jueves, febrero 19, 2015

Más allá del 18F

La democracia funciona si se sobreactúa. Va de nuevo: no hay instituciones que funcionen sin sobreactuación. No estamos obligados a “sentir”, estamos obligados a decir que “sentimos”, a hacer de cuenta que sentimos. La democracia pide eso: pide subrayados, resaltadores, trae la Llorona junto al cajón si hace falta. La democracia es teatro, más teatro. La guerra del bien contra el mal es la guerra entre cultura y naturaleza, es decir, entre lo que somos capaces de naturalizar y lo que somos capaces de escandalizar. Naturalizamos que a la campana que el gobierno de la ciudad colocó para juntar basura inorgánica un ser humano la revuelva en busca de materia prima que sirva de mercancía para el mercado del reciclado. Pero ninguna muerte se terminó de naturalizar. Bien por nosotros, al menos en eso. No naturalizamos las “muertes a propósito”. Sea Nisman o sea Luciano Arruga. Porque aún la narrativa clasista sobre Luciano es una forma de colocarlo en el centro del problema.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre jugando con el límite... Hasta las últimas 6 líneas la nota merecía todo mi repudio. Luego le das un giro copernicano brillante y para aplaudir. Cuidado que sos un tipo al que sería fácil tergiversar si te citaran una parte del texto, algo en lo que se especializa el periodismos amarillo. Abrazo grande. Sebastián Giménez

Martín dijo...

gracias seba querido, hoy te respondo seguro!!