La trabajadora social fue amputada.
(Ya no estás sola Stalingrado.)
Antes de serlo pidió que el cura despida la pierna en un pequeño sermón. Dicho en latín, a esa hora, con todo el barrio rodeando la pierna…
La pierna fue guardada por la familia Galíndez. Una familia que cosechó beneficios al amparo fugaz de esa ilusión primera. La pierna fue incinerada y guardada en una cajita musical.
(Ya no estás sola Stalingrado.)
Todos los zapatos de esa pierna fueron apilados en el jardín de la pequeña capilla. Cristo obrero. El cura, una noche, fue hallado en esa pila, babeante, borracho.
Hay que salvar el pensamiento noble que se cuaja alrededor de la pierna colgada en el vacío, salvarla de esa inquisición… Las partes de los cuerpos deben tener su sepultura. Un cementerio de autopartes humanas adonde dejar una flor.
Insisto: la trabajadora social fue amputada. Había una cola para saludarla, en la puerta del Piñero. Estaba sola en una cama la pierna, y la trabajadora social en otra cama. Mucha gente rugía alrededor, en el jardín delicioso con árboles de moras, y arrojaban arroz cuando pasaba el pequeño baúl que se llevaba la pierna. ¿Arroz? ¿Arroz? ¿No es que cuando se casan se echa arroz? Fue espontáneo. A todos les brotó arroz de los bolsillos. (Ya no estás sola Stalingrado.)
La trabajadora social fue amputada. Cuántas veces un cuerpo se disocia… Como el poeta parado en la playa a punto de leer, cuando se vuelve notable que una de sus piernas tiembla, y dice: “tiembla”. Hay que amputarse, disociarse, reducirse.
Y a su novio no le importa. Al novio de la trabajadora social no le importa no tocar mas esa pierna porque el trabajo social es el rayo que no cesa. Ya fueron tocados los dos por ese rayo del dolo terrenal: silbo vulnerado, él también es un trabajador social. Y se conocieron en la práctica con los leprosos de la Cava (no supieron nunca si se trató de una murga o qué). El novio de la trabajadora social también fue amputado. ¡Él lo pidió! No soportó el protagonismo silencioso de su amada. (Ya no estás sola Stalingrado.)
El cura también despidió el resto de espíritu que envolvía la carne amputada del novio.
Hay quien los vio alguna tarde (de esas que pasan frente al río Luján) a la parejita tibiamente reprocharse la mutua amputación. Él tomaba mate silencioso, y solo, a veces, y al final arrojaba unas margaritas al agua. No faltaba quien lo hallaba con el mate caído en su pierna viva, absorto, mirando el río.
Hay que ver la sombra de sus sillas de rueda bambolearse en las aguas mientras duermen junto al río, y de la mano. Se quedan dormidos y las sillas rechinan como acordeones, como acordeones, como acordeones desafinados.
Hay que ver el río a esa hora como a veces, incluso, para no despertarlos, es capaz de detenerse. El agua hace estallar el reflejo del sol como a una porcelana blanca, y sus pedazos brillosos al pie de esas sillas... de esos pequeños tronos de religión laica: dame un pobre, dame un talismán. La familia Espósito tiene la pierna de él. (Ya no estás sola Stalingrado.)
Él no quiso incinerarla. (Prefirió que sea momificada.)
Lo cierto es que los vecinos de la manzana de la casa de los Espósito ponen velas alrededor de la pierna podrida del novio. Lo cierto es que la pierna tuvieron que tirarla. Claro que poniendo en su lugar una de cera, imitando a la pierna amputada.
(Ya no estás sola Stalingrado.)
1 comentario:
guau... !
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