lunes, enero 18, 2010

1

El margen se pudo haber achicado pero la tendencia hace demasiado tiempo era que en Chile ganaba la derecha. Era una tendencia seguramente previa al rebrote de la imagen de Bachelet, cuya popularidad no contagió al candidato de su fuerza, dicen todos. Pues bien, lo que en Chile se vivió como anticipo de las posibilidades regionales (un gobierno de centroizquierda), ahora para muchos promete repercutir como el anticipo de la vuelta a un cauce de derecha popular. Habrá que ver si lo “moderado” de la izquierda será antecedente de una moderada derecha. De eso podríamos hablar un rato: de la construcción de la derecha moderna. Todo gobierno popular deja también sus "pequeños huevos de serpiente" y ni siquiera una restauración conservadora estará eximida de respetar continuidades. Una de ellas será para mí la política de Derechos Humanos, que en Chile fue lentamente madurando.

2

Aunque ese ejemplo sea más efectivo de pensar en el caso argentino. Pero, “el caso argentino”, es mucho más complejo en sus posibilidades de garantizar la existencia sustentable de un gobierno de derecha: porque tiene que ser un gobierno (peronista) de derecha. Y un gobierno peronista de derecha no es un gobierno falangista, corporativista, sino un gobierno neoliberal. La reciente verdad de que Hugo Moyano es uno de los principales aliados del gobierno y uno de los hombres más fuertes del peronismo, es una pinza sobre la “percepción” ideológica: sobre todo si uno resignifica los valores vandoristas, es decir, si se pasa en limpio alguna sensatez y experiencia que el sindicalismo ha recogido acerca de las condiciones sociales de su legitimidad. Ése sindicalismo es un límite concreto a un gobierno peronista de derecha (neoliberal). No el único. En otro caso, un gobierno radical de derecha debería garantizar que podría gobernar el país, pero la construcción de su orden, al carecer de las enormes intermediaciones sociales peronistas, siempre termina descansando en el uso legítimo de la fuerza policial que torna ilegítimo a un gobierno. Rara paradoja. Los recientes ‘papers’ de Guelar en relación al armado de una fuerza de derecha confunden: un hombre que debe ayudar a la construcción de una derecha moderna debe conocer el mundo. Un mundo que no es sólo el mundo de los negocios, ni del que pone la guita desde Europa para sostener la estructura. Un mundo que observa, que mide, que prestigia, que aún busca su hilo universalista para reconstruir su relato de mundo. Y lo que la izquierda social convenció en estos años es del grado de modernidad y de apariencia que construye juzgar las antiguas violaciones a los Derechos Humanos. Muchos sueñan con que todo político que ubica en el pasado la distinción entre derechas e izquierdas no sólo afirma en esa objeción su pertenencia al imaginario de la derecha, sino que finamente pertenece a un mundo que ha autonomizado esos juzgamientos y que ha limpiado el devenir capitalista de esa antigua relación causal que colocaba el principio de las democracias regionales casi en el principio de las dictaduras. Eso "amplía" las bases de una derecha moderna que vio el alcance racional y moderado de las políticas sociales de izquierda y que se lanza a disputar las bases de todo proyecto popular. ¿Pero lo amplía por qué? Porque lo exime de un compromiso simbólico que acotaba, digamos, sus posibilidades culturales.

3

El kirchnerismo no es menemismo con derechos humanos,
es capitalismo con derechos humanos.

4

Puntualmente soy de los que creen que el consenso de los Derechos Humanos no responde tanto a su popularidad como a la intensidad de una minoría: la de los organismos y familiares que hicieron política y fueron tenaces y convencieron a mucha gente de su importancia. Clarín también sigue juicios, incluye crónicas de audiencias y no excluyó el tema; amén del compromiso de su dueña con la justicia. Acaso esa sea otra forma velada de su guerra, como si dijera: "¿vos te creés que el tema es tuyo, Néstor?". La opinión de Guelar sobre la amnistía lo ubica en el lugar de un outsider de la política. Guelar es un periférico al que no se le cayó el Muro de Berlín ni el Cuadro de Videla en la cabeza. En esa misma dirección, el modo en que algunos radicales arrastran el problema (como cuando Alfonsín hijo repite el prólogo del Nunca Más), parece pertenecer al tipo de patología radical ante cualquier mínima proximidad con el Poder: como si se preguntaran siempre qué opción frente a un dilema ofrece más ingobernabilidad… y ésa es la que eligen. El problema es que los Derechos Humanos ya no deberían constituir un dilema: la resistencia a la “impunidad” tiene más costos políticos que cualquier intento reivindicativo de lo actuado por la Familia Militar. Cualquier sobresalto (incluso necesario) para redefinir una política de Defensa (y sin perder la conducción civil) debería ser pensado de un modo bien kirchnerista: billetera mata galán. Las FFAA bien podrían apostar a una matemática simple: el costo de poder reingresar de algún modo a la vida política es la entrega de la vieja camaradería. Si los militares dejan de ser una carga vitalicia para recuperar algún tipo de protagonismo, como en "países hermanos", lo harán bajo ese precio. No hay otro precio.

5

Recuerdo -haciendo hincapié en la patología radical- el famoso problema sobre si Patti debía o no asumir. Los radicales en vez de salir con los tapones de punta a decir que no era un problema de ellos, que esa era una "interna peronista", que le vayan a llorar a Duhalde o a Menem, etc., ahorrándose el disgusto y huyendo hacia adelante, se metieron de lleno en una sobreactuada defensa jurídica que, de fondo, contenía una menos creíble defensa del voto popular. Otro episodio similar del que mi mente aún retiene la voz (no así la literalidad) es del dilema Bussi: la voz de Humberto Roggero, año 1997 o 98. La figura de Graciela había, de algún modo, enfatizado la presencia simbólica del tema, y todo el mundo (menos muchos tucumanos) creía que Bussi no podía asumir su banca. Roggero, que había sido víctima de la dictadura, aunque nada que ver con eso, operaba para que el tema no excluyera invariablemente al peronismo (¿alguien recuerda su 'gira española'?), y cerró un discurso grave, brutal, admitiendo que en esa ocasión se podía alterar excepcionalmente la máxima menemista de que el Pueblo es la voz de Dios. Puedo equivocarme, pero algo pasó ese día. Hubo un límite, y no cualquier límite. Un límite, digamos, a un populismo de derecha, una grieta que permitía la demolición de una escala política que en Tucumán parecía construir de abajo hacia arriba un ciclo que iba del Malevo Ferreyra a Bussi. Quiero decir, Bussi y Patti cayeron en manos de algo que merece ser pensado: una popularidad abigarrada, una popularidad rosista, la popularidad medio bandolera del orden, y nunca previeron el lento exorcismo civil y laico de la democracia que aún continuó con Menem. Y cuya inercia produce algo que sólo puedo decir así: la tendencia a una ausencia total de pensamiento militar en el pensamiento político.

6

Hay una dimensión de lo militar que hace e hizo al “orden interno”, a la seguridad nacional, que es un pensamiento policial, que fue desarbolado. Bien. Pero, en otro orden de cosas, hay algo de tipo estatalista, hay un conocimiento acabado y una inmanencia de largo plazo, una visión global, geopolítica, que las promociones políticas y los racimos de jóvenes técnicos no renuevan, por mas “fe de conversos” tengan cuando se hacen “nacionales y populares”. Esa ausencia de lo militar, no para resolver cuestiones de orden interno, sí como dimensión –digamos- del despliegue estatal, se nota. La última idea relativamente mortificante y de factura militar, 'desarrollista', fue el embrión del traslado de la capital a Viedma. Toda visión política hoy es provinciana o municipal.

7

Argentina construyó una democracia con base de minorías fuertes, como dijo alguna vez Wainfeld. Y la mano invisible del capitalismo condimentó una cultura popular que aparentemente sólo podría ser representada por un populismo de Derecha. Abismos de popularidad y rating entre mayoría y minorías: una pobreza estilizada por la Televisión Pública, un “Pueblo con Memoria” versus Tinelli. D’Elía (un letrado en los seminarios de liberación nacional) enfrentando la raíz procesista de un capitalismo “obsceno”, plebeyo, que prolonga un refrito de tradición nacional: el analfabetismo del torturador. Porque D’Elía, todo él, vive de la memoria, entonces en Tinelli ve al proceso: ve las películas de Olmedo y Porcel, ve la risa chabacana de los torturadores, ve la foto de Adriana Brodsky con el “Tigre” Acosta, ve la continuidad de la fiesta menemista. Y Tinelli, un millonario al que el rating le confirma su popularidad día a día, cree que vive en un mundo simple al que D'Elía complica, y cree que D'Elía es un hombre sin rating, sin votos, sin humor. Tinelli vive en un 'al pan pan, al vino vino' y se hace eco de una de las frases más mortificantes para las buenas conciencias: la de que se defienden los derechos humanos de los delincuentes. (Esa frase es toda la derrota cultural junta. Es la derrota alfonsinista y kirchnerista. Es el razonamiento popular que finalmente amnistía. Es la frase que pone un límite a la Historia en la Historia. Es la frase que dice a lo sumo: sí, juzguen a esos militares, pero hay que saldar cuentas con los delincuentes de ahora.)

8

¿Quiénes se acuñaron durante los años ’90 en las monedas? Menem sumó a Rosas como justicia poética. Y Roca fue premiado con el primer puesto para la misma época en que los blancos inventaban otro modo de llamar a los indios: Pueblos Originarios. ¿Qué personajes del siglo veinte debieran ser acuñados? Evita lo fue en aquellos años ’90, si mal no recuerdo. Y los pañuelos, hoy, se tallan en una moneda de colección de 2$. Oro y plata. Pero son las apariciones de figuras femeninas, de lo que está afuera de la política partidaria, de la política del poder: próceres y mujeres, decoran una moneda que, como nunca, vuelve a discutir su solidez y su instrumento. Todos quieren una moneda sana: el kirchnerismo le pone pañuelos. Y todo lo que los pañuelos guardan: no sólo el símbolo de resistencia a la dictadura, sino la filiación directa con los vencidos.

9

Y llegan cartas. Llega la carta a la casa de los trabajadores sociales. O. se sienta a la mesa y escribe desde el pueblo al que fue a parar tras el subsidio del gobierno porteño hace cuatro años: “Me vení como haniyo al dedo. Me dijo Érica que trabajás en derecho humanos. Te cuento desde que vine a Verónica que quise poner una parrilla al paso y siempre me la negaron en la vía pública, que pasa que hoy el intendente ahutoriso a persona con mucho recurso a poner una parrilla al paso en terreno que pertenece al ferrocarril. En este caso veo que me discrimina, si estas personas tienen derecho, acaso yo no tengo los mismo derecho. Quiero que sin perder tiempo me hasesoré vos. A que parte de los derecho humano tengo que dirigirme para presentar la denuncia por decriminación. Hace 7 años que vengo pidiéndole al intendente permiso para una parrilla al paso frente de la plaza me dijo que en Verónica había un decreto que no se permitía poner nada y resulta que ahora le dio permiso a una persona con recurso y coche caro, y a mi no, porque soy negro ho de la villa. Desime que tengo que hacer y si me podes dar una mano en los derecho humano de la capital que yo viajo donde sea, porque estoy con rabia. Orlando.”

10
Las cartas con pedidos de asistencia afinan su puntería.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ola, what's up amigos? :)
Hope to receive any assistance from you if I will have some quesitons.
Thanks and good luck everyone! ;)