miércoles, diciembre 05, 2012

De casa al mercado y del mercado a casa

1. Todos los gobiernos desde 1983 tuvieron su capítulo Clarín. No lo inventó el kirchnerismo. El alfonsinismo, en su “hoja de ruta para la democratización nacional”, escribió un breve pasaje del que resultan frases como estas: “Clarín ataca como partido político y se defiende con la libertad de prensa” (Chacho Jaroslavsky) y “… titular el diario como si realmente quisiera hacer caer la fe y la esperanza al pueblo argentino…” (Raúl Alfonsín, 1987). Lo de Menem veámoslo en boca del señor Alberto Kohan en una nota que le hicimos para la revista Crisis: “Menem se llevaba mal con Clarín, no así los menemistas.” Nuestro enano marxista nos sopla los restos de cenizas de verdad que quedan en sus puños: Clarín, como la democracia y el capitalismo de mercado, nacen en 1976. No hubo delitos de lesa humanidad o apropiación de menores (detalle judicial nada menor) pero el diario, como muchísimos, estuvo en la “escena del crimen” y armó su “acumulación originaria” para los días que venían con el control de Papel Prensa. Pero estos largos años, los que contaban la historia negra de Clarín eran una cofradía desde diversos márgenes éticos y profesionales: políticos suicidas, Asís, algunos docentes solitarios como Mariana Moyano o periodistas-empresarios como Julio Ramos, agitando desde sus distintas tarimas la condena de sus propios futuros. (Muchos 100% lucha de hoy tienen en su CV el paso por alguna de las ramas del “grupo”, un paso sin pena ni gloria -o sí-, y no hay nada malo en ello, excepto cuando se ejerce tanto el poder de policía ideológica.) 2. Clarín es historia argentina contada en capítulos, como insinuó Horacio González diciendo que su redacción es la historia de los progresismos fracasados. Diario difícil de reducir a “intereses” sin comprender el movimiento de sus líneas, péndulo de contradicciones. Osvaldo Bayer, ex PC’s, viejos alfoninistas o trotskistas componen la lista de “marines” editoriales de ese diario que no fue “voz de”, sino, inteligentemente, un enorme articulador de escenas políticas de ruptura y continuidad. 3. En una charla con un líder universitario trotskista en 2001 me dice: “¿qué leés?” Y él se respondió solo: yo leo Infobae, directamente al enemigo. A mí me salió decir: “yo leo Clarín”, como quien dice algo simple y revelador a la vez. Leemos al articulador de la escena. La mano invisible del todo antes que la voz de los buitres de ocasión, rateros del neoliberalismo como Hadad. Clarín se opuso a Menem pero contribuyó a su clima de época. 4. Si Magnetto significó el fin del “desarrollismo” clásico en el gran Diario, también fue una figura del nuevo orden que cumplió el rol histórico de la secularización de un medio que quería multiplicarse siguiendo la ruta de cada ciudadano: fue (es) parte del universo de transformaciones culturales del consumo. El diario del gobierno de la economía sobre la política. 5. La guerra empezó, se podría decir, el día que Néstor Kirchner citó en público justamente la figura de Héctor Magnetto, un nombre desconocido para la mayoría silenciosa. El primer gobierno kirchnerista tuvo la sombra amable de Clarín en la misma sintonía con la que hoy soporta la amabilidad de la UIA. En los días cariñosos del “primer gobierno” nadie avizoraba la intensidad del enfrentamiento que se vendría. Pero un día Kirchner en medio de un discurso calmo en el Salón Blanco lo sacó de la sombra, lo nombró advirtiendo que citaba “a un hombre de la democracia”, para comentar “un diálogo privado” que, según la vocación tensa de Kirchner, había sido naturalmente áspero. El hombre del diario que funcionó virtualmente como Partido Justicialista de la clase media estaba en la mesa de poder y debía ser iluminado su lugar. 6. Clarín ofreció las garantías a la sociedad de un periodismo independiente del Estado, aunque haciendo metástasis en la política, nutriéndose de ella, produciéndola por abajo, y a la vez constituyendo su “mercado autónomo”, su prescindencia, su enorme aparato para-estatal bajo la ecuación: sólo un medio tan poderoso se asegura independencia (y no es mendigo de las pautas oficiales). Pero Clarín está hasta las manos de Estado, se gestó sobre un movimiento de influencias y recursos, pero se recubrió de una autoridad libre de humo. Y ahora, así, descubierto su juego político también descubre su límite: proyecta sobre la política pero no es la política. Es un medio, llega hasta un punto y… ya no alcanza. 7. Algunas plazas pueden tener la agenda de Clarín pero no a Clarín en su agenda. Y eso que Clarín NO ES, en este momento, es un límite inconmovible. 8. Que termine de una vez esta conversación monotemática, este microclima, este gasto de tiempo social para un pueblo argentino que espera tantas otras cosas, y que llegue el tiempo de saber por qué todo esto valió tanto la pena.

(Refrito de la vieja nota publicada en la revista Crisis.)

No hay comentarios.: