por Alejandro Rubio*
Se despide a un líder político desde un “nosotros”. ¿Cómo definir a ese “nosotros” que, en su acepción política, siempre es excluyente, por más amplio que sea? No vale en el caso de Néstor Kirchner apelar al “pueblo”. Kirchner no fue un líder populista, no al menos como lo fue Perón y como lo es Chávez. No porque su matriz ideológica fuera otra, liberal o clasista: Kirchner era tan peronista como Adolfo Rodríguez Saa y mucho más que De Narváez. Fue de hecho el que retomó, después de que Menem contradijera al peronismo con el peronismo, las directrices ideológicas que hicieron a ese movimiento liberador, progresivo e inspirador. Sin embargo, era un político peronista que en gran parte de la masa peronista inspiraba menos afecto y aprobación que Menem. Se acudió recurrentemente a una explicación psicológica de esto. Se habló hasta el hartazgo de su carácter seco y confrontativo, de sus malos modales, de su desprolijidad comunicacional, de su insanable falta de carisma. No creo que por esta vía se llegue a entender nada del ciclo kirchnerista en particular y de la Argentina en general. Creo más bien que el particular escenario post 2001 parió a Kirchner y después buscó hacerlo su chivo expiatorio. Kirchner fue el político perfecto para un pueblo que odia a los políticos, porque era íntegra y solamente un político. Y la parte no dicha del “que se vayan todos” era la que susurraba sin palabras “pero que venga alguien, por Dios”. Kirchner tuvo el valor de ser ese alguien y de bancarse el odio lógico de una concepción del país fundamentalmente mentirosa e hipócrita. Con Kirchner, el pueblo tenía razón en general, pero no la tenía en particular. Tenía razón en odiar a los políticos, pero no en odiar la política, esa política que él amaba: una política elegíaca que, a fuerza de tesón, pasando por el gris de De Vido y Alberto Fernández, retoma hoy metálicos brillos épicos. Kirchner le concedía a Fogwill: sí, la democracia nos cagó. Pero ponía un pero enorme: en el mundo no hay más que democracia y de nosotros, de nuestro coraje e inteligencia, depende que no nos siga cagando.
De vuelta, entonces: ¿cómo definir el nosotros kirchnerista, por qué hay más de uno que dice “soy kirchnerista”? Es una yuxtaposición, pienso, todavía no del todo sólida, de varios pequeños “nosotros” que por sí mismos y sin él no habían logrado adquirir ni poder institucional ni hegemonía cultural. El nosotros militante, el de los 70, el de los derechos humanos, el de los activistas gays y lésbicos. También un nosotros más difuso, una vaga mancha de disconformidad que arruinaba el consumo cultural de ciertos sectores de la clase media. Ese sería el nosotros de Russo o Barone. Y, lo más importante, un nosotros generacional, el de la generación nacida y criada en democracia que vio en sus hogares como se desgajaban las primeras e inocentes esperanzas democráticas para ser reemplazadas por puro cinismo y desesperación autodestructiva. Ellos entendieron la conversación soterrada entre Kirchner, el hombre de las doscientas palabras, y Fogwill, el hombre que sólo tenía palabras, porque esa es la conversación más crucial para nuestra conciencia política y nuestro futuro como ciudadanos argentinos. Por supuesto, el digital Asís puede reírse socarronamente y traer a la luz un nosotros más aceitoso: el del millón de alianzas y tramas de intereses, desde los acuerdos con lo que Alfonsín llamó “los capitanes de la industria” hasta la vista gorda hacia mucho de lo peor del PJ noventista. Se le podría responder con amabilidad y sin ponerse nerviosos que aquí no estamos hablando de lo que Kirchner heredó, de la política argentina zombie llena de muertos vivos aún capaces de matar, sino de lo que Kirchner nos lega.
¿Qué nos lega Kirchner? La costumbre del coraje y una tarea inacabada: la de, dicho en términos clásicos, construir un país y una región justas, independientes y soberanas, o, en términos más coloquiales, la de que Sudamérica se sacuda de encima la fatalidad de la desdicha y nuestros hijos vivan una vida más plena y feliz que nosotros, los que nacimos entre 1960 y 1980 y que, inorgánicamente, más con palabras que con hechos, acompañamos a Néstor Kirchner en el camino a su paz eterna que mucho, creemos, no le va a gustar, porque queda tanto por hacer antes de permitirse descansar.
*Maia
19 comentarios:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1319643
???
che en los actores sociales encarnados en la plaza te olvidaste de los laburantes.
el jueves a la mañana la plaza fue de los gremios y la Juventud sindical. como en el 17 de octubre y como casi siempre, no es ni todo agrupado ni todo espontáneo y yo creo (lo digo desde una izquierda que no logra dar el salto a la ofensiva que dio el kirchnerismo) que el saldo organizativo de estos 7 años debe ser leído en ese sentido puntual también: no "jóvenes en política" sino saber exactamente quiénes y cuántos son los jóvenes organizados dentro de eso que llamamos kirchnerismo,si son estudiantes, si son laburantes, si están en un barrio o en el gremio o en la facultad. Todo eso. Yo creo que nos podemos llegar a sorprender mucho para bien y para mal.
El resto comparto a pleno.
Sí, sin duda "jóvenes en política es más un sintagma periodístico que un núcleo organizativo o una categoría social. Pero para los que fuimos jóvenes en los 90, más allá de las diferencias de origen social, inserción laboral, nivel sociocultural y demandas específicas, más allá de si son trabajadores sindicalizados, estudiantes o miembros de organizaciones sociales, es notable y novedosa la participación de una generación nacida después del 83. El sintagama periodística debe ser dividido y luego reunido: el análisis nos daría muchas sorpresas, pero la síntesis, tiento, nos indicaría que esta generación que no vivió personalmnente la colimba permanente del Proceso, la desilusión alfonsinista y el desaliento de lo público de Menem, cuyo primera noticia interesante fue la crisis del 2001, comparte una concepción nueva, y en muchos puintos mejor, de la militancia, lo que la diferencia en primera instancia, antes de atender a las diferencias intrageneracionales, de los noventosos, los ochentosos y también, aunque se diga menos, de los setentistas.
Che, en qué cosas importantes está La Nación. Para ser un diario fundado por el principal falsificador de la historia nacional, son muy escrupulosos.
martin: memoriadelostelefonicos@gmail.com
mail de kano.ya hable con facundo. la hacemos.
Rubio, dejate de joder. Néstor es de la gloriosa JP.
si, pero ahi hay una omision medio chota del 2001 y de toda la politica juvenil que emergio de eso: trosca o "independiente",con un foco en la UBA y defensiva, pero que existió también, que fue la superación de la fenja morada y el reformismo en general y que tiene sus coletazos si es que no persiste aún.
martín incluso es un exponente de eso más que del kirchnerismo puro y duro.
no sé, yo creo que hay que indagar en eso porque es una maduración.
las tomas de los colegios secundarios vienen desde hace ya dos años y recuerdo que por el 2001yo misma tuve un mes de toma. si el hijo de ramal es kirchnerista yo soy susana giménez.
todo esto sin ánimos de decir "ah, es todo una construcción de los medios" porque para nada, pero me parece que ahí hay una hilación para hacer, no de la emergencia de lo juvenil a la política, sino del proceso que hicieron las organizaciones juveniles desde la Franja de alfonsin hasta acá.
Me gustó la idea de un diálogo Fogwill-Kirchner. Propongo el siguiente título: El gran relato de todos estos años.
Ah, Rubio cuando no es cínico puede escribir cosas como "construir un país y una región justas, independientes y soberanas". Buenísimo
Es decir, cuando querés ser cínico ¿no escribís "construir un país y una región justas, independientes y soberanas"?
Muy buen post, saludos.
La historia siempre se falsifica, véase "17 de octubre" en sus lecturas. Ustedes son los falsificadores del día del censo.
No se puede pelear el sentido de todo. Está el documento para constatar. Del 17 de octubre está, y de esta plaza, el día censo y el resto de la semana también. Hubo millones.
Sol, dos cosas: primero, está claro que diciembre del 2001 es clavae y ya lo hablamos tanto en este blog que no vale la pena repetirlo. Segundo, si bien no toda la juventud que milita es kirchnerista, yo creo que la agenda política que abrió el kirchnerismo es la que le da un piso a la militancia troska o independiente. Por más que los troskos pretendan estar contra un gobierno burgués más y que los independientes (supongo que te referís a la CTA) busquen el pelo en el huevo para justiuficar un armado político donde no hace falta.
No, releyendo veo que no te referís a la Cta, sino a los grupos indpeneidentes que se hiceron fuertes en la Uba después del desprestigio final de la franja morada. Lo omití porque no conozco el tema en profundidad y no sé si las demandas y el clima de ese momento se corresponden con el de ahora. Igual, Sol, el protagonista del post es Kirchner, no la juventud militante en cada una de sus facetas y diferencias. Pero igual ése es un tema que va a haber que poner en objeto,m porque por ahora, en blogs como éste, es el sujeto.
¿los falsificadores del día de censo? Mamma mía, a los contreras ya se les empezó a acabar el arsenal de insultos...Quedate en el piso, flaco, y descansá.
CERTERA MAIA.
SEGUI EXPLORANDO EL TEMA.
http://xtodosnosotros.blogspot.com/2010/11/un-asesinato-una-muerte-y-el.html
Todo lo que nombras, el pejotismo noventista, los muertos vivos, con menosprecio y como restandole valor al rol de Kirchner en el mantenimiento de esta estructura, omite el hecho de que es al fin lo que realmente importa, es su herencia concreta, todo lo respecto a la "militancia" es pura especulación.
Este renacimiento militante, el compromiso asumido por una juventud antes dormida, nace con el colapso del 2001, es por la debacle y el desconento general que la juventud redescubre su rol y se reinventa como un factor social clave para el cambio; y el kirchnerismo aporto con su faceta (real o meramente discursiva, cada uno tendrá su opinión) transgresora una opción tentadora, para una juventud con ideas y con compromiso social real; pero también, y esto hay que admitirlo, para una juventud aburrida en democracia, y apegada al folklore de la izquierda mas que a su ideario.
Estas últimas, con mentes esponjosas deseosas de pelear una guerra contra un enemigo todopoderoso (ni la guerra ni el enemigo existen en los términos que el gobierno expresa), no aportan, a mi gusto, nada productivo a la débil democracia que tenemos.
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