martes, octubre 09, 2012

La mujer es lo negro del mundo

Mientras tanto, alguien tendría que responder por qué Yoko Ono, María Kodama o Isabel Perón no son la misma persona. Las tres caras de una misma mujer como si fueran las tres caras de una misma serpiente, las tres que llegaron “después” de un golpe de estado de sábanas de seda y conquistaron el corazón de los héroes de todas las clases. Se representan así: las conchudas. Fueron (son) odiadas por la masa arrebatada del fanatismo. Mujeres orientales, impopulares, con un “magnetismo incomprensible”, virtuosas -según su propio mito. De una sensualidad ante los ojos de ELLOS que nadie más pudo ver. ¿Son hermosas? No. Guardan un misterio, un misterio que se toca con un palo, así, con la punta del palo. Mujeres que estos tres mitos de la polis amaron contra la corriente porque ellas los sacaron de la corriente, los acunaron un poco a orillas del río de la historia que tanto arrasa. Pero los sobrevivieron y he ahí el dilema, compañeros. Ellas, las amas de la iconografía del gran nicho. Mujeres que ocurren en el pasado. Que custodian los mitos y que en su acidez -al que se acerca- lo arrojan al futuro. A la emergencia de construir nuevos mitos. Por eso permanecen como fantasmas horribles alrededor de la tumba de los héroes. Para no volver a ellos siempre.

Las tres están vivas hace demasiado tiempo. ¡Las tres están vivas hoy, 2012, a décadas de los pasos a la inmortalidad de sus compañeros y viven como viudas negras, hablan poco, son celosas de los restos del imperio que administran con pasión liberal! Yo mandaría YA a una delegación de juventudes políticas para hablar con esa mujer de rodete, voz finita y fálica, que amaba a Perón pero no al pueblo y que volvió a España para siempre, porque, compañeros, una parte de Perón es española y medieval. Una maravilla mucho más literaria que toda la pastelería pop de la iconografía evitista… Isabel Perón es un hecho maldito, gira mágica y misteriosa en Libia, que nos puede contar cómo eran las siete de la tarde del General, la hora del lobo o, simplemente, qué gracia de Fidel Pintos lo divertía más. Isabel vive como paria de la historia. Sabe mucho de todos: de Perón, de López Rega, de Massera, de Lorenzo Miguel… Y así podría escribir ella sola la historia de esos conquistadores del movimiento. ¿Por qué Perlóngher y la literatura gay no se detuvieron en ella ni un sólo segundo, ni un instante sobre ese cuerpo alambrado de la derecha peronista? Chabela, Isabel, María Estela, ¿no tiene sangre plebeya? ¿No bailó también en el teatro prusiano? Isabel La Católica y Evita la cristiana. Encanta el mito evitista de la actriz de Los Toldos, pero a Isabel le entrás por otros lados: es la mujer de las 3 A, la gaucha del caudillo que acuñaba que las palabras son hembras y los hechos son machos y se guardó todos los secretos y nadie, ni siquiera un hijo de Cafiero, se le acerca para oír su balbuceo, un poco del sonido y la furia de esta historia tan china. Mi póster sería una foto de esas tres, una foto warholiana, cuatro cuadros de cuatro colores pero con un cuadro en blanco, vacío, que diga: “la próxima podés ser vos”. El mundo no sabe dónde poner a estas celadoras de erotismo sadomasoquista.

Está en una pared escrito hoy con aerosol negro. Y quedó todavía porque estaba escrito que así sea, fue una promesa cumplida en una pared del barrio de San Cristóbal, a pocas cuadras de la sede de la Unión Ferroviaria. Decía: Isabel jefe: leña a los rebeldes. La traducción decimal no es necesaria. Sabemos lo que es un jefe, lo que es la leña, lo que fueron los rebeldes. Y no hace falta escribir con tiza todos los días que eso es del año 1975, el mundo anterior a este mundo. Y que esa mujer podía ser dueña de la vida y de la muerte de todos porque había sido dueña de la vida de uno solo. A veces la historia se asalta así, cuerpo a cuerpo. Las tres, Isabel-María-Yoko, viudas asiáticas, tuvieron la humanidad en un puño. Ahora, un puñado de ceniza carísima.

Entre Borges, Lennon y Perón se define una genética argentina promedio, el pasado. La playa de piedritas de Alan Pauls. Tres mujeres iguales. Tres orientales que tocaron con mano fría sus karmas. Los acompañaron en el otoño. La beatlemanía, el peronismo, la literatura nacional, y estas tres chinas que todos los días tiran arroz sobre el cajón. ¡Había que salvar al hombre! Ningún poeta feminista o gay escribió algo a la altura de esos mitos.

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