domingo, agosto 23, 2015
viernes, agosto 21, 2015
jueves, agosto 20, 2015
miércoles, agosto 19, 2015
Marcelo Hugo
ok, se vienen las paso de la generación intermedia, gane quien gane gana tinelli
— Martín Rodríguez (@Tintalimon) Mayo 12, 2015
lunes, agosto 17, 2015
martes, agosto 11, 2015
jueves, agosto 06, 2015
Juana Bignozzi
Juana Bignozzi murió ayer en el mismo hospital donde murió su marido hace dos años. El Hospital de Clínicas. Su decisión de atenderse siempre en el sistema de salud pública era parte de sus obstinaciones ideológicas. Hija de lo que llamaba con placer, la “aristocracia obrera”, llevaba como estandarte la filiación de un padre panadero y anarquista, luego comunista, que le dio un hogar donde se oía ópera, se leían los diarios de la burguesía, la prensa del partido, los libros de la Ideología, se cocinaba y se conversaba de política a toda hora. Le encantaba vivir en el centro de la ciudad porque, decía, yo soy la Clase Obrera, no tengo que ir a vivir al sur o a la periferia para hacerme de la Clase. Anti peronista inteligente: respetaba cualquier forma corporativa de poder (sindical, empresarial, clerical, armada) porque su punto de partida para la atención política se basaba en la “consistencia” material de ese poder. Terminó sus días reconociendo a Perón y al sindicalismo peronista (decía de Hugo Moyano: “Moyano es la clase, Moyano puede parar el país”). Estalina de la línea “Pepe electrificó Rusia”, al decir eso te representaba la imagen de un campesino encendiendo una lamparita por primera vez, perplejo frente al milagro moderno. Eso es la Revolución. Le encantaba decir en los reportajes que se fue en el 74 al exilio creyendo que a este país lo iban a terminar gobernando los Montoneros, y era una provocación que se pasaba por alto puntualmente. Volvió en 2004 a un país gobernado por los Kirchner. Cultivó un perfil implacable, fue querida por las nuevas generaciones de poetas que veían en ella lo que el poeta Martín Gambarotta llamó “juventud eterna”. Sus viejas amistades (Juan Carlos Portantiero, Juan Gelman, Carlos Gorriarena, Andrés Rivera, Beatriz Sarlo, María Moreno, etc.) no se tallaban en el amiguismo ni en la complicidad corporativa. Eran parte de su estructura de diálogos ásperos, irónicos, fuertes y también afectivos, muchos quedaron en el camino. Una noche de alcohol y conversación con Juana podía ser la última cena de una amistad. Siempre le interesó la novedad, pero no practicaba el desesperado oficio del descubrimiento de “talentos”. Esperaba que le lleguen y ella llegar a ellos. Como escribió “no hay nada más patético/ que la canción del verano la canción del momento/ pasado ese verano pasado ese momento”. Podía oír la eternidad. Fortísima lectora, la poesía, decía, era una “escuela del carácter”, donde los ideales estéticos son ideales políticos. Nos hicimos especialmente amigos en los últimos años, y era una amistad, ella decía, “como las del 60”. Sin límite de tiempo, de temas, de horarios. Ya estaba cansada de esta ciudad y del país. Extrañaba horrores a Hugo. Su último poema es la carta que nos dejó a los amigos para cumplir el protocolo de su muerte: cómo ser enterrada. De la que sólo diremos: si van a ver su tumba lleven flores amarillas. Hasta siempre, Juanita.
domingo, agosto 02, 2015
martes, julio 14, 2015
martes, julio 07, 2015
viernes, julio 03, 2015
martes, junio 16, 2015
domingo, junio 14, 2015
jueves, junio 11, 2015
A la que te criaste
El violín hermoso y nostálgico de los partidos políticos durante los 80 era el de la orquesta del Titanic. Los partidos funcionaban bárbaro, iban a elecciones internas, hacían congresos, tenían líneas competitivas, en los politológicos 80, pero el país se iba al tacho. Y se fue nomás. En los 90, la corteza partidaria se mantuvo lo más sólida que pudo, pero sin gente. La gente se empezó a ir. Billetera del 1 a 1 mató galán militante. Menem y Alfonsín sellaron la última Moncloa, el pacto de Olivos, para darse dos cosas: una constitución más moderna y liberal, y una reelección presidencial. El cielo y la tierra. Un pacto celebrado a espaldas del alivio social que aún mantenía la convertibilidad en los bolsillos dañados por la híper.
Algo de este viento ha vuelto, aunque sea como tendencia, en la estructuración electoral de este año: peronismo versus republicanos, en resumen. La solución de la crisis de representación (que era hija de la crisis económica) que en 2001 explotó, se dio pero con políticos, no con un “sólido sistema de partidos”, y con políticos que gobiernan. Políticos y Estado. Ganan los locales. Ganan los que gobiernan. “Gritaron que se vayan todos y se fueron los partidos”, dijo Ricardo Sidicaro. Hoy los radicales, los más adeptos al rito partidario, comen en su manzana la arena amarilla del Pro. Escenificaron en su Convención su propio vacío. Sin embargo, el problema está diagnosticado por ley: las PASO jugaron a favor de construir una tendencia de unidad y estabilidad partidaria, y uno de los hijos más preciados de esa ley es, paradójicamente, el FIT, el Frente de izquierda trotskista que hace ya varios años comienza a concentrar la existencia de una izquierda electoral clasista. Pero la disputa de dos candidaturas moderadas (Scioli y Macri), quienes descolocaron al no tan moderado Massa, en representación de bases sociales distintas, organiza este escenario de un modo inédito: porque Scioli y Macri aparecen como las versiones moderados de sus espacios. La “ancha avenida” existía, existe, y ahora la caminan Scioli y Macri. Caminan en puntas de pie mientras Cristina manda. Y Cristina se va sin “fin de ciclo”, más bien en un desenlace, porque: 1) el lugar común de los analistas liberales: porque “se va”; 2) porque enfrió la política, y se va sin rizos trágicos; 3) porque contuvo lo más que pudo la recesión económica generada en su tercer gobierno, para que los problemas los solucionen los que siguen (con fórmulas de ajuste o endeudamiento lejanas a su teología ¿que quiso y no pudo aplicar o que pudo y no quiso aplicar?); 4) conduciendo el peronismo y dejando las PASO entre dos moderados. Su mano sobre la lapicera hasta el último minuto. Y es notable: ahora se habla de FPV como nunca antes, el posicionamiento de Scioli y la aceptación paulatina de quienes lo rechazaban (¿recuerdan los zócalos 678istas sobre sus pactos con Magnetto?) ha logrado un efecto en la lengua: todos efepevianos, todos frentistas. Scioli es el nombre de lo maldito para el kirchnerismo: es lo que necesitó, lo que no pudo sacarse de encima. El poder tira más que una yunta de bueyes. Dijimos en este blog en 2010 esto.
En definitiva: ni FR, ni Faunen, ni Unidos y Organizados. Vuelta a los partidos. Peronismo y Pro. ¡Ataque ochentoso! Se acabaron las “terceras posiciones”, parece. El laboratorio político nacido tras el 54% tocó fondo: ni los ideológicos sin carrera política, ni los intendentes dolidos, ni los socialdemócratas. ¿Qué somos? Tiburones. Tiburones peronistas. Tiburones republicanos. Y afuera hay sangre.
Algo de este viento ha vuelto, aunque sea como tendencia, en la estructuración electoral de este año: peronismo versus republicanos, en resumen. La solución de la crisis de representación (que era hija de la crisis económica) que en 2001 explotó, se dio pero con políticos, no con un “sólido sistema de partidos”, y con políticos que gobiernan. Políticos y Estado. Ganan los locales. Ganan los que gobiernan. “Gritaron que se vayan todos y se fueron los partidos”, dijo Ricardo Sidicaro. Hoy los radicales, los más adeptos al rito partidario, comen en su manzana la arena amarilla del Pro. Escenificaron en su Convención su propio vacío. Sin embargo, el problema está diagnosticado por ley: las PASO jugaron a favor de construir una tendencia de unidad y estabilidad partidaria, y uno de los hijos más preciados de esa ley es, paradójicamente, el FIT, el Frente de izquierda trotskista que hace ya varios años comienza a concentrar la existencia de una izquierda electoral clasista. Pero la disputa de dos candidaturas moderadas (Scioli y Macri), quienes descolocaron al no tan moderado Massa, en representación de bases sociales distintas, organiza este escenario de un modo inédito: porque Scioli y Macri aparecen como las versiones moderados de sus espacios. La “ancha avenida” existía, existe, y ahora la caminan Scioli y Macri. Caminan en puntas de pie mientras Cristina manda. Y Cristina se va sin “fin de ciclo”, más bien en un desenlace, porque: 1) el lugar común de los analistas liberales: porque “se va”; 2) porque enfrió la política, y se va sin rizos trágicos; 3) porque contuvo lo más que pudo la recesión económica generada en su tercer gobierno, para que los problemas los solucionen los que siguen (con fórmulas de ajuste o endeudamiento lejanas a su teología ¿que quiso y no pudo aplicar o que pudo y no quiso aplicar?); 4) conduciendo el peronismo y dejando las PASO entre dos moderados. Su mano sobre la lapicera hasta el último minuto. Y es notable: ahora se habla de FPV como nunca antes, el posicionamiento de Scioli y la aceptación paulatina de quienes lo rechazaban (¿recuerdan los zócalos 678istas sobre sus pactos con Magnetto?) ha logrado un efecto en la lengua: todos efepevianos, todos frentistas. Scioli es el nombre de lo maldito para el kirchnerismo: es lo que necesitó, lo que no pudo sacarse de encima. El poder tira más que una yunta de bueyes. Dijimos en este blog en 2010 esto.
En definitiva: ni FR, ni Faunen, ni Unidos y Organizados. Vuelta a los partidos. Peronismo y Pro. ¡Ataque ochentoso! Se acabaron las “terceras posiciones”, parece. El laboratorio político nacido tras el 54% tocó fondo: ni los ideológicos sin carrera política, ni los intendentes dolidos, ni los socialdemócratas. ¿Qué somos? Tiburones. Tiburones peronistas. Tiburones republicanos. Y afuera hay sangre.
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