te la entrego:
hirviendo.



1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y esto? ¿Es tuyo?